Manuela
de 8 meses de edad, tiene diarrea de diez días de evolución.
Todo el tiempo la madre le ha dado suerito oral.
Hoy llega con deshidratación severa y choque. No es posible
canalizar vena. No se logra remisión a tercer nivel porque
no hay cupo, y la niña no tiene seguridad social. La
niña fallece.
Historias como ésta son nuestro pan de cada día.
Demuestran fallas estructurales severas en la atención
al niño grave en nuestro medio. Éstas se pueden
resumir así: escasa preparación del recurso humano
en atención pediátrica, llevando a atender los
niños como adultos en miniatura; falta de
protocolos estandarizados para la evaluación inicial
y estabilización en todos los niveles de atención;
no hay normas para los requerimientos de equipos y materiales
para la adecuada atención del niño grave; no existe
un ente regulador de la atención para una óptima
utilización de los recursos, mediante un sistema de referencia
y contrarreferencia; el transporte del paciente grave se reduce
a movilización, sin tener en cuenta el estado de gravedad
del niño; y no existe sistema de asesoría entre
los diferentes niveles de complejidad.
El elemento más crítico en la situación
actual es el de la regulación. Priman actualmente como
elementos reguladores los criterios de clasificación
socioeconómica y calidad de aseguramiento. Esta selección
adversa niega la posibilidad de atención oportuna y adecuada
a los niños, rompiéndose la cadena de supervivencia.
Lo anterior, a pesar de la abundante legislación que
tenemos (Constitución Nacional, Ley 10/90, Decreto 2759/91,
Decreto 412/92, Decreto 806/98, Decreto 715/01).
La legislación sobre atención de urgencias se
limita a determinar la obligatoriedad de la atención
inicial al paciente espontáneo, pero no es clara en garantizar
el flujo de pacientes al nivel de complejidad superior. Igualmente,
las normas de habilitación y acreditación de servicios
son insuficientes en cuanto a los requerimientos de formación
del recurso humano, y de dotación de equipos y materiales
necesarios para una adecuada atención del niño
gravemente enfermo.
Nuestro sistema de atención, al privilegiar el cuidado
de la enfermedad, ha producido un desequilibrio en la estructura
de los servicios. Hay proliferación de los llamados servicios
de alta complejidad, basada más en las posibilidades
de negocio económico que en las de la población.
El desarrollo de la infraestructura de atención en salud
debe responder de manera equilibrada a los problemas de salud
de la comunidad: No se puede continuar con el actual ritmo de
crecimiento y desarrollo del tercer nivel de atención
sin mejorar radicalmente el nivel primario. Situaciones como
la actual, son parte fundamental de la crisis económica
del sector.
Es imperativo entonces el desarrollo de propuestas dentro de
una coherente política de atención de las urgencias.
Los elementos fundamentales son:
- Identificación y atención prioritaria a grupos
de riesgo.
- Implementación del modelo de Atención Integrada
de las Enfermedades Prevalentes de la Infancia (AIEPI) en todos
los niveles.
- Regulación basada en la gravedad del paciente y no
por la calidad de aseguramiento.
- Desarrollo de protocolos únicos de evaluación
inicial, clasificación, estabilización y transporte.
- Capacitación del recurso humano y de la comunidad.
La meta social que se impone es lograr una atención oportuna,
por la persona capacitada, en el lugar adecuado y con los equipos
necesarios, para el niño críticamente enfermo. |