MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 226  JULIO DEL AÑO 2017    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

 
 
Las EPS indígenas,
entre el declive y la necesidad

Redacción El Pulso- elpulso@sanvicentefundacion.com
La liquidación de Manexca por malversación de recursos y el posterior freno por parte de un tribunal de Córdoba deja un precedente en la forma como los pueblos administran y acceden a la salud.
En el papel, Colombia cuenta con toda una serie de lineamientos para que los indígenas se integren al sistema de salud con visiones propias. La Ley 691 de 2001 reglamentó la participación de los pueblos (el 3,4 % de la población) y garantizó su acceso al derecho a la salud “en condiciones dignas y apropiadas”, bajo parámetros de integridad cultural y considerando las prácticas autóctonas.
No obstante, en la realidad, el sistema propio bajo el cual se rigen los pueblos (con seis EPS en todo el país) presenta fallas que lo han vuelto cada vez más frágil a los ojos de las autoridades y de los mismos indígenas.
Muestra de ello es la más reciente polémica por la liquidación de la EPS Manexka, con más de 210.000 afiliados en 18 municipios de los departamentos de Sucre y Córdoba. Según el ente, una auditoría forense mostró en marzo pasado una defraudación a los recursos del Sistema General de Seguridad Social en Salud.
Por ejemplo, se evidenció la venta de inmuebles de la EPS a la IPS Manexka por valor de $600 millones, sin que esos movimientos figuren en los registros contables. Tampoco se sabe del origen de los recursos para adquirir la sede actual de la entidad, cuyo valor supera los $2.900 millones, que habrían salido de los dineros que el Gobierno entrega para los afiliados.
Asimismo, de acuerdo con la Superintendencia, hay ingresos extraordinarios ficticios por $13.800 millones, pago de honorarios a miembros de la junta directiva por 304 millones, facturas no auditadas para compra de medicamentos, contratos con empresas cuya idoneidad y experiencia no estaban probadas, procedimientos estéticos no aprobados y autorizaciones de salud a 513 personas que ya habían muerto por valor de $733 millones.
Si bien con estas acusaciones, la Superintendencia procedió hace tres meses a liquidar la EPS y asignar a sus usuarios a otras cinco entidades (Comfamiliar, Cajacopi, Nueva EPS, Coosalud y Mutual Ser), la operación fue frenada por el Tribunal Administrativo de Córdoba, que dejó sin efecto la liquidación.
La reacción del superintendente de Salud, Norman Julio Muñoz, fue pedir al tribunal “instrucciones precisas para poder revertir el proceso sin poner en riesgo la vida de los usuarios”.
Y es que según expresó, Manexka entró en liquidación porque se evidenciaron “graves fallas en la atención a la población y pérdida de los recursos de la salud”, de manera que reintegrar a los usuarios podría implicar un riesgo, a lo que se suma que en este momento la EPS no funciona y no tiene sistemas de información y una red para garantizar la prestación de los servicios.
Según la Base de Datos Única de
Afiliados (BDUA), para diciembre de 2015 se
contaba con 1.520.557 personas indígenas afiliadas
al Sistema General de Seguridad Social en Colombia.
Entre el año 2012 y 2015 la afiliación al régimen
subsidiado por parte de la población
indígena creció un 4,34 %.
Sobre la polémica, Saúl Lucas, representante de la EPS Manexka, responde que como indígenas, defienden la institucionalidad y consideran pertinente que la Fiscalía y los organismos de control hagan las pertinentes investigaciones y sanciones para los miembros de las etnias zenú y embera katío que hayan cometido un peculado. Sin embargo, “que la Superintendencia haya entrado a nuestra sede, haya forzado puertas, bloqueado cuentas y resuelto la liquidación sin consultarnos va en contra de nuestro legítimo derecho a la consulta previa”, denuncia y añade que por la decisión del ente 22 indígenas que fueron remitidos a otras EPS con el cierre de Menexka han muerto por una mala atención.
En esa medida, Lucas celebra el último fallo del Tribunal de Córdoba, “que dio una respuesta desde el derecho”, y recomienda que mientras la Superintendencia define cómo devolver a los afiliados a la EPS, la Nación haga un acto administrativo “urgente” para revocar la medida, ya que hay políticos que, “por intereses particulares”, están motivando a los indígenas a quedarse en las EPS que les asignaron, “aún cuando no son propias”.
Un mal que se replica
Manexka no es la única EPS indígena que tiene antecedentes de malversación de recursos. Estas empresas, que suman seis (Asociación Indígena del Cauca, Mallamas, Dusakawi, Anaswayuu y Pijaos Salud) tienen afiliada al 67 % (1'107.586) de la población indígena en el Régimen Subsidiado, y tienen sus riesgos particulares o debilidades en la atención.
En marzo, por ejemplo, la Fiscalía capturó a Enoc Clavijo, gerente de la EPS Dusakawi (que atiende a los wayuu en La Guajira), y al contratista Hernán Osorio por usurpar $3.950 millones otorgados por el Estado a los pueblos indígenas.
También pesa una reciente denuncia de la Superintendencia de Salud, en la que advierte que existe un alto riesgo de que se dé lavado de activos en las EPS indígenas, porque la norma Sarlaft, que les exige a las demás empresas de medicina tener un sistema de administración de riesgo de lavado de activos y de financiación del terrorismo, no les aplica.
A esto se suma las deficiencias en la atención. En el último informe de Alertas Tempranas de la Superintendencia (con datos de 2015), se hace notar que en el tercer semestre de 2015 la mortalidad materna en el régimen indígena fue de 68,64 por cada 100 mil nacidos vivos, sobrepasando la meta de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, donde se esperaba que fuera de 45 maternas.
Además, mientras hay una mejora de los indicadores de salud de la población no indígena en los últimos años, la población indígena no ha igualado las ganancias de salud y sus principales causas de muerte son prevenibles: enfermedades cardiacas y respiratorias y deficiencias nutricionales.
 
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