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Reflexión
del mes
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Las
bases de la ignorancia:
1. Creencia en autoridades inadecuadas
2. La fuerza de la costumbre
3. La opinión del vulgo inexperto
4. La propia ignorancia oculta tras una máscara de
sabiduría
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John
William Ballantyne (Inglaterra, 1861-1923). En 1901 abre en
Edimburgo la primera cama hospitalaria destinada a la atención
de mujeres gestantes; fue el iniciador del control prenatal
organizado. Sus áreas de estudio fueron: fisiología
del embarazo; placenta, líquido amniótico, malformaciones
congénitas, ictericia, idiomas, historia de la medicina.
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Interrogantes
bio-antropológicos
sobre el aborto
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Independiente
del grado de preparación académica, hay interrogantes
o hechos que sin ninguna duda, agitan profundamente nuestro
interés participante por estar relacionados con situaciones
de supervivencia y reproductibilidad; son temas tan controvertidos,
que nos llevan a menudo a responder muy emocionalmente.
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Resulta que los interrogantes que plantean el aborto y temas
afines no deben ser religiosos ni legales, son antropológicos;
y más aún, de índole bio-antropológica,
es decir, y ratificando lo que profundamente nos agita, son
seminales (relativo a siembra, potencialidad de auto-desarrollo).
Tanto que, incluso y citando a Pico de la Mirandola, abordados
antropológicamente también atañen a la
comprensión de la unidad del cosmos y demás
seres vivientes.
La antropología direcciona a que el ser humano merece
respeto y derechos, es decir, a la dignidad personal (dignitas,
decencia; personare, hacer eco), por el solo hecho de ser
(digno per se, racional y auto-consciente, susceptible de
derechos y obligaciones). Tal acepción contiene además
del estatuto ontológico de carácter fundante,
elementos subjetivos correspondientes al convencimiento de
poder alcanzar la plenitud personal, y elementos objetivos
vinculados con las condiciones para obtenerla. Son estos últimos
elementos los que nos enfrentan a la dignidad intrínseca
del otro, como al respeto por las diferentes especies con
las que compartimos y sustentamos el planeta.
Este artículo se desarrolla desde un estudio descriptivo
e inter-disciplinar de las claves éticas y bio-antropológicas
que concurren en el tema del aborto.
Resultados y conclusiones
El Homo sapiens es un organismo más en el complejo
entramado de la biosfera, y por ello, en la era actual de
la historia de la dignidad humana, seguir negando nuestra
biología no tiene fundamento. Infortunadamente, no
todos conceptualizan así. El concepto de dignidad a
la que adhieren por ejemplo los detractores del aborto sigue
subordinado a contextos supuestamente superados: el aspecto
religioso prima sobre lo bio-antropológico. Desconocen
que el concepto de dignidad humana en la modernidad, por basarse
en postulados heredados de La Ilustración, prescinde
de cualquier fundamento teológico. Y eso que al parecer
por conveniencia, actúan a diario incoherentemente
con su moción de censura dado que, además de
mostrarse acordes con que los menores donen células
precursoras, no protestan por la exclusión de los llamados
embriones inviables, requeridos para garantizar el éxito
de cada fertilidad asistida llevada a cabo en clínicas
de todo el mundo.
En el siglo XXI, llamado siglo de la Biología, se descubrió
que cualquier célula del cuerpo humano -vía
clonación-, tiene la potencialidad de poseer estructuralmente
la condición humana. Por ello, cada una de los billones
de células dérmicas que diariamente sometemos
los humanos a rasuración, tiene igual potencial. Es
decir, no solo los cigotos sino cualquier célula viva
humana contienen impronta parenteral, capacidad de ser una
realidad humana, una persona en acto. Y es que el concepto
y definición de vida no es parmenidiano, es un concepto
heraclitiano: la vida flamea, ondula, es un fluido
se
mueve.
Diferente es el concepto de dignidad humana. Por ser el humano
un animal interlocutor por antonomasia, el grado de respeto
y derecho que le asiste se articula en la dignidad propia
de dicha condición. La dignidad humana subyace en el
valor intrínseco de ser en la comunicación.
