MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 11    No. 141 JUNIODEL AÑO 2010    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Reflexión del mes

Las bases de la ignorancia:
1. Creencia en autoridades inadecuadas
2. La fuerza de la costumbre
3. La opinión del vulgo inexperto
4. La propia ignorancia oculta tras una máscara de sabiduría
John William Ballantyne (Inglaterra, 1861-1923). En 1901 abre en Edimburgo la primera cama hospitalaria destinada a la atención de mujeres gestantes; fue el iniciador del control prenatal organizado. Sus áreas de estudio fueron: fisiología del embarazo; placenta, líquido amniótico, malformaciones congénitas, ictericia, idiomas, historia de la medicina.
 
Interrogantes
bio-antropológicos
sobre el aborto
Independiente del grado de preparación académica, hay interrogantes o hechos que sin ninguna duda, agitan profundamente nuestro interés participante por estar relacionados con situaciones de supervivencia y reproductibilidad; son temas tan controvertidos, que nos llevan a menudo a responder muy emocionalmente.

Resulta que los interrogantes que plantean el aborto y temas afines no deben ser religiosos ni legales, son antropológicos; y más aún, de índole bio-antropológica, es decir, y ratificando lo que profundamente nos agita, son seminales (relativo a siembra, potencialidad de auto-desarrollo). Tanto que, incluso y citando a Pico de la Mirandola, abordados antropológicamente también atañen a la “comprensión de la unidad del cosmos y demás seres vivientes”.
La antropología direcciona a que el ser humano merece respeto y derechos, es decir, a la dignidad personal (dignitas, decencia; personare, hacer eco), por el solo hecho de ser (digno per se, racional y auto-consciente, susceptible de derechos y obligaciones). Tal acepción contiene además del estatuto ontológico de carácter fundante, elementos subjetivos correspondientes al convencimiento de poder alcanzar la plenitud personal, y elementos objetivos vinculados con las condiciones para obtenerla. Son estos últimos elementos los que nos enfrentan a la dignidad intrínseca del otro, como al respeto por las diferentes especies con las que compartimos y sustentamos el planeta.
Este artículo se desarrolla desde un estudio descriptivo e inter-disciplinar de las claves éticas y bio-antropológicas que concurren en el tema del aborto.
Resultados y conclusiones
El Homo sapiens es un organismo más en el complejo entramado de la biosfera, y por ello, en la era actual de la historia de la dignidad humana, seguir negando nuestra biología no tiene fundamento. Infortunadamente, no todos conceptualizan así. El concepto de dignidad a la que adhieren por ejemplo los detractores del aborto sigue subordinado a contextos supuestamente superados: el aspecto religioso prima sobre lo bio-antropológico. Desconocen que el concepto de dignidad humana en la modernidad, por basarse en postulados heredados de La Ilustración, prescinde de cualquier fundamento teológico. Y eso que al parecer por conveniencia, actúan a diario incoherentemente con su moción de censura dado que, además de mostrarse acordes con que los menores donen células precursoras, no protestan por la exclusión de los llamados embriones inviables, requeridos para garantizar el éxito de cada fertilidad asistida llevada a cabo en clínicas de todo el mundo.
En el siglo XXI, llamado siglo de la Biología, se descubrió que cualquier célula del cuerpo humano -vía clonación-, tiene la potencialidad de poseer estructuralmente la condición humana. Por ello, cada una de los billones de células dérmicas que diariamente sometemos los humanos a rasuración, tiene igual potencial. Es decir, no solo los cigotos sino cualquier célula viva humana contienen impronta parenteral, capacidad de ser una realidad humana, una persona en acto. Y es que el concepto y definición de vida no es parmenidiano, es un concepto heraclitiano: la vida flamea, ondula, es un fluido… se mueve.
Diferente es el concepto de dignidad humana. Por ser el humano un animal interlocutor por antonomasia, el grado de respeto y derecho que le asiste se articula en la dignidad propia de dicha condición. La dignidad humana subyace en el valor intrínseco de ser en la comunicación.
De ahí, que lo que se elimina con el aborto de un embrión es un cúmulo de células que si bien posee estructural y ontológicamente la potencialidad de condición de ser humano, no ha alcanzado aún la razón de dignidad humana. Incluso, desde el punto de vista de la ontogenia, apenas se corresponde con el estadio filogenético de pez (si bien la ontogenia no siempre recapitula la filogenia). Aunque tenga la potencialidad, el embrión al no ser portador de condición interlocutora, no constituye una alteridad que tenga necesariamente que merecer respeto y derechos. Un recién nacido, un mudo o un limitado mental, aunque no hablen, son interlocutores de facto y por tanto merecedores de respeto y derechos.
Es por ello mismo que a la persona humana no se le debe -bajo ninguna circunstancia- eliminar o acallar contra su voluntad. En cambio el embrión, al carecer de la condición de interlocutor y de voluntad y, por tanto, al no estar cobijado por el valor intrínseco y la investidura que el ser persona confiere, puede calificar -si las circunstancias lo ameritan, para ser obliterado-. Aquí cabe decir, parodiando a Benedicto XVI pero cambiándole creador por creación, que la persona humana está revestida de una dignidad excelsa, enrazada en su vínculo con la creación.

