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En
esta edición... |
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El cuerpo también
ríe
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de curar hombres y mujeres de sus dolencias físicas,
legaron a la humanidad algo igual de preciado: páginas
de literatura memorable que hacen parte de la riqueza espiritual
que debemos rescatar del tribunal del olvido. Entre ellos, un
gigante, como: sus personajes: Rabelais. |
| Salomón
Castañeda Ceballos Traductor y profesor de idiomas elpulso@lhospital.org.co |
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En una ocasión
le preguntaron a Louis-Ferdinand Céline sobre lo que
un médico representaba para él en su infancia.
Él, que siempre veía con más claridad
que cualquiera respondió: Simplemente un tipo
que venía al pasaje Choiseul para ver a mi madre o
a mi padre que estaban enfermos.
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Y veía a un tipo milagroso, que curaba, que le hacía
cosas sorprendentes a un cuerpo que no tenía ganas de
funcionar. Eso me resultaba maravilloso. El tipo me parecía
muy sabio. A mi me resultaba absolutamente mágico.
Ha tenido la literatura, entre sus genios más sorprendentes,
algunos que además de la escritura compartían
la medicina como profesión. François Rabelais,
Louis-Ferdinand Céline, João Guimaraes Rosa, Anton
Chejov, William Carlos Williams, Cesar Uribe Piedrahíta,
Manuel Zapata Olivella, son apenas algunos de ellos.
De los anteriores, Rabelais y Céline son creadores de
una literatura que renueva el decir narrativo, utilizando un
lenguaje que surge de las expresiones más populares.
Los dos comporten la misma nacionalidad. Si bien están
separados por tres siglos plenos de narradores excepcionales,
aquellos encuentran en la escritura y en la creación
de unos caracteres que siendo cotidianos (independiente de lo
irreal que puedan parecer los gigantes de Rabelais), parece
que no existieran en esta experiencia compartida que llamamos
mundo; aunque cualquiera de ellos podría ser, paradójicamente,
una de las tantas personas que a veces encontramos o imaginamos
en las calles que recorremos. Los une también su profundo
conocimiento del alma y el cuerpo humanos, su profunda solidaridad
con ese entorno que vivencian con una mirada diferente. Por
ser más contemporáneo, Céline es más
difícil de comprender; sus actuaciones durante la segunda
guerra mundial, sus odios, sus contradicciones, lo llevaron
a perder algo que como escritor tenía asegurado; sin
embargo, ahí están sus textos para verificar que
tan cierto puede ser esto. |
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El
ingenio de Rabelais
Pero el precursor es, definitivamente, François Rabelais,
rey creador de dipsómanos y tragaldabas. Nacido en 1494
en la región de Chinon en Francia, no parecía
predestinado a la vida religiosa: entre sus antecesores familiares
no había quien hubiese llevado los hábitos. Él
se hace monje a los 27 años y es a partir de este momento
que empieza a atesorar esa fuente inagotable de conocimientos
en muchos campos, que le servirán después en sus
actividades como escritor y médico. Ingresa a la orden
de los franciscanos en Puy-Saint-Martin en Fontenay-le-Comte.
Conoce por esta época a Guillaume Budé, helenista
de gran fama, con quien tendrá un importante intercambio
epistolar y quien será su amigo, consejero y maestro
durante muchos años. Hay un hecho que marca a nuestro
personaje, y al que más tarde hará objeto de toda
sus iras y burla, aunque de manera velada.
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Erudito de las lenguas
griega y latina, Rabelais se pone a la tarea de traducir el
segundo libro de Heródoto. La Sorbona, que por esa
época estaba empeñada en una lucha frontal contra
la lectura y el estudio de la Biblia en sus textos originales,
hace que sean confiscados los libros en griego que aquel posee;
debido a esta situación cambia de orden, ayudado por
su amigo el obispo Geoffroy D'Estissac, pasando a los benedictinos
en Maizellais. Como antes entre los franciscanos, ahora tampoco
es capaz de llevar una vida acorde con la de un monje: detesta
los deberes monacales. Decide pasar a ser un clérigo.
Es en esta época que empieza a tener contacto con las
clases más populares, a aprender de sus costumbres,
se hace amigo de los campesinos y conoce su dialecto. Decide
que su vida es una vida para el saber y el conocimiento, por
lo tanto viaja y estudia incansablemente. En este punto perdemos
contacto con él, o al menos es muy difícil establecer
sus diferentes desplazamientos y cuales fueron los lugares
que visitó. Sabemos que estuvo en Bordeaux, Toulouse,
Orleáns y en París. Esto ocurre entre 1528 y
1530.
