MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 10    No. 134  NOVIEMBRE DEL AÑO 2009    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 


Dosis mínima:
fina frontera entre salud y libertad
Juan Carlos Arboleda Z. - elpulso@elhospital.org
Luego de 6 intentos del actual gobierno por legislar el tema (5 proyectos de ley y una pregunta en el referendo), cursa ahora en el Congreso de la República un proyecto de Acto Legislativo para prohibir el porte y consumo de la dosis personal de sustancias psicoactivas; el proyecto superó 5 debates de los 8 requeridos para convertirse en modificación a la Constitución Política, y su trámite llevó a que senadores adeptos al gobierno lo tilden de “situación vergonzosa”, según Armando Benedetti.
El representante por la U, Nicolás Uribe, ponente del proyecto, afirma que se busca “manejar el consumo como un asunto de salud pública y al adicto como un enfermo que requiere tratamiento, previo consentimiento del involucrado”.
Se parte de la prohibición de la posesión como mecanismo persuasivo que desestimule el consumo, y según la lógica del gobierno, será una herramienta contra el micro-tráfico. La iniciativa oficial pretendía tratar punitivamente el porte y con-sumo de estupefacientes, pero con el paso de los debates se transformó y se revistieron los argumentos con eufemismos: no se habla de penas de prisión sino de “imposición de sanciones terapéuticas que impliquen limitaciones al derecho a la libertad de manera temporal en instituciones adaptadas para ello”.
El trámite del proyecto no fue liderado por el Ministerio de la Protección Social, sino por el del Interior y Justicia, lo cual desvirtúa el discurso del gobierno cuando afirma que los adictos deben ser tratados como enfermos. Por el contrario, el ministro de la Protección Social, Diego Palacio, reconoce la falta de recursos para financiar una gran estrategia de prevención y rehabilitación: "Es un tema muy costoso y con muy poca efectividad. Cerca del 90% de los costos que se invierten en tratamientos de la drogadicción no tienen ningún tipo de efecto: sólo dos de cada 10 personas tratadas en cualquier sitio del mundo, logran algún tipo de recuperación; sin embargo, elevar la prohibición del consumo a nivel constitucional, es un paso para que la sociedad empiece a rechazarlo".
El proyecto incluía la propuesta de crear tribunales de tratamiento conformados por jueces y fiscales, junto con profesionales de la salud, que según el Ministerio del Interior trabajarían bajo una “filosofía de protección coactiva, para acompañar integralmente al consumidor de drogas ilícitas, ayudándole a tomar conciencia de los efectos de su consumo y de la necesidad de un tratamiento terapéutico, tanto para consumidores ocasionales como para aquellos que tengan dependencia crónica o adictiva …Los tribunales harán parte de una política de monitoreo al consumo, de manera que puedan tomarse las medidas necesarias para proteger al consumidor y a la sociedad”. Estos tribunales fueron fuertemente criticados y generaron indignación ciudadana, de ahí que en el último debate fueran excluidos. El ministro de Justicia, Fabio Valencia, intentó mostrar que los tribunales asumirían el papel de la educación en beneficio de los “enfermos”, que ahora deberían enfrentar jueces, fiscales, médicos, psicólogos, trabajadores sociales y tribunales. Un editorial de El Espectador, señaló: “Estos tribunales pasarán a la historia como un claro intento de ingeniería social para monitorear el comportamiento de los ciudadanos que no van con la mayoría”.
Otro concepto eufemístico es el de “filosofía de protección coactiva”, que contradice la “voluntariedad” que supuestamente trae la reforma. El ministro Valencia afirmó: “Los tribunales de tratamiento tienen como principio fundamental la voluntariedad”, pero en el Consejo comunal de Popayán declaró: “Lo que se trata es de proteger a la propia persona en su integridad, aún en contra de su propia voluntad”, yendo en contravía del concepto de la Corte Constitucional del libre desarrollo de la personalidad y de la libre elección.
