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Reflexión del mes
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¿No
habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus
hijos, los haga dignos de vivir?
Si Colombia no puede responder a esta pregunta, entonces profetizo
una desgracia: Desquite resucitará, y la tierra se
volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas.
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Tomado
de Elegía a Desquite, escrita por Gonzalo
Arango con ocasión de la baja dada a este célebre
combatiente por parte de las fuerzas del Estado. El texto fue
utilizado como epígrafe del libro No nacimos pa´
semilla, sobre el tema de la delincuencia juvenil de Medellín
de los años ochenta, escrito por Alonso Salazar, actual
secretario de gobierno de la misma ciudad.
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19 muertos mensuales
por falta de asistencia médica |
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Cartagena abandonada a su
suerte
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| María
Uribe - Cartagena elpulso@elhospital.org.co |
Ante
la grave situación de la atención en salud, donde
mensualmente mueren 19 personas por falta de atención
médica y un centenar de enfermos viven la angustia del
llamado paseo de la muerte por falta de camas en
los centros hospitalarios de la ciudad heroica, el gobierno
nacional solo responde cerrando los hospitales públicos.
Preocupan las recientes declaraciones del Ministro de la Protección
Social, Diego Palacio, en el programa La Noche de
RCN Televisión, sobre la grave situación de la
ciudad de Cartagena, donde ante la solicitud de ayuda para reabrir
los centros hospitalarios públicos y resolver la crisis
por falta de camas en la ciudad, le responde al médico
que realiza la denuncia, que el culpable son las entidades territoriales
por la corrupción en el uso de los dineros de la salud
enviados por el gobierno nacional, que exijamos con vehemencia
a nuestras entidades territoriales y que prácticamente,
concluyó, él no puede hacer nada. Como quien dice,
Cartagena queda abandonada a su suerte, y que sigan falleciendo
los enfermos por falta de inasistencia médica.  |
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Nada
nuevo señor ministro: todos los cartageneros sabemos
que esa es la situación, y con la vehemencia que usted
exige lo estamos denunciando. Pero teniendo en cuenta lo que
puede hacer un ciudadano común ante esta situación,
nos queda una duda: Si Usted está enterado de la corrupción
en el uso de los dineros de la salud girados por el gobierno,
si conoce de la corrupción en los manejos del Chance
en Bolívar, si considera que no enviará mas dinero
mientras eso suceda, entonces, ¿por qué no se
inician por parte del gobierno nacional las investigaciones
correspondientes? ¿Por qué, con igual celeridad
como se envió a una Comisión del Ministerio procedente
de Bogotá para que cerraran el Hospital Universitario
de Cartagena, no se envía una comisión a investigar
y denunciar a los corruptos? ¿Por qué no se nombra
una interventoría del nivel central para la Secretaría
de Salud de Cartagena? ¿Dónde está la función
de control que deben ejercer los organismos correspondientes?
¿Dónde están las directrices del Ministerio
para exigir la intervención de la Contraloría,
Procuraduría y Fiscalía en los reguladores de
la salud a nivel territorial? ¿Dónde está
la responsabilidad del Ministerio que debe garantizarnos la
salud a los habitantes del país si los entes territoriales
no cumplen su función?
Pueda ser que no siga sucediendo como sucedió en el programa
televisivo, donde los periodistas callaron ante las explicaciones
del Ministro, como si eso lo justificara todo y eximiera de
la responsabilidad a su cartera de garantizar la vida a los
bolivarenses. Pido a Dios que la declaración de la
sede alterna de la Presidencia de la República,
le sirva a Cartagena para algo más que para tener las
calles cerradas al público cada vez que vienen ilustres
visitantes y ver espectáculos de helicópteros
y luces brillantes en el cielo. Señor Ministro y Señor
Presidente Uribe: quien pone las reglas en la casa y las hace
cumplir, es el gobierno. |
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Bioética
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El becerro de oro en el
sector salud
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Ramón
Córdoba Palacio MD - elpulso@elhospital.org.co
Encontramos en la Biblia la narración
de un episodio, el del becerro de oro (Ex. 32, 1 5), que describe
con admirable similitud lo que pasa actualmente en el sistema
de salud entre nosotros. Aarón, el encargado de defender
la fe por ser de la clase sacerdotal, cede a la presión
y él mismo fabrica el becerro de oro. La solicitud del
becerro de oro y la fabricación del mismo están
sutilmente plasmadas en la desacertada Ley 100 de 1993 que entregó
a unas cuantas instituciones comerciales privadas la explotación
económica de la existencia y de la salud de los ciudadanos
colombianos, a quienes obligó a inscribirse libremente
en una de esas instituciones comerciales, creadas, como todo
negocio, con el único fin de engrosar lo más posible
sus ingresos monetarios.
