MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 11    No. 144 SEPTIEMBRE DEL AÑO 2010    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Reflexión del mes

¿Guerra justa? Difícilmente
"Alentado por estos tiempos de invasiones y evasiones, el debate de la 'guerra justa' ha resurgido entre los expertos e incluso entre los que se ocupan de crear políticas. Pero, discusiones aparte, los hechos en el mundo real con demasiada frecuencia refuerzan la máxima de Thucydides de que 'El poderoso hace lo que puede, mientras que el débil sufre lo que debe' -lo cual, además de ser indiscutiblemente injusto- constituye, en la actual fase de la civilización de la humanidad, una amenaza literal para la supervivencia de la especie".
Noam Chomsky (Estados Unidos, 1928). Lingüista, filósofo y activista. Profesor emérito de Lingüística en el MIT y una de las figuras más destacadas de la lingüística del siglo XX, gracias a sus trabajos en teoría lingüística y ciencia cognitiva.

A lo largo de su vida, ganó popularidad también por su activismo político, caracterizado por una visión fuertemente crítica de las sociedades capitalistas y socialistas, habiéndose definido políticamente a sí mismo como un anarquista o socialista libertario. Considerado por The New York Times como "el más importante de los pensadores contemporáneos", es considerado una figura muy influyente de la izquierda estadounidense, especialmente admirado en Europa, donde sus conferencias, artículos y ensayos políticos se reimprimen constantemente.

 
Salud, Cultura y Sociedad
¿Comunicación para la Salud?
Así como hay congresos sobre manejo de infecciones urinarias recidivantes, o avances de la cirugía laparoscópica, o hallazgos en resonancia magnética para el diagnóstico temprano del Alzheimer, y a medida que adquirimos estos saberes, debemos hacerlos conocer de nuestros pacientes y sus familiares, ahora se propone un congreso internacional sobre comunicación para la salud. En medicina el saber también implica un deber: al saber algo útil para la salud se debe hacer conocer de la comunidad, pues nuestro primer deber es promocionar la salud y prevenir la enfermedad.

Nunca antes se lograron tantos avances en el concepto, la interpretación y el manejo de la salud; los médicos casi no tenemos tiempo de pensar en los pros y contras de algunos adelantos, su conveniencia o inconveniencia, su verdadera utilidad; y mucho menos tenemos tiempo ni estamos entrenados, para comunicar estos avances a nuestra sociedad. Recibimos estos conocimientos, pero no nos capacitan para divulgarlos y discutirlos con las personas, en diferentes escenarios. Aunque la comunicación es innata al ser humano, necesitamos aprender a aplicarla en programas de promoción de la salud y prevención de la enfermedad, o en el difícil momento de aparición de la enfermedad.
La comunicación para la salud tiene tres claros escenarios: cuando queremos diseñar, implementar y evaluar programas con la comunidad (Salud Pública); la forma como nos comunicamos constantemente en las instituciones de salud con colegas y compañeros de trabajo, incluida el área administrativa; y en ese momento dramático e íntimo de la entrevista o encuentro con alguien que solicita nuestra ayuda porque “se siente enfermo”.
En los países desarrollados trabajan este tema desde hace unos 20-30 años y le asignan 3 características principales: es un área de investigación aplicada; tiene pertinencia social; y se ejerce en ámbitos interdisciplinarios. Los programas de educación médica deben recuperar la relación de la salud con las ciencias sociales, pues necesitan su concurso para definir conceptos como salud-enfermedad-vida; fortalecer el manejo de la palabra hablada, escrita y el lenguaje del cuerpo; y especialmente, para recuperar la sensibilidad que ellas aportan y que permite acercarse con respeto y afecto a la persona que sufre.
Esta dificultad para comunicarnos nos aleja del ciudadano, porque no encuentra en nosotros el interlocutor apropiado a sus diversas y complejas necesidades, en un mundo tan difícil y cambiante como el actual. Lo que debemos hacer es escucharlo con atención, interpretar sus necesidades y la forma como las expresa, valorar su experiencia de enfermar como un saber que adquirió y, después de informarlo, compartir con él la mejor decisión para resolver su situación. No se requiere nada más, pero tampoco nada menos.
Por eso es importante celebrar un Congreso Internacional de Comunicación para la Salud, y conocer lo que se está haciendo en otros lugares del país y del exterior sobre este importante tema. Esto nos ayudaría a resolver muchos problemas del día a día en nuestra profesión, dado que la comunicación para la salud no es simplemente una asignatura ni un ejercicio intelectual ni mucho menos un “embeleco”: es una necesidad.
El Centro Nacer de la Facultad de Medicina y la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, en asocio con la Universidad del Norte de Barranquilla y Ohio University (USA), invitan al Congreso Internacional de Comunicación para la Salud, Medellín, septiembre 29 a octubre 1º de 2010, en el Edificio de Extensión de la Universidad de Antioquia. Toda la información en www.comunicacion paralasalud.com

