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Me llamo Tomás
Nepomuceno. Soy huérfano. Nunca conocí padre
o madre, pero eso no importa en absoluto, y lo comprenderán
cuando lean mi historia (...) Balmis me salvó la vida
dos veces. Aún oigo su voz. Dejará su sello
en la historia gracias a sus actos. Frente a las vacías
palabras de los políticos y los oportunistas, Balmis
fue un héroe singular, único. A sus 50 años
se atrevió a viajar por medio mundo con el objetivo
de llevar la vacuna contra las viruelas allí donde
la peste sólo creaba muerte y destrucción. Y
tuvo el arrojo y la valentía de usar cuerpos de los
niños huérfanos como el mío para conservar
el fluido vacunal a lo largo de un viaje que duró dos
años, plagado de dificultades, en el que alcanzamos
las colonias del Nuevo Mundo, Cuba, Méjico, Puerto
Rico y otras tantas. Y en el que, finalmente, nos embarcamos
hasta llegar a los confines más remotos de la tierra,
rumbo a las Filipinas españolas, hasta dar con nuestros
huesos en la misteriosa e impenetrable China. Yo fui el último
de los hijos de Balmis. Llevé en mi sangre la última
dosis de la preciosa vacuna y me adentré en un universo
en el que se hablaba un lenguaje extraño, dominado
por los bandidos del mar y comandado por una mujer cruel y
legendaria, la Mujer Dragón.

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Ella me mostró
lo que significa el deseo carnal, la necesidad de amar, pero
también lo que se siente al matar, o al perder a un amigo.
He visto monstruos y embrujos que van más allá
de lo imaginable, y he contemplado cómo los hombres son
capaces de cometer atrocidades que ningún ser humano
admitiría estando cuerdo.
Así comienza Los Hijos del Cielo, novela
del español Luis Miguel Ariza que recrea la epopeya inmortal
que contribuyó a la extinción de una peste mortal.
La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna fue
el comienzo del fin de la viruela, que mató a millones
de personas en todo el mundo. A partir de la formidable odisea
científica en el siglo XIX, la ciencia médica
tendrá una deuda con tres figuras: el médico inglés
Edward Jenner, inventor o descubridor de la vacuna; el cirujano
español Francisco Xavier Balmis, director de la Expedición;
y el rey Carlos IV, su impulsor.
La peste asesina
Nacida en una estancia agrícola
del nordeste de China o en la Cuenca del Indo,10.000 años
A.C., según estudio de la Organización Mundial
de la Salud (OMS), la viruela mató a reyes y vasallos,
la momia de Ramsés V muerto en 1160 A.C. tenía
sus cicatrices, a Europa entró en el siglo VI D.C. a
lomo de las Cruzadas y de la invasión islámica,
truncó la línea de sucesión de los Habsburgo
en Austria, extinguió la casa real Estuardo en Inglaterra,
llegó a América a bordo de las carabelas de los
reyes católicos, asesinó de 20 a 30 millones de
indios y prosiguió su correría de muerte hacia
Estados Unidos en los barcos negreros.
Las pústulas de la variola mayor (índice de mortalidad
25-40%), signaron a las personas, unos enceguecieron, a otros
les desfiguró el rostro, o murieron por ataques al corazón,
los pulmones, los riñones o el aparato digestivo, cobró
víctimas en la familia real española y miles de
mujeres de la Europa medieval escondieron en los conventos el
estigma infamante. En Tenochtitlán, sitiado por Cortés,
área epidemiológica confinada, generó el
mayor número de víctimas y decidió la conquista
de Méjico; la población mejicana bajó de
25 millones de seres en 1519 a 1'200.000 en 1587. En el Nuevo
Reino de Granada, mató a 90% de los indígenas
de la Sabana de Bogotá. |
La Real Hacienda financió
la Misión como
asunto público, y acogió las decisiones
de la
Junta de Cirujanos: vacunación gratuita,
protocolos para el personal sanitario y no
sanitario, Balmis director con un cuerpo de
ayudantes -entre el cual se destaca José Salvany-,
practicantes y enfermeros.
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Lo que en principio
abrió el paso triunfal de la espada del conquistador,
se volvió contra el interés colonial. La viruela,
el tifus exantemático, la disentería epidémica,
la influenza, la peste, el sarampión y la fiebre amarilla,
minaban la fuerza de trabajo y con ella, la producción,
el comercio y los tributos, por lo que la alarma epidemiológica
de1802 en Santa Fe, Méjico, Quito, Lima y otras capitales
del imperio de ultramar, no daba espera. La larga tradición
de misiones científicas españolas desde el siglo
XVI, los intereses económicos, políticos y estratégicos,
los ecos de la Revolución Francesa, el auge de la Ilustración
filantrópica, la alarma externa y los muertos en la familia
real, legitimaron la Real Expedición Filantrópica
de la Vacuna.