Ingresó a la facultad de medicina de la Universidad
de Montpellier en septiembre de 1530 y recibió el título
en noviembre del mismo año. Sobre esto parece no haber
muchos datos, algunos dicen que se graduó en menos
de dos meses. Para esa época los estudios de medicina
comprendían básicamente el conocimiento de la
anatomía, la fisiología, la historia natural
y la física, se hizo bachiller; también hizo
un doctorado en esta misma universidad. Se dedicó a
dar conferencias sobre Galeno e Hipócrates.
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La historia de la comprensión,
de la influencia y de las interpretaciones que se han hecho
de la obra de Rabelais, abarca cuatro siglos. Esta historia
es muy instructiva, ya que se imbrica con la historia de la
risa, de sus funciones y de su comprensión en la misma
época.
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Mijail Bajtin. La cultura popular
en la Edad Media y en el Renacimiento
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Para poder practicar
la medicina debe renunciar a su hábito de monje, cosa
que no había hecho a pesar del disgusto constante.
Según las regulaciones monásticas está
prohibida la curación, cuando hay que tener contacto
con el cuerpo del paciente.
Ya vimos como va especializando sus conocimientos; la manera
como va lentamente adentrándose en un mundo al que
luego nos guiará.
Pero, hay en Rabelais, un saber que trasciende los demás:
su comprensión del alma popular, de la risa. Aquí
fue un sabio erudito absoluto. Dice Mijail Bajtin:
La comicidad medieval no es una concepción subjetiva,
individual y biológica de la continuidad de la vida:
es una concepción social y universal. El hombre concibe
la continuidad de la vida en las plazas públicas, mezclado
con la muchedumbre en el carnaval, donde su cuerpo entra en
contacto con los cuerpos de otras personas de toda edad y
condición....
Todo es motivo de burla para Rabelais: sus estudios, su conocimiento
de la anatomía. Diseca numerosos cadáveres.
Era además profundo conocedor de hierbas, bálsamos
y emplastos de toda índole.
En el libro segundo, capítulo XXX, de Gargantúa
y Pantagruel, nos narra como curaron a Epistemón,
a quien le habían cortado la cabeza de un tajo. Panurgo
le prometió a Pantagruel que lo traería de nuevo
a la vida:
Lavó muy bien con buen vino blanco el cuello,
y después la cabeza, y espolvoreó ambas cosas
con polvos de diamerdis que llevaba siempre en uno de sus
bolsillos. Después los untó con no sé
qué ungüento, y unió vena con vena, nervio
con nervio, vértebra con vértebra, a fin de
que no quedara cuellitorcido, ya que él odiaba mortalmente
a esa gente. Hecho esto, diole quince o dieciséis puntos
de sutura para que no se le cayera la cabeza al levantarse.
Después, puso alrededor un poco de ungüento al
que llamaba resucitativo.
Después Epistemón empezó a respirar,
después abrió los ojos, después bostezó,
después estornudó, después lanzó
un gran pedo.
Entonces Panurgo exclamó:
-¡No hay duda de que ya está curado!
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François Rabelais
legó al espíritu universal tres personajes que
hacen parte de un referente que es continuo en materia de
humor: Gargantúa, Pantagruel y Panurgo. Éste
último al momento de presentársele al segundo,
lo hace hablándole en lenguas diversas, todas ellas
que estaban convirtiéndose en el vehículo comunicativo
de sus respectivos países.
Muchos gigantes bonachones pueblan las historias que nos dejó
el genio de Rabelais, que gozaron e hicieron reír a
los franceses durante sus carnavales medievales.
Él logra para la lengua francesa, convertirla en una
de las más importantes de Europa. Dados sus conocimientos
de otras lenguas, utiliza en sus textos toda la fuerza de
los dichos, de la sabiduría popular, de la burla como
medio para acceder al conocimiento de un conglomerado que
se perdía en los rostros de la cotidianidad de la Francia
del siglo XVI.
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Adentrándonos
en sus textos encontramos la risa como centro del universo
que construye. Nunca da tregua al humor ni a la sátira
cuando se trata de desmitificar, de lacerar, en parte, los
ídolos que se van encumbrado sin darnos cuenta. Cualquier
situación puede ser cómica: la muerte, que deja
de ser un misterio, el nacimiento, el dolor, la alegría,
la religión y sus representantes, el niño que
está en la esquina temblando de miedo y de otras cosas.