De ahí, que lo que se elimina con el aborto de un embrión
es un cúmulo de células que si bien posee estructural
y ontológicamente la potencialidad de condición
de ser humano, no ha alcanzado aún la razón
de dignidad humana. Incluso, desde el punto de vista de la
ontogenia, apenas se corresponde con el estadio filogenético
de pez (si bien la ontogenia no siempre recapitula la filogenia).
Aunque tenga la potencialidad, el embrión al no ser
portador de condición interlocutora, no constituye
una alteridad que tenga necesariamente que merecer respeto
y derechos. Un recién nacido, un mudo o un limitado
mental, aunque no hablen, son interlocutores de facto y por
tanto merecedores de respeto y derechos.
Es por ello mismo que a la persona humana no se le debe -bajo
ninguna circunstancia- eliminar o acallar contra su voluntad.
En cambio el embrión, al carecer de la condición
de interlocutor y de voluntad y, por tanto, al no estar cobijado
por el valor intrínseco y la investidura que el ser
persona confiere, puede calificar -si las circunstancias lo
ameritan, para ser obliterado-. Aquí cabe decir, parodiando
a Benedicto XVI pero cambiándole creador por creación,
que la persona humana está revestida de una dignidad
excelsa, enrazada en su vínculo con la creación.
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Los seres humanos
somos en el lenguaje, en
la reflexión, en el vernos
a través del otro
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Ahora
bien, hace más de 5.000 años se promulgó
sobre la interrelación de humanos, especies y biotipos,
incluso el vocablo griego éthos del que deriva el termino
ética se entendió como el lugar habitado por hombres
y animales, algo que en la actualidad por fortuna se está
recuperando. Y no tanto por la bioética sino por la ecología,
ciencia surgida de la biología, por medio de la cual
y más que por otras ramas del saber, se interpreta mejor
la complejidad emergente que surge de las interconexiones. No
extraña entonces que al tiempo que revuelca conocimientos
vernáculos, la ecología también agita dogmas
por medio de su más clarividente precepto: Cuando
un sistema vivo crece tanto que altera sistemas vecinos, tarde
que temprano se altera a sí mismo.
Y si este precepto lo que evoca es el equilibrio en la naturaleza,
el Juramento Hipocrático (Hórkos) no se queda
atrás, sus preceptos van en tal sentido desde su irrupción
hasta hoy. En los tiempos de Hipócrates la población
humana recién se consolidaba en el planeta como especie
viable y armonizable con las demás, dado que antes estuvo
sometida a un cuello de botella genético que casi ocasiona
nuestra extinción (recordar que la extinción de
una especie también compromete el armonioso equilibrio
predador-presa, en que la creación en su cuasi infinita
sabiduría opera).
No extraña, entonces, que en la época del Corpus
Hippocraticum, el que un médico sugiera o dé
a alguien, aunque lo pidiere, un fármaco letal, o proporcione
a una mujer algún pesario abortivo, sin lugar a
dudas se constituía en otra latente injuria para la especie,
y por consiguiente significativa posibilidad de alteración
del equilibrio de la biosfera. Los médicos, consecuentemente,
se cuidaban por mantener su arte en pureza y santidad
(IV voto Hórkos); incluso Herófilo, el fundador
de la anatomía humana e inventor del embryosphakter (el
despedazador de embriones), quien ejerció en la tradición
hipocrática de la cual era discípulo, por salvaguardar
la vida de las embarazadas en caso de complicaciones severas
padecidas por la gestación.
Actualmente los médicos aún mantienen en lo posible,
por decir así, su arte en pureza y santidad, pero como
Herófilo, sin aferrarse literalmente al voto. No solo
siguen actuando de manera tal que los efectos de su acción
no sean destructivos para la futura posibilidad de la vida humana
en general, sino que su misión fundamental hoy más
que antes es contribuir a dignificar la vida que está
bajo su custodia.
