MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 75  DICIEMBRE DEL AÑO 2004    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Reflexión del mes

“¿No habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir?
Si Colombia no puede responder a esta pregunta, entonces profetizo una desgracia: Desquite resucitará, y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas”.
Tomado de “Elegía a Desquite”, escrita por Gonzalo Arango con ocasión de la baja dada a este célebre combatiente por parte de las fuerzas del Estado. El texto fue utilizado como epígrafe del libro “No nacimos pa´ semilla”, sobre el tema de la delincuencia juvenil de Medellín de los años ochenta, escrito por Alonso Salazar, actual secretario de gobierno de la misma ciudad.

 

19 muertos mensuales
por falta de asistencia médica
Cartagena abandonada a su suerte
María Uribe - Cartagena elpulso@elhospital.org.co
Ante la grave situación de la atención en salud, donde mensualmente mueren 19 personas por falta de atención médica y un centenar de enfermos viven la angustia del llamado “paseo de la muerte” por falta de camas en los centros hospitalarios de la ciudad heroica, el gobierno nacional solo responde cerrando los hospitales públicos.
Preocupan las recientes declaraciones del Ministro de la Protección Social, Diego Palacio, en el programa “La Noche” de RCN Televisión, sobre la grave situación de la ciudad de Cartagena, donde ante la solicitud de ayuda para reabrir los centros hospitalarios públicos y resolver la crisis por falta de camas en la ciudad, le responde al médico que realiza la denuncia, que el culpable son las entidades territoriales por la corrupción en el uso de los dineros de la salud enviados por el gobierno nacional, que exijamos con vehemencia a nuestras entidades territoriales y que prácticamente, concluyó, él no puede hacer nada. Como quien dice, Cartagena queda abandonada a su suerte, y que sigan falleciendo los enfermos por falta de inasistencia médica.
Nada nuevo señor ministro: todos los cartageneros sabemos que esa es la situación, y con la vehemencia que usted exige lo estamos denunciando. Pero teniendo en cuenta lo que puede hacer un ciudadano común ante esta situación, nos queda una duda: Si Usted está enterado de la corrupción en el uso de los dineros de la salud girados por el gobierno, si conoce de la corrupción en los manejos del Chance en Bolívar, si considera que no enviará mas dinero mientras eso suceda, entonces, ¿por qué no se inician por parte del gobierno nacional las investigaciones correspondientes? ¿Por qué, con igual celeridad como se envió a una Comisión del Ministerio procedente de Bogotá para que cerraran el Hospital Universitario de Cartagena, no se envía una comisión a investigar y denunciar a los corruptos? ¿Por qué no se nombra una interventoría del nivel central para la Secretaría de Salud de Cartagena? ¿Dónde está la función de control que deben ejercer los organismos correspondientes? ¿Dónde están las directrices del Ministerio para exigir la intervención de la Contraloría, Procuraduría y Fiscalía en los reguladores de la salud a nivel territorial? ¿Dónde está la responsabilidad del Ministerio que debe garantizarnos la salud a los habitantes del país si los entes territoriales no cumplen su función?
Pueda ser que no siga sucediendo como sucedió en el programa televisivo, donde los periodistas callaron ante las explicaciones del Ministro, como si eso lo justificara todo y eximiera de la responsabilidad a su cartera de garantizar la vida a los bolivarenses. Pido a Dios que la declaración de “la sede alterna de la Presidencia de la República”, le sirva a Cartagena para algo más que para tener las calles cerradas al público cada vez que vienen ilustres visitantes y ver espectáculos de helicópteros y luces brillantes en el cielo. Señor Ministro y Señor Presidente Uribe: quien pone las reglas en la casa y las hace cumplir, es el gobierno.
 
Bioética
El becerro de oro en el sector salud
Ramón Córdoba Palacio MD - elpulso@elhospital.org.co
Encontramos en la Biblia la narración de un episodio, el del becerro de oro (Ex. 32, 1 5), que describe con admirable similitud lo que pasa actualmente en el sistema de salud entre nosotros. Aarón, el encargado de defender la fe por ser de la clase sacerdotal, cede a la presión y él mismo fabrica el becerro de oro. La solicitud del becerro de oro y la fabricación del mismo están sutilmente plasmadas en la desacertada Ley 100 de 1993 que entregó a unas cuantas instituciones comerciales privadas la explotación económica de la existencia y de la salud de los ciudadanos colombianos, a quienes obligó a inscribirse “libremente” en una de esas instituciones comerciales, creadas, como todo negocio, con el único fin de engrosar lo más posible sus ingresos monetarios.

