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En varios de los balances hechos fuera del país y en
medios culturales reconocidos y distintos, Cien años
de soledad fue reconocida como la obra más valiosa
de la literatura española en el siglo XX. Aún
más, ha sido la que más ediciones y reediciones
ha tenido. En 1997, cuando cumplió treinta años
de haberse dado a conocer al público en Buenos Aires
y agotado numerosas ediciones en los primeros meses, se contaban
más de treinta millones de ejemplares vendidos, sin
contar las centenas de miles de ejemplares piratas. Pero lo
que más sorprende de la presencia de García
Márquez en la historia de la literatura española
y universal es que esos mismos balances, hechos con la participación
y el voto de lectores y críticos, consideran a García
Márquez como el escritor de lengua española
más importante del siglo XX y uno de los más
grandes de toda la literatura universal en el mismo siglo.
Pero lo más interesante es haber sido considerada su
obra como la más significativa después de El
Quijote de Cervantes en toda la historia de la lengua española,
sabiendo que hay registradas centenares de miles, por no decir
millones de obras después de la aparición de
El cantar del Mío Cid en 1140, considerada la obra
fundacional de la lengua castellana, y cuando han pasado escritores
de talla universal como Quevedo, Lope de Vega, Calderón
de la Barca, García Lorca, Neruda, Alejo Carpentier,
Octavio Paz o Borges, entre otros.
Cabe preguntarse: ¿en qué radica tal reconocimiento
y alta valoración mundial? ¿por qué obras
de un mismo autor como Cien años de soledad, El otoño
del patriarca, El amor en los tiempos del cólera y
ahora Vivir para contarla, han tenido tirajes de más
de un millón de ejemplares en su primera salida cuando
respondiendo a los detractores que reducen la obra de García
Márquez a puro marketing y aparataje publicitario,
escritores igualmente reconocidos y publicitados en América
y el mundo no han logrado tales cifras -Paz, Vargas Llosa,
Fuentes, Eco, Kundera-? ¿Por qué Cien años
de soledad ha sido traducida a más de veinte lenguas,
entre ellas, las más habladas del planeta? ¿Qué
tiene esa novela que ha logrado franquear todas las fronteras
y ser leída y gustada por personas de los más
diversos orígenes étnicos, religiosos, ideológicos,
económicos y culturales, y sigue divirtiendo, fascinando,
haciendo descubrir un universo cultural, el nuestro, a los
lectores? Responder a estos interrogantes y muchos otros con
una cierta claridad, implicaría tanto espacio como
las decenas de miles de páginas escritas que se han
necesitado hasta el momento para explicarla y valorar la obra
garciamarquiana sin que, paradójicamente como ocurre
con las grandes obras, no se haya dicho todavía la
última palabra. Decenas de tesis se han escrito y se
siguen escribiendo en muchas universidades del mundo; libros
enteros dedicados exclusivamente a la bibliografía
sobre su obra se han publicado y siguen suscitando nuevas
preguntas, nuevas motivaciones, nuevos encantos. Estudiosos
de la literatura como de la política, pasando por antropólogos,
sociólogos, psicólogos, filósofos, historiadores
de las mentalidades, expertos dedicados a la religión,
a la economía, a la ética, a la estética,
a la ecología y a tantas otras disciplinas, se han
interesado por la obra del creador de Macondo para mostrar
cómo en ella se construye un universo entero que no
sólo nos revela a los colombianos y latinoamericanos,
sino que expone a cubierta, y al derecho y al revés
la condición humana.
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Pero así como implicaría demasiado espacio
para dar cuenta mínimamente de una sola de sus obras
Cien años de soledad o de la perla más fina,
densa y preciada como es El coronel no tiene quien le escriba,
igualmente podríamos decir que una sola palabra bastaría
para definirlas: arte. Ambas son obras de arte cuyo logro
estético es ya incuestionable. Ninguna otra novela
en el idioma español y muy pocas a nivel de la literatura
mundial, han podido mantenerse en el sitial de honor como
Cien años de soledad en sus ya treinta y cinco años
de vida entre los lectores. Ni siquiera obras de la dimensión
universal como Ulises de James Joyce, o En busca del tiempo
perdido de Marcel Proust, o Madame Bovary de Gustave Flaubert,
o Los miserables de Víctor Hugo, o Hamlet de Shakespeare
,o La divina comedia de Dante, para sólo citar algunos
de los grandes clásicos literarios, han tenido tanta
recepción por parte de los lectores más diversos
y de todas partes como la novela del gestor de los Buendía.
