MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 9    No. 106  JULIO DEL AÑO 2007    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Al igual que a muchos colombianos, me horroriza y llena de pena lo que viene ocurriendo en el Chocó, pero no me sorprende. Aunque en los medios masivos de comunicación esta situación se ha presentado como algo sorprendente y repentino, nada más lejano de la realidad. Tampoco es un hecho aislado. Hace mucho tiempo que los casos de corrupción y abandono en salud matizan la geografía nacional, así nos cueste reconocerlo.
El problema del Chocó es estructural, y en materia de salud se conoce hace muchos años, a pesar de varias intervenciones. Por eso, no basta con intervenir, es necesario prepararse para una acción de largo aliento, acompañada de un análisis sociológico e institucional que a mi modo de ver nunca se ha hecho con el reposo y la objetividad que hace falta.
El Chocó se caracteriza por su enorme pobreza y distancia en los indicadores de bienestar comparado con el resto del país. La proporción de población con necesidades básicas insatisfechas -NBI- alcanza el 75.3% y la proporción con pobreza del 81.5%, mientras que a nivel nacional estas proporciones son el 37,6% y 53,8%, respectivamente. La población total del Chocó es de 441.395 habitantes; de ellos, 242.062 están afiliados al régimen subsidiado (54,8%) y 37.607 (8,5%) al contributivo. La tasa de mortalidad infantil es alarmante, llegando a 36 defunciones por mil nacidos vivos y la mortalidad materna se ubica en 278.5 defunciones por mil nacidos vivos, cuando el promedio nacional es de 104.9 defunciones. La esperanza de vida es de 66,8 años de vida al nacer, inferior al promedio del país que llega a 72,2 años y el porcentaje de analfabetismo de 20,5% duplica el nivel nacional (8,5%).
Caos en salud
En términos de salud los hallazgos de la Superintendencia Nacional de Salud son muy dicientes. La principal aseguradora de ese departamento es la “Asociación Mutual Barrios Unidos de Quibdó”, que tiene casi medio millón de afiliados en todo el país y el 9,4% en Chocó; aunque su sede es Quibdó, opera desde Barranquilla. La Superintendencia señala que esta entidad incumple el margen de solvencia, que no acredita el patrimonio mínimo para administrar recursos del régimen subsidiado e incumple los estándares de calidad y suficiencia de la red de prestadores, presentándose que muchos tienen sus habilitaciones vencidas. También señala que esa entidad carece de un sistema de referencia y contrarreferencia, que la contabilidad no posee soportes como por ejemplo en el 2006, que los recursos no son manejados en las fiducias que exige la ley, que no hay base de datos de afiliaciones, registros, autorizaciones y novedades. En 4 de los 15 municipios en donde tiene afiliados, tampoco hay oficina de atención al usuario.
La situación del principal hospital chocoano, el San Francisco de Asís, no es mejor. No cumple estándares de calidad ni habilitación, ni puede garantizar mecanismos de referencia y contrarreferencia. No hay una adecuada gestión de residuos hospitalarios ni de insumos, medicamentos ni material quirúrgico. Además, al momento de la visita de la Superintendencia, tenía embargos por $2.222 millones.
La Lotería del Chocó por su parte ha dejado de transferir $11.189 millones a la salud, carece de técnicas para el pago de premios y de contrato de impresión de billetería y tiene 8 cuentas embargadas por valor de $1.995 millones. En la administración departamental de salud, Dasalud, el sistema contable es deficiente, y según la Superintendencia no hay una posición clara frente a los embargos, porque muy curiosamente y a pesar que los recursos de la salud no deberían ser embargables, parece haber toda una coreografía para identificar muy rápidamente cuando llegan los dineros y para disponer que logren reclamarlos primero los acreedores que los usuarios, en una cadena incesante de reclamaciones. Se encuentran en Dasalud, según la Superintendencia, cosas como que el 100% de los recursos de rentas cedidas se destinan a funcionamiento cuando la ley sólo permite el 25%. Tampoco hay adecuada auditoría de cuentas presentadas por los prestadores, gestión y cobro. En los temas de contratación los problemas no son pequeños, y por ejemplo, los medicamentos se compraban a precios que superan cuatro veces el valor al cual ahora con la intervención se está comprando.
Intervención oficial
La decisión que se ha tomado en este caso, como en otras oportunidades es la única presentable: intervenir. Es una solución triste, pero que hay que apoyar. Los que hemos escuchado de las intervenciones, hace tiempo sabemos que es una medida limitada, impopular y frustrante. Mientras no haya un cambio en la cultura administrativa y el estilo de gestión, no habrá solución. Este tipo de acciones, que resultan ser una acometida de la población del interior del país, desplazada en masa sobre Chocó, experimentará cada vez más rabia y rechazo de la gente del lugar, por razones que no es necesario explicar; esto sin mencionar los escasos resultados que se pueden obtener manejando las entidades territoriales a contrapelo de los funcionarios y la población local. También es una disposición arriesgada. Sé de muchos funcionarios idóneos, que siendo interventores han terminado acosados por las denuncias y sanciones, gracias a la trampa que constituye encontrarse solo frente a multitudes que los rechazan directa o veladamente.
Por estas razones, es muy importante analizar lo que pasa en este caso. ¿Es un caso insólito y aislado, un contraejemplo de la manera como funciona la salud en Colombia? O, es por el contrario otro ejemplo más de lo que en general sucede, solo que de una forma extrema que nos disgusta porque nos cuestiona. Me inclino por lo segundo. Las enfermedades del sistema de salud chocoano no son excepcionales ni repentinas; más bien se trata de un caso extremo que no nos gusta ver. Por ejemplo, muchos hospitales públicos y privados incumplen las normas básicas de habilitación y sismo-resistencia; muchas EPS en otras partes del país no tienen una red de prestadores adecuada ni un sistema de referencia y contrarreferencia. Si eso no fuera así, no habría tantas quejas y tutelas. Los dineros no fluyen, eso lo sabemos hace tiempo. Los diarios se han mantenido llenos de historias de corrupción en el manejo de los recursos del régimen subsidiado por muchos años.
Recuerdo mucho cuando se discutía la Ley 1122 en el Congreso de la República y de las prolongadísimas controversias de cómo blindar los recursos: El FOCOS (un fondo que concentraría todos los dineros), las fiducias, controles, requisitos, etc. Sin embargo, nunca hubo una propuesta perfecta: “Inventada la norma, inventada la trampa”. Siempre se llegaba a ver que sin un trabajo sobre la cultura, la moralidad y la probidad en el manejo del sistema de salud, no hay nada qué hacer.
En suma, las cosas apuntan a la necesidad de un programa de gerencia, control social y transparencia en el manejo de los recursos y de la salud, en Chocó y en todo el país. También es necesario apoyar al gobierno en la intervención que está haciendo, sin dudarlo ni parpadear, pero además de ello hay que pedirle que ésta sea una acción sostenida que institucionalice con los mismos chocoanos, un régimen de gobierno eficiente y a largo plazo.
 
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