Hay que terminar con esa creencia infundada de que los medicamentos
que dan las EPS son malos (especialmente porque son genéricos)
o que generan riesgos, previa toma de conciencia de ciertos
aspectos. Desde que aumentó la cobertura de servicios
de salud y por ende el acceso a consulta médica gratuita
y más o menos oportuna, muchos aprendieron a despreciar
este invaluable logro y ahora se dan el lujo abusivo de renegar
porque les formulan acetaminofén, ibuprofeno o loratadina,
desconociendo que son buenos medicamentos cuya única
desgracia es ser baratos y estar al alcance de todos.
El listado del Plan Obligatorio de Salud -POS- (Acuerdo 228)
incluye los medicamentos necesarios para tratar efectivamente
la gran mayoría de dolencias de la vida diaria; hay
enfermedades que requieren medicamentos no contemplados allí,
pero el médico puede justificar adecuadamente en la
historia clínica la necesidad de que el paciente reciba
el medicamento que está fuera del listado. Una vez
el médico hace ese trabajo, el paciente puede acudir
a su EPS y solicitar autorización para que se lo suministren
sin costo alguno, o sea gratis. Así que hay que ayudar
a acabar con la práctica de algunos médicos
que le dicen al paciente que mejor compren el medicamento
de su bolsillo (y ojalá de marca determinada), porque
si no, corren riesgo de seguir enfermos o empeorar
Para ayudar a combatir esa desinformación que abunda
sobre medicamentos, y especialmente sobre genéricos,
organicé el congreso Medicamentos genéricos:
la verdad de la verdad el pasado 20 de septiembre en
Armenia, Quindío, con destacados conferencistas y masiva
asistencia. Presento a continuación algunos aspectos
abordados.
Respecto de ciertos medicamentos genéricos, escribía
Joseph Stiglitz (Nobel Economía): Las drogas
genéricas para la primera línea de defensa contra
el sida redujeron el costo del tratamiento en casi 99% -de
10.000 a 130 dólares- (...) Los laboratorios gastan
mucho más en publicidad y marketing que en investigación
(...) Los pobres no pueden pagar las drogas, de modo que la
investigación sobre sus enfermedades es escasa.
De otra parte: Medicamentos esenciales son aquellos
que se consideran de máxima importancia y, por tanto,
indispensables para las necesidades sanitarias de la población.
Más del 90% de los medicamentos de la mayoría
de listas nacionales de medicamentos esenciales están
disponibles por nombre genérico. En muchos países,
la mayoría de las patentes sobre los medicamentos con
nombre de marca vendidos en el sector privado ha expirado
y por lo tanto los medicamentos se pueden vender por su nombre
genérico.
En los años 70's nuevos fabricantes empezaron a elaborar
versiones genéricas de medicamentos, a precios mucho
menores y de excelente calidad, disipando temores de que estos
productos fueran sólo imitaciones de baja calidad de
las sustancias originales. Un número cuantioso de productos
primordiales (como antibióticos), empezaban a integrarse
al mercado de genéricos, ya que sus patentes expiraron
y los países se dieron cuenta que podían obtener
precios mucho más favorables desarrollando la competencia
entre fabricantes. Desde por lo menos principios de los 70's,
diversos países han iniciado esfuerzos por promover
el uso de medicamentos genéricos en el sector privado
(*).
Según el profesor de la Universidad Nacional, Enrique
Ardila, siempre ha existido cierto aire de desconfianza
de algunos médicos para formular genéricos y
de los pacientes para consumirlos (...) El Invima es muy estricto
en el control de medicamentos que se venden en el país.
Entonces creámosle a esta entidad y a la industria
nacional, y formulemos medicamentos genéricos disponibles
que cumplan todos los requisitos. Así ayudaremos a
nuestros pacientes a mejorar la adherencia a los tratamientos
en razón de sus bajos costos y a mejorar la economía
del hogar de los colombianos.
Y recordemos a Stiglitz: Los medicamentos genéricos
deben estar sujetos a los mismos patrones de calidad que se
aplican a los medicamentos vendidos por nombre de marca. La
garantía de calidad debe existir no solamente de hecho,
sino también en la percepción de los profesionales
sanitarios y del público (*). Al respecto afirmaba
Julio César Aldana, ex director del Invima: A
todas las plantas y productos, independientemente de su procedencia
y por igual, se los examina y evalúa con el mismo criterio,
a la luz de normas vigentes. El incumplimiento genera las
consabidas sanciones y medidas sanitarias... Los médicos
debemos tener un criterio muy claro respecto de la calidad
de medicamentos. Afirmar que todos los genéricos, para
demostrar su calidad, deben aportar pruebas de bioequivalencia
es una inexactitud técnica y clara deficiencia académica.
La comunidad científica del país debe aportar
al tema de calidad del medicamento con estudios serios y confiables,
no con comentarios aislados y coyunturales, vulnerables al
sesgo.
En revelador libro, Marcia Angell (editora The New England
Journal of Medicine), afirma que los medicamentos yo
también (que representan 77% de medicamentos
aprobados en Estados Unidos), no son más que los ya
existentes con algunas modificaciones: Medicinas no
mejores que las que ya estaban en el mercado para tratamiento
de ciertas enfermedades (...) ninguna pudo ser considerada
mejor que la anterior, en referencia a medicamentos
de marca que son solo una variedad también costosa
(pero no más efectiva), del medicamento original. La
doctora Angell recomienda preguntarle al médico: ¿Hay
algún genérico o equivalente más barato?,
y asegurarse de que las decisiones de su médico
se basan en lo que más le beneficia a usted.
Según la experta, los médicos tienen que
renunciar a la costumbre de depender de la generosidad de
las farmacéuticas.
Y dice Stiglitz: El empleo de medicamentos de marca,
más costosos, aunque existan sustitutos genéricos,
es también por lo común ineficiente, ya que
se podría haber conseguido el mismo resultado para
la salud a un costo más reducido (*).
En el país se libra una batalla por poner en justo
equilibrio el derecho de los poderosos laboratorios farmacéuticos
multinacionales a cobrar por la propiedad intelectual de sus
productos, y por otro lado el justo derecho de los pacientes
a acceder a medicamentos esenciales de bajo costo y éticos,
esto es, verdaderamente efectivos.
Si más del 90% de medicamentos esenciales están
disponibles en genéricos y si los genéricos
éticos pueden representar ahorros hasta del 99% en
costos de tratamientos, ¿qué esperamos para
empezar a modificar patrones de prescripción de medicamentos?
Reitera Stiglitz: Si no se informa adecuadamente a los
prescriptores sobre las ventajas de los genéricos,
es posible que no respeten las instrucciones de prescribirlos
y que además contagien a sus pacientes sus percepciones
negativas sobre estos productos (*).
El primer paso en este largo camino está en manos de
los médicos, especialmente de los que enseñan
a los estudiantes de medicina. Es hora de que dejen de lado
sus reservas y se olviden de la infame creencia de que los
genéricos son aguadepanelas marca gato. Si son genéricos
éticos, formularlos es un deber ético. No hay
disculpas que valgan.
(*) La gestión del suministro de medicamentos, Management
Sciences for Health, en colaboración con OMS y OPS.
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