MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 72  SEPTIEMBRE DEL AÑO 2004    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Reflexión del mes

Invocación
"Dios, llena mi alma de amor por el arte y por todas las criaturas.
Aparta de mí la tentación de que la sed
de lucro y la búsqueda de la gloria me influencien en el
ejercicio de mi profesión.
Sostén la fuerza de mi corazón para que esté siempre dispuesto a servir al pobre y al
rico, al amigo y al enemigo, al justo y al injusto.
Haz que no vea más que al hombre en aquel que sufre.
Haz que mi espíritu permanezca claro en toda circunstancia: pues grande y sublime es la ciencia que tiene por objeto conservar la salud y la vida de todas las criaturas.
Haz que mis enfermos tengan confianza en mí y en mi arte y que sigan mis consejos y prescripciones.
Aleja de sus lechos a los charlatanes, al ejército de parientes con sus mil consejos y a los vigilantes que siempre lo saben todo; es una casta peligrosa que hace fracasar por
vanidad las mejores intenciones.
Concédeme, Dios mío, indulgencia y paciencia con los enfermos obstinados y groseros.
Haz que sea moderado en todo, pero insaciable en mi amor por la ciencia.
Aleja de mí la idea de que lo puedo todo.
Dame la fuerza la voluntad y la oportunidad de ampliar cada vez más mis conocimientos, a fin de que pueda procurar mayores beneficios a quienes sufren.
Amén!”
Moisés Ben-Maimónides, el Español (Córdoba, España, 1135 - El Cairo 1240)
El pensador judío cordobés más universal. Su obra es amplia y variada, con escritos en árabe y en hebreo (tratados médicos, escritos teológicos y filosóficos). Fue llamado “El señor de los perplejos”, por su obra "Guía de los perplejos". Traducida a muchos idiomas, es una obra cumbre de la filosofía medieval, en la que se sintetizan y concilian la fe religiosa y la teología con el pensamiento de Aristóteles. Se le atribuye esta sentencia:
"Si Doctores más sabios que yo quieren ayudarme a entender, concédeme Señor el deseo de aprender de ellos, pues el conocimiento para curar no tiene límites".

 

El utilitarismo y la Ley 100
Ramón Córdoba Palacio, MD elpulso@elhospital.org.co
Uno de los conceptos fundamentales del utilitarismo es el que lo propuesto tenga algún elemento de eficacia, y aunque intrínsecamente las acciones que impliquen su puesta en marcha carezcan de sentido ético, dicho proyecto debe llevarse a cabo, pues el aparente progreso no puede detenerse ante “principios éticos antiguos”, ante “tradiciones pasadas” que deben dar paso a las innovaciones que abren caminos de avanzada. De esta aparente racionalidad y justicia está impregnada la Ley 100 de 1993 que hoy rige la atención médica en nuestro desorientado país.
¿Y es que tiene alguna utilidad verdadera para los pacientes, para el común de los colombianos, la tan pregonada Ley 100? Lo que proclaman a los cuatro vientos sus creadores y defensores es que el “cubrimiento” en salud se acrecentó para un considerable número de personas que no tenían acceso al sistema de salud -y hace poco anunciaban el incremento en cerca de dos millones más- pero ocultan las deficiencias que dicho cubrimiento trae consigo y cómo, en última instancia, sólo contribuye a que unos pocos dueños de las instituciones comerciales que la misma Ley creó y protege, acrecienten los ingresos a sus arcas particulares. Son entidades comerciales, no entes de salud, y su función primordial es producir ganancias económicas y no salud, contrasentido lógico de la Ley que las creó, pero que enmascaró sagazmente con la apariencia de igualdad y solidaridad en la prestación del cuidado de la salud, por lo tanto en la salvaguardia de la existencia de los colombianos. Es una de las tácticas del utilitarismo: crear sutilmente apariencias de racionalidad y solidaridad.
No, no es útil para el paciente, porque quienes dirigen estos comercios de salud han fijado arbitrariamente tiempo a la duración del acto médico -15 minutos por paciente-desvirtuando así la esencial misión del profesional de la medicina; porque limitan también arbitrariamente las posibilidades del honesto empleo de exámenes para-clínicos que orienten la labor de éste; porque fijan precio a los tratamientos adecuados, porque en las puertas de estos comercios de atención médica fallecen enfermos, porque “el Sisbén” no es de este municipio, o porque no aparece su nombre en pantalla o porque no fue debidamente remitido, etc. Pero esto se calla en el despliegue propagandístico del sistema de salud.
Entonces, ¿para quién o para quiénes sí es útil la malhadada Ley 100? Es útil, y muy útil, para los políticos demagogos, populacheros, que con el ánimo de conseguir votos muestran la aparente pero falsa bondad de una ley que desconoce la dignidad del paciente y lo convierte en simple objeto de explotación comercial, que se inspira en el capitalismo salvaje -como lo denominó Juan Pablo II-, en el cual el contenido ético de las acciones debe ceder al progreso económico, sin importar que la mercancía sea el ser humano. Es útil para los orientadores del gobierno estatal que en forma engañosa se liberaron de la obligación inherente a su misión de cuidar de la vida, de la salud, de la honra y de los bienes de todos los colombianos. Es útil, y muy útil, para quienes con la protección de la ley explotan comercialmente la existencia y la salud de sus conciudadanos, acrecentando en forma ostensible sus ganancias económicas, meta de su actividad. Es útil también para los doctores que hicieron de las estadísticas y de los lucros en dinero la meta de su actividad, olvidando las reales situaciones de la salud de cada paciente.
Una vez más, insisto, es necesario no olvidar que la misión esencial del profesional de la medicina es el bien del paciente, y que de esta misión no debe desviarlo ninguna otra consideración. Además, para ser fieles a los pacientes y a nuestra profesión, debemos informarlos sin ambigüedades de los nefandos engaños que oculta la Ley 100 tras la apariencia de igualdad, solidaridad y libertad en el área de la salud.
 