Ante los efectos perniciosos de la variolización, con
la variola minor, el cirujano rural inglés Edward Jenner
inoculó en 1766 el brazo de un niño con pus de
vesículas de las manos de un ordeñador infectado
con la cow pox -enfermedad benigna bovina-, luego
el pus de viruela y no enfermó: había desarrollado
inmunidad. La Royal Society (de Londres) lo rechazó,
la Real Academia Médica de España lo acogió
en 1803; el mismo año, la Junta de Cirujanos de Cámara
del Rey aprobó el proyecto del médico alicantino
y militar Francisco Xavier Balmis de Berenguer (1753-1819),
bachiller en Artes, naturalista y Cirujano Honorario de Cámara
de Carlos IV, quien ordenó la misión.
Balmis tradujo el Tratado histórico y práctico
de la vacuna, del francés Moreau, primera Guía
de Práctica Clínica anti-viruela. La Real
Hacienda financió la Misión como asunto público,
después de descartar los diezmos eclesiásticos
y los Tributos de Indios (antecesores del IVA a la cerveza y
las Prestaciones Excepcionales en Salud
), y acogió
las decisiones de la Junta de Cirujanos: vacunación gratuita,
protocolos para el personal sanitario y no sanitario, Balmis
sería el director con un cuerpo de ayudantes -entre el
cual se destaca José Salvany-, practicantes (primer convenio
docente-asistencial) y enfermeros. |
A falta de cadenas de
frío, de los métodos
modernos de empaque y transporte, y de vacas
enfermas de cow pox en el Nuevo Mundo para
extraer el pus inmunitario, Balmis ideó la inoculación
brazo a brazo, entre niños de 8-10 años
de edad
que se renovaban en cada sitio visitado, formando
una cadena de vacunación.
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A falta de
cadenas de frío, de los métodos modernos de empaque
y transporte, y de vacas enfermas de cow pox en el Nuevo Mundo
para extraer el pus inmunitario, Balmis ideó la inoculación
brazo a brazo, entre niños de 8-10 años de edad,
que se renovaban en cada sitio visitado, formando una cadena
de vacunación. Los cristales sólo se usaron para
el envío a sitios cercanos. Los niños vacuníferos
debían ser vírgenes de viruelas, desarraigados,
de preferencia expósitos, o de padres conocidos previo
consentimiento y compensación monetaria. Balmis empleó
entre 12 y 16 niños cada 25-30 días, en principio,
de la Casa de Expósitos de La Coruña y del Hospicio
de Santiago de Compostela. El traspaso de pus sólo podía
hacerse 10-12 días después de cada inoculación.
La Real Expedición Filantrópica
de la Vacuna
Con vientos del nordeste, la
corbeta María Pita, de 200 toneladas, se hizo a la mar
y se dio a la vela en La Coruña, el 30 de noviembre de
1803, con 22 niños, personal sanitario, auxiliar y tripulación
a bordo, botiquín, lienzos, máquinas neumáticas
para lacrar los cristales con la linfa vacunal, barómetros
y termómetros para controlar sus cambios físico-químicos.
Apoyaron la cruzada ocho navíos, entre ellos los bergantines
de guerra El Palomo y San Luis, la goleta
Nancy, la Nao San Fernando de Magallanes
y dos fragatas portuguesas. La Real Hacienda pagó al
doctor Balmis dos mil fuertes/año más 200 doblones
para habitación; a enfermeros, 500 fuertes más
250 al regreso y 50 para habitación, remuneración
especial a los niños, y dio a todo el personal, almuerzo,
refrescos y cena. |
Cerca de un
millón de seres humanos fueron vacunados.

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El
proceloso viaje sortea mil adversidades: recelos, escasez de
niños de relevo, naufragios, tifones, pestes, falta de
alimentos y resistencia donde ya habían recibido ciertas
dosis, como Puerto Rico, Santa Fe, Cuba, Nueva España,
Yucatán, Guatemala, Río de la Plata, Chile, Lima
y Charcas. Balmis defiende su aportación: una logística
metódica y duradera para la erradicación del mal.
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En Santa Cruz
de Tenerife se funda la primera Casa de Vacunación e
Instrucción Sanitaria, llegan a Puerto Rico el 9 de febrero
de 1804; en Venezuela, se crea una sub-expedición al
mando de Salvany. La Habana da una recepción clamorosa
el 26 de mayo, Balmis compra tres esclavas negras y un niño,
tambor del Regimiento de Cuba, y zarpa rumbo a Yucatán,
Guatemala, Nicaragua y Méjico, frío recibimiento
el 9 de agosto.