Dicha misión se hace realidad en este siglo desde y en
la interlocución, y dentro del precepto de equilibrio,
normatividad y conocimiento. Por eso los interrogantes que plantean
el aborto y temas afines atañen a la bio-antropología,
y en tal contexto deben prioritariamente ser discutidos; y no
solo porque su objetivo constituya la integración de
los conocimientos biológicos y humanos, sino porque ello
per se propende en obvio beneficio del entorno y consiguientemente
de la humanidad.
La dignidad y la ética son, por ende, categorías
que sustentan tanto el derecho a la propia vida y salud, como
también al de la viabilidad de nuestra especie y de las
otras con las que moramos en este planeta. No extraña
pues, que el equivalente latino de éthos sea mos ( morada).
Por esto, cuando nuestras poblaciones superan umbrales demográficos
que empiezan a comprometer la supervivencia global como hoy
padecemos y que se corresponden con los de una plaga, se debe
en lo posible actuar en consonancia y mancomunadamente. Como
mínimo, proponiendo despenalizar el aborto en los casos
que lo ameriten; y no sólo por poner un grano de arena
para tratar de restablecer la armonía con el entorno
y, por ende la viabilidad de nuestra propia especie, sino para
que además la mujer y por ella el hombre, siendo el caso
sean libres ante un embrión que, por no ser deseado,
esclaviza y enferma por demás.
El desarrollo integral humano es un marco de realización
armónica entre los individuos, y entre éstos y
el medio ambiente en las distintas dimensiones, por un lado
de la personalidad y por el otro lado de su respetuosa y moralizante
interacción con el entorno, que debe traducirse para
él y su descendencia en una vida digna, con la potencialidad
para ser plena y feliz. Esto significa respeto a los derechos
propios, consecuentes con los demás integrantes de la
especie y con el resto de la biosfera (dignitas, decencia; personare,
hacer eco). Y, por tanto, atención a las necesidades
de alimentación, salubridad y educación, al tiempo
que reconocimiento de la capacidad de crecimiento personal como
integrante de un nicho biológico sostenible al que no
se debe someter a desarmonías, por ningún motivo
y menos por motivos religiosos.
Una vez que se aprende esto, por lo general a través
de la enseñanza de la sociedad, se empieza a conocer,
a estimar a los otros individuos y a los otros organismos diferentes
a nuestra especie, en una relación especular de moralidad
y respeto profundo. Nuestra personalidad social no solo es una
creación del pensamiento de los demás: le debe
en su constructo, incluso, a la voluntad de otras especies poseedoras
de auto-conciencia como el chimpancé, por ejemplo.
Para terminar, no deja de ser lamentable que la dignidad, en
la cual la salubridad hace parte de los derechos humanos, esté
aún más comprometida por el actual sistema mercantilista
de salud. El neoliberalismo no solo proporcionó que las
multinacionales farmacéuticas se interesen más
en la venta que en la interactiva promoción de salud,
sino que contribuyó a que tanto médicos como pacientes,
formados últimamente con la idea del cuerpo como objeto
al que hay que disgregar, atenúen el uso de la interlocución
como instrumento esencial terapéutico. Por ello es la
oferta-demanda, el método con que funciona el neoliberalismo
y que tanto perjudica a la salubridad, lo que también
se debe regular en aras de la dignidad humana.
Y más aún en Colombia, en donde y entre otras,
por no tenerse fácil acceso a todos los métodos
de control natal, los hijos no deseados corresponden a más
del 50% de los nacidos, y, para ajustar, en donde una de las
5 principales causas de mortalidad en mujeres en edad reproductiva
sigue siendo la maternidad, incumpliéndose de paso con
otro de los requisitos de salud para el año 2000 acordado
ante la OMS.
