MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 4    NO 45   JUNIO DEL AÑO 2002    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Reporte de indígenas colombianos
En los extremos de la
desatención o la malicia


Yuly Andrea Atehortúa Mira - Periodista, Manizales

Las escasas etnias que se conservan en Colombia, padecen como los demás colombianos las deficiencias del sistema seguridad social en salud que les debería garantizar este derecho. Por ello, algunas decidieron unirse y crear ARS, EPS e IPS indígenas que consideren sus características culturales, otras exigen sus derechos con tretas maliciosas, muchas reciben poco o nada de atención del sistema de salud y otras abusan de su condición de minoría para exigir hasta lo no autorizado.

A pesar de sus beneficios constitucionales como minoría étnica, población estrato Cero y de atención prioritaria, a los indígenas colombianos se les volvió cuestión de supervivencia la pelea por sus derechos especiales y la conservación de su medicina tradicional, para enfrentar el olvido, la pobreza y la violencia. Pero esto no siempre lo hacen por la vía del derecho sino incluso por toda clase de argucias dotadas de la mejor especie de malicia que pareciera marcarlos culturalmente.
La tradición de aguante que han mantenido las etnias indígenas colombianas se observa aún hoy, cuando se han reducido al punto que sólo quedan 532.233 indígenas en todo el país (según el DANE), amenazados por la desnutrición y la tuberculosis, por la pobreza y el conflicto armado. Pero amenazados sobre todo, por el olvido de un país de mayorías que los ve de lejos, porque son otros sus rostros, sus costumbres y su idioma; que los utiliza cuando le son beneficiosos y que ahora ve como se están volcando en sus grandes urbes, a causa de la violencia que los está haciendo visibles, y donde se han convertido en más desplazados que los desplazados.
En cuanto a su estado de salud, aunque algunas comunidades se han unido en organizaciones que intentan preservar sus costumbres y hacen valer sus derechos, el Estado no les ofrece las garantías políticas suficientes para que accedan a los servicios de salud, porque no se cumple la legislación existente, que inicialmente con el decreto 1811 de 1990, estableció que los indígenas tenían el derecho de acceder a todos los servicios de salud de forma gratuita, por considerarlos los más pobres entre los pobres.
Posteriormente con la Ley 100 de 1993, buena parte de la población indígena empieza a hacer parte del régimen subsidiado; otro porcentaje muy pequeño ingresa al contributivo, constituido básicamente por los integrantes de las asociaciones indígenas ubicadas en las ciudades y los profesores indígenas que tienen capacidad de pago, mientras el resto se mantienen como vinculados o se quedan sin seguridad social en salud.
Aunque la medicina tradicional es la primera opción cuando hay brotes de enfermedad en la gran mayoría de comunidades, las "enfermedades de los blancos", como ellos llaman a las que no son causadas por agentes propios, por su mismo origen requieren ser tratadas por blancos, y es ahí cuando acceden a la medicina occidental. Eso pasa especialmente cuando se presenta afluencia de casos de enfermedades diarreicas y respiratorias agudas, tuberculosis, desnutrición, cáncer de mama y cuello uterino, y enfermedades de la piel, comunes en todos los resguardos y asentamientos de organizaciones consultadas, y que se definen como sus principales causas de mortalidad.
Antioquia: 50% subsidiados y 50% vinculados
Según Guillermo Tascón, vicepresidente de la Organización Indígena de Antioquia, OIA, de la población total de indígenas antioqueños calculada en 22.000, solo 11.000 tienen seguridad social en salud: el 50% de ellos están en el régimen subsidiado y el otro 50% están como vinculados. Al contributivo están afiliadas 40 personas. "A pesar de estar en el régimen subsidiado que depende de recursos del Estado y de las leyes existentes, cualquier servicio se los están facturando. La Ley 100 los metió a todos en el mismo costal, porque existe una total ignorancia sobre la ley para los indígenas".
Los indígenas indican que en las IPS no se les presta mucha atención: a veces tienen que caminar hasta tres días y llegar al pueblo a hacer fila para ser atendidos. En la mayoría de municipios, la calidad de la atención depende de la capacidad de gestión del cabildo; en Chigorodó por ejemplo, los indígenas llegan y son atendidos directamente por urgencias y no tienen que estar esperando ficho, pero en el Atrato Medio antioqueño la atención es nula y no tienen acceso a medicamentos. "Existe mucho desorden administrativo en los hospitales e IPS, no hay personal suficiente para atendernos, y además, los médicos y enfermeras entienden poco sus costumbres. Hay una barrera cultural que impide el entendimiento entre paciente y médico", afirmó Tascón.
A estos factores se suma uno de carácter interno en algunas comunidades, relacionado con la forma como están ejerciendo la medicina tradicional los chamanes y jaibanás. "Creemos necesario fortalecer la medicina tradicional, porque ya no se puede salir con la misma tranquilidad a las cabeceras municipales y porque hemos observado que el rol de los médicos está cambiando, algunos han perdido el sentido de su función, se han "metalizado" y sólo ven que su ayuda a la gente les puede representar ingresos. En lugar de hacer bien hacen el mal, porque un jaibaná desde la cosmovisión de los indígenas, se debe formar sólo para hacer el bien", manifestó el vicepresidente de la OIA.
Para Ana Isabel Cruz Gaviria, antropóloga de la Gerencia de Asuntos Indígenas de Antioquia, el mediar en la búsqueda de soluciones es una tarea compleja dada la difícil situación que se vive en la ciudad, especialmente en Medellín, adonde llegan casi permanentemente grupos de indígenas desde otros departamentos, los cuales también precisan atención medica en un marco de dificultades legales y de salud: llegan indocumentados (adultos y niños), con escasos niveles de alfabetización y avanzados estados de desnutrición o enfermedades respiratorias, adolecen de lugares seguros y limpios donde alojarse o donde puedan recibir tratamiento adecuado, etc. Como respuesta y método de defensa, muchos desisten de recibir atención o se niegan a recibirla una vez esta se obtiene, pues consideran que así no pueden ejercer la mendicidad, motivo fundamental que los ha atrae a las ciudades capitales. La solución precisa de múltiples factores que deben estar en completa sinergia y por ello, el compromiso de esta dependencia y otras similares es establecer conductos regulares y efectivos de comunicación y atención a la población indígena.
Y para Marta Lucia Arenas, jefe de Trabajo Social del Hospital Universitario San Vicente de Paúl en Medellín, la población nativa desconoce sus obligaciones en el sistema de salud, porque considera que todo son derechos y gratuidad en forma exclusiva para ellos, que todo se los deben: Llegan a las instituciones de tercer nivel reclamando atenciones sencillas del primer nivel; no utilizan la red de servicios pública; se niegan a ser contrarreferidos; no pagan ningún servicio; se desligan del hospital una vez han recibido la atención y ello impide el seguimiento a enfermedades agudas y crónicas; no participan en procesos de prevención; no asisten a controles médicos; no se conoce la destinación que le dan a los medicamentos, pero se han tenido denuncias de que los venden; aunque muchos no hablan español son capaces de hacerse entender solamente para exigir derechos; no se hacen censar en su comunidad. En síntesis, está cortada la cadena de las IPS con ellos por falta de controles efectivos; ahora se propone restablecer la cadena a través de la Oficina de Asuntos Indígenas, en la cual se diga quienes, por qué causas fueron atendidos, tratamientos brindados, fallecimientos, manejo de los niños, etc. Los principales problemas que demandan solución, son entonces: el tratarse de una población que no está debidamente reconocida, el que vengan de otros departamentos que no responden por su atención en salud y la falta de control y seguimiento a los procedimientos practicados dentro del hospital.
Cauca: 2.000 afiliados de 23.000 indígenas
En el Cauca existen 73 comunidades con un total de 23.700 indígenas. De ellos, 2.000 están afiliados al régimen subsidiado, 40 al contributivo y los 21.000 restantes se encuentran sin cobertura en salud. Según William López, asesor de la Organización Indígena Oriba, ésta situación en parte ha sido voluntaria, debido a que desde 1995 se opusieron a cualquier afiliación, porque para ellos la Ley 100 desmejora los beneficios que les brindaba el decreto 1811 de 1990. "Nos ha tocado imponer el derecho a la salud a través de muchas tutelas, ahora hemos decidido crear una ARS propia que dé ejemplo de cristalinidad y honorabilidad en el manejo de los recursos", observó.
Respecto del uso de la medicina tradicional en las tres etnias existentes en el Cauca, los Nasas o Paeces, los Emberá Chamí y los Wounan, ésta siempre es la primera fuente de consulta y la que posee mayor credibilidad. La medicina occidental sólo es utilizada cuando no se pueden curar con la tradicional.
Tolima: menos del 50% de cobertura
Según Manuel Julicué, vicepresidente de la Asociación de Cabildos del Consejo Regional Indígena del Tolima, alli existen unos 65.000 indígenas en los municipios de Planadas, Río Blanco, Coyaima, Natagaima, Ortega y San Antonio. De ellos, 30.000 están afiliados al régimen subsidiado, muy pocos al contributivo y el resto son vinculados. El desempleo y la falta de ingresos son las razones para que la mayor parte de la población indígena no tenga cubrimiento en seguridad social en salud y esté como vinculada.
Julicué observó que la prestación de los servicios de salud tiene muchos problemas porque las EPS no poseen recursos, y el fondo que según el decreto 1811 debe estar destinado a subsidiar la salud de indígenas, no existe. "Es una ley muy bonita, pero si no existen los recursos, nos quedamos en las mismas. Como organización, creamos la EPS indígena Pijao y contratamos los servicios con IPS públicas y privadas".
En el Tolima, a diferencia de la mayoría de comunidades del país, los indígenas optan más por la medicina occidental, aunque reconocen que el servicio no es de calidad, porque en las IPS falta recurso humano y siempre se queda gente sin atención.
Magdalena y Guajira: casi todos en el régimen subsidiado
La etnia Wiwa Yuquimaium Bunkuanarrúa Tayrona, ubicada en la Sierra Nevada de Santa Marta y en el César, como una opción ante el pésimo servicio de salud prestado a sus integrantes, quienes se tenían que devolver a sus resguardos sin ser atendidos, decidió crear la EPS Dusakaiu desde 1996, para conservar la autonomía y fortalecer el pueblo indígena. En ella se ofrecen servicios de medicina tradicional y se acepta la medicina occidental para tratar la tuberculosis y el cáncer de cuello uterino (muy común entre sus mujeres), según informó José María Martínez, coordinador de salud de la etnia. Toda la población de los Wiwa, 4.424 indígenas, están en el régimen subsidiado. Existen otros 54.000 afiliados, incluidos los Wayú de la Guajira y los Chimilia de Santa Marta.
Todos subsidiados en el Meta
En el Meta existen aproximadamente 11.000 indígenas de las etnias Sikuani, Piapoco y Sáliba, que constituyen el 60% de la población de Puerto Gaitán, donde residen todos. Según Fernando Encizo, quien tramita los documentos indígenas en el municipio, la Organización Indígena Uruma creó la EPS Tayrona, donde están afiliados al régimen subsidiado.
Desplazados pero firmes
En Antioquia el fenómeno del desplazamiento indígena es muy notable. Según la OIA, los indígenas que deambulan por Medellín provienen más que todo de Risaralda, porque la organización indígena de ese departamento no tiene una política clara de atención a sus comunidades. "A nosotros nos echan la culpa por no atenderlos a todos, pero la prioridad es nuestra población. Tratamos de que la gente no se salga de sus territorios y si eso pasa, que se ubiquen en otra mientras pasa el vendaval de la violencia".
En el Cauca, el conflicto armado es la principal causa de mortalidad y se ha agudizado en los municipios de Florida, donde viven 18 comunidades; Praderas, donde residen 4; y Jamundí, donde otras 7 han sido las más afectadas, mientras su territorio, según la Organización Oribá, es utilizado por la subversión para llevar gente secuestrada. "A los diputados del Valle los pasaron por nuestro territorio, ahora nos encontramos entre dos fuerzas", señalaron. Sin embargo, su política respecto del conflicto y el desplazamiento es definitiva: para salvar la vida deben desplazarse temporalmente, pero nunca abandonar sus territorios. "Tratamos de meternos al monte o ir a las cabeceras municipales, pero somos firmes en que no nos iremos de nuestras tierras", aseguró William López.
Según Manuel Julicué, en el Tolima los indígenas se están muriendo a causa del conflicto armado: en los últimos seis meses han sido asesinados 200 indígenas. "Esto ha generado desplazamientos al Huila, Bogotá e Ibagué", indicó.
Y por su parte, reportes del Hospital de Puerto Gaitán en el Meta, indicaron que el conflicto armado ha impedido la llegada de las brigadas de salud a los resguardos que están en límites con el Vichada, donde se presentan continuos enfrentamientos. Allí el fenómeno del desplazamiento por consiguiente no es tan fuerte. En la Sierra Nevada de Santa Marta en cambio, se han presentado muchas muertes y desplazamientos, y varios equipos extramurales de salud han sido atacados por la subversión.