Penosa travesía a Filipinas, el hambre viaja a bordo,
los niños duermen hacinados en el suelo, buen recibimiento
en Manila el 15 de abril de 1805. Balmis, enfermo de disentería,
solicita viajar a Macao y Cantón en China, ve al imperio
chino como fuente de contagio hacia Filipinas, un tifón
desmantela la fragata Diligencia. Ariza cuenta por boca de Tomás
Nepomuceno, el episodio: Habían transcurrido casi
dos días desde el más espantoso tifón que
recuerdo, y nuestro barco se había convertido en un esqueleto
negro y amputado. Me encontraba acurrucado contra lo que quedaba
de los restos de la toldilla, la vela de la popa, tratando de
recuperar fuerzas. Todo a mi alrededor resultaba un completo
desastre. Los vientos y el agua habían tronchado el palo
de mesana, uno de los tres mástiles del buque, y el palo
mayor estaba herido de muerte. Ahora nos rodeaba la calma, pero
temía que en cualquier momento nuestro barco se fuera
a pique. Y en ese momento alguien en la oscuridad comenzó
a llamarme.
Mientras Balmis desafía la adversidad en los mares asiáticos,
Salvany inicia la vacunación en Nueva Granada y el sur
del continente. De La Guayra va al Nuevo Reino de Granada, tan
azotado por escrófulas (coto), mal gálico (sífilis),
lepra judaica, caratosa, viruela, sarampión y disentería,
que el sabio José Celestino Mutis, asesor ilustrado del
Virrey en salud e higiene públicas, le informaba en 1801:
Tantas calamidades, que diariamente se presentan a la
vista, forman la espantosa imagen de una población achacosa
que mantiene inutilizada para la sociedad y la felicidad pública
la mitad de sus individuos, a unos para la marcha del año,
y a otros por todo el resto de su vida.
El 13 de mayo de 1804 la Misión naufraga en la desembocadura
del río Magdalena, y llega a Cartagena de Indias el 24
de mayo. Emisarios de Medellín llevan el pus a todo Antioquia.
Santa Fe recibe a Salvany a bombo y platillo, el 17 de diciembre.
Entre Cartagena y Santa Fe se vacunan 56.000 personas. Salvany
sigue a Popayán, Quito, Cuenca, Lima, Valparaíso,
Santiago, Islas Chilsé y otros pueblos como La Paz y
Cochabamba, donde muere enfermo en 1810. Balmis, por su parte,
aprende la medicina y la lengua china y recoge plantas exóticas
para el Jardín Botánico de Madrid. Llega a Lisboa
el 14 de agosto de 1806 y alquila un carruaje hacia Madrid.
El 7 de septiembre, Su Majestad lo recibe y felicita por el
éxito de la Real Expedición. Cerca de un millón
de seres humanos habían sido vacunados. |
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Balmis, héroe
desconocido |
Luis Miguel Ariza,
en la reciente presentación de Los Hijos del Cielo,
pintó así los contornos heroicos de su protagonista:
Balmis es un héroe desconocido y un personaje inolvidable;
al conocer su vida pensé más en una película
de Spielberg que en un relato histórico". Escogió
el episodio final de China, "porque es la época
más misteriosa y se sabe que la embarcación y
los niños llegaron en muy malas condiciones", no
quiso "literaturizar" el viaje, sino perfilar la figura
de Balmis con un texto "que encandile al lector".
La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna cortó
el vuelo del Ángel Exterminador, y con métodos
novedosos, sembró semillas de vida en escenarios de muerte.
El sabio Jenner dijo: No me imagino que en los anales
de la historia haya un ejemplo de filantropía tan noble
y tan extenso como éste. En la América hispana,
sojuzgada aún por la potencia colonial, devolvió
la alegría de vivir a miles de seres humanos. Sin darse
cuenta, su Alteza Real contribuía, a su manera, a preparar
los cuerpos robustos y sanos que necesitaba la Guerra de Independencia. |
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OCIOSO
LECTOR
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Los Hijos del Cielo
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Yo
no había sido vacunado hasta ahora. Balmis guardó
el libro en un arcón, lo cerró con llave, abrió
la campana y extrajo uno de los cristales cuadrados, envuelto
en una tela de seda negra. Era una pieza doble que aprisionaba
un pus seco. Separó a continuación las dos mitades,
y depositó en la mancha unas gotas de agua. Tomó
una lanceta y empapó la punta de metal en aquella sustancia
lechosa.
- Voy a vacunarte, mi querido muchacho, así que acerca
ese brazo. No te dolerá. Sé que eres un chico
valiente.
Obedecí, por supuesto. Balmis hundió la lanceta
en mi piel, sentí un escozor frío, y pensé
en el miedo que mis amigos habían sentido cuando recibieron
la vacuna. Muchos no lo entendían del todo, quizás
por su temprana edad. Y algunos -como los que tuvo que comprar
Balmis en Cuba o Filipinas- susurraban que en realidad la vacuna
les haría caer enfermos del mal del que pretendía
proteger. |
-
Eres el último, Tomás. El eslabón de una
nueva cadena de una nueva generación. La esperanza que
traerá la salvación a estas tierras.
(Fragmento de la novela Los Hijos del Cielo, de
Luis Miguel Ariza). |
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