Aún más, ningún autor, hecho u obra
en Colombia, en los cinco siglos de existencia conquistada
y aún hoy más colonizada, había incidido
tanto en la cultura universal. Desde siempre hemos sido
receptores de los logros y, sobre todo, de los desechos
de los países llamados del primer mundo, pero con
García Márquez, por primera vez, se reinvierte
mínimamente la pirámide de las influencias.
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Imaginación y Realidad en
Cien Años de Soledad., Dibujo de Fantasmas hechos
por Gabriel García Márquez para un artículo
de ultratumba publicado en Crónica, en 1950
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Hoy no son pocos los escritores y pensadores
de todos los continentes que imitan, citan y hacen reflexión
crítica a partir de la obra del insigne hombre de
Aracataca. Ésto nos hace hoy más que nunca,
como diría el mexicano Alfonso Reyes, herederos de
la cultura universal y partícipes de igual a igual,
parodiando a Octavio Paz, del festín de la historia.
Vivir para contarla, cómo síntesis perfecta,
es la mejor novela de una vida y una obra. Quien no haya
leído ninguna obra de García Márquez
y lea su biografía antes de emprender la lectura
de sus libros encontrará, sin lugar a dudas, las
claves de la vasta y maravillosa realidad que cuenta, por
eso es mejor dejarse seducir por su universo de ficción
y luego empalagarse de nuevo de esas historias contadas
a la manera de los viejos cuenteros. Para quienes hayan
leído previamente sus cuentos, relatos, novelas y
ensayos, nada mejor que este apoteósico fin de una
vida desfogada a contar que la autobiografía de García
Márquez.
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Las memorias o autobiografías es
un subgénero que atrapa, entretiene y brinda conocimiento;
carece del artificio de la retórica especializada y
de la elucubración metafísica, porque es la
puesta en desnudo de la condición humana cuando grandes
y pequeños hombres se enfrentan al irremediable espejo
de la verdad ante una vida vivida de manera irremediable.
Muchas memorias he leído, pero Vivir para contarla
no tiene precedentes en la lengua española: primero,
por lo que cuenta, que García Márquez lo hace
hasta con los más aparentes y nimios detalles de la
vida cotidiana de seres reales e imaginarios, casi todos al
garete por falta de oportunidades y, segundo, y sobre todo
por eso, por la manera de contar, que lo distingue hoy en
el concierto de los escritores universales. Ese estilo, esa
distintiva, fresca y desabrochada manera de contar, tempranamente
lo fue consagrando con su primer cuento, "La tercera
resignación", publicado en El Espectador el 13
de septiembre de 1947; su primera novela, La hojarasca, aparecida
en 1955, y su primer artículo periodístico,
"Los habitantes de la ciudad
", publicado en
el periódico El
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Imaginación y Realidad en Cien Años de Soledad,
libro de Augusto Escobar El Espectador del 13 de
septiembre de 1947 con el cuento La Tercera Resignación
de Gabriel García Márquez |
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Universal de Cartagena el 21 de mayo de
1948, un mes después de haber vivido y padecido, en
palabras del poeta Luis Vidales, la "peor orgía
de sangre" de la historia colombiana como fue el 9 de
abril de 1948. Fecha en la que el joven García Márquez
perdió varios de sus manuscritos en uno de los muchos
incendios que hubo ese fatídico día que dejó
un lastre irremediable en nuestra historia del cual no ha
podido deshacerse.
Vivir para contarla es un festín de palabras de una
vida: la de García Márquez, y primordialmente
de muchas otras vidas: la de sus familiares, amigos, conocidos,
personajes y hechos históricos. Vivir la vida para
contarla es lo que ha hecho García Márquez en
sus ya setenta y cinco años. Raros escritores han vivido
su vida y la de los demás de manera tan visceral, tan
intensa, tan esperpéntica y tan asida a la realidad
y despegada de ella como el señor de Macondo. Estas
jubilosas Memorias que apenas se inician con los treinta primeros
años de su vida (1927-1957) y el primer volumen Vivir
para contarla, se caracterizan por algo singular y único,
y ya por eso vale la pena su lectura: mostrarnos y pocos lo
han hecho cómo el más insignificante de los
seres y el más supuesto banal hecho cotidiano se vuelve
hiperbólico, maravilloso y profundamente acendrado
a la realidad, en la imaginación y la pluma genial
de García Márquez
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Sírvame un trago que
me muero
Ana
C. Ochoa, Periodista, Medellín elpulso@elhospital.org.co |
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¿Qué
hacen las personas antes de morir? Algunos han hecho de todo,
hasta beberse un trago y empezar un poco ebrios el tremendo
viaje hacia la eternidad. Parece que Chejov se despachó
una buena copa de champaña antes de la partida y Proust
solicitó que le trajeran una cerveza, bien helada,
de su bar favorito, el del Hotel Ritz en París. Los
bebedores del Ritz han sido famosos. Scott Fitzgerald le descubrió
el bar del Hotel a Hemingway. Este aseguraba: "Cuando
sueño con el más allá, con el paraíso
¡siempre me encuentro trasplantado al Ritz, en París!
