EDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 7    NO 84 SEPTIEMBRE DEL AÑO 2005    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Fundado en Medellín, el 30 de julio de 1998. Director: Julio Ernesto Toro Restrepo. Comite Editorial: Juan Guillermo Maya Salinas, Javier Ignacio Muñoz y Gonzalo Medina. Editora: Albaluz Arroyave Zuluaga. Dirección Comercial: Diana Cecilia Arbeláez. Asistente de edición: Olga Lucía Muñoz López. Web master: Santiago Ospina Gómez

Odio quiero
más que indiferencia

No parece cierto el contenido de la frase que dice que generalmente el simple transcurrir de la vida toma mejores decisiones que el hombre. Y no parece cierto particularmente en el caso ya trajinado de las EPS públicas.
Lo del ISS, es decir, lo que allí sucede, lo que viven sus afiliados y todos los espectadores, que ven como se va consumiendo poco a poco, no sin dolor, por el contrario, con mucho dolor, con el dolor de todos: de los que miran y de los que sufren su situación y de los que no logran lo prometido por la entidad ni por el sistema de seguridad social, ya es conocido pero no por eso deja de ser lamentable, siempre lamentable.
Nadie desea ver una entidad como el ISS, que tanto le ha servido a la gente, que tantas oportunidades de empleo dio y que tanto dolor alivió, en el estado en que se encuentra mientras no se ve que se le tienda la mano de la manera debida. La actitud del gobierno frente al lamentable estado del Instituto no solo se ve como de indiferencia, sino de un franco desapego que llega a parecer desprecio, y eso ha repercutido en su accionar, en su tarea y en su futuro. Hoy el ISS es una entidad sin ninguna promesa para sus afiliados y toda la gente lo sabe.
No por nada el número de personas afiliadas pasó en esa entidad de 10,2 millones en 1996, a 7,5 millones en 1998, a 2,8 millones en 2003 y hoy por hoy se estima que sean alrededor de 2 millones aproximadamente. Esto es un síntoma inequívoco de que algo grave está sucediendo.
Parece contradictorio que la solicitud reiterada que se ha hecho al gobierno en todas sus instancias de que no se permita la integración vertical en salud, sólo se ha aplicado al ISS, que era, quizás, a la única de todas las entidades del Sistema General de Seguridad Social que no le convenía. Como consecuencia, la decisión de no integración vertical, le ha generado a la entidad más dolores que alivios, pues la red privada no desea tener que entenderse con un cliente que en realidad es incapaz de cumplir sus compromisos de pago y tiene que recurrir a terceros, ya que con sus propios recursos asistenciales, simplemente no está en condiciones de atender sus pacientes. La situación es dramática y lo será cada vez más para todos los que están relacionados con el Instituto, pero particularmente para los afiliados de más edad, para los pacientes más delicados y en especial para aquellos que sufren enfermedades de alto costo.
Cada día es más difícil darle reversa a la situación del ISS. El mismo gobierno, el actual y los anteriores, diagnosticaban gastos insostenibles, insuficiencias en los sistemas de información y control, problemas serios en el recaudo por afiliaciones, etc. Hasta ahora parece que la solución a tan delicados problemas es dejar que todo trascurra, es decir que todo quede en manos del destino.
Sin embargo todo lo que sucede y las consecuencias de ese dejar suceder, no es tan circunscrito al ente en sí mismo ni a sus afilados. Esta seria problemática del Instituto lastima profundamente el mercado de aseguramiento, la situación financiera de su red de prestadores, y genera inmensa desconfianza y dudas en el sistema, en los proveedores de insumos, medicamentos, de otros bienes y de servicios, y como si fuera poco, también genera inquietudes y preguntas en los afiliados de todo el sistema.
Por su parte, las otras dos grandes EPS públicas, Cajanal y Caprecom, padecen de semejantes agobios. A Cajanal se le ordenó en diciembre de 2004 la disolución, proceso de liquidación que durará 2 años prorrogables por un período igual. También como el ISS, tenía altos pasivos con los prestadores y sufría de la falta de un sistema de información que le permitiera saber quienes eran sus afiliados y quién tenía derecho a sus servicios.
En Caprecom las cosas no han sido mejores: Tuvo que abandonar régimen contributivo, y ahora le apuesta con cierta probabilidad al régimen subsidiado, a fortalecerse en ese renglón del mercado de aseguramiento. Está en plan de reestructuración a 10 años, también recortará personal y aprovechará sus fortalezas en régimen subsidiado como cobertura nacional y el apoyo del gobierno que se comprometió a sostener régimen subsidiado en las cajas de compensación y en la oferta pública de Caprecom. No obstante, su futuro no está despejado.
Otras entidades de salud de carácter público, o han tenido que abandonar el régimen contributivo o simplemente se sostienen frágilmente por el manejo del régimen subsidiado, y otras han ido desapareciendo.
¿Qué está sucediendo en realidad? Lo que está sucediendo es que la credibilidad, la oferta y la respuesta por parte de entidades públicas se ha venido abajo. En 1996 las EPS públicas tenían el 62% del total de afiliados y las EPS privadas el 38%. Para 2003 la relación se invirtió: alrededor del 75% de los afiliados estaban en EPS privadas y sólo 25% en EPS públicas. Ahora, ¿por qué ha sucedido esto? Ha habido de todo, y no poco de cada cosa. Ha habido desde desatino en decisiones, falta de seriedad, ligereza, corrupción, malos planes y pésimos cálculos, pero también la mano de los gobiernos ha sido ligera cuando ha existido o indiferente cuando se ha requerido.
Frente a las EPS públicas, la verdad es que ha faltado claridad y contundencia para saber qué camino seguir. Aquí si vale decir: odio quiero más que indiferencia. Pero sea como sea, tal como van las cosas van mal. La ausencia de un ente público, siquiera de uno, que en el campo de la afiliación, manejo y prestación de servicios de salud armonice el sistema de seguridad social, es lamentable para el propio sistema y en últimas malo para todos.

 




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