MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 15    No. 177  JUNIO DEL AÑO 2013    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

“Este queridísimo Hospital es,
en una palabra,

la materialización del amor”
Laura Escobar Delgado - Periodista - elpulso@elhospital.org.co
Misa Solemne por los 100 años del Hospital. Foto: Rodrigo Peláez
La celebración del primer centenario del Hospital Universitario de San Vicente Fundación continuó el viernes 17 mayo con una Misa Solemne en la Catedral Basílica Metropolitana, oficiada por el Arzobispo de Medellín, Monseñor Ricardo Tobón Restrepo, y cantada por el Estudio Polifónico de Medellín y la Pequeña Orquesta de Cámara de la Filarmónica de Medellín, dirigidos por el maestro Alberto Correa.
Al final, el doctor Julio Ernesto Toro Restrepo, director del Hospital, presentó la siguiente Acción de Gracias por los 100 años de la institución.
Acción de Gracias
“Cuando no me preguntan que es el tiempo, lo sé. Cuando me lo preguntan, no lo sé. Así pensaba Aristóteles 300 años antes de Cristo. Y hoy, más de 2.000 años después de Cristo, realmente no sabemos qué es el tiempo.
Sin embargo podemos asegurar que el tiempo es la brevedad, es un sucediendo, es una coordenada, es un instante. ¿O todo será un parecer? No lo sé. Lo antiguo parece serlo y no serlo, lo pasado siempre fue apenas ayer y, a la vez, hace mucho que sucedió.
Dr. Julio Ernesto Toro en la Acción de Gracias. Foto: Rodrigo Peláez
Por esto es que podemos decir que hace apenas un siglo, en un día como hoy del año 1913, impulsados por la generosidad, alentados por la caridad y teniendo ante sus ojos al ser humano que padece, se acordó el inicio de la construcción de este querido Hospital de San Vicente de Paúl, construcción que no terminará nunca, porque cada día habrá nueva gente que requiere de él, y su accionar allí es la mismísima construcción como obra inmaterial, magnífica y esplendorosa.
La soledad que siente un nuevo paciente, su dolor, su angustia y su preocupación, son las propias cepas de la construcción diaria que, quiera Dios, sea tarea ad eternum. Allí están los motivos, en la base están las razones, los argumentos que hoy por hoy en nuestra época, quizás no parezcan sensatos, quizás no son vistos como lógicos ni se compaginan con los temas del actual mundo racional y duro. O quizás sí, porque ha de haber aún, algún corazón afectuoso que siembre mil afectos, y que a su vez cada uno siembre mil afectos más. Y eso sería muy bueno, porque el afecto parte del amor; igual que el consuelo. El consuelo precisa de un corazón afectuoso, el consuelo se construye sobre el afecto, y entonces consolar es construir, construir para el otro y para quien consuela. Igual que acompañar, acompañar es construir para el otro y para quien acompaña, igual que aliviar: aliviar es construir; y comprender y extender la mano, y presentar el rostro también es construir.
“El Hospital brilla por su generosidad.
Él ha sido generoso con todos: con los pacientes,
por supuesto: esa es nuestra misión; con sus servidores
de todo un siglo; con los estudiantes de la Universidad madre; con los
proveedores; con los donantes; con sus defensores y custodios;
en fin, ha sido generoso con toda la sociedad”.
Dr. Julio Ernesto Toro
La obra física de esta casa espléndida se inició hace cien años, y ella tendrá fin. Sí, ella sí. Así es lo material. Pero sus muros y sus salas, sus lugares y sus recintos, son sólo la materialización temporal de la virtud. Por consiguiente, este querido Hospital de San Vicente Fundación, es más que lo que vemos. Esta materia es un lenguaje, es un dónde hacer el bien, y un dónde albergar la dulzura y dónde esperar la generosidad. Esta casa es la expresión del sentido de esa fuerza maravillosa y mágica que imprime la virtud. Porque han de saber Ustedes que la virtud es, como lo dijo San Agustín, el orden del amor.
Y mirando con cuidado, es claro que la construcción material del Hospital partió del 16 de mayo de 1913, pero su fundación propiamente, empezó antes, muchísimo tiempo antes que su historia.
Foto: Rodrigo Peláez Marcamos en el calendario el 16 de mayo como un convencionalismo, como un punto de confluencia en el tiempo, como un instante de cuando convergieron las voluntades y los deseos que venían de manera independiente sembrados en el alma de cada una de las personas que esa tarde de aquel día, 16 de mayo, llegaron al salón del Palacio Arzobispal convocados por don Alejandro Echavarría para expresar su deseo de que se supiera del amor.