“Los seres humanos
somos en el lenguaje, en
la reflexión, en el vernos
a través del otro”
Ahora bien, hace más de 5.000 años se promulgó sobre la interrelación de humanos, especies y biotipos, incluso el vocablo griego éthos del que deriva el termino ética se entendió como el lugar habitado por hombres y animales, algo que en la actualidad por fortuna se está recuperando. Y no tanto por la bioética sino por la ecología, ciencia surgida de la biología, por medio de la cual y más que por otras ramas del saber, se interpreta mejor la complejidad emergente que surge de las interconexiones. No extraña entonces que al tiempo que revuelca conocimientos vernáculos, la ecología también agita dogmas por medio de su más clarividente precepto: “Cuando un sistema vivo crece tanto que altera sistemas vecinos, tarde que temprano se altera a sí mismo”.
Y si este precepto lo que evoca es el equilibrio en la naturaleza, el Juramento Hipocrático (Hórkos) no se queda atrás, sus preceptos van en tal sentido desde su irrupción hasta hoy. En los tiempos de Hipócrates la población humana recién se consolidaba en el planeta como especie viable y armonizable con las demás, dado que antes estuvo sometida a un cuello de botella genético que casi ocasiona nuestra extinción (recordar que la extinción de una especie también compromete el armonioso equilibrio predador-presa, en que la creación en su cuasi infinita sabiduría opera).
No extraña, entonces, que en la época del Corpus Hippocraticum, el que un médico “sugiera o dé a alguien, aunque lo pidiere, un fármaco letal, o proporcione a una mujer algún pesario abortivo”, sin lugar a dudas se constituía en otra latente injuria para la especie, y por consiguiente significativa posibilidad de alteración del equilibrio de la biosfera. Los médicos, consecuentemente, se cuidaban por “mantener su arte en pureza y santidad” (IV voto Hórkos); incluso Herófilo, el fundador de la anatomía humana e inventor del embryosphakter (el despedazador de embriones), quien ejerció en la tradición hipocrática de la cual era discípulo, por salvaguardar la vida de las embarazadas en caso de complicaciones severas padecidas por la gestación.
Actualmente los médicos aún mantienen en lo posible, por decir así, su arte en pureza y santidad, pero como Herófilo, sin aferrarse literalmente al voto. No solo siguen actuando de manera tal que los efectos de su acción no sean destructivos para la futura posibilidad de la vida humana en general, sino que su misión fundamental hoy más que antes es contribuir a dignificar la vida que está bajo su custodia.
Dicha misión se hace realidad en este siglo desde y en la interlocución, y dentro del precepto de equilibrio, normatividad y conocimiento. Por eso los interrogantes que plantean el aborto y temas afines atañen a la bio-antropología, y en tal contexto deben prioritariamente ser discutidos; y no solo porque su objetivo constituya la integración de los conocimientos biológicos y humanos, sino porque ello per se propende en obvio beneficio del entorno y consiguientemente de la humanidad.
La dignidad y la ética son, por ende, categorías que sustentan tanto el derecho a la propia vida y salud, como también al de la viabilidad de nuestra especie y de las otras con las que moramos en este planeta. No extraña pues, que el equivalente latino de éthos sea mos ( morada).
