MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 12    No. 164  MAYO DEL AÑO 2012    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Habilidades para la vida
La importancia del
arte afectivo en la felicidad
¿Hay algo más importante que dominar las competencias interpersonales?
Diana Restrepo Bernal, MD. - Psiquiatra de Enlace - elpulso@elhospital.org.co
La existencia humana se teje a partir de interacciones afectivas. La base de nuestraexistencia se fundamenta en las relaciones de pareja, familia, grupos y comunidades, conectadas, dependientes, abiertas. Desde que nace el ser humano, aprende múltiples roles humanos: ser hijo-hermano, compañero-aprendiz, amigo-amante-novio, trabajador-jefe, esposo-padre-abuelo… una empinada escalera afectiva, construida a partir de peldaños que cada ser humano debe dominar.
El peso de la afectividad queda plenamente demostrado por los antecedentes filogenéticos de nuestra especie. Para algunos científicos, los procesos psicológicos afectivos anteceden 35 millones de años a otros procesos psicológicos. Esto significa que las habilidades afectivas son de vital importancia en la supervivencia de las especies.
Conocer a otro, interactuar con él, apreciarlo, cuidarlo, son destrezas afectivas que los primates desarrollaron antes de la aparición de los primeros homínidos; por tanto, la afectividad interpersonal no es un invento ni una necesidad humana, sino una estrategia que los primates antropomorfos (orangutanes, gorilas, chimpancés), heredaron a los Australopitecus (homínidos que iniciaron la marcha bípeda). Nosotros, seres humanos, herederos de estas complejas redes afectivas, sin importar si somos afectuosos y solidarios, recolectores Yanomani, o sofisticados y fríos trabajadores suizos, o cazadores esquimales, médicos, pescadores, monjes, o simplemente usted y yo, nadie soporta la existencia aislado.
Según el psicólogo Michael Argyle:
“Ser feliz tiene que ver con los demás,
ser feliz requiere encontrarse bien con
las personas significativas y consigo mismo:
bien con los otros, bien consigo mismo”.
¡Ni más ni menos!
Sorprende entonces que si la afectividad supera a las demás funciones psicológicas como el pensamiento o el lenguaje, se le haya olvidado y menospreciado por tanto tiempo, y se le haya considerado una deshonrosa cualidad un tanto femenina y provista de enormes desventajas y consecuencias problemáticas para la mente humana, llamada a trabajos de orden superior. Sin embargo, la supremacía del “pienso, luego existo” permanece, y a pocos se les ocurriría decir “comprendo a otros, luego existo”.
Lo primero a enseñar: el arte afectivo
Las instituciones educativas, empezando por los jardines infantiles, dan prueba de esto. Herederos de un afán occidental, han volcado su apuesta formativa en enseñar símbolos, letras, dibujos, números, desde edades muy tempranas, con el fin de preparar a estos niños para competir. Lo que queda rezagado sin duda, es que cada uno de esos pequeños debería dominar primero el oficio humano, el arte afectivo, el cual requiere tiempo y secuencia. Este arte debe ser enseñado por madres y padres, abuelos, hermanos.
La felicidad que depende de las
relaciones con los demás, equivale a jugar
en 20 o más tableros simultáneos de ajedrez con
fichas cambiantes, con jugadores caprichosos,
y conducir todos los tableros
interpersonales a buen puerto.
El delicadísimo y sofisticado arte de involucrarse con otras personas no puede dejarse para la adultez, cuando ya se han “pagado con sangre” los errores, por no dominar las competencias interpersonales. Negociar, compartir, descifrar intenciones y captar afectos, son destrezas complejas que a la psicología moderna le ha dado por llamar teoría de la mente. Teoría de la mente que los bebés balbuceantes ya comienzan a manejar.
El psicólogo Michael Argyle (1987), afirma que “la primera de nuestras tres fuentes de felicidad son los demás: el matrimonio, la familia, los amigos y otras relaciones sociales, son fuentes fundamentales de felicidad”. Y concluye: “Ser feliz tiene que ver con los demás, ser feliz requiere encontrarse bien con las personas significativas y consigo mismo: bien con los otros, bien consigo mismo”. ¡Ni más ni menos!
En palabras del doctor Miguel de Zubiría, “ser feliz requiere engrasar los vínculos con los padres, los hermanos, los compañeros, los grupos, la pareja, con los jefes y consigo mismo”. Tarea descomunal, equivalente a jugar en 20 o más tableros simultáneos de ajedrez con fichas cambiantes, con jugadores caprichosos, y conducir todos los tableros interpersonales a buen puerto. ¡Impresionante!
 
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