Desde cifras oficiales: inviabilidad de la propuesta
La propuesta surgió de la preocupación por las cifras de la encuesta de Consumo de Drogas Ilícitas -investigación de la Dirección Nacional de Estupefacientes-, con apoyo de la ONU, Estados Unidos y la CICAD/OEA, que muestran que en el país uno de cada diez colombianos ha consumido drogas, 1,6 millones marihuana y de ellos 450.000 en el último año. El ministro de justicia insiste en que “se les va a decir a las personas que consumen que el Estado facilita gratuitamente un tratamiento; este proyecto prohíbe el consumo y el porte pero no penaliza, porque considera al adicto como un enfermo”.
Surgen varias preguntas: ¿Con cargo a quién se harán los tratamientos? ¿En qué instituciones se adelantarán si las especializadas son muy pocas, y las dedicadas a salud mental sufren profundas crisis por falta de financiación? ¿Se reformará el POS? El comisionado de la CRES, Heriberto Pimiento, manifestó que por ahora no es posible mejorar los contenidos relacionados con la salud mental, debido a la necesidad de cuidar la sostenibilidad financiera del sistema.
Por su parte el doctor Francisco Sierra, coordinador asistencial de la ESE CARISMA, dedicada al tratamiento de adicciones en Antioquia, mencionó que la Sentencia T-760 de la Corte Constitucional al exigir que a las personas con problemas adictivos se les dé tratamiento previo concepto de los Comités Técnico-Científicos, llevó casi al colapso a su institución, debido al aumento de la demanda: “El país no tiene cómo atender con tratamiento ese volumen de personas”. Y agregó: “Puede haber muchas instituciones de atención, ¿pero cuántas están habilitadas como centros de tratamiento de adicciones y que puedan ser receptoras de esta demanda? Muchos centros no se han habilitado como instituciones de salud y su trabajo lo hacen con esquemas de tipo educativo y social”.
A la par de la reforma constitucional
sobreporte de estupefacientes, en el Congreso
cursa una ley antinarcóticos que incluye
expedición de certificados de Icontec para
“empresas libres de drogas”.
Aún no está claro si se harían pruebas a los
empleados,lo que iría en contravía
de los mínimos derechos a las
libertades individuales.

La encuesta citada muestra que 12,2% de los colombianos consume alcohol y 20% de los menores entre 12 y 17 años lo han tomado, cifras significativamente mayores, pero el alcohol es fuente de finanzas para el Estado, lo que para algunos es un juego de doble moral. Además, investigaciones anteriores del Cicad han sido cuestionadas: en 2005, el director del Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad Nacional, Tomás León Sicard, descalificó por inconsistente un estudio que indicaba la inocuidad del glifosato.
Además: en abril de 2007 el gobierno expidió la Política nacional para la reducción del consumo de sustancias psicoactivas y su impacto. La pregunta es: ¿Sirvió? Si el proyecto de ley actual no busca ser punitivo, ¿por qué no se incluyen los objetivos que ahora se buscan en la política? ¿Y por qué se hace necesaria una reforma constitucional?
Constitucionalidad y la Corte
La Corte Constitucional ha defendido las libertades individuales por sobre la prohibición de la dosis mínima. Por ello, esta vez el gobierno hizo una variación legal: no busca reformar el artículo 16 de la Constitución (libre derecho de la personalidad), sino el 49 (atención en salud y saneamiento ambiental). “Siguiendo la jurisprudencia de la Corte Constitucional, la iniciativa de Acto Legislativo no estará encaminada a la imposición de un modelo de virtud u opción de vida, sino que buscará desarrollar medidas de protección coactiva”, aseguró el ministro Valencia, dejando en una ley su reglamentación.
Sin embargo, la posición de las Cortes ha sido unánime; recientemente, la Corte Suprema de Justicia sentenció que la posesión y el uso personal de drogas no es un delito: ”Desde que el ejercicio de los derechos íntimos y personales no afecten los ajenos y no produzcan daño o peligro de menoscabo al bien jurídico de la salud pública, no le incumbe al derecho penal este tipo de casos, pues se trata de un comportamiento que corresponde al exclusivo ámbito de la libertad individual”, y agregó una frase posiblemente lapidaria para el proyecto: “Llevar consigo dosis personal o de aprovisionamiento de sustancias estupefacientes, no es penalizable".