Por esto, cuando nuestras poblaciones superan umbrales demográficos que empiezan a comprometer la supervivencia global como hoy padecemos y que se corresponden con los de una plaga, se debe en lo posible actuar en consonancia y mancomunadamente. Como mínimo, proponiendo despenalizar el aborto en los casos que lo ameriten; y no sólo por poner un grano de arena para tratar de restablecer la armonía con el entorno y, por ende la viabilidad de nuestra propia especie, sino para que además la mujer y por ella el hombre, siendo el caso sean libres ante un embrión que, por no ser deseado, esclaviza y enferma por demás.
El desarrollo integral humano es un marco de realización armónica entre los individuos, y entre éstos y el medio ambiente en las distintas dimensiones, por un lado de la personalidad y por el otro lado de su respetuosa y moralizante interacción con el entorno, que debe traducirse para él y su descendencia en una vida digna, con la potencialidad para ser plena y feliz. Esto significa respeto a los derechos propios, consecuentes con los demás integrantes de la especie y con el resto de la biosfera (dignitas, decencia; personare, hacer eco). Y, por tanto, atención a las necesidades de alimentación, salubridad y educación, al tiempo que reconocimiento de la capacidad de crecimiento personal como integrante de un nicho biológico sostenible al que no se debe someter a desarmonías, por ningún motivo y menos por motivos religiosos.
Una vez que se aprende esto, por lo general a través de la enseñanza de la sociedad, se empieza a conocer, a estimar a los otros individuos y a los otros organismos diferentes a nuestra especie, en una relación especular de moralidad y respeto profundo. Nuestra personalidad social no solo es una creación del pensamiento de los demás: le debe en su constructo, incluso, a la voluntad de otras especies poseedoras de auto-conciencia como el chimpancé, por ejemplo.
Para terminar, no deja de ser lamentable que la dignidad, en la cual la salubridad hace parte de los derechos humanos, esté aún más comprometida por el actual sistema mercantilista de salud. El neoliberalismo no solo proporcionó que las multinacionales farmacéuticas se interesen más en la venta que en la interactiva promoción de salud, sino que contribuyó a que tanto médicos como pacientes, formados últimamente con la idea del cuerpo como objeto al que hay que disgregar, atenúen el uso de la interlocución como instrumento esencial terapéutico. Por ello es la oferta-demanda, el método con que funciona el neoliberalismo y que tanto perjudica a la salubridad, lo que también se debe regular en aras de la dignidad humana.
Y más aún en Colombia, en donde y entre otras, por no tenerse fácil acceso a todos los métodos de control natal, los hijos no deseados corresponden a más del 50% de los nacidos, y, para ajustar, en donde una de las 5 principales causas de mortalidad en mujeres en edad reproductiva sigue siendo la maternidad, incumpliéndose de paso con otro de los requisitos de salud para el año 2000 acordado ante la OMS.
“Los seres humanos somos en el lenguaje, en la reflexión, en el vernos a través del otro” (Humberto Maturana).
 
  Bioética
Glosario para entender mejor algunos artículos de Bioética
Ramón Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
Es frecuente entre nosotros opinar con tono de autoridad sobre temas que desconocemos. Así, escuchamos en la calle y en medios serios de comunicación de masas, “cátedras” improvisadas sobre temas humanos y divinos: ética, política, fútbol, problemas ambientales, relaciones internacionales, teología, religión, etc. Esto me motivó, como asiduo colaborador de “El Pulso”, a pergeñar un glosario que facilite la lectura de algunos artículos sobre ética y bioética. Empecemos con lo más evidente, con lo de sentido común.

¿Qué es el embrión humano? Nadie con sentido común -el menos común de los sentidos según sentencia popular-, puede negar que desde cuando el hombre puso su pie sobre la tierra, las mujeres siempre han dado a luz seres humanos con o sin defectos pero siempre seres humanos, seres humanos desde la concepción o fecundación porque ontogénicamente no es posible, al menos que se haga por medios artificiales, variar el código genético resultado de la unión de la célula femenina y la masculina propias de la especie. En los millones de años de vida de la especie humana, nuestras mujeres siempre han parido seres humanos, seres humanos que exigen como sus padres máximo respeto por su vida, por su libertad, por su dignidad humana. No hay, no puede haber, seres humanos de primera y de tercera, esto sólo existe en las peores tiranías.
Asesinar. Asesino. Según el Diccionario de la Lengua Española, asesino es el homicida, el que comete asesinato. Asesinar es: «Matar a una persona con premeditación, alevosía, etc.» y matar con alevosía es matar «a traición y sobre seguro». ¿Y no es acaso esto lo que hace quien lleva a cabo un aborto voluntario? Su víctima está en estado de indefensión, es decir, «falta de defensa; situación de las personas o cosas que están indefensas». Más aún, en el caso del aborto se mata a un ser que no ha cometido ninguna falta, ni siquiera en el caso de violación, pues no existía humanamente antes de ser concebido, no existía antes de consumarse la violación.
La Ética médica y el acto médico. Toda ética que merezca tal nombre busca el Bien pleno del ser humano, entendiendo por Bien lo que permita y promueva el desarrollo pleno, no parcial, del ser humano. Ninguna ética médica autoriza a que el médico para hacer bien a alguien mate a un tercero, pues el êthos de la medicina ha sido y será cuidar de la vida en general, y de la vida y de la integridad de quien se confía a su cuidado; el êthos del verdugo y del sicario es el contrario: eliminar vidas, especialmente humanas. Por esta razón no es ético, no es honesto, matar al niño en el vientre de la madre para satisfacer los deseos de ésta, aún cuando la ley despenalice el homicidio. Por esta misma razón no somos asesinos los médicos honestos que no realizamos abortos; tampoco somos responsables de que esa mamá acuda a “mataderos clandestinos” -como los llama un columnista- ni de lo que allí suceda; los únicos responsables son ella y quienes satisfacen sus deseos.
La conciencia y el imperio de la ley. La conciencia es un elemento fundamental constitutivo del ser humano porque su inteligencia es racional y porque ante la ineludible necesidad de tener que optar antes de llevar a cabo cualquier acción voluntaria, esa conciencia le muestra si su acción se ajusta o no a la bondad, al Bien, como valor ético. La conciencia es pues anterior a la ley y sólo en las peores tiranías, en las peores épocas de esclavitud, el imperio de la ley se impone a la conciencia. La historia abunda en ejemplos al respecto. Es obvio que para decidirme a obedecer o no a una ley tengo que hacer uso de mi conciencia; más aún, el legislador hace uso de su conciencia antes de dictar las leyes y evalúa la justedad de ellas. Aunque la ley desconozca la realidad antropológica de la dignidad del ser humano desde la concepción, no cambia, no puede cambiar dichas realidades; puede despenalizar y autorizar, como cuando ordena la pena de muerte, eliminar vidas, pero no por eso dejan de ser homicidios.
Homicidio. Según el Diccionario de la Lengua Española, es la «muerte causada a una persona por otra». Ninguna ley puede obligarnos a ser homicidas, a realizar abortos a la mujer que lo solicita, ninguna ley puede obligarnos a participar de un crimen.