Porque el amor, ¡ah, el amor...! También han de saber que el amor es una fuerza que mueve imposibles, que logra lo impensable, y que en su contexto, todo lo permite. Por esto San Agustín decía: Ama y haz lo que quieras, es decir, que todo el bien está en el marco del amor; en ese contexto, en el contexto del amor, sólo y exclusivamente está el bien.
Está registrado que la aparición del Hospital iniciada hace cien años, no fue un acto abrupto ni impetuoso. No fue tampoco, inexplicable ni extraño. Fue francamente el brotar del amor por los demás, amor que mucho tiempo antes se sentía en el corazón generoso de aquellos hombres bondadosos y comprometidos, el mismo amor que ha existido en el corazón de todos los que lo han apoyado siempre, y en el de sus colaboradores de todos los tiempos, y llevado dulce y firmemente de la mano de Dios.
Este queridísimo Hospital es, en una palabra, la materialización del amor. Y de un amor como debe ser, lleno de conciencia de Dios, porque éste es un hospital entregado a su tarea, prodigador de compañía y dador en abundancia de consuelo; es un hospital que pretende hacer lo encomendado, y que siente y a la vez lamenta ante tanto dolor, sus propias limitaciones; el dolor del otro lo quiere para sí, igual que la soledad ajena, y en su camino la institución va tendiendo la mano generosamente. Es, un hospital humilde, entendida la humildad como la conciencia de Dios y de su esencia como amor. Y en realidad sí, porque el amor ha sido la fuerza que ha mantenido esta magnífica obra abierta y dispuesta, magnánima y bondadosa, y aunque ha tenido momentos, nunca ha tenido motivos para desistir, porque lo que fue encomendado a él, aunque no es sencillo ni mucho menos simple, se instauró por mandato del amor como un deber irrevocable.
De izquierda a derecha: Aníbal Gaviria, alcalde de Medellín; Gloria Obando de Toro; Julio Ernesto Toro, director del Hospital; Sergio Fajardo, gobernador de Antioquia; Ricardo Restrepo, presidente Junta Directiva del Hospital.
Foto: Rodrigo Peláez
Y por encima de todo, el Hospital brilla por su generosidad. Él ha sido generoso con todos: con los pacientes, por supuesto: aquí los he visto llegar lívidos y otros desmayados, y aquí han hallado la bondad puesta en su lugar; esa es nuestra misión. También ha sido generoso con sus servidores de todo un siglo; con los estudiantes de la Universidad madre, a quienes recibe con los brazos abiertos para que luego regresen a servir, después de haber conocido ciencia y virtud; con los proveedores; con los donantes; con sus defensores y custodios; en fin, ha sido generoso con toda la sociedad, y a todos ellos, a todos ustedes, este Hospital del alma quiere dar las gracias de manera sincera y de todo corazón, y ante todos queremos declarar que seguiremos muchos años más, todos los que Dios permita, haciendo en su nombre el bien porque:
Nosotros creemos en Dios
Creemos que el Hospital va de su mano
Creemos que una mano es solidaridad
Creemos que la solidaridad es compartir
Creemos que vale la pena compartir por el hombre
Creemos que el hombre siempre merece otra oportunidad
Creemos que en una oportunidad puede haber una opción de vida
Creemos que en la vida siempre hay una promesa
Creemos que las promesas son sagradas
Creemos que lo sagrado debe defenderse como un verdadero valor
Creemos que los valores y su defensa son un propósito meritorio
Creemos que un propósito meritorio tiene sentido sólo frente al hombre,
y creemos que el hombre viene de Dios.
Señor Dios todopoderoso y eterno: Mantén por siempre tus ojos misericordiosos sobre este centenario Hospital de San Vicente de Paúl, para que él permanezca fiel a sus principios y esté siempre del lado del afecto y del consuelo. Y para que quien arribe a esta casa con terrible soledad, porque la enfermedad es esencialmente soledad, sepamos asistirlo para que pueda alcanzar la serenidad para decirte:
Dadme Señor el valor que me motiva para aceptar mi partida, si Tú quieres; o si apartarme éste el cáliz Tú prefieres, hazlo para amarte mientras viva. Que sea así eternamente. ¡Una vida entera por la vida!”.
 
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