El fondo del asunto fue consignado en 1994 en la Sentencia C-221 que despenalizó el porte en Colombia. La Corte señaló en ese entonces: “Reconocer constitucionalmente el libre desarrollo de la personalidad, pero al mismo tiempo fijarle límites a capricho del legislador, es un truco ilusorio para negar lo que se afirma, y equivale a manifestar: Usted es libre para elegir, pero sólo para elegir lo bueno, y qué es lo bueno, se lo dice el Estado”. Y agregó “el Estado no puede asumirse como dueño y señor de la vida de las personas cuya conducta rige, arrogándose el papel de Dios, más allá de la órbita del Derecho, interviniendo a través de castigos para comportamientos que sólo atañen al individuo y su facultad de decidir sobre su personalidad”.
Ahora, el representante a la cámara Tarquino Pacheco, de Cambio Radical, afirmó: “Este proyecto no afronta las raíces del problema social y es un exabrupto constitucional, pues al paso que vamos se van a prohibir las relaciones sexuales para evitar el sida, o se prohibirá el roce personal porque contagia la gripa".
Una propuesta en contravía
Si se pretende manejar la drogadicción desde la salud pública, el país marcha en contravía de las tendencias mundiales; en Colombia no se consideran las implicaciones que tiene para el consumidor dejar la dosis mínima. El doctor Sierra plantea que el proyecto profundiza el concepto de la fármaco-dependencia como enfermedad, pero desde el punto de vista de su estigmatización, lo que restringe su tratamiento a instituciones especializadas, descartando otras opciones: “La atención de adicciones se debe dar desde la Atención Primaria en Salud, y no dejarlo hasta cuando el adicto toca fondo; mientras más temprano atendamos, más rápida y efectiva será la recuperación”.
Además, un tratamiento efectivo de adicciones implicaría una transformación sustancial del POS, insuficiente para la atención en salud mental. “La Corte Constitucional habla de tratamientos integrales, que más que de un protocolo, dependen de las circunstancias de cada paciente; en la fármaco-dependencia, quienes consultan lo hacen muchas veces desde la cronicidad y la alta complejidad, con componentes sociales, sicológicos y orgánicos. Es muy difícil encerrar su atención a los límites del POS”, dice el doctor Sierra.
El problema de la propuesta del gobierno, es el foco del asunto. Al tratar una persona diabética, no se ataca al azúcar como causa, sino que se atiende un paciente con un problema con una sustancia, agrega el doctor Sierra: “Con las adicciones se ataca la sustancia y no se aborda el proceso de atención. Se parte del siguiente razonamiento: si hay adictos es porque hay sustancia, si restringimos la sustancia el problema se minimiza o acaba. ¿Entonces por qué no hacemos lo mismo con la hipertensión, penalizando el consumo de sal? Cualquier tratamiento debe enfocarse en la atención del individuo, pero no es restringiendo la sustancia como vamos a solucionarlo, sino con intervención a la persona, y programas de promoción y prevención desde la primera infancia”.
El hombre y las drogas han coexistido siempre: la morfina es útil en el manejo del dolor, los benzodiacepínicos y los barbitúricos en cirugía. De ahí que no se puedan descalificar per se, sustancias que existen en la naturaleza; en las comunidades indígenas no se puede decir que el mambeo de coca generó fármaco-dependencia ni descomposición social, porque el problema no es la sustancia ni el individuo, sino su mezcla inadecuada. Para el doctor Sierra, el problema de la fármaco-dependencia aparece con la explosión de un consumismo desaforado y la mercantilización de todo, creando un escenario donde surgió la producción masiva e industrializada de sustancias psicoactivas con explosión de oferta: “El hombre ha utilizado estas sustancias toda la vida; son las condiciones sociales de consumismo lo que lleva a que la persona genere adicciones. Hay que enfocar el problema en el desarrollo social y en la concepción del mundo que se nos impone; por eso la prevención empieza enseñando nuevas formas de interrelacionarse, arraigadas en las propias capacidades, posibilidades, y en el interior y principios de las personas”.

 
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