MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 230  NOVIEMBRE DEL AÑO 2017    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

“De animales a dioses”, de dioses a humanos

A propósito del libro de Yuval Noah Harari

Abraham Chams Anturi, Director y Cirujano Pediátrico Unidad Funcional Materno Infantil de San Vicente Fundación. Profesor Asociado Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia. - elpulso@sanvicentefundacion.com

Según los modelos teóricos de la física cuántica actual y teniendo en cuenta la velocidad a la cual se expande el universo, se calcula que su edad es de unos 13.500 millones de años, el big-bang dio inicio al espacio-tiempo, en donde en los primeros milisegundos partículas conocidas hoy como bosón de Higgs, permitieron la aceleración cuántica necesaria para el paso de energía a materia, llevando posteriormente a una gran colisión entre materia-antimateria, eliminándose mutuamente y permitiendo el surgimiento de la realidad que hoy conocemos. Nuestro cosmos es energía útil con un diseño y un propósito, energía útil nacida del caos.

Los geólogos tienen evidencia de que la tierra posee aproximadamente 4000 millones de años, mientras que los primeros seres vivos unicelulares hacen su aparición hace 3500 millones de años. A partir de este momento comienza en nuestro planeta una fuente inagotable de vida que se adapta y conquista la superficie, la atmósfera, los mares y las profundidades de la corteza.

En busca de alimento y de subsistencia, algunos seres desarrollan un sistema músculo esquelético comandado por un primitivo sistema nervioso, dando origen a los vertebrados; de forma misteriosa este largo y hostil camino prefiere la pluricelularidad y la complejidad de órganos y sistemas, entre ellos un cerebro rudimentario en los reptiles que lo dota de instinto de supervivencia. A medida que evolucionamos se abandonan los huevos y nos adentramos en el mundo de la gestación intrauterina y de la lactancia, los mamíferos tenemos muchas menos crías y un vínculo afectivo fuertemente marcado en nuestro hipocampo.

La lucha por la supervivencia, en ocasiones cruel, orienta el rumbo hacia el desarrollo de técnicas manuales, lenguaje, postura erguida y migraciones en busca de alimento, esta hominización nos hizo nómadas, cazadores y recolectores que ante la impiedad del clima y el choque con otras tribus, permitieron descubrir que en el margen de los ríos podía desarrollarse la ganadería y agricultura. La cultura permitió el raciocinio y los homínidos desarrollaron su corteza frontal, dominaron el fuego, diseñaron la rueda, surgió la economía, las grandes religiones y la conciencia de sí.

La revolución industrial y la científica dotaron al sapiens de poder tecno-científico, medios de comunicación, de transporte, energía ilimitada, confort, mejoras en los sistemas de salud. La ingeniería genética, los órganos biónicos, las ciber-partes, y la nanotecnología, nos colocan a las puertas de la inmortalidad.

Después de este recuento y a las puertas de la inmortalidad, termina su libro el escritor e historiador Israelí Yuval Noah Harari, con esta pregunta: “¿Y AHORA QUÉ?”.

Somos animales convertidos en dioses, vencedores de las pestes, el hambre, las enfermedades y la muerte; pero paradójicamente estas tragedias siguen existiendo, llenando inagotables estadísticas sin nombre y sin rostro, tan solo números, índices de subdesarrollo. Mientras que los hombres de ciencia se conforman con tan solo hallar un valor mágico de “p” que avale sus nuevas tecnologías, buscando la inmanencia que dé sentido a la existencia de la materia consciente.

El camino de la hominización solo encuentra sentido en la humanización, la salida hacia el encuentro del otro, el servicio, el amor hecho acto; la opción por la trascendencia, por un proyecto que nos supere, descubriendo el diseño y el propósito, descubriendo en la materia el guion de algo más, o de alguien más.

Si renunciamos a ser seres humanos tan solo seremos animales inteligentes abandonados en un punto azul de una olvidada galaxia, solo primates condenados a la inmortalidad, al egoísmo como el reyezuelo del principito o el deformado Ricardo III, vampiros que se alimentan de otros para tener un día más de vanidad.

Todos los niños quieren hacerse hombres, todos los hombres reyes, todos los reyes dioses, pero Dios quiso hacerse niño. Respondo al ¿Y AHORA QUÉ? de Yuval Noah Harari: Ha llegado el tiempo de elegir: O animales deificados condenados a la inmortalidad o humanos plenos en el servicio, dando la vida por los otros.

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