MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 15    No. 176  MAYO DEL AÑO 2013    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

El Hospital: Un modelo
administrativo y empresarial

“El Hospital debe seguir haciendo
todo lo que ha hecho bien”, dice su director

Hernando Guzmán Paniagua - Periodista - elpulso@elhospital.org.co

A sus 30 años de edad, el médico Julio Ernesto Toro Restrepo asumió en 1981 la subdirección del Hospital, siendo director el doctor Oscar Bermúdez. Ocupó la dirección general entre 1983 y 1990, pasó a la gerencia de Susalud EPS, volvió a la dirección del Hospital en 1995, y ahí sigue. Para el doctor Toro, varias cosas le permiten al Hospital mantenerse y crecer en medio de la tormenta: “Una, modestia aparte, es la honestidad; dos, la firme determinación que tomó el Hospital de no seguir siendo miserable, sino una persona jurídica digna y merecedora de la confianza que los pacientes le entregaban. Por mucho tiempo fue paupérrimo y todos estaban conformes: los trabajadores, la dirigencia, la misma gente del Hospital aceptaba que no pagara oportunamente los salarios y demás obligaciones. Por mucho tiempo no tuvimos cómo responder a esa confianza, había buena voluntad pero no era suficiente”.
El director defendió la decisión de San Vicente de brindar, legal, justa y oportunamente, la seguridad del paciente, medicamentos e insumos, pagos a trabajadores, seguridad social, etc. Indicó el doctor Toro: “Orden, ha sido la palabra del éxito.

“Al Hospital lo salvamos todos los hombres que tuvimos que ver con él, y la fidelidad a las creencias. Si la Ley 100 es para todos, ¿cómo otros no sobrevivieron? No es de milagros: yo creo que sí existen, pero no reemplazan el trabajo, ni la constancia, ni la voluntad, ni los credos; los milagros no hacen lo que uno no es capaz de hacer”. Dr. Julio Ernesto Toro. Foto: Rodrigo Peláez
Alguien dijo que el amor es el orden de las cosas, y encaja bien aquí; no es sólo el rigor en los hechos, sino lo que se hace con agrado, con dedicación y generosidad, en suma, con amor. Así como Bolívar fue 'el hombre de las dificultades', en su campo ésta es 'la institución de las dificultades', que fueron también el pie amigo para grandes soluciones, contaminados un poco por el amor propio, pues nadie quiere ser pobre, feo o maluco, sino todo lo bueno. Cualquiera quisiera ser director de un gran hospital, pero hay que hacerlo primero, irlo construyendo”.
Cuenta el director: “Una vez dije que me reía de los gerentes, hablaba de los que se dan ínfulas, se creen dueños de las soluciones y la verdad, y caminan con aire de suficiencia delante de todo el mundo, sabiendo que todas las organizaciones están llenas de conflictos y uno es partícipe de ellos, por los que genera y por los que le toca sufrir; nadie es inocente de todo, también uno tiene culpa en las equivocaciones ajenas. Si hay un problema con los insumos que se dan a los pacientes, yo también tengo responsabilidad, así no sea yo el que compre y pague. Darse ínfulas como super-gerente es ridículo. Cuando discutíamos en 1993 el futuro del Hospital, decían: 'Se acabó el Hospital porque llegó la Ley 100'. Yo decía: 'Siempre habrá necesitados, de afecto, salud o de condiciones de vida, de nuestro apoyo para cumplir su sueño de estar sano, así tenga dinero o su EPS lo apoye'. Siempre creí que el futuro del Hospital no llegaba hasta la Ley 100, sino que empezaba ahí con más fuerza, y fue así. Nos adaptamos a las coyunturas de la facturación, la Ley 50, cesantías, etc. ¿Qué habría sido de nosotros, de mí en especial que estudié aquí, si no hubiera sido por este Hospital y por la Universidad de Antioquia?”.
Ante la idea de que la Ley 100 salvó al Hospital, afirmó: “Si fuera así, la Segunda Guerra Mundial no se habría acabado y tantas otras cosas; la Ley 100 es un tecnicismo de los que nunca faltan, una coyuntura. Al Hospital lo salvamos todos los hombres que tuvimos que ver con él, y la fidelidad a las creencias. Y si la Ley 100 es para todos, ¿cómo otros no sobrevivieron? No es de milagros: yo creo que sí existen, pero no reemplazan el trabajo, ni la constancia, ni la voluntad, ni los credos; los milagros no hacen lo que uno no es capaz de hacer; uno los menciona como símbolo de la magia de este logro fantástico”.
“¿Qué cosas no puede perder el Hospital San Vicente?” Se pregunta su director, y responde: “Seguir haciendo todo lo que ha hecho bien, no cambiar por cambiar, sólo lo que no funciona; lo que funciona, conservarlo. Verbigracia, nos ha funcionado prestar un servicio generosamente durante cien años. Es lealtad a lo que generó este Hospital porque, modestia aparte, hay cosas que se han hecho muy bien; no las hice yo, nunca he hecho un trasplante, pero este Hospital los hace muy bien. Y hay que seguir al lado de los principios fundamentales. El Hospital nunca se sentirá sólo: siempre habrá un necesitado que lo encontrará. Eso tiene su embrujo”.
 