Los seres humanos somos en el lenguaje, en la reflexión,
en el vernos a través del otro (Humberto Maturana). |
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Bioética
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Es
frecuente entre nosotros opinar con tono de autoridad sobre
temas que desconocemos. Así, escuchamos en la calle y
en medios serios de comunicación de masas, cátedras
improvisadas sobre temas humanos y divinos: ética, política,
fútbol, problemas ambientales, relaciones internacionales,
teología, religión, etc. Esto me motivó,
como asiduo colaborador de El Pulso, a pergeñar
un glosario que facilite la lectura de algunos artículos
sobre ética y bioética. Empecemos con lo más
evidente, con lo de sentido común. |
¿Qué es el embrión humano? Nadie con
sentido común -el menos común de los sentidos
según sentencia popular-, puede negar que desde cuando
el hombre puso su pie sobre la tierra, las mujeres siempre
han dado a luz seres humanos con o sin defectos pero siempre
seres humanos, seres humanos desde la concepción o
fecundación porque ontogénicamente no es posible,
al menos que se haga por medios artificiales, variar el código
genético resultado de la unión de la célula
femenina y la masculina propias de la especie. En los millones
de años de vida de la especie humana, nuestras mujeres
siempre han parido seres humanos, seres humanos que exigen
como sus padres máximo respeto por su vida, por su
libertad, por su dignidad humana. No hay, no puede haber,
seres humanos de primera y de tercera, esto sólo existe
en las peores tiranías.
Asesinar. Asesino. Según el Diccionario de la Lengua
Española, asesino es el homicida, el que comete asesinato.
Asesinar es: «Matar a una persona con premeditación,
alevosía, etc.» y matar con alevosía es
matar «a traición y sobre seguro». ¿Y
no es acaso esto lo que hace quien lleva a cabo un aborto
voluntario? Su víctima está en estado de indefensión,
es decir, «falta de defensa; situación de las
personas o cosas que están indefensas». Más
aún, en el caso del aborto se mata a un ser que no
ha cometido ninguna falta, ni siquiera en el caso de violación,
pues no existía humanamente antes de ser concebido,
no existía antes de consumarse la violación.
La Ética médica y el acto médico. Toda
ética que merezca tal nombre busca el Bien pleno del
ser humano, entendiendo por Bien lo que permita y promueva
el desarrollo pleno, no parcial, del ser humano. Ninguna ética
médica autoriza a que el médico para hacer bien
a alguien mate a un tercero, pues el êthos de la medicina
ha sido y será cuidar de la vida en general, y de la
vida y de la integridad de quien se confía a su cuidado;
el êthos del verdugo y del sicario es el contrario:
eliminar vidas, especialmente humanas. Por esta razón
no es ético, no es honesto, matar al niño en
el vientre de la madre para satisfacer los deseos de ésta,
aún cuando la ley despenalice el homicidio. Por esta
misma razón no somos asesinos los médicos honestos
que no realizamos abortos; tampoco somos responsables de que
esa mamá acuda a mataderos clandestinos
-como los llama un columnista- ni de lo que allí suceda;
los únicos responsables son ella y quienes satisfacen
sus deseos.
La conciencia y el imperio de la ley. La conciencia es un
elemento fundamental constitutivo del ser humano porque su
inteligencia es racional y porque ante la ineludible necesidad
de tener que optar antes de llevar a cabo cualquier acción
voluntaria, esa conciencia le muestra si su acción
se ajusta o no a la bondad, al Bien, como valor ético.
La conciencia es pues anterior a la ley y sólo en las
peores tiranías, en las peores épocas de esclavitud,
el imperio de la ley se impone a la conciencia. La historia
abunda en ejemplos al respecto. Es obvio que para decidirme
a obedecer o no a una ley tengo que hacer uso de mi conciencia;
más aún, el legislador hace uso de su conciencia
antes de dictar las leyes y evalúa la justedad de ellas.
Aunque la ley desconozca la realidad antropológica
de la dignidad del ser humano desde la concepción,
no cambia, no puede cambiar dichas realidades; puede despenalizar
y autorizar, como cuando ordena la pena de muerte, eliminar
vidas, pero no por eso dejan de ser homicidios.
Homicidio. Según el Diccionario de la Lengua Española,
es la «muerte causada a una persona por otra».
Ninguna ley puede obligarnos a ser homicidas, a realizar abortos
a la mujer que lo solicita, ninguna ley puede obligarnos a
participar de un crimen.
Crimen. Según el Diccionario tantas veces citado, crimen
es la «acción voluntaria de matar o herir gravemente
a una persona.
