No parece cierto el contenido de la frase que dice que
generalmente el simple transcurrir de la vida toma mejores
decisiones que el hombre. Y no parece cierto particularmente
en el caso ya trajinado de las EPS públicas.
Lo del ISS, es decir, lo que allí sucede, lo que
viven sus afiliados y todos los espectadores, que ven como
se va consumiendo poco a poco, no sin dolor, por el contrario,
con mucho dolor, con el dolor de todos: de los que miran
y de los que sufren su situación y de los que no
logran lo prometido por la entidad ni por el sistema de
seguridad social, ya es conocido pero no por eso deja de
ser lamentable, siempre lamentable.
Nadie desea ver una entidad como el ISS, que tanto le ha
servido a la gente, que tantas oportunidades de empleo dio
y que tanto dolor alivió, en el estado en que se
encuentra mientras no se ve que se le tienda la mano de
la manera debida. La actitud del gobierno frente al lamentable
estado del Instituto no solo se ve como de indiferencia,
sino de un franco desapego que llega a parecer desprecio,
y eso ha repercutido en su accionar, en su tarea y en su
futuro. Hoy el ISS es una entidad sin ninguna promesa para
sus afiliados y toda la gente lo sabe.
No por nada el número de personas afiliadas pasó
en esa entidad de 10,2 millones en 1996, a 7,5 millones
en 1998, a 2,8 millones en 2003 y hoy por hoy se estima
que sean alrededor de 2 millones aproximadamente. Esto es
un síntoma inequívoco de que algo grave está
sucediendo.
Parece contradictorio que la solicitud reiterada que se
ha hecho al gobierno en todas sus instancias de que no se
permita la integración vertical en salud, sólo
se ha aplicado al ISS, que era, quizás, a la única
de todas las entidades del Sistema General de Seguridad
Social que no le convenía. Como consecuencia, la
decisión de no integración vertical, le ha
generado a la entidad más dolores que alivios, pues
la red privada no desea tener que entenderse con un cliente
que en realidad es incapaz de cumplir sus compromisos de
pago y tiene que recurrir a terceros, ya que con sus propios
recursos asistenciales, simplemente no está en condiciones
de atender sus pacientes. La situación es dramática
y lo será cada vez más para todos los que
están relacionados con el Instituto, pero particularmente
para los afiliados de más edad, para los pacientes
más delicados y en especial para aquellos que sufren
enfermedades de alto costo.
Cada día es más difícil darle reversa
a la situación del ISS. El mismo gobierno, el actual
y los anteriores, diagnosticaban gastos insostenibles, insuficiencias
en los sistemas de información y control, problemas
serios en el recaudo por afiliaciones, etc. Hasta ahora
parece que la solución a tan delicados problemas
es dejar que todo trascurra, es decir que todo quede en
manos del destino.
Sin embargo todo lo que sucede y las consecuencias de ese
dejar suceder, no es tan circunscrito al ente en sí
mismo ni a sus afilados. Esta seria problemática
del Instituto lastima profundamente el mercado de aseguramiento,
la situación financiera de su red de prestadores,
y genera inmensa desconfianza y dudas en el sistema, en
los proveedores de insumos, medicamentos, de otros bienes
y de servicios, y como si fuera poco, también genera
inquietudes y preguntas en los afiliados de todo el sistema.
Por su parte, las otras dos grandes EPS públicas,
Cajanal y Caprecom, padecen de semejantes agobios. A Cajanal
se le ordenó en diciembre de 2004 la disolución,
proceso de liquidación que durará 2 años
prorrogables por un período igual. También
como el ISS, tenía altos pasivos con los prestadores
y sufría de la falta de un sistema de información
que le permitiera saber quienes eran sus afiliados y quién
tenía derecho a sus servicios.
En Caprecom las cosas no han sido mejores: Tuvo que abandonar
régimen contributivo, y ahora le apuesta con cierta
probabilidad al régimen subsidiado, a fortalecerse
en ese renglón del mercado de aseguramiento. Está
en plan de reestructuración a 10 años, también
recortará personal y aprovechará sus fortalezas
en régimen subsidiado como cobertura nacional y el
apoyo del gobierno que se comprometió a sostener
régimen subsidiado en las cajas de compensación
y en la oferta pública de Caprecom. No obstante,
su futuro no está despejado.
Otras entidades de salud de carácter público,
o han tenido que abandonar el régimen contributivo
o simplemente se sostienen frágilmente por el manejo
del régimen subsidiado, y otras han ido desapareciendo.
¿Qué está sucediendo en realidad? Lo
que está sucediendo es que la credibilidad, la oferta
y la respuesta por parte de entidades públicas se
ha venido abajo. En 1996 las EPS públicas tenían
el 62% del total de afiliados y las EPS privadas el 38%.
Para 2003 la relación se invirtió: alrededor
del 75% de los afiliados estaban en EPS privadas y sólo
25% en EPS públicas. Ahora, ¿por qué
ha sucedido esto? Ha habido de todo, y no poco de cada cosa.
Ha habido desde desatino en decisiones, falta de seriedad,
ligereza, corrupción, malos planes y pésimos
cálculos, pero también la mano de los gobiernos
ha sido ligera cuando ha existido o indiferente cuando se
ha requerido.
Frente a las EPS públicas, la verdad es que ha faltado
claridad y contundencia para saber qué camino seguir.
Aquí si vale decir: odio quiero más que indiferencia.
Pero sea como sea, tal como van las cosas van mal. La ausencia
de un ente público, siquiera de uno, que en el campo
de la afiliación, manejo y prestación de servicios
de salud armonice el sistema de seguridad social, es lamentable
para el propio sistema y en últimas malo para todos.
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