MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 218  NOVIEMBRE DEL AÑO 2016    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Medicina y espiritualidad
¿Cuál es el aroma qué nos caracteriza? ¿Cuál es el perfume que damos a nuestra atención hacia los seres humanos a quienes servimos? Podemos tener un olor a humedad, a sótano, a lugar donde no entra el aire, mucho menos el oxígeno. O podemos generar sensaciones de libertad, de alivio, de esperanza en nuestros pacientes. ¿Qué recuerdo queremos evocar a través de nuestro perfume?
En entregas pasadas, hemos hablado de los “sentidos” o “manifestaciones sensibles de la espiritualidad”: el tacto, la mirada, la palabra. Llegó el turno para el sentido del olfato.
Cuando hablamos del olfato, pueden venir a nuestra mente varias evocaciones, desde la más física de las expresiones -bajo los aromas agradables o no que despide la naturaleza o el ser humano-, y otras más sutiles y que están incorporadas en nuestras creencias psicológicas, como aquellas relacionadas con descubrir de lejos las intenciones o el sentido de las cosas.
Olfatear es pues, una experiencia auténticamente humana -en ocasiones, demasiado humana para nuestro gusto-, no en vano la existencia de múltiples productos para generar aromas que no son los propios.
El olor que despide el ser humano le confiere identidad. Un ejemplo que podemos extraer de la literatura es la de Patrick Süskind en su texto "El perfume", hablando de su protagonista "Grenouille", quien necesitó desarrollar distintos aromas, ante la ausencia del suyo propio: "Primero elaboró un olor discreto, un aroma gris para uso cotidiano. […] Oliendo así podía mezclarse tranquilamente con los demás seres. […] Podía ocurrir que pasara completamente inadvertido, […] mezcló un perfume algo más fuerte, con un ligero olor a sudor, […] que hacía creer a todos que tenía prisa y le apremiaban negocios urgentes. […] Otro perfume era un aroma que incitaba a la compasión […]. Olía a leche aguada y madera limpia y blanda. […] Las mujeres del mercado al verlo le alargaban nueces y peras relucientes porque se les antojaba hambriento e indefenso (pp. 173-174)".
En el cristianismo el olor del holocausto
fue reemplazado gradualmente en los textos
del Nuevo Testamento con el aroma que despide
una vida virtuosa, una vida "inspiradora".
Este bello escrito, bien nos puede servir como metáfora de la identidad que despliegan también nuestras acciones intencionadas o no, que como auténticos perfumes, construidos por nuestra naturaleza y carácter, generan reacciones en los demás. En la vida real, todo olor genera poderosas evocaciones de lugares, personas y acontecimientos.
El aroma también puede ser un vehículo de comunicación con la esfera divina. Ha sido constante en las distintas religiones el papel que tiene el olor de los sacrificios y ofrendas para comunicarse con el Ser Trascendente. Baste indicar las variadas alusiones en la literatura sagrada -la Biblia, por ejemplo- en la que se menciona la complacencia de Dios ante el olor agradable de lo ofrecido: “Entonces ofrece el carnero sobre el altar como holocausto en honor del Señor, como ofrenda quemada de olor agradable” (Éxodo 29,18).
Nuestra vida puede despedir un aroma
agradable o desagradable. El aroma de la vida
virtuosa y ética, entregada al servicio del ser humano
es bastante agradable y deseable, y puede llegar
a las dimensiones trascendentes
más insospechadas.
Sin embargo, en el cristianismo se ha visto cómo el olor del holocausto fue reemplazado gradualmente en los textos del Nuevo Testamento con el aroma que despide una vida virtuosa, una vida "inspiradora". En este sentido, no deja de ser interesante que, hablando metafóricamente, nuestra vida puede despedir un aroma agradable o desagradable. El aroma de la vida virtuosa y ética, entregada al servicio del ser humano es bastante agradable y deseable, y puede llegar a las dimensiones trascendentes más insospechadas.
¿Cuál es el aroma qué nos caracteriza? ¿Cuál es el perfume que damos a nuestra atención hacia los seres humanos a quienes servimos? Podemos tener un olor a humedad, a sótano, a lugar donde no entra el aire, mucho menos el oxígeno. O podemos generar sensaciones de libertad, de alivio, de esperanza en nuestros pacientes. ¿Qué recuerdo queremos evocar a través de nuestro perfume?
julian.ramirez.md@gmail.com
Textos recomendados:
http://ror-literatura.blogspot.com.co/2012/04/la-humanizacion-de-grenuille-traves-de.html. Consultado el 08 de octubre de 2016.
Patrick, S. (1986). El perfume. Historia de un asesino. Barcelona: Editorial.
 
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