Me tomo uno o dos Martinis en el bar, del lado de la calle
Cambon. Después, una maravillosa cena, bajo el ramaje
de un castaño en "Le petit jardin", al frente
del grill. Tras unas cuantas copas de aguardiente, subo sin
prisas a mi habitación y me deslizo en una de las grandes
camas de cuatro almohadones cuadrados llenos de auténticas
plumas de oca, dos para mí y dos para mi compañera,
deliciosa..." Hasta aquel bar, siguiendo a su obsesión,
Hemingway, también llegaría el misterioso escritor
J.D Salinger y años después otros bebedores
de Martinis: Truman Capote o Humprey Bogart que, a propósito,
hizo muy populares escenas con Ingrid Bergman en el bar Rick's
de Casablanca.
En Colombia Carrasquilla no cambiaba el aguardientico de mi
Dios, como él lo llamaba, acompañado de empanadas
con pique. Jaime Sanín Echeverry le preguntó
en alguna ocasión a León de Greiff: "Maestro,
a usted le conviene el alcohol para escribir sus versos?
Respuesta: "No soy tan pendejo de perderme unos tragos
escribiendo versos. Los tragos son para gozarlos. Para conversarlos.
Para disfrutar con los amigos, con las amigas...al aguardiente
le debo cosas mucho mejores que mis versos". Escritores
como él hicieron famosos sus bares y cafés predilectos,
entre ellos en Bogotá el "Riviere" vecino
del periódico El Tiempo, "El Atomático"
y el "Café Windsor" -al que llegaban trasnochadores
periodistas como Alberto Lleras, luego de entregar sus páginas-
y "La Gran Vía", un almacén de rancho
y café donde se suicidó el genial caricaturista
Rendón. El Chantecler, al lado de la Botica Junín
en Medellín, también hizo época, como
La Bastilla y El Jordán, con sus baños públicos
y sus ocho pistas de baile. "Piscolabis", cafés,
ron solo, o con Cocacola como le gustaba a Manuel Mejía...
Don Ramón Vinyes, el escritor catalán que tanto
admiraba García Márquez en sus épocas
de Barranquilla, sólo bebía Coca-Cola. Alvaro
Cepeda sí confesaba su sueño de mandar al diablo
su vida de ejecutivo con Julio Mario Santodomingo y encerrarse
a escribir "Cipotes novelas y beber ron".
En París Voltaire era el símbolo del Procope
-una leyenda estridente dice que se tomaba hasta 40 tazas
de café, como Balzac-; los surrealistas eran los personajes
de Sélect, el Cyrano y La Coupole; en Madrid, España,
el escritor Gómez de la Serna era el hombre del café
Pombo; y muy cerca de allí, cada tarde, el neurólogo
y premio Nóbel Santiago Ramón y Cajal entraba
al Café del Prado. Así lo recuerda el cineasta
español Luis Buñuel, muy amigo de García
Márquez y autor de "El Perro Andaluz", con
Salvador Dalí. Al sabio Ramón y Cajal se le
veía sentado siempre al fondo, en la intimidad penumbrosa
de la última mesa. "El bar, a diferencia del café,
es un ejercicio de soledad", afirmaba Buñuel.
"Tiene que ser tranquilo, más bien oscuro y muy
cómodo. Una docena de mesas, a lo sumo, de ser posible
con clientes habituales y poco comunicativos...".
Mi receta
Como es costumbre, en esta sección de "Ocioso
lector" reproducimos lecturas diversas. En esta ocasión
citamos del genial cienasta Luis Buñuel, parte de su
autobiografía. Escribió mucho de los bares,
la ginebra y otros "placeres de aquí abajo",
como él los llamó. ¿Y cómo era
el asunto? "Desde luego nunca bebo vino en el bar. El
vino es un placer puramente físico que no excita en
modo alguno la imaginación. En un bar, para inducir
y mantener el ensueño hay que tomar ginebra inglesa.
Mi bebida preferida es el Dry Martini. Básicamente
se compone de ginebra y de unas gotas de Vermut, preferentemente
Noilly-Prat. Los buenos catadores que toman el Dry muy seco,
incluso han llegado a decir que basta con dejar que un rayo
de sol pase a través de una botella de Noilly-Prat
antes de dar en la copa de ginebra. Hubo una época
en la que en Norteamérica se decía que un buen
Dry Martini debe parecerse a la concepción de la Virgen.
Efectivamente ya se sabe que, según Santo Tomás
de Aquino, el poder generador del espíritu Santo pasó
a través de la Virgen "como un rayo de sol que
atraviesa un cristal, sin romperlo".
