MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 10    No. 107  AGOSTO DEL AÑO 2007    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

...las tutelas cada vez son más numerosas, la congestión de los servicios de urgencias crece cada vez más, y para completar, la gente no está satisfecha. El nivel de crítica y de frustración con el sistema de salud hoy en día, tal como se aprecia en los medios es preocupante, y tiende a crecer. Algo debe estar mal, y eso tiene que ver con la falta de ejercer funciones muy importantes de salud pública.

La salud pública le da sentido y enfoque a la salud. Cuando hablamos de salud pública no nos referimos al trabajo desde las entidades públicas (del gobierno), sino a la “salud del público”, en palabras de Milton Terris, para lograr que la salud sea un bien de toda la población. Una función que se ejerce ordenando la prestación de servicios, el acceso a la tecnología o haciendo accesibles los servicios básicos a todos.
La posibilidad de trabajar desde una perspectiva poblacional y estratégica, es esencial para darle sentido a una industria enorme, como es la de salud. Ésta, como otras actividades productivas, se desarrolla en busca de rentabilidad. Sin embargo, el superávit financiero particular no equivale ni necesariamente suma, para el beneficio común. Por eso cuando el sector de la salud no se regula adecuadamente, termina imponiéndose un estado de caos donde todos queremos la última tecnología, la mejor marca, acceder de primera vez al especialista, tener todo cubierto sin medir las consecuencias económicas ni la iatrogenia. Una industria que ofrece maravillas a los pocos que puedan pagarlas y donde las mayorías no tienen más que necesidades. En ese contexto, las epidemias y la salud pasan fácilmente al ultimo punto de la agenda. Queremos todo de todo, a cualquier precio, con un complemento: siempre encontraremos quien venda y promueva esos ó aquellos servicios, porque la salud es y ha sido siempre un buen negocio. De hecho, es una actividad empresarial y profesional rentable y decente, que no tiene nada de malo en sí misma, sólo que es nuestro deber emplear eficientemente los recursos escasos de modo que alcance para todos, que se reduzca la iatrogenia y especialmente para que en suma, logremos bienestar.
Norte perdido
Ahora, si la salud pública es un asunto de cordura, llama la atención que en Colombia hayamos hecho a un lado su perspectiva durante los últimos años. Llevamos por lo menos 12 años dedicados al aseguramiento, como desesperados, prestando servicios, afiliando y afiliando; no obstante, las tutelas cada vez son más numerosas, la congestión en servicios de urgencias crece cada vez más, y para completar, la gente no está satisfecha. El nivel de crítica y de frustración con el sistema de salud hoy en día, tal como se aprecia en los medios es preocupante, y tiende a crecer. Algo debe estar mal, y eso tiene que ver con la falta de ejercer funciones muy importantes de salud pública, como regular eficazmente el acceso a servicios a través de redes, mediante la organización geográfica y tecnológica, ó empleando tecnologías baratas y eficientes.
Sin embargo, los problemas en la práctica de la salud pública que conocimos hace años son diversos y es preciso reconocerlos para actuar en consecuencia, adoptando nuevas estrategias. Entre los aspectos críticos están por ejemplo las dificultades de gestión de las entidades públicas, la burocratización de los programas, la falta de metas claras y de gestión por resultados. Estas circunstancias llevaron al adelgazamiento del Estado, que sucesivamente sumió a muchas organizaciones en el desconcierto o que simplemente derivó en su eliminación. Otro factor de crisis fue el fracaso de los marcos teóricos y lógicos de intervención desde la salud pública, frente a problemas tan importantes como las enfermedades trasmitidas por vectores o las crónicas.
Reorientación
Sin embargo las cosas han cambiado. Hoy tenemos nuevos métodos de planeación y mejores herramientas de atención de los problemas, y en el caso de Colombia, una nueva Ley que introduce un marco de salud pública bastante amplio.
