MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 10    No. 107 AGOSTO DEL AÑO 2007    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Reflexión del mes

“Hay algo más importante que la lógica: es la imaginación”
“Imagínese a un hombre sentado en el sofá favorito de su casa. Debajo tiene una bomba a punto de estallar. Él lo ignora, pero el público lo sabe. Esto es el suspense”

Sir Alfred Hitchcock (1899-1980). Director de cine británico, fue mucho más que el “mago del suspense”: fue uno de los directores más clásicos del Séptimo Arte, entre cuyas obras se destacan: El hombre que sabía demasiado, Vértigo, Psicosis, Los pájaros. Destacable además la serie de televisión Alfred Hitchcock Presenta, donde dirigió más de 100 historias cortas. Fue nombrado Caballero en Inglaterra y recibió un Premio Oscar Especial. Familiarmente lo llamaban “Hitch”.
Editoriales en salud: la voz
que clama en el desierto

Jaime Hoyos, MD Armenia, Quindío elpulso@elhospital.org.co
Releer los editoriales sobre temas de salud produce una curiosa sensación de déjà vu y un lamentable sentimiento de que tan sensatos editoriales se han convertido en una voz que clama en el desierto: nadie parece inmutarse con las alertas que se encienden desde tan privilegiados foros. A nadie parece preocuparle que el sistema de salud haga agua. Nadie parece sentirse llamado a tomar cartas en el asunto y empezar a resolver el mare mágnum de problemas sin solución que parece tener el barco de la salud al garete y al borde del naufragio. Ni siquiera parece que existiera un Plan B para el día en que sean necesarias medidas contingentes. En fin, releamos juntos:
'El Estado (...) necesita dejar la retórica y actuar con claridad, seriedad y respeto' (“Con la salud no se puede improvisar”: El Tiempo, 10 de junio de 2007).
'No se sabe de qué se enferman y se mueren hoy los colombianos (...) Las crecientes denuncias por mala calidad de los servicios sugerirían que (las aseguradoras) controlan costos para mantener márgenes favorables, mediante la limitación en la entrega de servicios del POS (...) Los responsables del sector deben aplicar correctivos estructurales y de fondo' (“Un simple remiendo”: El Tiempo, 11 de abril de 2007).
'Una vez más somos testigos de la mala atención de que son objeto los afiliados a las empresas aseguradoras de salud. Los tratos indignos, la desinformación, la tramitología, la negativa a suministrar medicamentos y autorizar procedimientos y la discriminación por sus condiciones sociales, encabezan la lista de quejas que remiten los pacientes a la Procuraduría General de la Nación (...) Situación lamentablemente conocida. La Superintendencia Nacional de Salud recibe cada año unos 18.000 reclamos similares (...) Los responsables tienen la palabra. De ellos depende que estas fallas no se sigan pagando con vidas' (“Un sistema indolente”: El Tiempo, 22 de marzo de 2007).
'Las cifras alarman. Desde 1994 se ha duplicado el consumo de productos para el dolor, que causan el 11% de las muertes por problemas renales y el 40% de los casos de hemorragias digestivas. También aumentó el uso de antigripales, antiácidos y vitaminas, que en esencia no son inocuos (...) Las autoridades sanitarias deben liderar un proceso transectorial audaz orientado a generar una cultura de salud alrededor de los medicamentos, que promueva su uso responsable sobre las bases que para el efecto tiene la OMS' (“Peor el remedio...”: El Tiempo, 12 de marzo de 2007).
'No cabe duda de que se invierte cada vez más en salud, a tal punto que en la última década el gasto personal aumentó en un 50%, y el público se multiplicó por seis. Más de $600.000 millones, sin contar lo que deben dedicar las aseguradoras (EPS y ARS), son destinados al desarrollo de acciones de promoción y prevención. ¿Qué se hace ese dinero? ¿Existe una evaluación real de programas a través de resultados? (...) Es claro que no basta con formular políticas y proveer los recursos. Es necesario llevarlas a la práctica (...) Las autoridades sanitarias deben asumir el liderazgo que les corresponde e intervenir, drásticamente, cuando las metas no se cumplen. Velar por la vida de los colombianos, salvaguardar los recursos que son de todos y procurar un cambio de cultura de lo curativo a lo preventivo exige pasar ya del dicho al hecho. (“Salud: del dicho al hecho”: El Tiempo, 13 de febrero de 2007).
'Lo que ha ocurrido en el ISS es el resultado de un pacto de mediocridad entre la clase política y los sindicatos (...) El ISS fue víctima de una alianza notable entre el populismo y la corrupción, que siempre disfrazó el bienestar de unos pocos (los políticos y los sindicatos) con la salud de los colombianos. (...) Lo mejor sería que nos dijeran, de una vez por todas, cuándo va a terminar esta historia triste de recursos dilapidados y gasto social sin resultados' (“La lenta agonía del ISS”: El Espectador, 13 al 19 de agosto de 2006).
'En los medios políticos es aceptado que este ministerio (de la Protección Social) ocupa un lugar secundario en el gabinete ministerial, así como se acepta que los ministros, con escasas excepciones, son seleccionados con criterios políticos y no técnicos (...) En diciembre de 1993, fue promulgada la Ley 100 (...) si algo se afectó con la Ley 100 fue la salud pública (reaparecieron epidemias, se redujeron tasas de vacunación) (...) La cobertura de enfermedades crónicas como hipertensión arterial o diabetes, que requieren continuidad de tratamiento, se han visto perjudicadas (...) Otro de los principales males del sistema es la carencia de buenos mecanismos de información (...) Sin duda los más afectados por la reforma al sistema de salud han sido los hospitales públicos, muchos de los cuales han cerrado o están a punto de hacerlo” (“Para mejorar el sistema de salud en Colombia”; Portafolio, 4, 5 y 6 de julio de 2006).
Vemos claramente cómo los medios (con El Tiempo a la cabeza) han hecho su parte, y a cada denuncia que hacen (bien definidas, detalladas, documentadas y hasta cuantificadas) han sumado un llamado urgente a quienes corresponde (las autoridades en salud), para que intervengan y procedan a tomar las medidas pertinentes... pero de eso nada. Hasta cuándo, entonces. ¿Sólo a partir de 2010? .
 