Bioética
¿De cuál perspectiva bioética se habla?

Carlos Alberto Gómez Fajardo, MD - elpulso@elhospital.org.co
Existen diversas corrientes de pensamiento que ejercen su influencia en el modo de afrontar los problemas bioéticos. La bioética propone una metodología sobre el actuar concreto del hombre en lo que atañe a la salud y la vida. A fin de cuentas, la ética explica las acciones libres del hombre, con lo que se pone en operación un determinado sistema axiológico para la calificación de los actos humanos como buenos y deseables, o desacertados, injustos o censurables. Y no siempre coinciden aquellos sistemas de valor.
Cada una de las perspectivas contiene su arquitectura conceptual-filosófica, y tiene una mayor o menor incidencia en los campos académicos, políticos o prácticos, de las diversas profesiones. Por supuesto, no faltan aquellos que disfrutan de un cierto renombre en la disciplina y que sostienen, con mayor o menor habilidad racional, que es lo mismo lo malo que lo bueno, que todo da igual, que nadie tiene “derecho” a calificar o a juzgar nada, que todo es relativo, como los retóricos a quienes Sócrates incomodó. Hay variedad en este bosque urbano de inicios de siglo, incluyendo los agnosticismos de las edades presocráticas, hoy también comunes.
Tiene utilidad, para quien quiera aproximarse de modo ordenado al estudio de la bioética, un intento de organización de estos diversos modos de afrontar la problemática. A modo de resumen, va esta referencia a una nota de valor didáctico fundamental: “Las seis versiones de la Bioética”, (J. Núñez García, revista “Persona y Bioética”, No. 4 Junio-Septiembre 1998 pp. 1-61). Para este autor, puede hablarse de seis versiones: 1. Utilitarismo, 2. Enciclopedismo, 3. Ética kantiana, 4. Nietszche, 5. Opción fundamental y 6. Antropología filosófica. Unas breves palabras sobre ellas:
- Utilitarismo: Se propone un nivel de igualdad entre los conceptos felicidad, utilidad y placer. Lo útil, que constituye el sumo bien, se reduce a lo sensible, a lo material. Tendencia a la matematización y maximización de lo útil. De acuerdo con empirismo, materialismo y positivismo. J. Stuart Mill y J. Bentham. Eticas de la “calidad de vida”.
- Enciclopedia: Pensamiento ilustrado, liberalismo francés del siglo XVIII; autonomía de la razón, supervaloración de la libertad individual. La razón es fundamento del hombre, de sí mismo y de todo. Antecedentes: Voltaire, Rousseau. La verdad dialógica de la democracia es la fuente de los valores; propuestas de éticas de “mínimos”.
- Ética Kantiana: Se funda en la razón y el deber; defiende la validez universal de los imperativos categóricos. La autonomía es exigencia de la dignidad del hombre.
- Nietzsche: Aniquilación de la moral. El ultra-hombre, creador de valores, después de la muerte de Dios. La vida es voluntad de poder.
- Opción Fundamental: Proporcionalismo, consecuencialismo. Advertencia sobre el carácter deshumanizante de los nuevos dioses que aparecen en escena: el bienestar y el trabajo. Reflexión sobre el problema antropológico, con consecuencias y autores muy divergentes.
- Antropología Filosófica (Realismo Personalista): Afirmación del valor digno de toda vida humana. La conciencia no crea, sino que descubre las normas objetivas de moralidad. Afirmación de la persona humana, centro de decisión, y a la vez, responsable. Relación estrecha entre Libertad y Responsabilidad. El ser humano, ser corpóreo, es unidad cuerpo-espíritu, con apertura a la trascendencia. Principios de la autonomía justa y de la solidaridad-subsidiariedad. Algunos antecedentes: Kierkegaard, Marcel, Scheler; Mounier, Maritain, Marías.
Pues bien. Hay expertos en la disciplina de la bioética que sostienen las más encontradas concepciones, teorías y afirmaciones; algunas de ellas, disparates; otras que llegan a ser tragedias e injusticias aprobadas por ley. Puede tener valor didáctico para el lector en estos temas estar alerta y reconocer una realidad: algunas de ellas tienen solidez en sus procesos de raciocinio y fundamentación, otras con evidentes puntos débiles e intenciones ideológicas muy específicas, tanto en su fundamentación filosófica como en sus salidas a problemas concretos.
En este tema se requiere sindéresis, según el diccionario: discreción, capacidad natural para juzgar rectamente; y se exige también conocimiento de los antecedentes histórico-filosóficos. Sin ellos es difícil decir algo coherente, y se corren además, grandes peligros, sobre los cuales, por lo menos, hay que estar al tanto 6
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-

 











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