En efecto, por estos días se discute la reglamentación de la Ley 1122, incluyendo el Plan Nacional de Salud Pública -PNSP-. Este Plan que se viene trabajando con la comunidad académica e institucional, se expedirá en breve para su ejecución. El PNSP significa un hito, una oportunidad de oro, un verdadero salto cualitativo y cuantitativo en la materia.
Hace muchos años que no se discutían los temas de salud pública ampliamente, como se está haciendo ahora, y sin duda no se trata de algo coyuntural. Desconozco si el Ministerio de la Protección Social esperaba una concurrencia tan grande como la que ha recibido este plan, pero la verdad es que todos los sectores se agolparon para participar y proponer, y de la misma manera han ofrecido su cooperación para ejecutarlo, incluidas EPS, IPS, profesionales clínicos y quirúrgicos, tanto como otras instituciones.
Es importante tener en cuenta que la ley previó el Plan Nacional de Salud Pública -PNSP- de una manera muy distinta al Plan de Atención Básica -PAB-, (concepto que además fue derogado). La diferencia consiste en que el PNSP no es un “plan de beneficios” ni una lista de mercado: es un plan de “acción” o un plan programático, que es parte integral del Plan Nacional de Desarrollo. Por esa misma razón, a través del PNSP pueden diseñarse, ordenarse y concertarse las acciones que sean necesarias para alcanzar un mejor estado de salud desde el sector o intersectorialmente.
El PNSP también recoge acciones y contenidos de cualquier plan de beneficios y fuente de recursos, y debe estar definido de manera que todos los esfuerzos conduzcan a resultados. Este último punto, el de los resultados que establece el artículo segundo de la Ley 1122, ordena la creación de un sistema de evaluación y al mismo tiempo define el retiro de la administración de los recursos a la organización que no cumpla estas finalidades, sea EPS, IPS, administración local o territorial.
También hay que decir que un grupo pequeño de actores no ha estado de acuerdo con el nuevo enfoque de salud pública. Sin embargo hay que ser optimistas y observar las cosas con cuidado, porque lo que viene es un despertar de la salud pública, que en nuestro caso armoniza herramientas nuevas con el aseguramiento. Esta tendencia requiere un apoyo vigoroso desde la universidad, con investigación y formación de competencias profesionales que les permitan a los estudiantes evaluar y gestionar la salud del público.
Finalmente, es necesario observar que se han dado cambios definitivos en la sociedad, la estructura del Estado y el sector productivo. Hoy no podemos pensar en la salud pública a la antigua. Tenemos que prescindir de la actitud doctoral de los médicos de antaño, cuando se les prescribía a los pacientes lo que tenían que hacer sin rechistar. Los que estudiamos estos temas no podemos imponerle a las comunidades qué hacer. Son otros tiempos y la sociedad tiene un papel fundamental, en realidad el más importante.
Por otro lado, el Estado es más pequeño. Los gobiernos no pueden tener, por ejemplo, grupos robustos de técnicos o investigadores, porque eso no es eficiente en la mayor parte de la geografía colombiana. Puede ser que el gobierno nacional o el Distrito Capital puedan pagar muchos expertos para pensar y diseñar la salud pública, pero esa no es una regla aplicable a los municipios, los departamentos, las EPS o IPS. Pero esas organizaciones sí pueden contratar los grupos de investigación que son pagados para eso en las universidades, que son profesionales en estos temas y que tienen todo el ambiente preparado, la bibliografía y un ambiente crítico de discusión. De la misma manera, no se puede pensar que ahora el Ministerio o los departamentos van a contratar equipos enormes de campañas directas o de laboratorio, pero existen alternativas más eficientes y efectivas. En materia de laboratorios especializados de salud pública por ejemplo, sólo queda el de Bogotá con claridad, y el del INS. Por lo tanto, es necesario buscar alternativas de red para atender esas necesidades. El asunto es ingeniarse un sistema de red que funcione, en donde los diferentes componentes y actores actúen por un fin común: la salud del público .

 
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