Iván Darío Vélez, director del Pecet,
recuerda por ejemplo que tras la muerte trágica de
Edison Correa, tuvieron que diseñar protocolos de seguridad
en asocio con la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de
la UdeA, para que el investigador, además de
su conocimiento en el estudio de insectos, parásitos,
de la gente y de la atención de enfermos, tuviera claro
como minimizar los riesgos en zonas complejas, que supiera
que hacer si hay un campo minado, cómo enfrentar los
actores armados.
Para los integrantes del Pecet se convirtió en otro
tema de estudio obligatorio. Después de todo, las enfermedades
tropicales y aquellas transmitidas por vectores (insectos),
que son objeto de estudio por parte de este centro de investigaciones,
están en zonas rurales, zonas selváticas,
como la Malaria, la Leishmaniasis la Fiebre Amarilla, el Mal
de Chagas
.y justamente en esas zonas rurales donde se
da la transmisión de estas enfermedades se dan los
conflictos sociales mucho más fuertes: la guerra, los
cultivos ilícitos, las extracciones de oro.
El director del Programa también advierte moderadamente
que hoy en día, si no hay más investigaciones
es porque no hay recursos, no porque el investigador le de
miedo o no pueda ir a las regiones por el conflicto. Tenemos
gente muy buena, formada en las mejores universidades del
mundo, con todas las ganas de trabajar por el país,
pero encuentran las puertas cerradas porque no hay dinero.
Los dineros de Colciencias son muy poquitos.
En la actualidad investigadores del Pecet tienen presencia
en regiones históricamente consideradas zonas
rojas como Los Montes de María, algunos municipios
de Antioquia, Córdoba, Sucre y Bolívar. Tenemos
presencia en Chocó, en Caldas, en Amazonas y vamos
a empezar trabajo en el Meta. Las condiciones sí han
venido cambiando y hemos podido trabajar. Pero lo que tendría
que hacer el gobierno nacional es tratar de fomentar la investigación
financiándola, sostiene Vélez.
Colombia: un diagnóstico por
realizar
En materia de enfermedades tropicales, Colombia
es un país potencialmente endémico, señala
Sara María Robledo, coordinadora del Centro de Investigación
para el Desarrollo de Productos, Medicamentos, Vacunas y Test
diagnósticos para Enfermedades Tropicales Cidepro.
El objetivo de este Centro es el desarrollo de medicamentos
y diagnósticos para las llamadas enfermedades tropicales
desatendidas, llamadas así debido a su poca atención
por los sistemas de salud. Muchas de estas enfermedades
se encuentran presentes en las poblaciones más pobres,
en zonas rurales remotas, barrios suburbanos marginales o
zonas de conflicto. Se trata de un grupo de 17 enfermedades
de las cuales se cree que 14 están en Colombia,
expresa Robledo.
Al respecto, en Colombia, según los registros estadísticos
del Sistema de Vigilancia y Análisis del Riesgo en
Salud Pública Sivigila- del Instituto Nacional de Salud,
en 2016 se reportaron 226.105 pacientes atendidos por enfermedades
tropicales. Sin embargo, el Sivigila solo reportó casos
de Zika (64.833 casos); Malaria (89.078 casos); Dengue (48.156);
Chicungunya (9.153).
En menor medida aparecen enfermedades como la Leishmaniasis
(11.990 casos); el Mal de Chagas (906) y la Lepra (390). Departamentos
como Antioquia, Santander, Norte de Santander, Valle del Cauca,
Huila, Tolima, Caquetá y Boyacá aparecen como
los de mayor número de casos registrados en cada una
de estas enfermedades.
Pero en materia de enfermedades tropicales el subregistro
es bastante elevado. El estimado para toda América
Latina es que solo cuatro de cada diez pacientes que padece
cualquiera de esta enfermedades es reportado, sostiene
la doctora Robledo quien agrega que el otro factor que no
mide los registros es la llamada carga de la enfermedad.
Son pacientes que no tiene acceso al mundo laboral,
son enfermedades que producen incapacidad, hay enfermedades
que estigmatizan como la Leishmaniasis, donde la gente no
consulta porque sienten que los van a tildar de guerrilleros
y los meten a la cárcel, lo mismo pasa con la Malaria
y otras enfermedades. El número de pacientes enfermos
y los años de vida perdidos por discapacidad son muy
altos, declara.
Por ello, al visualizar el futuro de la investigación
científica en el campo de las enfermedades tropicales,
en un país que haya logrado superar las condiciones
de conflicto armado, la doctora Robledo manifiesta un moderado
optimismo: si las misiones médicas pueden viajar
a las regiones antes conflictivas, será muy provechoso
porque se avanzará en los diagnósticos, en los
estudios, pero eso no lo es todo. Si el fin del conflicto
no viene acompañado de políticas públicas
de salud, se puede acabar la guerra y no pasará nada.
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