Fanático y fanatismo. Una vez más y para evitar
malos entendidos, acudo al Diccionario de la Lengua Española
que dice: Fanatismo: «Tenaz preocupación, apasionamiento
del fanático». Fanático: «1. adj.
Que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento, creencias
u opiniones, sobre todo religiosas o políticas. Ú.
t. c. s. 2. Preocupado o entusiasmado ciegamente por una cosa.
FANÁTICO por la música». Estos significados
nos permiten ejemplificar actitudes de fanatismo, es decir
de defensa ciega de creencias u opiniones, sobre todo
religiosas o políticas, desconociendo las verdades
históricas y las realidades antropológicas evidentes.
Así, es fanatismo pretender que la posición
anti-abortista de defensa de la vida es cuestión religiosa
cuando la historia nos demuestra que ya en el Juramento (Hórkos)
llamado Hipocrático del siglo V a IV antes de Cristo,
no se permitía a los asclepiades ni el aborto ni la
eutanasia: en el voto 4 el médico promete, bajo la
gravedad del juramento: «No daré a nadie, aunque
me lo pida, ningún fármaco letal, ni haré
semejante sugerencia. Igualmente tampoco proporcionaré
a mujer alguna un pesario abortivo. En pureza y santidad mantendré
mi vida y mi arte».
Habrá que tener en cuenta, además:
1º-. Que el Código Internacional de Ética
Médica de la Asociación Médica Mundial
afirma como deber primordial del médico: «Velar
con sumo interés y respeto por la vida humana desde
el momento de la concepción y, aún bajo amenaza,
no emplear mis conocimientos médicos para contravenir
las leyes humanas». «El médico debe recordar
siempre la obligación de preservar la vida humana».
2º-. Que la Ley 23 de 1981, en el Juramento que exige
pronunciar a los médicos para su graduación,
también proclama: «Velar con sumo interés
y respeto por la vida humana, desde el momento de la concepción
y, aún bajo amenaza, no emplear mis conocimientos médicos
para contravenir las leyes humanas».
3º-. Que la Constitución Política de la
República de Colombia de 1991, cuyos ordenamientos
son superiores a cualquier ley, afirma: «Artículo
11. El derecho a la vida es inviolable. No habrá pena
de muerte». Cabe una pregunta: ¿No se condena
a muerte al no nacido humano, al nascituro, cuando
se realiza un aborto?
Fanatismo es afirmar que no es eufemismo llamar al aborto
interrupción legal del embarazo, porque
la realidad indiscutible es que se mata al no nacido humano
cuya vida está protegida por la ética, por los
códigos citados en el párrafo anterior y por
la Constitución vigente en nuestra Nación. ¿Acaso
hay otra manera de interrumpir legalmente el embarazo sin
matar al no nacido? Fanatismo es considerar que el derecho
de la mujer a su cuerpo la autoriza a disponer y a destruir
el cuerpo de su hijo cuya vida, aunque transcurre en su vientre,
es una vida propia a la cual la madre sólo le proporciona
el ambiente propicio, condición que no mengua la dignidad
humana y que es común a todo ser humano, a todo ser
vivo cualquiera sea la etapa de su desarrollo.
Fanatismo es seguir considerando que el rechazo al aborto
es cuestión religiosa y negar que sea una realidad
antropológica y que hechos históricos demuestran
que su reprobación no está necesariamente unida
a credos religiosos. -¿Debemos considerar mojigato
a Hipócrates de Cos?-.
Fanatismo, y de la peor calidad, es descalificar a alguien
sin analizar sus conceptos sino porque suponemos o conocemos
su credo religioso, sus convicciones políticas, su
raza, su posición social, etc., calificándolo
con epítetos que traten de disminuir la lógica
y las razones de su pensamiento. Cuando faltan argumentos
razonables se acude al insulto, a palabras como mojigatería,
etc., para ganar adeptos a las opiniones personales. También
es fanatismo hacer ostentación de cargos administrativos
-sobre todo en nuestro ambiente cuando sabemos bien como,
a veces, se llega a dichos cargos- para procurar adeptos.
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-.
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