Y basta consultar sus balances para comprobar que el mercadeo con la vida y la salud de los seres humanos es altamente productivo. Y esos elevadísimos ingresos monetarios quedan en su inmensa mayoría en sus arcas y poco, por no decir nada, se revierte en beneficio del paciente -“cliente” en su vocabulario mercantil-, y primer esclavo, ni en la preparación y bien del médico, el otro esclavo en este sistema inspirado en un capitalismo económico salvaje.
Los Aarones, los encargados de defender la vida de los colombianos, contemplan casi con fruición el exuberante progreso económico de quienes por ley se encargaron de cumplir la obligación del Estado y les permitieron a los diferentes estamentos gubernamentales dejar de lado su obligación moral y constitucional. Y para tranquilizar la conciencia propia y la de la comunidad, proclaman a voz en cuello la curva en ascenso de la cobertura, sin escuchar las evidentes deficiencias del sistema -no se atiende a pacientes porque su nombre y carné no aparecen en pantalla y fallecen en las puertas del servicio, porque el Sisbén es de otro municipio, etc.-. En franca contradicción con las bondades que divulgan, aprueban el cierre de hospitales de gran prestigio, entre ellos los llamados hospitales universitarios, porque no son rentables, sin importarles que los futuros médicos no tendrán donde formarse ni académica ni éticamente, con perjuicio para la generación presente y las futuras.
Los oídos de estos Aarones padecen de sordera selectiva, como diría un distinguido colega, y sólo escuchan la catarata de dinero que llena las arcas de los mercaderes que disfrutan plenamente de esa ley que cambió la filosofía del quehacer del médico, de los hospitales y clínicas. Para el clamor de quienes reclaman justamente salarios atrasados varios meses, las quejas de los pacientes o de sus familiares que exigen investigación y justicia por lo que consideran muertes o menoscabo de la salud por atenciones negligentes o no oportunas -y que reposan en la ineficiente Superintendencia de Salud-, sólo tienen oídos sordos y las promesas no cumplidas de que se investigará hasta las últimas consecuencias; para la desolación de servicios hospitalarios vacíos por falta de los insumos necesarios para atender digna y correctamente la multitud de enfermos de las clases menos favorecidas económicamente, hospitales meritorios por su historial y sus aportes al verdadero bien de la comunidad, padecen también de ceguera selectiva: únicamente ven la curva ascendente y políticamente prometedora del Sisbén, sin observar la calidad del “cubrimiento”.
¡Cuándo despertaremos los colombianos en general y evaluaremos los perjuicios que ha ocasionado y ocasionará la Ley 100! Cuando se habla de ella se piensa que el problema es de los médicos. Ciertamente que ha dificultado y en forma grave el ejercicio honesto de la profesión, pero el mayor perjuicio es para los pacientes de hoy y para los del futuro. Los médicos podemos vernos limitados al máximo económicamente y ser considerados casi indigentes, pero nadie podrá despojarnos de nuestro patrimonio moral y académico y podremos seguir obrando el bien para y en los pacientes, si tenemos verdadera vocación. Pero si gracias a disposiciones de los comerciantes de la salud -refrendadas o aceptadas por las autoridades gubernamentales- la restricción a 15 o 20 minutos que exigen los intermediarios para la consulta, el diagnóstico del trastorno que padece el enfermo no es correcto, es éste, el enfermo, quien sufre las consecuencias; igual sucede si los auditores o gerentes no autorizan oportunamente las ayudas diagnósticas, las interconsultas, las medidas terapéuticas que el profesional médico considera honestamente necesarias. Y, ¿qué será de esa misma sociedad, cuando el cuidado de su existencia esté en manos de médicos inadecuadamente preparados por falta de sitios, hospitales universitarios, para su correcta formación académica y ética?
Insisto, el problema no es primordialmente de los médicos, como se pretende hacer creer por parte de los mismos que crearon tan nefanda Ley y por parte de quienes a su amparo ven crecer su patrimonio monetario; el problema es para todos y cada uno de los colombianos que tarde o temprano tendremos que acudir a una de esas “tiendas de la salud” y someternos a sus arbitrarios criterios en relación con nuestra existencia.
¿Qué han hecho y qué podemos exigirles a los legisladores elegidos con nuestros votos en defensa de todos y cada uno de los colombianos?
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.

 











Arriba

[ Editorial | Debate | Opinión | Monitoreo | Generales | Columna Jurídica | Cultural | Breves ]

COPYRIGHT © 2001 Periódico El PULSO
Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular
. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved