MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 51   DICIEMBRE DEL AÑO 2002    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 


El personaje
del año
Rocío Vélez de Piedrahíta

El personaje del año en Medellín es, sin duda alguna, el Hospital Universitario San Vicente de Paúl. Se deben destacar tres aspectos: el humano, el científico y el tecnológico. Admirable la visión de don Alejandro Echavarría que emprendió la construcción de un hospital que, para una ciudad de 200.000 habitantes en 1913, resultaba monumental; a su muerte le dejó herencia como a un hijo. Encargó los planos a Augusto Gavet, director General de la Construcción Hospitalaria en Francia; el resultado fue un Hospital de hermosas construcciones, amplitud en las calles, alcobas frescas, iluminadas, amplias, mirando sobre zonas verdes. Más parece un jardín botánico que un centro hospitalario. No hago la lista de árboles porque es interminable, bien podados y cicatrizados los cortes. Todo acogedor, pacífico; debajo de una palma se lee en un cartel "No parquee aquí porque pueden caer hojas de palma": ni cortaron la palma ni prohibieron parquear. La comida caliente, no hay vidrios rotos, todas las ventanas abren y cierran; canecas de basura por doquier; jamás un mal olor.
Falta lo más impactante: los pacientes que disfrutan de ese lugar son, evidentemente, de estrato 1, 2 y 3; pasean por las calles en bata verde, con su sonda en la mano y la botella colgando, toman el sol o se sientan en bancas a la sombra; pueden recibir a sus parientes visitantes en una terraza que parece corredor de finca.
Los empleados ocupados, sin correr, contestan con amabilidad y eficiencia; los médicos son sencillos en su trato. Sin la menor duda, para los enfermos de estratos ínfimos -muchos de los cuales padecen enfermedades terminales- los días que pasan en el Hospital equivalen a la estadía en un resort de cinco estrellas. Martín Alonso Gaviria, quién recibió un trasplante de laringe dice -El Colombiano 14 noviembre- que el equipo de profesionales "son lomás bonito del mundo (....) en especial el doctor Tintinago, quien es como un papá para mí, la fonoaudióloga Clara Casas (....) es como mi mamá"; otro paciente que padecía una enfermedad hacía más de un año fue atendido por los doctores Carlos Morales -cirujano- y Omar Vesga -infectólogo- y en ocho días estaba sano, de regreso a su casa.
Sin embargo, el aspecto humano no es sino el pico de un iceberg: la verdadera gran fortaleza del Hospital es su capacidad científica, la categoría de punta de su instalación tecnológica; eso explica que alguno de los grupos de médicos investigadores de la Universidad de Antioquia que trabajan en el San Vicente gane, un año sí y otro también, premios de ciencias de la Fundación Alejandro Ángel Escobar. No sobra dar algunas cifras: en el Hospital se han realizado 2.554 trasplantes de riñón -205 en el 2002-; de hígado 60, de páncreas 16, de corazón 3; de médula más de 100.
Detrás de estos logros hay factores definitivos. Uno es la vinculación de la importante compañía alemana "Fresenios Medical Care", que al constatar la seriedad de los trabajos que allí se realizaban, se ha vinculado cada día más con la creación y mantenimiento de un pabellón con equipos de diálisis de la más alta categoría internacional. Otro factor de éxito es el matrimonio -difícil de mantener pero indisoluble y favorable a ambas partes- entre el Hospital, privado, con la Universidad de Antioquia, pública. La Universidad de Antioquia que por los años 50 estaba a la cabeza en la América Latina, gracias al comunismo durante los 70 y los 80, se vino abajo: perdió el nivel académico y con ello la posibilidad de prestar el mejor servicio posible a los pacientes en su mayoría desprotegidos. A finales del siglo se inició su recuperación, que con la rectoría del doctor Jaime Restrepo Cuartas se disparó hasta volverla a colocar en un puesto de avanzada. La Universidad, entre un gran número de aspirantes a medicina, hace una selección por inteligencia, capacidad y formación: a medicina entra lo mejor de lo mejor y de ellos los mejores pasan al Hospital. En otras palabras, la Universidad de Antioquia es la fábrica de cerebros del Hospital San Vicente.
Es hora de que la industria, los dirigentes, los gobernantes, la ciudadanía toda, comprenda que no se trata de una obra de caridad enternecedora, sino de una entidad de la mayor trascendencia a nivel de ciencia, investigación, trabajo en equipo, motivo de orgullo para la ciudad, que merece un apoyo entusiasta y sostenido. Hay que entender que el respaldo no consiste solamente en ayuda económica -que seguramente es bienvenida- sino en oportunidades de intercambios, becas, facilitación de oportunidades, conexiones en el exterior, etc. Aplauso y admiración para el Hospital de San Vcente.
 



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