DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 15    No. 176  MAYO DEL AÑO 2013    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 


Una cultura de humanismo, ciencia
y servicio: el secreto de 100 años

Hernando Guzmán Paniagua - Periodista elpulso@elhospital.org.co
Quien no quiera al Hospital de San Vicente Fundación que levante la mano. Durante cien años, ha sido el norte de los afectos, la señal dejada en el tiempo por don Alejandro Echavarría Isaza y sus compañeros fundadores es ese amor común al hospital que borra fronteras sociales. “Ustedes tienen que hacerse perdonar las ventajas que tienen”, decía a sus hijos don Guillermo Echavarría Misas, hijo de don Alejandro y uno de los prohombres de la centenaria institución. “Como quien dice -señala doña Margarita
Echavarría de Uribe, hija de Guillermo- que como nosotros teníamos tantas posibilidades de vida, debíamos hacérnoslas perdonar ayudando a quienes no las tenían”. Y 100 años de amor al prójimo, limaron diferencias entre políticos y empresarios, y unieron aportaciones filantrópicas de ricos tan disímiles como Carlos Coroliano Amador y Pepe Sierra.
 
De gran tradición científica y humanista
Componente esencial de la buena imagen del Hospital Universitario de San Vicente Fundación en el imaginario público, es su vocación científica. El historiador Gabriel Poveda Ramos, señaló a EL PULSO: “El Hospital ha recorrido una trayectoria ejemplar de salud pública, de solidaridad cristiana y humana en Colombia, por el espíritu de servicio que le imprimieron desde su fundación Alejandro Echavarría y quienes lo acompañaron hace 100 años, y por el altísimo nivel profesional que mantiene”. Mencionó entre las innovaciones científicas que introdujo el Hospital, las soluciones de electrólitos para niños recién nacidos y los trasplantes de riñones; y lo ponderó como educador de muchas generaciones de médicos que perpetúan la tradición de servicio y ciencia.
Sobre su modelo francés de atención humanista, indicó: “Eso corresponde a la trayectoria histórica de una visión de la medicina, llamada en la época anatomo-clínica; con el paso del tiempo absorbió una influencia tecnologista de Estados Unidos; en otras partes se llegó al extremo de olvidar el espíritu humanista francés, pero en el San Vicente, pese a la corriente norteamericana, nunca se abandonó del todo esa medicina y menos el concepto humanista, inspirado también en un sentido cristiano del servicio a los demás”.
Elogió el manejo económico y la eficiencia empresarial de San Vicente Fundación: “Esto no es común en los hospitales de Colombia”. Y recordó que en Medellín y otras poblaciones de Antioquia, existe desde mediados del siglo XIX una tradición de médicos estudiosos y serviciales encabezados por Manuel Uribe Ángel, no replicada en otras partes del país, ni siquiera en Bogotá: “Con muy pocos recursos de diagnóstico y tratamiento, hicieron prodigios en bien de la salud de sus conciudadanos”.
 
Los Echavarría, lección de vida
En noviembre de 1955, el periódico “El Bisturí” registró paso a paso los episodios de la gesta filantrópica, como la primera Junta de Señoras presidida por doña Alicia Merizalde de Echavarría, que militó más de 20 años allegando plata para la construcción.
En una sola ocasión, doña Alicia entregó a Alejandro Echavarría $11.000 pesos, una fortuna en esa época (primeras décadas del siglo XX). Y fue famoso “El Centavo de Navidad”, iniciativa de la señorita Marichú Mejía en esa junta. Refiere doña Margarita: “Al principio del Hospital, las hermanas de mi abuelo: Aquilina, María y Carmen Rosa, recogían entre las casas conocidas el Centavo de Navidad, los que podían daban más; y Luisa, mi tía, se encargó de la capilla, consiguió los vitrales y colaboró mucho para la hechura”.
Don Alejandro y doña Margarita Echavarría, nietos de don Alejandro Echavarría, fundador del Hospital. Foto: Rodrigo Peláez.
Don Alejandro Echavarría Restrepo, sobrino nieto del fundador, resalta la vieja filantropía: “Muchos parientes cercanos y lejanos de mi abuelo eran industriales y siempre al final de los períodos, en el balance destinaban un porcentaje para el Hospital, toda la ciudadanía de Medellín lo quería mucho; todo eso hizo que el Hospital creciera hasta llegar a los actuales avances científicos. Mi abuelo, en su testamento le dejó al Hospital una décima parte como hijo. Y luego de que me atendieran de un cáncer en Estados Unidos, un grupo de médicos me dijo: “Aquí no hay Liga del Cáncer”; nos juntamos y se fundó Medicáncer, y el San Vicente nos colaboró mucho para su montaje hace 37 años”.
Recuerda también Don Alejandro: “Germán Echavarría, otro hijo de mi abuelo, donó el Banco de Sangre al San Vicente. No había antibióticos todavía, pero sí mucha ciencia y se trabajaba con desinfectantes exteriores”. Ese Banco, dice “El Bisturí”, se dio al servicio en 1950, bajo la dirección del doctor José Ignacio Escobar, con dineros obtenidos mediante fiestas por la Junta de Señoras, entre ellas doña Luz Castro de Gutiérrez, quienes también obtuvieron auxilios, una ambulancia, mucha ropa y la planta de sueros.
 
