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Medicina
y espiritualidad
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Es muy frecuente que deseemos
el éxito y la felicidad. ¿A quién no
le gusta sentir que ha ganado una partida contra la enfermedad
y la muerte? ¿Quién no prefiere buenos desenlaces
con sus pacientes? ¿Quién no quiere, también,
ser feliz con lo que tiene y con lo que es?
Es interesante el origen de estas palabras. Por ejemplo, "éxito"
viene del latín: "exitus" o salida (en anglosajón
"exit); también significa "término,
fin". Cuando se da una salida o se termina o finaliza
una situación positivamente, a esto le llamamos éxito.
Por otra parte, "felicidad" viene del latín
"felicitas" y significa "cualidad de contento,
satisfecho".
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Es curioso ver cómo dos
palabras diferentes llegaron a significar lo mismo para nuestra
sociedad contemporánea. Entonces, se equiparan la una
a la otra, o mejor: pareciera que no pudieran existir la una
sin la otra. Sin embargo, lo más extraño es ver
cómo el éxito se convierte en una especie de adicción
y allí es donde se pasa a su extremo que es el exitismo.
En el gremio de la salud, es cada vez más común
hablar de éxito terapéutico y ello
nos remite a otro problema de marca mayor: que no se puede hablar
de éste, sin un buen resultado. Y ya sabemos qué
ocurre cuándo subordinamos el ejercicio de la medicina
a sólo fines y qué podría suceder si estos
no se consiguen. |
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Valdría la
pena replantearse la finalidad de la medicina y si los seres
humanos hemos creado este arte-ciencia solo para obtener el
éxito. En algunos casos nosotros, los protagonistas,
esperamos siempre desenlaces exitosos dentro y fuera de ella
y así, el exitismo, nos lleva a tomar decisiones que
pueden ir en contra de la historia natural de la enfermedad
e incluso en contravía del bienestar y la felicidad del
paciente. No nos gusta reconocer que hemos perdido a pesar de
nuestros esfuerzos, porque buscamos indefectiblemente ganar
la lucha contra la enfermedad y la muerte.
Cuidémonos del exitismo pues, en su nombre, sometemos
a los seres humanos a una batería de exámenes
y de tratamientos que en algunas circunstancias ofrecen dudosos
resultados, pero sí nos dejan decepción e infelicidad
tanto a los pacientes como a los médicos. Uno de los
sentidos de la medicina es mejorar la calidad de vida y consolar;
hemos de estar preparados para que no siempre se obtenga éxito,
pero si para procurar la felicidad de nuestros pacientes y por
qué no, la nuestra. |
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