Hace quinientos diez años aproximadamente nació
este que habría de convertirse, con sus historias y
sátiras, en un estandarte del respeto y el aprecio
por la vida, en un admirador de la sabiduría popular
y en un sabio de todo aquello que emana de la naturaleza,
bastante compleja, del ser humano.
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| Ocioso
lector |
| Tres
textos de Bertrand Russell |
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Bertrand
Rusell, tercer conde de Russell (1872-1970), filósofo,
matemático y escritor británico, galardonado con
el Premio Nobel de Literatura en 1950. Su énfasis en
el análisis lógico repercutió de forma
notable en el curso de la filosofía del siglo XX.
Sus primeras lecciones de matemáticas las recibió
cuando apenas contaba con once años; desde estos años
ya eran notorias su precocidad e inteligencia. Su primer mentor
fue su hermano Frank.
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Misticismo y lógica
y otros ensayos
El siglo XIX, que se jacta de la invención de la máquina
de vapor y de la evolución, podría derivar su
fama con más justo título del descubrimiento
de las matemáticas puras. Esta ciencia, como otras
muchas, fue bautizada mucho antes de que hubiese nacido; y
por esto nos encontramos con escritores que antes del siglo
XIX aludían a lo que llamaban matemáticas puras.
Pero si se les hubieran preguntado que significaban estas,
tan solo hubiesen podido decir que consistían la aritmética,
álgebra y geometría, etc. En cuanto a lo que
estos estudios tenían de común, y en cuanto
a lo que los distinguía de las matemáticas aplicadas,
nuestros antepasados estaban en la más completa oscuridad.
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Las matemáticas
puras fueron descubiertas por Boole, en una obra que él
llamó Las leyes del pensamiento (1854). Esta obra abunda
en aseveraciones que no son matemáticas, debido al
hecho de que Boole era demasiado modesto para suponer que
su libro era el primero jamás escrito sobre las matemáticas.
Estaba también equivocado al suponer que estaba tratando
de las leyes del pensamiento; la cuestión de cómo
la gente piensa era completamente insignificante para él,
y si su libro hubiese contenido
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realmente las leyes
del pensamiento, era curioso que nadie hubiese pensado jamás
en semejante camino antes. Su libro concernía de hecho
la lógica formal, y esta es lo mismo que las matemáticas.
El estudio de las matemáticas
Respecto a toda forma de actividad humana, es preciso formularse
de cuando en cuando esta pregunta: "¿Cuál
es su propósito y su ideal? ¿En que manera contribuye
a la belleza de la existencia humana?" Respecto de aquellas
ocupaciones que contribuyen solo remotamente, proveyendo el
mecanismo de la vida, es conveniente recordar que no solo
ha de desearse el mero hecho de vivir, sino el arte de vivir
en la contemplación de las grandes cosas. Aún
más respecto de aquellas profesiones que no tienen
ningún fin por fuera de sí mismas, las cuales
han de justificarse, en algún modo, como una aportación
a la suma de las posesiones permanentes del mundo, es necesario
mantener vivo un conocimiento de sus objetivos, una clara
visión prefigurada del templo en que la imaginación
creadora ha de encarnarse.
¿Qué podemos
hacer en bien del mundo mientras vivimos?
Muchos hombres y mujeres desearían servir a la Humanidad,
pero están perplejos y su poder parece infinitesimal.
La desesperación se apodera de ellos; los que tienen
las pasiones más fuertes sufren más por el sentido
de su impotencia y están más propensos a la
ruina espiritual por falta de esperanza. En tanto que creamos
solamente en el inmediato futuro, no es mucho lo que podemos
hacer. Es probablemente imposible para nosotros terminar con
la guerra. No podemos destruir el excesivo poder del Estado
o de la propiedad privada. No podemos, en estos momentos y
entre nosotros, llevar una nueva vida a la educación.
En estas materias, aunque podemos ver el mal, no podemos curarle
por entero por medio de ninguno de los métodos políticos
ordinarios. Debemos reconocer que el mundo está gobernado
con un espíritu erróneo y que un cambio de espíritu
no puede venir de un día a otro. Debemos poner nuestras
esperanzas en el mañana, tiempo en que lo que se piensa
hoy por unos pocos sea el pensamiento común de muchos.
Si tenemos valor y paciencia podemos pensar los pensamientos
y sentir las esperanzas porque, más pronto o más
tarde, serán inspirados los hombres, y la debilidad
y el desaliento se convertirán en energía y
ardor. Por esta razón, lo primero que debemos hacer
es ser claros en nuestras propias mentes, en cuanto a la clase
de vida que creemos buena y a la clase del cambio que deseamos
en el mundo.
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