Bernardo Chica, el director
que hizo del Hospital una empresa

El doctor Bernardo Chica Molina trabajó 26 años en el Hospital San Vicente: en una época ocupó a la vez las jefaturas de Consulta Externa, Policlínica y Residentes. Fue director entre 1961 y 1968, y le tocó abrir camino a la nueva visión auto-gestora: “En 1958 me fui a Michigan (Estados Unidos) a estudiar administración hospitalaria dos años; muy raro un médico estudiando eso, se burlaron de mí, que cómo se me ocurría, siendo profesor e internista destacado. Pero los hospitales eran mal manejados, nombraban al médico más buena persona, pero que no sabía administración.
Con el Máster, vine en 1960 a dirigir el Hospital, una época de transición muy dura, su situación era crítica como la de casi todos los hospitales del país: en déficit, se gastaba la plata y al fin de cada año llamaban al papá Gobierno a que lo sostuviera. Mi objetivo fue manejarlo como empresa, pero al decir eso, todo el comunismo alborotado en el Hospital se me vino encima, dijeron que venía a implantar metodología norteamericana, que era de la burguesía. Por querer adoptar un sistema administrativo y financiero distinto, me tocaron 5 o 6 huelgas”.
Refiere como una lucha la construcción del Hospital Infantil. Y prosiguió: “Cuando llegué a introducir la historia clínica para cada paciente, mis viejos profesores me decían: '¿Vino usted a dañarnos la vida? ¡Qué cuento de historias clínicas! Eso no se usa. Nosotros vemos pacientes y que se vayan'. Traté de iniciar la facturación, pero faltó cooperación del personal, pues el concepto era que el Hospital no tenía por qué cobrarle a nadie”. Dijo que el avance administrativo, científico y tecnológico de San Vicente es ejemplo para el mundo, más con los Centros Especializados, y calificó la gestión del doctor Julio Ernesto Toro como excelente, como nunca el Hospital tuvo.
Y refirió: “Coltejer nos ayudó mucho a construir la Consulta Externa. Hay que ver lo que era antes en el sótano del Pensionado, la gente cogía turno desde la una o dos de la mañana, al sol y al agua hasta el amanecer, a ver si la atendían. Con ayuda de la señora Tulia Uribe, asistente social, y del doctor Darío Londoño quien fue alcalde de Medellín, empezamos a construir la 'Casa del Buen Dios' para alojar esa gente mientras se le conseguía hospitalización. Como se acabó la plata, compré 4 pedazos de la Lotería de Medellín, se la encomendé a San Martín de Porres, y dije: “Si me la gano, le doy gran parte a la Casa del Buen Dios para terminarla”. Me la gané, como $60.000 que hace 50 y tantos años era mucha plata, y buena parte la di para la Casa”.
 

Oscar Bermúdez luchó contra
un terremoto y una crisis financiera

Llegado de la dirección del Hospital Mental de Antioquia, el médico Oscar Bermúdez entre 1977 y 1981 fue director del Hospital San Vicente, entonces sumido en una profunda crisis financiera y laboral, a la cual se sumaron las averías dejadas por el terremoto del 23 de noviembre de 1979.
El doctor Bermúdez -fallecido recientemente- incidió en la modernización administrativa, materializada en la creación de los departamentos de Arquitectura, Planeación y de Comunicaciones; al frente de éste quedó la comunicadora social Beatriz Elena Saldarriaga, vital en la consolidación de la imagen institucional y en campañas publicitarias en busca de recursos para aliviar la bancarrota del centro asistencial. Fue una gran cruzada que sensibilizó a empresarios, dirigentes políticos y gubernamentales y a la comunidad; todos aportaron su óbolo para salvar su Hospital.
El doctor Bermúdez propició la clasificación socioeconómica para racionalizar los cobros a los pacientes acorde con sus condiciones de vida, modelo señalado como pionero en Colombia y luego adoptado por otros hospitales. El balance del doctor Bermúdez consigna, además de la restauración de las áreas deterioradas por el sismo, con el valor agregado de los preciosos murales artísticos, un considerable saneamiento de las deudas con el personal hospitalario y otros estamentos, la actualización de varias unidades, renovación de equipos médicos y una inversión productiva de $500 millones.
 
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