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Y basta consultar sus balances para comprobar que el mercadeo
con la vida y la salud de los seres humanos es altamente productivo.
Y esos elevadísimos ingresos monetarios quedan en su
inmensa mayoría en sus arcas y poco, por no decir nada,
se revierte en beneficio del paciente -cliente
en su vocabulario mercantil-, y primer esclavo, ni en la preparación
y bien del médico, el otro esclavo en este sistema
inspirado en un capitalismo económico salvaje.
Los Aarones, los encargados de defender la vida de los colombianos,
contemplan casi con fruición el exuberante progreso
económico de quienes por ley se encargaron de cumplir
la obligación del Estado y les permitieron a los diferentes
estamentos gubernamentales dejar de lado su obligación
moral y constitucional. Y para tranquilizar la conciencia
propia y la de la comunidad, proclaman a voz en cuello la
curva en ascenso de la cobertura, sin escuchar las evidentes
deficiencias del sistema -no se atiende a pacientes porque
su nombre y carné no aparecen en pantalla y fallecen
en las puertas del servicio, porque el Sisbén es de
otro municipio, etc.-. En franca contradicción con
las bondades que divulgan, aprueban el cierre de hospitales
de gran prestigio, entre ellos los llamados hospitales universitarios,
porque no son rentables, sin importarles que los futuros médicos
no tendrán donde formarse ni académica ni éticamente,
con perjuicio para la generación presente y las futuras.
Los oídos de estos Aarones padecen de sordera selectiva,
como diría un distinguido colega, y sólo escuchan
la catarata de dinero que llena las arcas de los mercaderes
que disfrutan plenamente de esa ley que cambió la filosofía
del quehacer del médico, de los hospitales y clínicas.
Para el clamor de quienes reclaman justamente salarios atrasados
varios meses, las quejas de los pacientes o de sus familiares
que exigen investigación y justicia por lo que consideran
muertes o menoscabo de la salud por atenciones negligentes
o no oportunas -y que reposan en la ineficiente Superintendencia
de Salud-, sólo tienen oídos sordos y las promesas
no cumplidas de que se investigará hasta las últimas
consecuencias; para la desolación de servicios hospitalarios
vacíos por falta de los insumos necesarios para atender
digna y correctamente la multitud de enfermos de las clases
menos favorecidas económicamente, hospitales meritorios
por su historial y sus aportes al verdadero bien de la comunidad,
padecen también de ceguera selectiva: únicamente
ven la curva ascendente y políticamente prometedora
del Sisbén, sin observar la calidad del cubrimiento.
¡Cuándo despertaremos los colombianos en general
y evaluaremos los perjuicios que ha ocasionado y ocasionará
la Ley 100! Cuando se habla de ella se piensa que el problema
es de los médicos. Ciertamente que ha dificultado y
en forma grave el ejercicio honesto de la profesión,
pero el mayor perjuicio es para los pacientes de hoy y para
los del futuro. Los médicos podemos vernos limitados
al máximo económicamente y ser considerados
casi indigentes, pero nadie podrá despojarnos de nuestro
patrimonio moral y académico y podremos seguir obrando
el bien para y en los pacientes, si tenemos verdadera vocación.
Pero si gracias a disposiciones de los comerciantes de la
salud -refrendadas o aceptadas por las autoridades gubernamentales-
la restricción a 15 o 20 minutos que exigen los intermediarios
para la consulta, el diagnóstico del trastorno que
padece el enfermo no es correcto, es éste, el enfermo,
quien sufre las consecuencias; igual sucede si los auditores
o gerentes no autorizan oportunamente las ayudas diagnósticas,
las interconsultas, las medidas terapéuticas que el
profesional médico considera honestamente necesarias.
Y, ¿qué será de esa misma sociedad, cuando
el cuidado de su existencia esté en manos de médicos
inadecuadamente preparados por falta de sitios, hospitales
universitarios, para su correcta formación académica
y ética?
Insisto, el problema no es primordialmente de los médicos,
como se pretende hacer creer por parte de los mismos que crearon
tan nefanda Ley y por parte de quienes a su amparo ven crecer
su patrimonio monetario; el problema es para todos y cada
uno de los colombianos que tarde o temprano tendremos que
acudir a una de esas tiendas de la salud y someternos
a sus arbitrarios criterios en relación con nuestra
existencia.
¿Qué han hecho y qué podemos exigirles
a los legisladores elegidos con nuestros votos en defensa
de todos y cada uno de los colombianos?
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-.
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