MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 75   DICIEMBRE DEL AÑO 2004    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Hace casi un año que el Congreso de la República viene discutiendo sobre la Ley 100 del 93. Como se sabe, se radicaron 15 iniciativas de Ley, cinco formulando cambios sustanciales y el resto solicitando una que otra cosa, lo que puede decir que no obstante, esa Corporación aún esta lejos de consolidar un diagnóstico y una propuesta que reúna la aprobación mayoritaria del país.
De ese proceso y de la expectativa que suscita, me llama la atención el clamor para reformar la Ley 100, como si derogarla fuera la meta o la medida que estima la bondad de las iniciativas parlamentarias.
Esta mirada sorprende porque es difícil y quizá apresurado atribuir los problemas de salud a una Ley, sea cual fuere, ignorando que la salud tiene determinantes propios, que entre otras cosas, dependen poco de la prestación de servicios y mucho más de factores sociales y ambientales. Las leyes son instrumentos incluso coyunturales, acordados ante problemas específicos y circunstancias particulares, dadas en lugar y tiempo. Luego, si la salud tiene sus dificultades, saber si la reforma de seguridad social sirvió para resolverlos durante los diez años previos, es cosa que debe discutirse después de tener claros sus determinantes.
Secuelas de la adopción del modelo flexneriano
Quisiera subrayar dos factores fundamentales que afectan el sistema de salud colombiano: la adopción del modelo biomédico flexneriano y la fragmentación para atender los problemas de salud pública. El primer punto se explica en las aspiraciones de muchos colombianos, pacientes y médicos, que desean y ofrecen servicios de salud mirando hacia Estados Unidos y su tecnología como la opción más valida. Eso si que es un problema, porque la tecnología defensiva e intervencionista no es la mejor; no obstante, es una cuestión que poco hemos resuelto, como certifica el número creciente de tutelas. Explico:
El diferencial entre nuestros ingresos y el costo de la tecnología biomédica europea occidental y norteamericana es enorme. Inalcanzable. El principal problema que subyace a la prestación de servicios en Colombia, es la adhesión al modelo de prestación flexneriano especializado, importado de USA, que exige tratamientos, equipos, medicamentos y conocimiento originario de allá, pagadero en dólares. Como eso significa un esfuerzo insostenible, la distancia entre lo que cuesta alcanzarlo y lo que permite nuestro ingreso para cubrirlo, es inverosímil. Es más, esa distancia se incrementa de año en año y se agrava cada que la economía se estanca. No olvidemos que en el año 2001 un norteamericano gastaba U$4.887 en salud y un inglés U$1.835, mientras un colombiano accedía a U$105 y una Unidad de Pago por Capitación (UPC) promedio de U$100 para los que la tenían. Esta no es una diferencia que apareció hace 10 años con la Ley 100 de 1993, y por eso nada tiene que ver la incorporación de mecanismos de mercado para disminuir los costos. Este abismo se viene construyendo a partir de la intrusión del modelo norteamericano, cuando menos desde los últimos cien años, con la afiliación al modelo especializado a imagen y semejanza de la visión intervencionista de allá, acompañada de la industrialización de los medicamentos y los servicios de salud.
El principal problema que subyace a la prestación de servicios colombiana, es la adhesión al modelo de prestación flexneriano especializado, importado de USA, que exige tratamientos, equipos, medicamentos y conocimiento originario de allá, pagadero en dólares.
La dedicación de los recursos disponibles a la curación y los servicios asistenciales, es algo así como la competencia entre la liebre y la tortuga. Una carrera entre dólares y pesos. Que la reforma ayude a que la tortuga alcance la liebre o que sea la mejor alternativa de solución para acortar esta distancia, es otra discusión. Si reformar la Ley 100 consiste en encontrar una cosa más eficaz para bajar los costos, y eso es indispensable para universalizar la cobertura al 90%, debería comenzarse desprendiéndonos del modelo de consumo de servicios del norte, porque es impagable.
Es difícil pensar que la reforma servirá para costear lo que ofrece el concepto flexneriano o servirá para resistir el estiramiento a largo plazo entre lo que podemos y lo que induce el consumo de servicios. Fuera de que queremos todos los servicios, también deseamos libre elección en todo, medicamentos no POS y todo de todo. Lo que tendríamos que hacer es adoptar una noción diferente de consumo de servicios y de salud pública.
Se puede seguir reduciendo el salario de los médicos, envilecer completamente el ingreso de otros profesionales de la salud, integrar todos los prestadores a las aseguradoras sometiendo la prescripción bajo el dictamen de los auditores, liquidar todos los hospitales públicos, y aún con todo eso no se podría comprar el paquete médico de servicios norteamericano.
Se puede seguir reduciendo el salario de los médicos, envilecer completamente el ingreso de otros profesionales de la salud, integrar todos los prestadores a las aseguradoras sometiendo la prescripción bajo el dictamen de los auditores, liquidar todos los hospitales públicos, y aún con todo eso no se podría comprar el paquete médico de servicios norteamericanos. Ese problema está ahí, la Ley 100 lo ha solucionado parcialmente pero no lo va a remediar. Por eso se dijo que habría cobertura universal y no se alcanzó, por eso hay tutelas y por eso tampoco se igualaron el Plan Obligatorio de Salud (POS) subsidiado y el POS contributivo. Cada vez que mejore el acceso a los servicios en un punto, la distancia va a acrecentarse desplazándose a un nuevo nivel de exigencia. Hoy por ejemplo, muchos que antes no tenían un seguro lo tienen, pero con ello también tenemos un mayor nivel de enfermos de insuficiencia renal crónica y de alto costo, y por ende una mayor demanda de servicios. Aunque el modelo mejore el acceso, funciona como los puentes que desplazan el taco (trancón) al próximo cruce del semáforo. Presión que sienten las Empresas Promotoras de Salud (EPS) de frente y cada vez con mayor crudeza, apenas se introducen nuevas tecnologías y se envejece la población.
Se ha criticado que el Estado colombiano no está concentrado en el tema de la salud pública. Ese problema lo explica, más que la Ley 100, una pérdida de estrategia que resulta de confinar la salud pública bajo el esquema de servicios de externalidades positivas y de separarlos en servicios individuales y colectivos.
Por eso, a medida que la tensión por nuevos servicios se amplíe, las EPS para mantener el balance tendrán que recurrir cada vez más a cosas aprendidas de Estados Unidos, como cuidar su cartera de riesgo garantizando afiliados sanos, para que sea el gobierno quien asuma los enfermos crónicos. Obsérvese que en USA es el Estado a través del Medicaid y el Medicare quien asiste a estas personas. Y seguramente también se va endurecer la integración vertical, porque ésta es la mejor y casi la única estrategia que ha demostrado ser eficaz en ese país para bajar los costos, a medida que la absorción de los prestadores permite controlar el bolígrafo del médico.
Hay que mirar por lo tanto si la Ley 100 o la que la modifique serán la mejor forma de organizarse y de financiar las soluciones a esta situación, comprendiendo que Ley no es su causa, porque como se ve, éste mal tiene origen propio. Las soluciones alternativas tampoco están que digamos muy fáciles.
Fragmentación de la política de salud pública
Por otra parte, se ha criticado que el Estado colombiano no está concentrado en el tema de la salud pública. Ese problema lo explica, más que la Ley 100, una pérdida de estrategia que resulta de confinar la salud pública bajo el esquema de servicios de externalidades positivas y de separarlos en servicios individuales y colectivos, como expuse en un artículo anterior (Ver periódico El Pulso, edición No. 69, artículo ”¿Y la estrategia de salud pública?”, en nuestra página de internet www.periodicoelpulso.com).
Luego, deberíamos preguntar si los proyectos de Ley que cursan en el Congreso brindan la mejor solución a nuestro alcance. En el terreno de la salud pública creo que es necesario reforzar todos los proyectos, asignando recursos específicos para las prioridades epidemiológicas y el Instituto Nacional de Salud (INS), y se debe garantizar un mejor desarrollo investigativo y de las acciones de salud pública. En el tema de acceso a los servicios, no cabe duda que se están resolviendo problemas muy importantes de corrupción, vigilancia y control, cobertura y eficiencia, así como del flujo de fondos. No obstante, la consolidación en Colombia de situaciones que veíamos en Estados Unidos y no conocíamos aquí, el parecido que toma nuestro sistema con el Managed Care y la distancia que acumulamos cada vez más de los sistemas de seguridad social europeos, nos hacen ver que el nuestro no se parece tanto a Chile como dicen, sino al norteamericano: en su financiación, en los problemas de selección adversa y de riesgo, en la integración vertical, en los criterios para ajustar los planes de beneficios y en todo lo que va apareciendo, que debe ser motivo de discusión en los proyectos de Ley de reforma a la Ley 100 del 93.
 
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