MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 225  JUNIO DEL AÑO 2017    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Medicina y Espiritualidad
En este espacio, hemos mencionado en otras ocasiones la importancia de la construcción de sentido para el ser humano, no solamente para conservar la salud sino también para afrontar las enfermedades. No hay mejor manera de vivir más, viviendo feliz y con un propósito.
Esta construcción de sentido, en el contexto de la espiritualidad, tendrá que ver con una serie de prácticas y hábitos, entre ellos: la meditación, la práctica del perdón, la reflexión a través de textos sagrados, entre otros. Sin embargo, producto del acento que tiene el individualismo para nuestra sociedad, se nos ha enseñado a buscar nuestra propia felicidad y nuestro propio sentido a través de prácticas personales, dejando de lado aquello que se comparta con el otro.
Existen muchos los ejemplos de lo anterior. Se nos habla de buscar nuestros propios sueños, elegir nuestra propia felicidad... Éstos mensajes, se repiten una y otra vez en el cine, en la música que escuchamos, en los libros que leemos e incluso, pareciera ser el eslogan de las generaciones más jóvenes. "Piensa primero en ti", "busca tu propio camino”, nos dicen.
Así, como muchas otras cosas buenas que tiene la vida, vamos convirtiendo a la espiritualidad en un producto; en un artículo utilizado para nuestra propia satisfacción y como si fuera algo que pudiera comprarse y venderse - o al menos eso es lo que parecen hacernos creer -.
Sin embargo, después de un tiempo nos damos cuenta que no hay mayor felicidad que la de brindar felicidad a otros. Que nuestra alegría es más duradera cuando damos más que cuando recibimos; que nuestras carcajadas duran mucho más tiempo cuando fuimos nosotros el motivo de alegría para alguien más. En otras palabras, nuestro propio sentido de vida se alimenta cuando ayudamos a otros a encontrar su propio sentido, su propio camino. Por eso, uno de los motivos para estar vivos es el crecer en amor y en servicio a otros.
¿Cuántas personas tienen la oportunidad de trabajar cada día y realmente sentir que hicieron una contribución a la vida de otro? Rachel Naomi Remen afirma: "nuestro trabajo es sagrado, porque estamos trabajando con la fuerza vital de otra persona, tanto como nosotros mismos, en un viaje compartido".
Al empezar a comprender que nuestras ocupaciones hacen parte de la contribución al bienestar de otros y que a la larga, ayudan a construir un mundo mejor, surge para nosotros un nuevo sentido. Nuestra vida se convierte en una obra de arte y nuestro servicio va más allá de una mera técnica, algo más que simplemente "ganarse la vida" o "tener un oficio".
Servir también implica hacernos conscientes de que aquel a quien ayudamos es una persona. El reconocimiento de que el otro es una persona, se da cuando la tratamos como tal y cuando somos capaces de percibirla como un todo; cuando no simplemente la vemos como un cliente, usuario o producto comercial.
Por eso, alcanzaremos un sentido de vida más duradero si procuramos alimentar el sentido de vida de otros. Es un reto, pero será un buen comienzo para vivir una espiritualidad más colectiva y menos individualista. El mayor sentido de un ser humano será siempre, otro ser humano.
 
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