Una recomendación: el hielo debe ser muy duro, para
que no suelte agua. Permítaseme dar mi fórmula
personal. La víspera pongo en la nevera copas, ginebra
y coctelera. Al día siguiente sobre el hielo bien duro
echo unas gotas de Noilly-Prat y media cucharadita de café
de angostura. Lo agito bien y tiro el líquido, conservando
sólo el hielo que ha quedado levemente perfumado por
los ingredientes. Sobre ese hielo vierto la ginebra pura,
agito y sirvo. Lo tomo preferentemente antes de sentarme a
cenar. Añadiré que el alcohol y el tabaco acompañan
muy gratamente al acto del amor. Por regla general, el alcohol
viene antes, y el tabaco, después. No esperen de mí
extraordinarias confidencias eróticas. Los hombres
de mi generación, españoles por añadidura,
padecíamos una timidez ancestral con las mujeres y
un deseo que tal vez fuera el más fuerte del mundo.
Para terminar estas consideraciones sobre el alcohol y el
tabaco, padres de firmes amistades y de fecundos ensueños,
me permitiré darles un doble consejo: no beban ni fumen.
Es malo para la salud." .
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Grandes escritores han
sido médicos: Joyce, Isherwood y Bretón hicieron
estudios, aunque inconclusos, a diferencia de Chejov, Céline,
Somerset Maugham, Rabelais, William Carlos Williams, Conan
Doyle, Bulgakov, Aragon, Burroughs, Duhamel... Hijos de médicos
fueron Flaubert, Dostoyevsky, Proust, Oscar Wilde, Nerval,
Hemingway, Verlaine... Hoy un siquiatra cubano llamado José
Carlos Somoza (La Habana 1959) es uno de los escritores más
premiados. Acaba de recibir en Reino Unido, el premio de novela
negra The Macallan Gold Dagger for Fiction, de The Crime Writers
Association, por su novela "La caverna de la ideas",
una historia de intriga en la Grecia clásica. También
ha ganado los premios "Miguel de Cervantes" de Teatro
y "La sonrisa vertical", entre otros.
Mario Vargas Llosa escribió
su última novela, próxima a publicarse, sobre
dos personajes fascinantes: Paul Gauguin y su abuela, la feminista
Flora Tristán, una idealista que luchó por los
derechos de la mujer en el siglo XIX, en medio de la impopularidad
de aquella temida batalla. Vuelve en su obra el tema de la
política pero, también, el de la pintura, una
pasión que escritor ha ratificado en varias de sus
creaciones como "El elogio de la madrastra". El
autor de "La ciudad y los perros" y "Pantaleón
y las visitadoras" agita nuevamente el mundo editorial
con esta nueva obra titulada "El paraíso en la
otra esquina".
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El escritor
bumangués Carlos Calle Archila ganó el premio
Colombofrancés al patrimonio cultural-categoría
innovación con el cuento "La cinta naranja".
Temas y personajes de la tradición oral de las zonas
campesinas del eje cafetero colombiano se funden con historias
actuales, tal como ocurre con la obra de Gabriel Ortíz
Célis, de San Vicente del Caguán, quien recibió
mención de honor por el cuento "La madremonte
que yo conocí". Curiosamente, ambas obras fueron
enviadas por sus autores desde Manizales, ciudad de gran
fuerza artística en la actualidad.
La arquitectura de hospitales
antiguos ha sido muy apetecida por los artistas, especialmente
para crear en sus holgados espacios novedosos museos. El
último caso es el del nuevo Museo Arqueológico
de Alicante, España, 9.000 metros de extensión
que hacían parte del Hospital Provincial y que en
esta nueva etapa albergarán importantes fondos arqueológicos.
m
Una importante colección
de arte latinoamericano ha conformado la Fundación
Cisneros, perteneciente al grupo económico más
poderoso de Venezuela. Esta organización filantrópica
cuenta hasta ahora con 1500 obras de artistas representativos
de la región, cuyas creaciones pueden conocerse también
a través de Internet en la página www.coleccioncisneros.org,
disponible en español, inglés y portugués.
Se celebran 100 años
del nacimiento del más cotizado de los pintores cubanos:
Wifredo Lam (1902-1982). La Bienal de La Habana, que lleva
su nombre, así como el Centro de Arte Contemporáneo
Wifredo Lam, han efectuado programas de divulgación,
subastas y exposiciones que, no obstante, dejan un sabor
amargo pues se teme que al exhibir las obras, éstas
sean reclamadas por sus antiguos dueños, la mayoría
emigrantes que años atrás se vieron obligados
a dejar sus bienes en manos del gobierno cubano.
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