MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 222  MARZO DEL AÑO 2017    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

La autonomía médica está de moda por estos días en el Sistema de Salud, y lo está por muchas razones. Habría que empezar por decir, que desde el momento mismo en que el Sistema de Salud pasó a manejarse dentro de un modelo de aseguramiento general con más estrictos mecanismos de gerenciamiento que antes, entraron en conflicto inmediato los médicos por un lado, y las aseguradoras y el gobierno por el otro.
En general los médicos -y demás profesionales de la salud- rechazan lo que han entendido como una injerencia inadecuada en su práctica médica de parte de auditores y reguladores, argumentando que como profesionales liberales que son no tienen por qué estar bajo la lupa de terceros, mucho menos si estos no son sus pares. Así mismo, ha habido una enorme resistencia de los profesionales de la salud, particularmente de especialistas y sub-
especialistas paraadoptar y seguir guías y protocolos de manejo, aduciendo muchas veces a que en realidad son formulismos y camisas de fuerza que limitan su práctica médica, con el objeto único de controlar costos. También han dicho muchos profesionales de salud que cuando en su práctica médica un tercero se pone en medio de ellos y sus pacientes, se incrementan los costos de la atención y aparece una odiosa intermediación que muchos profesionales de salud quisieran erradicar.
Las aseguradoras y el gobierno han pensado otra cosa. De acuerdo con su visión, el médico requiere de cierto control y seguimiento -lo mismo que los demás profesionales de la salud-, pues muchos pudieran ser proclives a incurrir en costos altos en la atención, a prescribir tratamientos que tal vez no siempre tienen una buena relación de costo-beneficio para el paciente, además de que, su ejercicio profesional debe estar acorde con evidencia científica estandarizada. Aseguradoras y gobierno han mostrado una preocupación constante por la contención de costos, y para ello han implementado mecanismos de control que les permite mantener el gasto médico a raya, de manera que no se salga de control la operación de aseguramiento. Finalmente, han insistido que la existencia de un tercer pagador -en este caso el asegurador- promueve la disminución de los costos y que efectivamente lo logra.
Y desde esos dos puntos, podría decirse que en muchos casos ha habido un corrimiento de cada una de esas posiciones hacia sus extremos, imposibilitando cualquier diálogo, y por qué no, incurriendo incluso en abusos y exageraciones.
Bueno, ante esa discusión perenne, la Ley Estatutaria de Salud (Ley 1751 de 2015) pone la autonomía médica como uno de los pilares centrales del Sistema de Salud, indicando de manera textual en su artículo 17 sobre Autonomía profesional que: "Se garantiza la autonomía de los profesionales de la salud para adoptar decisiones sobre el diagnóstico y tratamiento de los pacientes que tienen a su cargo. Esta autonomía será ejercida en el marco de esquemas de autorregulación, la ética, la racionalidad y la evidencia científica. Se prohíbe todo constreñimiento, presión o restricción del ejercicio profesional que atente contra la autonomía de los profesionales de la salud, así como cualquier abuso en el ejercicio profesional que atente contra la seguridad del paciente. La vulneración de esta disposición será sancionada por los tribunales u organismos profesionales competentes, y por los organismos de inspección, vigilancia y control en el ámbito de sus competencias".
Parece entonces que los médicos y demás profesionales de la salud tienen en la Ley Estatutaria de Salud un reconocimiento que entrega autonomía a quien la requiere, y a quien se supone que es quien está capacitado para ofrecer atención médica integral a los pacientes. Haciendo un paralelismo, si a un piloto de Fórmula 1 le entregan una licencia para manejar semejante tipo de máquina, es de esperarse que lo dejen sentarse solito al volante y que salga y ponga el bólido a 300 Km por hora, pues es precisamente para eso que está diseñado ese vehículo, y es para eso que el piloto fue entrenado.
Pero el ejemplo no estaría completo -y el desastre no se haría esperar-, si no dijéramos también, que el piloto de carreras no puede hacer lo que le venga en gana, aún él sea el único que pueda manejar semejante potencia. Tiene que seguir una serie de protocolos, atender indicaciones, parar en pits cuando se lo ordenan, ahorrar combustible, y claro, seguir las señales y la línea de la pista. Ser cuidadoso y responsable.
Así que la licencia de autonomía que les reconoce la Ley Estatutaria a los médicos, debe ser ejercida con responsabilidad y con tino. Recuérdese que la Ley indica que su ejercicio médico debe atenerse a la autorregulación, a la ética, a la racionalidad y a la evidencia científica, cuatro principios de acción que dan para un largo análisis, cada uno.
Igualmente la Ley indica en un parágrafo del mismo artículo 17 que, "Queda expresamente prohibida la promoción u otorgamiento de cualquier tipo de prebendas o dádivas a profesionales y trabajadores de la salud en el marco de su ejercicio laboral, sean estas en dinero o en especie por parte de proveedores, empresas farmacéuticas, productoras, distribuidoras o comercializadoras de medicamentos o de insumos, dispositivos y/o equipos médicos o similares".
Así que la norma, aunque le reconoce a los médicos que deben ser autónomos, también establece parámetros para imponer una serie de reglas y regulaciones que aseguren que las cosas no se van a desbocar -y hay casos que muestran que eso ha sucedido en el pasado-. Como en el ejemplo del piloto de la F1 arriba descrito, la Ley anuncia que la autonomía médica no significa total soberanía y desconexión de las realidades del Sistema de Salud, de las necesidades de los pacientes, y de un ejercicio comprometido de la profesión.
En resumen, sí, los médicos tienen el reconocimiento a su autonomía para el ejercicio de su profesión, pero también tienen en su conjunto un enorme reto: ejercerla con responsabilidad.
 
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