 
Derechos ganados por los indígenas
La Corte Constitucional colombiana ha sentado jurisprudencia acerca de un amplio abanico de derechos indígenas. Estos son algunos: A la supervivencia cultural; a la preservación de su hábitat natural; a la propiedad colectiva sobre la tierra habitada por la comunidad; a la titulación, a la división y unificación de resguardos; a determinar sus propias instituciones políticas; a administrar justicia en su territorio y a regirse por sus propias normas y procedimientos; a determinarse por su cosmovisión religiosa y a hacerla valer ante terceros; a la participación en la toma de decisiones que puedan afectarlos en su territorio; al reconocimiento y protección de su medicina tradicional; a la igualdad material para acceder a prestaciones del Estado cuando como comunidad se encuentren en situaciones de debilidad manifiesta. Entre estas prestaciones especiales se incluyen: educación, salud, suministro de agua potable y desarrollo social.
Propuesta de reforma a la Ley 100
La Organización Indígena de Antioquia redactó una propuesta preliminar de reforma a la Ley 100 de 1993, para que se tengan en cuenta las particularidades indígenas.
En la parte asistencial pretende que la contratación que hacen las ARS con las IPS no sea por Unidad de Pago por Capitación UPC- sino por eventos, es decir por consulta o brigada realizada, estableciendo una tarifa especial. También se conformarían brigadas y equipos extramurales de salud, que no las hacen ni las IPS ni EPS con la excusa del conflicto armado, que sí los afecta pero hasta cierto punto. "Se sabe que los actores armados no respetan equipos ni ayuda humanitaria, pero conversando con ellos se puede minimizar tanta persecución", indicó Tascón. Por otra parte, se aspira a que las acciones del PAB en promoción y prevención, sean concertadas con los municipios y sus resguardos, que se nombren promotores indígenas y se les capacite y profesionalice.
 



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