MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 230  NOVIEMBRE DEL AÑO 2017    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Ser viejo

Jaime Bedoya Restrepo - elpulso@sanvicentefundacion.com

Recientemente me enteré de que el 1 de Octubre se celebra el día del viejo. Seguramente habrá sido preocupante para la gente joven que teme llegar a viejo o para los mismos viejos, cansados de cumplir años. Por ser parte de estos últimos, y como una generosa colaboración con los primeros, hago una corta reflexión sobre el estar o ser viejo y su efecto en la sociedad.

La hago ahora, porque, en mis años de estudiante de medicina, ocasionalmente, con los compañeros, nos proyectábamos al futuro y temíamos sobrepasar los cincuenta años, dado que, a partir de esa edad, aprendíamos, que la vida estaba afectada por muchas limitaciones de salud. Hoy, la expectativa de vida excede los ochenta debido a avances en la medicina y a las campañas para adoptar estilos de vida con calidad en países desarrollados y con incrementos menores en los países en desarrollo.

Según estimativos de la OMS, en documento sobre envejecimiento, publicado en el año 2015, en el 2050 habrá 2.300 millones de personas mayores de 60 años, esto es, 22% de la población calculada para ese año. Dice además que un niño nacido hoy en Brasil, vivirá 20 años más de lo que vivía un niño en ese país hace 50 años. Dichos estimativos también consideran una disminución paralela de las tasas de natalidad, lo cual sugiere, que el aumento de la población de viejos y la disminución de los jóvenes, podría acarrear notables alteraciones en la producción y economía de los países desarrollados.

Hoy se vive más en años, y se vivirá más, pero, la mayor expectativa de vida, está expuesta a las limitaciones físicas y mentales del envejecimiento y a la mayor exposición a las enfermedades crónicas. En centros de investigación biomédica se trabaja sobre el proceso de envejecimiento con la esperanza de controlarlo.

No obstante esta insistencia, la verdad es que el deterioro celular y la afectación del funcionamiento de los órganos es una realidad biológica hasta ahora imposible de controvertir. Algunas funciones vitales y desempeños sociales son inherentes al envejecimiento, entre otros, la disminución de los reflejos, la afectación de la marcha, la visión, la audición y los procesos cognitivos generan las limitaciones más visibles en la cotidianidad, pero con notables diferencias en su manifestación, despejando los mitos según los cuales, ser viejo es equivalente a anulación de la autonomía y el desempeño sicosocial.

La autonomía puede estar limitada, forzando con ello la atención de los cuidadores, quienes, sin preparación, deben acomodar su propia cotidianidad a las demandas de atención y vigilancia generando estados de ansiedad y abatimiento. La obtención de las citas médicas es dispendiosa y su cumplimiento se dificulta por distancia y falta de cuidador. La existencia de múltiples patologías hacen costosa la atención y exigente sus cuidados. En las consultas médicas, el viejo es susceptible de prescripción múltiple de medicinas, con una dosificación a veces inapropiada y sin que se advierta posible intolerancia entre ellas.

Dado el incremento de la población de viejos, hay que investigar si la formación médica está instruyendo suficientemente a los futuros profesionales en gerontología y geriatría. Al parecer una especialización en estas disciplinas no goza de favoritismo en las universidades. En estas condiciones, aparte del recurso médico y de enfermería, es indispensable la selección y capacitación de los cuidadores y la provisión de centros gerontológicos debidamente dotados y dirigidos.

Muchos gobiernos temen que el envejecimiento de su población acarreará una baja considerable de la fuerza laboral y planean la inmigración de jóvenes como compensación. De otra parte, los planes de atención en salud y cuidados a los viejos, chocan con limitaciones de presupuesto que afectan a la mayoría de los países.

Los notables avances de la medicina traen esperanza para la salud de las personas, pero, aparejada con esa esperanza existe la paradoja de que vivir más años, no es equivalente a felicidad, dado que ésta depende de la calidad de vida y la satisfacción de los intereses particulares como el amor de la pareja y el afecto de los hijos, de los niños y la realización de las habilidades aún disponibles.

La soledad y la tristeza son dos constantes en los viejos y la cercanía de la muerte se vuelve más perturbadora, con ocasión del fallecimiento de un familiar o un amigo cercano.

Desde una perspectiva ética, la protección de los derechos de los viejos debe empezar por el respeto a su dignidad y el reconocimiento de sus necesidades de atención en salud, en el entorno social y en el soporte emocional.

El informe sobre envejecimiento de la OMS, relata que a nivel global, uno de cada seis viejos sufre abuso que puede ser físico, económico, indiferencia, aislamiento y falta de suministro de las necesidades básicas de subsistencia o el abandono en las calles, hospitales y asilos. Una sociedad que propicia y exalta la productividad y el máximo rendimiento de su fuerza laboral joven, encontrará favorable y sostenible el incremento de la expectativa de vida? Habrá suficientes personas con preparación y vocación de servicio para el cuidado de los viejos?

La vejez es la etapa del ciclo vital que resume el cúmulo de experiencias, muchas felices, otras no tanto o quizás amargas. Es también la fase del proceso vital caracterizada por pérdidas de orden biológico y sicosocial. Los pensionados, inicialmente experimentan una sensación de vacío e inestabilidad al dejar su ambiente de trabajo y con el cese de la actividad laboral, temen que ya en lugar de ser productivos se convierten en incómodos. No resulta distante desde ahí el temor a la pérdida de la propia vida.

Como un acto de compromiso ético, todos los estamentos comprometidos con la calidad vida del futuro, los jóvenes, los gobernantes, académicos y también los que ya estamos viejos pero con esperanzas de mejora de la sociedad, debemos analizar y diseñar planes para lograr el mejor estándar de vida de la inmensa población de viejos que se avecina. Será un legado responsable de padres e hijos para sus niños y para la humanidad.

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