En 1796, Edward Jenner, médico rural
de Inglaterra tomó líquido de lesiones de
viruela de origen vacuno, de la mano de la granjera Sarah
Nelmes, y lo inoculó en el brazo de un niño
de 8 años, James Phipps, logrando protección
frente a un nuevo reto con el virus. Este es prácticamente
el comienzo y el fin de la historia, pues la viruela es
la única enfermedad infecciosa que ha sido erradicada
en el mundo.
Alexander Fleming en 1928 de manera experimental, o mejor
accidental, descubrió la penicilina,
la cual permitió controlar en su momento entre otros
problemas de salud pública, la sífilis, y
hoy sigue siendo el tratamiento de elección.
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Sin embargo debemos reconocer que esta enfermedad infecciosa
no desapareció sino que está de nuevo en aumento,
con un número no despreciable de casos de sífilis
congénita, forma de la enfermedad en plan de eliminación.
Si bien las vacunas para polio y sarampión lograron
un impacto significativo en las Américas, estas enfermedades
no han sido erradicadas en todo el mundo y se mantienen como
un riesgo potencial permanente, con aparición de nuevos
casos e incluso brotes en algunos países.
Enfermedades infecciosas consideradas del pasado y conocidas
casi como recuerdos familiares aparecen de nuevo, afectando
a poblaciones antes no consideradas tan susceptibles. Tal
es el caso de la tosferina y la parotiditis, ambas prevenibles
con vacunación, las cuales re-emergieron con mayor
o menor intensidad según el área geográfica,
afectando a todos los grupos de edad; hoy se empieza entonces
a cuestionar la efectividad de la vacuna, el tiempo de protección,
así como las coberturas de vacunación, y algunos
plantean la posibilidad de la aparición de variantes
del virus.
Sin duda se han ganado algunas batallas, pero es tiempo de
replantear estrategias para no perder la guerra, máxime
cuando empiezan a emerger o a re-emerger otros agentes infecciosos,
hasta ahora desconocidos o no incluidos en ningún plan
de salud pública.
soox@elhospital.org.co
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