Referencia bibliográfica
- Alcalay R. La comunicación para la salud como disciplina en las universidades estadounidenses. Revista Panamericana de Salud Pública, 1999; 5(3): 192-196. Disponible en: http://www.scielosp.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S102049891999000300020&lng= es&nrm=iso&tlng=es
Nota: Esta columna es un aporte del Centro Nacer Salud y Reproductiva, Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia
 
  Bioética
En la práctica de la medicina tiene lugar, de modo inevitable, el hecho de un encuentro concreto y de carácter personal, entre el médico, los auxiliares de diversos campos en la atención sanitaria, y el paciente y sus familiares.
Esto acontece a pesar de las intromisiones que han ganado terreno en la sociedad de lo masificado, de lo utilitario y de lo tecnocéntrico, y pese a la intervención -algunas veces muy conflictiva- de intermediarios financieros que se consideran idóneos para intervenir en medio

del acto médico, además de la presentación de otros elementos de dificultad: despersonalización, deficientes condiciones laborales del personal sanitario, inseguridad, agotamiento, desconfianza, excesiva normatización e injerencia de auditorías y sistemas de control de gastos y facturación. Aquellos llegan al extremo de parecer la prioridad y ocupar un lugar primordial en el acto médico. También aparece como un nubarrón ominoso el creciente intervencionismo judicial: existe el temor a multimillonarios procesos de responsabilidad civil, penal o administrativa, estimulados por la “judicialización” del acto médico, hoy acorralado por sistemas legales que pretenden reducir la práctica clínica a la adherencia a unas normas protocolarias basadas en una “evidencia” que se confunde con prepotencia de la epidemiología y del análisis costo-beneficio de carácter utilitario.
A pesar de todo lo señalado, aún sucede el encuentro personal. Aunque la realidad sea la de turnos de atención colectivista, de la aparición y aplicación de la historia clínica electrónica -poderosa herramienta para mejorar notablemente el proceso-, los sistemas de manipulación de datos y otros elementos de una época apasionada por la intervención de una tecnociencia en la que se ponen esperanzas muchas veces vacías e irreales.
No podemos olvidar la semiología como técnica elaborada de diagnóstico. La anamnesis ordenada como parte de un interrogatorio que se basa en un franco diálogo tras las claves clínicas, permite valorar en su debida medida el peso de lo subjetivo y de lo objetivo. El genuino razonamiento clínico no puede prescindir de las consideraciones anteriores.
La historia clínica es en realidad un relato pato-biográfico, como lo destaca Laín Entralgo. El carácter biográfico de la enfermedad tiene que ver con un particular modo de vivir, esencial para el enfermo, cuya trayectoria existencial incluye su modo de enfermar. El paciente vive con su condición; esto, y su peso sobre el proyecto existencial particular, se ejemplifica y llega a comprenderse de modo claro en ejemplos como el del enfermo diabético o de quien padece otras patologías crónicas de carácter degenerativo. En aquellas circunstancias, de modo prolongado, se requieren importantes intervenciones educativas y farmacológicas que se prolongan a lo largo del tiempo. Y este tiempo comprende lo que le resta de vida física al enfermo, es su propio tiempo.
Para cada ser humano, su realidad personal, su modo de enfermar, comporta vitales interrogantes sobre su futuro, sobre el pronóstico, sobre el modo de sobrellevar humanamente las dificultades. Aunque no exista la curación, existe la paliación, existe el fruto de la acción terapéutica, el control del dolor y de los síntomas, el acompañamiento, el sentido original del concepto “therapeia: yo cuido”. Se trata de una actitud que comprende mucho más que el entendimiento técnico y cuantitativo del problema biológico concreto. Esta es la esencia de la relación terapéutica, no se puede borrar la fidelidad a ella como parte constitutiva del “ethos” de la profesión. Siempre existirá el peligro de la pérdida de este carácter humano del encuentro curativo. Si las cosas se reducen a un fugaz choque de sombrío tono burocrático, entre un funcionario y un organismo descompuesto, viene un quiebre fundamental de la razón de ser de la medicina. Eso tiene consecuencias funestas, pues es la pérdida del horizonte antropológico. Hoy tienen gran validez las palabras del doctor Edmund D. Pellegrini, presidente del Consejo Presidencial de Bioética de los Estados Unidos, exdirector del Instituto Kennedy de Ética de la Universidad de Georgetown, entidad que marca un hito en la historia de la bioética como disciplina: “El encuentro clínico es una confrontación, un encuentro cara a cara entre quien dice curar y alguien que necesita ser curado. Su lugar es la relación médico-paciente o enfermera-paciente. Es un fenómeno de inter-subjetividad, y es en este sentido que ese es el lugar para la experiencia de la dignidad humana y su pérdida…”.
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.

 

 
 











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