MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 51   DICIEMBRE DEL AÑO 2002    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

En días pasados, como consecuencia de la liberación por parte del ejército colombiano de Monseñor Jorge Enrique Jiménez, obispo de Zipaquirá, el doctor Alvaro Uribe Vélez presidente de Colombia, manifestó la obligación de todo ciudadano de denunciar cualquier forma de violencia contra la sociedad civil, situación que comparto en su totalidad, pues la historia ha demostrado que la denuncia pública, al menos en algunos países, ha servido para resolver situaciones violentas contra los grupos más vulnerables de la sociedad.
En 1.930 en la ciudad de New York, la mortalidad materna alcanzó la escandalosa cifra de 600 mujeres por 100.000 nacidos vivos, cifra que ostentan hoy los países más pobres de África. Como consecuencia de la denuncia y protesta pública, se implementaron correctivos para tratar de resolver esta grave situación y en 3 años las cifras de mortalidad materna fueron reducidas a la mitad, gracias a la implementación de políticas públicas efectivas en salud sexual y reproductiva. Esta denuncia generó voluntad política por parte de los entes rectores de la salud publica en el país del norte.
Cumpliendo con el deber ciudadano exigido por el Sr. Presidente, quiero hacer la denuncia de situaciones violentas que vienen ocurriendo en el departamento de Antioquia.
Caída de indicadores
Los indicadores de salud pública materno infantil y perinatal, muestran claramente el grado de desarrollo y las inequidades sociales de las comunidades. A partir de 1.995, la mortalidad materna en Antioquia pasó de 29,2 muertes maternas por 100.000 nacidos vivos a 59 por 100.000 nacidos vivos, según cifras oficiales de INS-MINSALUD, vol 6, N23, de diciembre de 2002 y las páginas web de la DSSA y DANE 2001 (www.govant.gov.co y www.dane.gov.co).
Esta duplicación de la mortalidad materna es consecuencia de la carencia de políticas en la salud pública y de la pérdida del norte por parte de los entes rectores de la salud en Colombia, quienes como consecuencia de la puesta en marcha del "negocio de la salud", se dedicaron a contratar servicios de atención al mejor postor, negociando la prestación de los mismos con las IPS que ofrecieran tarifas más bajas, sin importar la calidad de la atención y sus consecuencias. Los resultados no se hicieron esperar: altas tasas de mortalidad materna, perinatal e infantil, embarazo en adolescentes, aborto, cáncer ginecológico, infecciones de transmisión sexual y sida, violencia intrafamiliar e índices peligrosamente bajos de vacunación
Hoy somos los líderes de la inequidad contra las mujeres y los niños: la mortalidad materna se duplicó en 7 años; la fecundidad en las adolescentes pasó del 17% en 1.995 a 19% en el año 2.000; el 50% de las gestaciones en adolescentes son no deseadas y el 15% de las muertes maternas en Colombia ocurren en este grupo de edad.
De los 400.000 abortos registrados cada año en el país, solo el 25% llegan a instituciones de salud; hoy el aborto es la tercera causa de muerte materna en Colombia y los grupos más vulnerables obviamente son los más pobres, las mujeres de más bajo nivel educativo, las ubicadas en zonas rurales y marginadas, y las desplazadas por el conflicto armado, en quienes las cifras de embarazo en adolescentes alcanzan el 32%. Para las adolescentes colombianas, el embarazo se constituye en una opción de vida para escapar de la violencia intrafamiliar.
Según el Instituto Colombiano de Medicina Legal y Ciencias Forenses, el 47% de las mujeres unidas o casadas han sido víctimas de violencia física por parte de su compañero o esposo y el 61% de estas presenta una lesión; el 15% de ellas han sido violadas por su compañero y el 1.3% de las mujeres de Medellín han sido violadas principalmente por conocidos.
Descuido de cánceres femeninos
Otro gran problema de salud pública es el cáncer de cuello uterino, pues compromete gran parte de la vida reproductiva de la mujer y además ocupa el segundo lugar en la mortalidad general por neoplasias, antecedido por el cáncer gástrico.
En Colombia las mujeres inician la vida sexual cada vez mas precozmente, circunstancia que explica el descubrimiento de cáncer de cuello uterino en muchas mujeres menores de 25 años; además, este tipo de neoplasia está asociado a comportamientos sexuales de riesgo. No se explica entonces, porque en el plan de acción presentado por Minsalud para este cuatrienio, se excluyeron las mujeres menores de 25 años en las políticas públicas para detección temprana de cáncer de cuello uterino y el cáncer de mama no existe para los planificadores de la salud.
Remisión de neonatos "barata"
Para rematar esta oleada de violencia en esta "Antioquia Nueva", vemos con profunda preocupación la nueva modalidad de remisión para niños prematuros, de muy bajo peso o extremadamente graves desde remotas poblaciones del departamento. Desde Caucasia, Puerto Berrío y Chigorodó, han sido remitidos al servicio de neonatos del Hospital Universitario San Vicente de Paúl, recién nacidos con pesos de 1.500 y 780 gramos en una "ponchera".
Seguramente esta nueva modalidad de remisión disminuye los costos y aumenta los dividendos a un sistema que antepone la rentabilidad económica a la salud y la vida del futuro de Colombia.
Es urgente la atención compleja a tiempo
Según expertos en salud sexual y reproductiva, existen cuatro retrasos responsables de la muerte en mujeres embarazadas:
Las mujeres no reconocen los signos de peligro como consecuencia de la falta de educación y la falta de acceso y baja calidad del control prenatal.