Crimen. Según el Diccionario tantas veces citado, crimen es la «acción voluntaria de matar o herir gravemente a una persona.
Fanático y fanatismo. Una vez más y para evitar malos entendidos, acudo al Diccionario de la Lengua Española que dice: Fanatismo: «Tenaz preocupación, apasionamiento del fanático». Fanático: «1. adj. Que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento, creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas. Ú. t. c. s. 2. Preocupado o entusiasmado ciegamente por una cosa. FANÁTICO por la música». Estos significados nos permiten ejemplificar actitudes de fanatismo, es decir de defensa ciega de “creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas”, desconociendo las verdades históricas y las realidades antropológicas evidentes. Así, es fanatismo pretender que la posición anti-abortista de defensa de la vida es cuestión religiosa cuando la historia nos demuestra que ya en el Juramento (Hórkos) llamado Hipocrático del siglo V a IV antes de Cristo, no se permitía a los asclepiades ni el aborto ni la eutanasia: en el voto 4 el médico promete, bajo la gravedad del juramento: «No daré a nadie, aunque me lo pida, ningún fármaco letal, ni haré semejante sugerencia. Igualmente tampoco proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo. En pureza y santidad mantendré mi vida y mi arte».
Habrá que tener en cuenta, además:
1º-. Que el Código Internacional de Ética Médica de la Asociación Médica Mundial afirma como deber primordial del médico: «Velar con sumo interés y respeto por la vida humana desde el momento de la concepción y, aún bajo amenaza, no emplear mis conocimientos médicos para contravenir las leyes humanas». «El médico debe recordar siempre la obligación de preservar la vida humana».
2º-. Que la Ley 23 de 1981, en el Juramento que exige pronunciar a los médicos para su graduación, también proclama: «Velar con sumo interés y respeto por la vida humana, desde el momento de la concepción y, aún bajo amenaza, no emplear mis conocimientos médicos para contravenir las leyes humanas».
3º-. Que la Constitución Política de la República de Colombia de 1991, cuyos ordenamientos son superiores a cualquier ley, afirma: «Artículo 11. El derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de muerte». Cabe una pregunta: ¿No se condena a muerte al no nacido humano, al “nascituro”, cuando se realiza un aborto?
Fanatismo es afirmar que no es eufemismo llamar al aborto “interrupción legal del embarazo”, porque la realidad indiscutible es que se mata al no nacido humano cuya vida está protegida por la ética, por los códigos citados en el párrafo anterior y por la Constitución vigente en nuestra Nación. ¿Acaso hay otra manera de interrumpir legalmente el embarazo sin matar al no nacido? Fanatismo es considerar que el derecho de la mujer a su cuerpo la autoriza a disponer y a destruir el cuerpo de su hijo cuya vida, aunque transcurre en su vientre, es una vida propia a la cual la madre sólo le proporciona el ambiente propicio, condición que no mengua la dignidad humana y que es común a todo ser humano, a todo ser vivo cualquiera sea la etapa de su desarrollo.
Fanatismo es seguir considerando que el rechazo al aborto es cuestión religiosa y negar que sea una realidad antropológica y que hechos históricos demuestran que su reprobación no está necesariamente unida a credos religiosos. -¿Debemos considerar mojigato a Hipócrates de Cos?-.
Fanatismo, y de la peor calidad, es descalificar a alguien sin analizar sus conceptos sino porque suponemos o conocemos su credo religioso, sus convicciones políticas, su raza, su posición social, etc., calificándolo con epítetos que traten de disminuir la lógica y las razones de su pensamiento. Cuando faltan argumentos razonables se acude al insulto, a palabras como “mojigatería”, etc., para ganar adeptos a las opiniones personales. También es fanatismo hacer ostentación de cargos administrativos -sobre todo en nuestro ambiente cuando sabemos bien como, a veces, se llega a dichos cargos- para procurar adeptos.
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.

 

 
 











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