MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 222  MARZO DEL AÑO 2017    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 


Financiar investigaciones: el reto del país en materia de enfermedades tropicales
Ricardo Cruz, Periodista elpulso@sanvicentefundacion.com
La posibilidad de que las investigaciones sobre enfermedades tropicales experimenten un avance por cuenta de la terminación del conflicto armado es real; sin embargo, el verdadero reto para el país en esta materia será fortalecer los centros de investigación mediante financiación “estable y duradera”.
Fueron cuatro las personas que perdieron la vida ese 13 de septiembre de 1998. Los hechos ocurrieron en el municipio de La Hormiga, Putumayo, justo en momentos en que la guerra entre guerrillas, paramilitares y fuerzas del Estado amenazaba con incendiar media Colombia.
Edison Correa, estudiante que realizaba prácticas en el Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales Pecet- de la Universidad de Antioquia, se había desplazado hacia este departamento del sur del país para unirse a Marcos Pérez, Carlos Andrés Pérez y Luis Arturo Álvarez, funcionarios de la Secretaría de Salud de Putumayo, con quienes avanzaría en investigaciones para el tratamiento de enfermedades tropicales.
Aún hoy no existe una versión completa que explique qué pasó. Solo se sabe que el grupo de investigadores se encontraba realizando labores de fumigación y erradicación de la Malaria, cuando fueron retenidos por un grupo armado. Sus cuerpos sin vida aparecieron dos días después en zona despoblada a las afueras de La Hormiga.

Iván Darío Vélez, director del Pecet, recuerda por ejemplo que tras la muerte trágica de Edison Correa, tuvieron que diseñar protocolos de seguridad en asocio con la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la UdeA, “para que el investigador, además de su conocimiento en el estudio de insectos, parásitos, de la gente y de la atención de enfermos, tuviera claro como minimizar los riesgos en zonas complejas, que supiera que hacer si hay un campo minado, cómo enfrentar los actores armados”.
Para los integrantes del Pecet se convirtió en otro tema de estudio obligatorio. Después de todo, las enfermedades tropicales y aquellas transmitidas por vectores (insectos), que son objeto de estudio por parte de este centro de investigaciones, “están en zonas rurales, zonas selváticas, como la Malaria, la Leishmaniasis la Fiebre Amarilla, el Mal de Chagas….y justamente en esas zonas rurales donde se da la transmisión de estas enfermedades se dan los conflictos sociales mucho más fuertes: la guerra, los cultivos ilícitos, las extracciones de oro”.
El director del Programa también advierte moderadamente que “hoy en día, si no hay más investigaciones es porque no hay recursos, no porque el investigador le de miedo o no pueda ir a las regiones por el conflicto. Tenemos gente muy buena, formada en las mejores universidades del mundo, con todas las ganas de trabajar por el país, pero encuentran las puertas cerradas porque no hay dinero. Los dineros de Colciencias son muy poquitos”.
En la actualidad investigadores del Pecet tienen presencia en regiones históricamente consideradas “zonas rojas” como Los Montes de María, algunos municipios de Antioquia, Córdoba, Sucre y Bolívar. “Tenemos presencia en Chocó, en Caldas, en Amazonas y vamos a empezar trabajo en el Meta. Las condiciones sí han venido cambiando y hemos podido trabajar. Pero lo que tendría que hacer el gobierno nacional es tratar de fomentar la investigación financiándola”, sostiene Vélez.
Colombia: un diagnóstico por realizar
“En materia de enfermedades tropicales, Colombia es un país potencialmente endémico”, señala Sara María Robledo, coordinadora del Centro de Investigación para el Desarrollo de Productos, Medicamentos, Vacunas y Test diagnósticos para Enfermedades Tropicales Cidepro.
El objetivo de este Centro es el desarrollo de medicamentos y diagnósticos para las llamadas enfermedades tropicales desatendidas, llamadas así debido a su poca atención por los sistemas de salud. “Muchas de estas enfermedades se encuentran presentes en las poblaciones más pobres, en zonas rurales remotas, barrios suburbanos marginales o zonas de conflicto. Se trata de un grupo de 17 enfermedades de las cuales se cree que 14 están en Colombia”, expresa Robledo.
Al respecto, en Colombia, según los registros estadísticos del Sistema de Vigilancia y Análisis del Riesgo en Salud Pública Sivigila- del Instituto Nacional de Salud, en 2016 se reportaron 226.105 pacientes atendidos por enfermedades tropicales. Sin embargo, el Sivigila solo reportó casos de Zika (64.833 casos); Malaria (89.078 casos); Dengue (48.156); Chicungunya (9.153).
En menor medida aparecen enfermedades como la Leishmaniasis (11.990 casos); el Mal de Chagas (906) y la Lepra (390). Departamentos como Antioquia, Santander, Norte de Santander, Valle del Cauca, Huila, Tolima, Caquetá y Boyacá aparecen como los de mayor número de casos registrados en cada una de estas enfermedades.
Pero en materia de enfermedades tropicales el subregistro es bastante elevado. “El estimado para toda América Latina es que solo cuatro de cada diez pacientes que padece cualquiera de esta enfermedades es reportado”, sostiene la doctora Robledo quien agrega que el otro factor que no mide los registros es la llamada “carga de la enfermedad”.
“Son pacientes que no tiene acceso al mundo laboral, son enfermedades que producen incapacidad, hay enfermedades que estigmatizan como la Leishmaniasis, donde la gente no consulta porque sienten que los van a tildar de guerrilleros y los meten a la cárcel, lo mismo pasa con la Malaria y otras enfermedades. El número de pacientes enfermos y los años de vida perdidos por discapacidad son muy altos”, declara.
Por ello, al visualizar el futuro de la investigación científica en el campo de las enfermedades tropicales, en un país que haya logrado superar las condiciones de conflicto armado, la doctora Robledo manifiesta un moderado optimismo: “si las misiones médicas pueden viajar a las regiones antes conflictivas, será muy provechoso porque se avanzará en los diagnósticos, en los estudios, pero eso no lo es todo. Si el fin del conflicto no viene acompañado de políticas públicas de salud, se puede acabar la guerra y no pasará nada”.

 
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