MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 72    SEPTIEMBRE DEL AÑO 2004    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Dilema: reimportación de medicamentos en Estados Unidos
Ricardo Restrepo Guzmán, MD - Boston, Estados Unidos elpulso@elhospital.org.co
Para nadie es un misterio que la industria farmacéutica es uno de los negocios que más ganancias producen en Estados Unidos y en el mundo. Los americanos pagan mucho más por sus medicaciones que otros ciudadanos en cualquier parte del planeta: en otros países el costo de las medicaciones es de 50 a 80% menos por las mismas medicaciones. Hoy en día más de un millón de estadounidenses compran sus medicamentos en Canadá o Méjico.

En recientes años, esta ha sido una práctica frecuente del ciudadano común norteamericano, especialmente de aquel que vive cerca a lugares fronterizos. De acuerdo con la fundación Kaiser, 29% de las prescripciones médicas no son tramitadas debido a que el paciente americano no puede pagarlas.
Hoy es frecuente observar buses que cruzan la frontera en “tours” organizados para ir a la farmacia canadiense o mejicana o dialogar con pacientes que por internet ordenan sus medicamentos a farmacias canadienses que hacen entrega de la medicación puerta a puerta.
A favor
Últimamente alcaldes y gobernaciones en la gran nación americana, decidieron intervenir en este aspecto. Cualquiera podría pensar que hay oposición a este sistema, pero está sucediendo todo lo contrario. Gobiernos locales están abriendo sus fronteras para que el acceso a medicamentos venidos de países fronterizos como Canadá y Méjico sea una realidad.
Podemos citar ejemplos como gobernadores de Minnesota, Alabama, Massachu-ssets, Illinois, que no reservan sus pretensiones de facilitar este proceso y así aliviar la carga económica del estado. El gobernador demócrata por Illinois, Rod Blagojevich, declaró: “Nosotros no nos vamos a quedar con los brazos cruzados y mirar como las grandes compañías farmacéuticas utilizan sus influencias políticas y su control del mercado para forzar al pueblo a continuar pagando por medicamentos más de lo que cualquier otro país del mundo”.
La idea principal es que el estado ayude así a subsidiar la compra de medicamentos a miles de ciudadanos. Un ejemplo notorio se vive actualmente en la ciudad de Springfield, en el estado de Massachussets, donde el mismo alcalde decidió negociar con farmacias canadienses para disminuir el déficit fiscal de su ciudad. El plan consiste en que 3.000 empleados de la ciudad compren medicamentos en Canadá, lo que representa entre US$4 y 9 millones en alivio para la ciudad, monto que será reinvertido en otros aspectos tales como educación, vivienda y seguridad, indispensables para la ciudad. Al ser cuestionado por su acción, el alcalde respondió: “Esto enviará un mensaje claro a los grandes conglomerados farmacéuticos para que se den cuenta de que sus ganancias a través del consumidor americano son absurdas. Ellos claramente están abusando del sistema. Son como un 'cartel', igual que el del petróleo o las drogas ilegales. Así es como ellos manejan el mercado y controlan los precios”.
En contra
Estos métodos de compra de medicamentos son técnicamente ilegales, pero hasta hoy el gobierno no ha tomado iniciativas para juzgar este intercambio en el cual ciudadanos particulares, farmacias canadienses y gobernaciones están envueltos. Un gran enemigo de esta reimportación es la FDA (Food and Drug Administration), entidad que regula la aprobación de medicamentos en los Estados Unidos, en asociación con las grandes compañías farmacéuticas. Estas emprendieron una campaña en contra de la importación de medicamentos desde el exterior, en especial desde Canadá y Méjico. Por una parte argumentan que el uso de medicamentos canadienses puede ser inseguro, ya que ni se sabe de donde vienen estas medicaciones o como logran llegar a territorio estadounidense. Por otra, expresan la necesidad de cubrir los gastos para investigación y desarrollo de nuevas medicaciones. A juicio de muchos, éste es un argumento poco válido.
Desde 1999 la industria farmacéutica ha donado mas de US$45 millones en contribuciones políticas y unos cuantos millones haciendo “lobby” para la obtención de pro-tección en sus productos. En la reciente aprobación del nuevo plan de salud para Medicare (programa federal que cubre en gran parte la población de la tercera edad) por parte del gobierno Bush, que iniciará en el ano 2006, está específicamente prohibido que el gobierno federal negocie precios con las compañías farmacéuticas. Esto da vía libre a que el costo de medicamentos sea regido por las grandes compañías.
Recientemente, la ex editora ejecutiva del New England Journal of Medicine, Marcia Angell, quien estuvo en esta posición por 11 años, concedió una entrevista al canal publico de T.V. (PBS), refutando las teorías creadas a nivel de la FDA y de los grandes conglomerados farmacéuticos: “La gente que dice estar preocupada por la seguridad de los medicamentos que vienen del Canadá están imaginado lo que pasaba años atrás, de que los medicamentos que se venden en USA son producidos solo por compañías americanas y en Estados Unidos. Una muestra de esto se resume en un simple ejemplo: Pfizer tiene 60 sitios de producción en 32 países, por lo tanto las medicaciones son producidas y vendidas alrededor del mundo.”
Por ejemplo, Pfizer produce el Lipitor, medicamento útil en el control del colesterol, y la mayoría de su producción se lleva a cabo en Irlanda. El mismo Lipitor se vende en farmacias canadienses y americanas. Otros como Zocor, Nexium y Prevacid son de iguales características, y son mucho más baratas en Canadá, puesto que el gobierno tiene control en sus precios.
Qué hacer
Los Estados Unidos son el único país industrializado sin ningún estatuto para la regulación de precios en los medicamentos. Tan solo este país aporta más de la mitad de las ganancias producidas por la industria farmacéutica. Esto es en gran medida propiciado por un mercado en donde las compañías farmacéuticas pueden anunciar sus productos en cualquier medio publicitario a diferencia de otros países donde hay más restricciones. En la publicidad no se exige enfatizar los riesgos o efectos secundarios de la medicación, y se limita a un “remítase a su doctor en caso de alguna pregunta”.Con esto se propicia que el paciente o “consumidor” identifique el medicamento comercial como “único”, sin dar cabida a la elección de un medicamento genérico más barato e igualmente efectivo. Las compañías farmacéuticas encontraron que la mejor manera de hacer dinero a bajo costo es produciendo medicamentos que se asemejan a una medicación “blockbuster” (término utilizado para describir aquellas medicaciones que venden mas de U$1 billón al año). Con esto se muestran muchas opciones, pero pocas innovaciones a nivel farmacéutico. En un análisis hecho por la Dra. Angell en el año 2001, de 66 medicaciones que fueron aprobadas por la FDA, solo 10 fueron clasificadas como innovación o una medicación mejor sobre las ya existentes. Las otras 56 fueron similares a la ya existentes.
La meta de muchos: tomar como ejemplo la experiencia europea, canadiense o australiana, en donde el común denominador es la regulación de precios y la promoción de una competencia legal y equitativa entre los proveedores. Por ahora yacen tres propuestas para autorizar la reimportación de medicamentos en el Congreso norteamericano. Cabe solo esperar que los legisladores se pongan de acuerdo, proceso que puede tomar años en su debate y aprobación.
Mientras tanto, buses a ciudades fronterizas de Méjico y Canadá seguirán cruzando, y el paciente estadounidense esperando que sus acciones repercutan en una solución a largo plazo para sus necesidades. La reimportación de medicamentos seria el primer paso para contrarrestar el costo de un derecho fundamental: la salud.
 
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