Patrimonio natural y arquitectónico
El Hospital Universitario de San Vicente Fundación fue declarado Monumento Nacional el 5 de noviembre de 1996 y desde el 15 de noviembre de 1988 hace parte del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación, considerando el valor arquitectónico de sus edificaciones, el conjunto formado por ellas y las espléndidas áreas verdes que las circundan. En el libro “Historia de la arquitectura en Colombia”, de Silvia Arango, se reseña que por su diseño, detalles en ladrillo y jardines, el Hospital está considerado como el mejor conjunto hospitalario de la arquitectura republicana en el país.
La arquitectura
al servicio de la salud
Ser el mejor conjunto hospitalario de la arquitectura republicana en Colombia, no significa simplemente poseer una ciudadela bonita o agradable. Esta consideración habla de la funcionalidad del entorno constructivo, acorde con la concepción humanista de la medicina que se sigue practicando allí, y con una vocación de grandeza en lo artístico y en lo social.
No otra cosa se propuso el arquitecto francés Augusto Gavet con ésta y sus demás aportaciones al patrimonio cultural y arquitectónico de Medellín.
Según la propuesta de sustentación que llevó al Hospital a la categoría de Monumento Nacional, sus detalles “generan una identidad arquitectónica particular y concreta, con caracteres muy especiales, no sólo desde el punto de vista técnico, sino también estético”. Estas virtudes, junto con la funcionalidad del espacio, permiten al Hospital un protagonismo más allá de la labor asistencial: en 1932 fue escenario de la Gran Feria Exposición Nacional, que mostró el avance empresarial y social de Antioquia. Y hoy, la ciudadela hospitalaria ha sido locación de producciones cinematográficas y televisivas.
En su tesis “Hospital Universitario San Vicente de Paúl, Patrimonio arquitectónico”, el arquitecto Carlos Mario Jaramillo exalta: “Al hablar del Hospital San Vicente no sólo nos podemos referir a él por su gran riqueza arquitectónica y como referente de épocas pasadas, sino también por su gran valor como símbolo social en donde se conjugan aspectos comunitarios que lo referencian como parte de ese patrimonio que promueve la habitabilidad y el encuentro del hombre con su ámbito humano, natural y cultural”.
 
