La relación
del médico con el paciente se ha basado en la confianza
y la satisfacción recíprocas. Pero en la actualidad,
ninguno de los dos recibe ni la una ni la otra.
Esta situación tiene varias causas, entre las que se
destaca de manera primordial, el modelo de sistema de salud
en el que esta relación se lleva a cabo. Otro factor
a analizar es la disparidad de conceptos del médico y
del paciente sobre qué es la salud, y en particular,
qué es la enfermedad.
La formación que recibimos los médicos nos lleva
a definir la enfermedad como una entidad objetiva, que está
localizada en algún órgano o que altera un determinado
sistema fisiológico, y que cuando alguien nos consulta
procuramos identificar. Al confirmar su presencia, ayudados
por exámenes para-clínicos, especialmente imágenes,
consideramos que esa es la enfermedad y procedemos a plantear
un tratamiento.
Esto es lo que venimos haciendo, y con frecuencia diagnosticamos
y tratamos diversas enfermedades. Pero esta definición
de enfermedad estará incompleta, si no tenemos en cuenta
la experiencia de la persona que la padece. Y aquí está
la diferencia que nos está distanciando a médicos
y pacientes: lo que hacemos es sacar la enfermedad del mundo
de la experiencia y trasladarla a algún lugar en el mundo
físico. Así, los médicos nos estaríamos
quedando con la enfermedad y estaríamos dejando de lado
la persona, la que sufre.
Mientras escuchamos y examinamos una persona, los médicos
vamos elaborando una definición de lo que esa persona
tiene, es decir, lo que vemos y oímos es la enfermedad,
que después lo confirmaremos o no, con las ayudas diagnósticas.
Pero la enfermedad no es la imagen que nos muestran esos exámenes;
la enfermedad es lo que el paciente manifiesta, narra, relata,
más lo que yo elaboro con la ayuda de mis sentidos y
con mi juicio y raciocinio. De lo contrario, una ayuda tecnológica
en medicina llegaría a ser, no sólo una excelente
ayuda para reconocer la enfermedad, sino que llegaría
a definir la enfermedad misma.
Por lo tanto, para que la definición de enfermedad quede
completa, a nuestros conocimientos anatómicos y clínicos
debemos agregar la experiencia subjetiva que adquiere la persona
al haber enfermado. Si nos quedamos solamente con lo orgánico,
lo fisiológico y lo tecnológico, no entenderemos
la enfermedad en todo su sentido. No estaríamos en capacidad
de tener en cuenta experiencias humanas reales como el sufrimiento
y el dolor. Pero si juntamos los conceptos de unos y otros,
médicos y pacientes, podremos establecer la relación
entre el mundo abstracto de las ciencias y el mundo concreto
de la experiencia humana: es decir, lograremos reunir la ciencia
con la vida.
Nota: Esta sección es un aporte del Centro NACER, Salud
Sexual y Reproductiva. Facultad de Medicina, Universidad de
Antioquia. |