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Cualquier
lugar
es un destino
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Frente al sistema
de seguridad social colombiano, en el aspecto de salud, y
antes de proceder a plantear cualquier posible reforma, se
debe meditar sobre los aspectos que el modelo actual no satisface,
porque son ellos, lógicamente, los que se deben reformar.
No resulta así difícil ni saber cuales son los
cambios necesarios, ni saber si las soluciones que se planteen
serán tales. Como dice el tan evocado aforismo: si
no se sabe para donde se va, cualquier lugar es un destino.
Con el actual sistema no están contentos los usuarios,
no están contentas las clínicas y hospitales,
no lo están los médicos, y para colmo, es curioso,
tampoco lo están las EPS ni las ARS. Los unos están
inconformes porque no encuentran la respuesta a sus expectativas
de salud; los otros porque el trabajo se les ha vuelto agobiante,
mal remunerado, casual e indigno; y los últimos, porque
los réditos económicos no corresponden a las
expectativas de los socios. Nadie está contento. Nadie.
Y cada lamento acusa su verdad. Y pensando en ello, se descubre
que ese choque de intereses es suscitado por una descompensación
en la concepción misma del sistema. Seamos claros:
el sistema de seguridad social se concibió y se desarrolló
desde la perspectiva financiera, creyendo, tal vez, que poniendo
el estimulo del dinero a un nuevo actor, éste armonizaría
las relaciones, actuando como buen repartidor de juego. Este
nuevo contexto, como ya sabemos, no resultó ser ninguna
bendición.
Escuchado el clamor general de la necesidad urgente de una
reforma, parece haber consenso en que debe mirarse lo financiero
del sistema, pero hay muchas voces, entre ellas El Pulso,
que insisten en que no se puede perder esta oportunidad de
replantear el punto de partida del sistema de seguridad social,
porque Colombia entera lo que desea en esta temática,
es que sea el enfermo y no ningún otro personaje, el
eje del sistema y el centro de las preocupaciones.
Y la reforma debe ser integral, porque hecha a pedazos como
se ha venido haciendo, por decreto o por otros actos, introduciendo
los subsidios parciales y el giro directo del Fosyga a las
IPS, se va desarticulando y desdibujando la intención
y se corre el riesgo de no modificarse lo que se requiere,
con el argumento de que ya se hizo.
Hoy por hoy lo que se conoce de propuestas de reformas, están
girando alrededor de garantizar la financiación del
sistema, que por supuesto es no sólo importante, sino
necesaria. Pero se debe resolver el problema esencial, que
no tiene nada de secundario, como es la salud de la gente.
Este es el verdadero sentido de un sistema de seguridad social
en salud: la gente. El ánimo de lucro no atenderá,
como se creyó, esa necesidad, puesto que él
es en sí mismo su propio interés. Los mercados
tampoco lo harán, puesto que ellos son escenarios del
lucro; y la oferta y la demanda son sólo acciones mercantiles,
y como tales su sentido no es ni calmar el dolor, ni consolar,
ni acompañar.
Acá, en este medio, ya hemos planteado con anterioridad
varios tópicos que creemos se deben resolver dentro
de una reforma digna y justa. La primacía del paciente
es el primero y sin duda el aspecto más importante
para dejar de una vez por todas, establecido. También
pensamos que los dineros de la salud son dineros públicos
y que de ellos no puede derivarse ningún lucro, máxime
cuando con ellos no se ha cumplido su función; es decir:
nadie puede dejar para sí esos dineros y menos, mucho
menos, negando servicios, esquivando obligaciones o retardando
pagos. Tampoco está bien que sirvan de capital de trabajo,
ni de apalancamiento para desarrollar infraestructura física
particular.
El planteamiento de pagador único e identificador único,
propuesto más de una vez aquí, es necesario,
puesto que en ese contexto se requiere partir de un solo sistema
de salud y no de tantos como administradores existen. Es algo
semejante a las tarjetas de crédito en las que los
bancos funcionan con su propia marca, pero el sistema es quien
pone el sello; y con la propuesta de un solo pagador, se pretende
unificar los criterios, tanto de derechos y obligaciones,
como de pagos.
Sea ahora o después, la reforma es necesaria, y lo
prioritario dentro de ella es establecer con toda claridad,
sin ninguna duda, que el punto de partida, el centro y el
destino de un sistema de salud, es precisamente la salud y
no la economía. |
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