  Bioética
Violencia, ¿sin límites?
Ramón Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
Los medios de comunicación han dado a conocer, en estos días, noticias de atroces comportamientos, inclusive de menores de edad que agreden a sus condiscípulos en forma grave -lesión en un ojo, lesión en el corazón, etc.-, y, por último, la masacre de once indefensos secuestrados, masacre que es una más de las muchas que han ocurrido en los años de lucha fraticida, aunque muchas de ellas no han merecido el despliegue publicitario de ésta; a todo esto debemos agregar los pocos o los muchos seres humanos indefensos que son asesinados en el vientre materno con la anuencia del

Estado y de los cuales poco se dice. -¿Qué diferencia ética, qué diferencia como conducta humana podemos establecer entre matar a seres indefensos en el monte y matarlos en el útero de la madre?-. Es preocupante el espantoso grado de fiereza que se apoderó de nuestro país y que parece no tener ningún límite: cada vez somos más crueles, con mayores tendencias homicidas y desde más temprana edad.
La crisis fundamental radica en un profundo deterioro del sentido humano del hogar, de la familia como centro de amor, de profundo respeto por la dignidad, por la libertad y por la existencia del ser humano, de la persona humana, del semejante. Infortunadamente en la unión de las parejas se han mezclado con inusitada frecuencia y vigor valores francamente inhumanos o, peor aún, anti-humanos. No se ama y ni siquiera se respeta a la pareja -hombre o mujer- por lo que es en sí, sino por lo que tiene: dinero, belleza, condición social, futuro laboral, capacidad de disfrute genital; y cuando una de estas cualidades secundarias, elevada a primordial, mengua o desaparece, o se encuentra otra persona con un caudal mayor de ella, los anteriores compromisos carecen de significación porque, como es frecuente oír, “yo tengo derecho a mi propia felicidad”, así implique pisotear y aniquilar otras felicidades, otras vidas, como holocausto al sumo egoísmo, a la suma egolatría. El cálculo reemplazó al amor: de allí las llamadas “parejas o matrimonios desechables”, tan corrientes hoy en día.
Es excepcional que la mentalidad y la voluntad violentas se formen súbitamente, por generación espontánea, en el monte -allí puede que terminen y se manifiesten frente a seres indefensos-. Casi siempre, por no decir siempre, se inician en el hogar, sutilmente estructuradas por las figuras de identidad del niño, por las conductas violentas, es decir, anti-humanas de dichas figuras y que éste, el niño, más adelante pretenderá superar, creándose así una espiral de violencia sin límites.
No pensemos que el ingrediente de la violencia y el maltrato sobre el niño, siendo muy importante, es único e indispensable en la formación de la mentalidad y de la voluntad a que venimos refiriéndonos. Por el contrario, con mucha frecuencia ese niño ha crecido en condiciones de sobreprotección para él, rodeado de un ambiente de defensa de sus derechos, defensa que sirve de explicación a sus mayores para atropellar a otros seres, derechos proclamados sin sus correspondientes deberes, pretendiendo ignorar que cada uno de los primeros requiere y crea, ineludiblemente, un deber que es tan importante y respetable como aquél, pero no lo enseñamos. En el ejercicio de derechos, en el abuso que se hace de ellos, promovemos y perpetuamos una violencia cada vez más inhumana, cada vez más cruel. Y la promovemos con acciones aparentemente inocuas pero de una terrible eficacia: la rumba nocturna estridente que perturba el descanso del vecindario, la forzosa exigencia a un conductor de abrirnos campo para adelantarnos unos cuantos puestos, etc. Este modo de enseñar la violencia es un mensaje no sólo para el niño que comparte “nuestro derecho” sino también para quien mira esas acciones o simplemente las conoce, para el llamado “niño de la calle” que reflexiona: si ellos pueden, ¿por qué no yo?, y los imita.
A esta campaña de violencia sin límites se han sumado las instituciones educativas que ante el desmesurado despliegue de los derechos -el libre desarrollo de la personalidad, entre otros-, sólo recuerdan a sus educandos el deber de contribuir cumplidamente con el dinero necesario para el funcionamiento de esa institución, pero poco o nada enseñan sobre el respeto incondicional al semejante, a su dignidad, a su libertad.
Por último: ¿Qué respeto por la vida, por el ser humano, por la convivencia pacífica, puede asumir como valores personales el niño o el joven que está escuchando y comprobando que su propia madre, que su hermana, que su vecina, etc., condenó a muerte al hijo de sus entrañas que, obedeciendo a una ley biológica llegó cuando la mamá no lo deseaba, cuando no era oportuno según ella, o porque tenía malformaciones que lo hacían un enfermo? Y todo esto con la anuencia del Estado que pretende combatir la violencia pero que la promueve con sus determinaciones.
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-

 











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