  • Las mujeres no deciden buscar atención por las mismas causas.
  • Las mujeres no tienen acceso a los servicios de atención.
  • Las mujeres no reciben atención con calidad.

En Antioquia estos cuatro retrasos están claramente presentes en nuestro sistema de atención, como consecuencia de la carencia de políticas públicas en salud sexual y reproductiva y de un modelo de atención basado en niveles de complejidad. Las mujeres embarazadas vinculadas al sistema, léase desvinculadas, y las beneficiarias del Sisben, son atendidas de preferencia en los niveles 1 y 2 del sistema, independientemente de la complejidad de su estado.
Hasta el más insensible de los funcionarios públicos, está en la obligación de reconocer que en estos niveles no existe ni el personal capacitado, ni el trabajo interdisciplinario ni el apoyo logístico necesario, para atender mujeres gestantes con complicaciones médicas de alta complejidad.
Las pacientes cardiópatas, las diabéticas, las que presentan parto prematuro y quienes presentan isoinmunización por factor Rh ó presentan abortos complicados, no deben ser atendidas en centros donde no existen los recursos necesarios; además, es violatorio de los derechos humanos obligar a mujeres gravemente enfermas a suplicar atención en hospitales de segundo nivel como viene sucediendo actualmente en la ciudad de Medellín. Mientras tanto, hospitales de tercero y cuarto nivel como el Universitario San Vicente de Paúl y el Hospital General en Medellín, presentan índices ocupacionales mínimos en sus servicios de obstetricia y se ven obligados a disminuir dramáticamente el número de camas destinadas a la atención de mujeres gravemente enfermas.
No sobra recordar la suerte corrida por hospitales como el San Juan de Dios en Bogotá, el Hospital de Apartadó y el San Vicente de Paúl del municipio de Caldas (Antioquia) y muchos otros más, principalmente públicos y universitarios, ante la indiferencia infame de los responsables de la salud de los colombianos.
¿Será esta la suerte que desean los modernos administradores de la salud para el Hospital Universitario San Vicente de Paúl y el Hospital General de Medellín? Bueno, pensarán ellos, solo serían dos más en la larga lista de hospitales públicos y universitarios cerrados o reducidos a su más mínima expresión; además, las afectadas serían simplemente pobres mujeres embarazadas gravemente enfermas ó adolescentes embarazadas de zonas rurales y marginadas, y los desplazados ó recién nacidos con un futuro incierto. Obviamente los costos al sistema de salud se reducirían ostensiblemente y se contribuiría a reducir eficazmente el número de pobres en Colombia y no pasará nada, pues los médicos, testigos de este drama, ya no tenemos liderazgo, hace años lo perdimos. Nuestras opiniones no pesan en un sistema de salud manejado sólo con criterios económicos de costo-efectividad y rentabilidad económica.
Hoy, los médicos estamos dedicados a vender a precio irrisorio nuestra mano de obra a un sistema perverso, a trabajar cada día más para morir cada vez más jóvenes y más pobres. A otros, la desesperanza los llevó a abstenerse de opinar, y muchos, tristemente olvidaron el significado de la palabra dignidad.

 



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