Cómo conjugar amor,
ecología y cultura en un Hospital
La cara caritativa del Hospital San Vicente la plasmaron las Hermanas de la Caridad lideradas por la Madre Seraphin, y los Padres Camilos, a tono con la medicina francesa centrada en el enfermo, no en la enfermedad; aún los hospitales eran tenidos como “sitios piadosos para el buen morir”. Y la imagen de belleza, orden y limpieza del Hospital que perdura en las mentes, es herencia del rigor casi militar de las monjas. Los componentes estéticos, asépticos y ecológicos se ratifican al inscribir al centro en el patrimonio histórico y artístico de la Nación en 1988, y al ser declarado Monumento Nacional en 1996.
Parte vital de su imagen -para muchos un hospital dentro de un parque-, es el reencuentro armónico con la naturaleza como parte del proceso curativo. Más que adornos son los caobos, especie casi extinguida y madera más preciosa de América tropical, las palmas reales, jobos de la India, urapanes, caracolíes, tulipanes africanos, ciruelos, ceibas, etc., hábitat de pericos, ardillas, guacamayas y otros animales.
El Hospital se inserta en un amplio entorno cultural, con el barrio Prado, Museo Cementerio de San Pedro, Campus de la Universidad de Antioquia y su Facultad de Medicina y complejo de ciencias de la salud, IPS Universitaria, parques Norte, Explora y de los Deseos, Planetario, Ruta-N, Parque de la Vida, Jardín Botánico, Centro Cultural de Moravia y Casa Museo Pedro Nel Gómez. Y la erección de la capilla en Vicaría Perpetua en 1960 y la rectoría del templo por los Ministros de los Enfermos (Padres Camilos) desde 1965, acrecienta el papel de centro espiritual que sigue siendo para muchas familias.
Al San Vicente todo el mundo lo identifica y lo nombra como “El Hospital”, y muchos creen que es un hospital público. Hasta la violencia tiene otro rostro cuando toca las puertas del Hospital: la ciudadanía lo percibe como centro que atiende a todos sin distingo, donde es normal ver al soldado en una cama al lado del guerrillero o del delincuente común o de víctimas de minas anti-persona. Y para procedimientos delicados y complejos, todos quieren ser atendidos en el Hospital: “Allá es donde está la ciencia”, es frase recurrente. Los prodigiosos trasplantes son el mejor ejemplo: alguien los llamó “milagros en equipo” y han estimulado la cultura de trasplantes y de donación de órganos. Otra expresión muy de Antioquia ha sido:
“Herido de corazón que llega a Policlínica no se muere”. En suma, son sólo 100 años, pero miles de razones para ser “una vida entera por la vida”.
Estudio Polifónico de Medellín nació en el Hospital
El Estudio Polifónico de Medellín, primera agrupación sinfónico-coral en Colombia, surgió como coro mixto en el Hospital. Así narra su gestación el maestro y médico Alberto Correa Cadavid, su fundador: “El Estudio Polifónico de Medellín surgió como coro de cámara masculino en 1966. En 1970 convertí el coro en mixto, con personas del área de la salud. El Polifónico tiene muchísimo que ver con el Hospital: en abril de 1970 una comisión de médicos me invitó a dirigir un coro de estudiantes de medicina, médicos y enfermeras, seleccioné el coro entre 100 personas y los invité a integrar el Estudio Polifónico de Medellín. Ensayábamos en el segundo piso del pabellón infantil y un año después en la ONU -Ortopedia, Neurología y Urología-, en el hospital grande. Entró un grupo de no-médicos del coro de la Universidad Nacional y otro de la Universidad de Antioquia: ya éramos unas 80 personas y decidimos estudiar El Mesías. Los pacientes no tenían problema: terminada la visita, iban a escuchar nuestros ensayos. Antes, cuando empecé mis actividades de musicoterapia,
decidimos ponerle música a los partos de primerizas, sin anestesia, y esto sólo se podía con un pequeño coro, un quinteto: lo aceptaron algunos gineco-obstetras, a otros no les gustó, que eso contaminaba las salas... Hicimos algunos partos con música, cantábamos madrigales renacentistas, motetes y villancicos de Francisco Guerrero”. Entre coristas y amigos impulsores del Polifónico, el maestro recordó a los doctores Ignacio Tobón, Caiafa, Ramón y Darío Córdoba, Alberto Betancur y otros gineco-obstetras, el cardiólogo Gilberto Martínez, el doctor Restrepo Domenech, guitarrista, Consuelo Roldán, y muchos otros.
 
La pinacoteca hospitalaria
“La Madre”, del maestro Aníbal Gil, mural ubicado en Neurocirugía. Foto: Rodrigo Peláez
El terremoto del 23 de noviembre de 1979 permitió un renacer artístico al hospital. Parte de la restauración de las salas deterioradas se hizo con pinturas murales de los maestros Jorge Cárdenas, Ramón Vásquez, Teresa De la Cruz, Camilo Isaza, Aníbal Gil, Bayron Vásquez, Marco Aurelio Sáenz, Luis Fernando Bocanumenth y Francisco Valderrama. La restauración de la Capilla realzó su valioso patrimonio, a saber: los murales del español José Claró y Claver Ramírez, los vitrales belgas y nacionales, el altar tallado en madera de Cristóbal Reyes, las gárgolas externas y la noble arquitectura neo-románica
Los murales artísticos, el entorno natural, las remodelaciones y el paisajismo han embellecido el conjunto, contribuyendo a la creación de un clima estético y mental amable, propicio a la rehabilitación de los enfermos y al bienestar de toda la comunidad hospitalaria, del personal médico -asistencial y administrativo-, familiares de los pacientes y visitantes. Ese ambiente, que hace de San Vicente un hospital distinto, es realzado con realizaciones culturales y artísticas dignas de encomio, como la Coral del Hospital que bajo la dirección de la maestra Haydé Marín, lleva 15 años en fructífera labor que promueve el desarrollo musical de sus miembros, solemniza la Misa Institucional y otras celebraciones, y brinda solaz con villancicos navideños; y el grupo musical Allegro, otro vehículo de cultura y diversión, con interpretaciones de varios géneros populares, en festividades del Hospital. Además, una abundante producción bibliográfica del personal hospitalario en lo científico y cultural, es otra fortaleza del Hospital.
 



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