MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 267 DICIEMBRE DEL AÑO 2020 ISNN 0124-4388
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Durante los primeros meses de la pandemia, el departamento de Antioquia se caracterizaba por el control sobre los contactos de los infectados con el virus, especialmente jalonado por el uso de la tecnología propuesto desde Medellín, que creó la plataforma Medellín me cuida, con la que se recogieron datos personales de 3,4 millones de personas de la capital antioqueña.
El alcalde Daniel Quintero era mostrado como ejemplo en varios medios del país y del mundo por los buenos resultados en la gestión de prevención, que él mismo calificó como “la estrategia más efectiva contra la Covid-19 en toda América Latina“, mientras ciudades como Bogotá, Barranquilla, Cali y Leticia preocupaban.
“Desde el principio de la cuarentena en Medellín teníamos el control absoluto del virus, se identificaba un caso y corríamos en brigada a hacer exámenes entre todos los contactos, a monitorear a las familias y a ser mucho más exigentes con la cuarentena en las familias que tenían casos confirmados”, expresó una fuente cercana a la Secretaría de Salud de Medellín.
Sin embargo, de un momento a otro la burbuja explotó y fue imposible para las autoridades entender de dónde llegaban los nuevos infectados.
“La gente llegaba a los hospitales muy enferma, con toda la sintomatología propia de la Covid-19, pero cuando se le preguntaba si había estado en contacto con algún positivo la respuesta empezó a ser, generalmente, negativa. Ya en ese punto era muy difícil devolver la pita”, expresó la fuente relatando lo que empezó a ocurrir a mediados de septiembre.
Y es que la reapertura económica hizo que la gente se movilizara más y que se hiciera más difícil identificar los contactos, y a la vez, las entidades perdían la capacidad de llegar a tantos casos. Los asintomáticos dejaron de ser rastreados.
De hecho, los expertos que acompañan a la gobernación de Antioquia, desde las universidades de Antioquia y Nacional, previeron que hacia mediados de octubre se daría un rebrote, según dijo a medios el entonces gobernador encargado Luis Fernando Suarez a principios de octubre.
Para ese momento los casos de Antioquia se presentaban en un 81% en el Valle de Aburrá y el 7% en la subregión de Urabá. Solo Medellín había confirmado 66.101 casos para el 30 de septiembre, al 27 de noviembre ya eran 119.817.
Con un agravante: según el estudio de seroprevalencia adelantado por el Instituto Nacional de Salud, solo el 27 % de los habitantes de Medellín han estado expuestos al virus, lo que en palabras de su directora Marta Lucía Ospina deja a la ciudad con “un largo camino por recorrer”.
Por lo que es aún mucho más grave el panorama si con un nivel de exposición menor al de ciudades como Bogotá y Barranquilla se decretó la alerta roja hospitalaria.
Patricia Marulanda es un ejemplo vivo de la problemática: presentó síntomas gripales que se fueron agravando, consultó a través de su EPS, y como es asmática le ordenaron el examen en su domicilio, mismo que se realizó tres días después.
Afortunadamente su prueba resultó negativa, pero nunca recibió seguimiento de ninguna entidad del orden local o regional. “20 días después de que llegara el resultado me llamaron a hacerme una encuesta del Ministerio de Salud, entre otras cosas me preguntaron por mis contactos, pero nunca por los de mi esposo. Pero fue mucho tiempo después, ¿se imagina que hubiera sido positiva?”, cuestionó.
Una situación similar le ocurrió a Juliana Gil, cuyo diagnóstico se confirmó a finales de agosto: “mis padres viven conmigo, ellos son independientes y su negocio depende de su presencia, entonces no fue posible que guardaran cuarentena, jamás les ordenaron ningún examen, a este momento no sabemos si ellos tuvieron el virus y si lo transmitieron”.
La epidemióloga Jessica Giraldo llamó la atención sobre la disminución en la cantidad de pruebas que realiza Antioquia, con respecto a la cantidad de casos positivos. “Hacer menos pruebas es vendarnos los ojos, no por tenerlos vendados las cosas van a dejar de pasar. Los casos están ahí aunque no los queramos ver, los contactos siguen ocurriendo todo el tiempo, pero si no se testea lo suficiente y no se hace un buen seguimiento a los contactos solo nos engañamos. El cerco epidemiológico es fundamental”.
Por ejemplo, en la aplicación Medellín me cuida, solo uno de cada cinco pacientes confirmados de coronavirus reportaron sus síntomas.
Por su parte, Eduardo Guerrero, presidente de la Sociedad Colombiana de Salud Pública, manifestó que las EPS no han estado a la altura del reto que representa una pandemia: “no han hecho las pruebas necesarias, estamos en una positividad del 20%, cuando la OMS recomienda que sea inferiores 5%, lo que quiere decir ese indicador no es tanto que haya mucha gente infectada, sino que se hacen muy pocas pruebas”.
Guerrero dijo que actualmente se hace un tercio de las pruebas requeridas para el nivel de contagio, y que el cerco epidemiológico no se puede olvidar. De hecho, para el 27 de noviembre, en Antioquia se habían realizado 916.968 pruebas de las cuales 209.944 dieron positivo.
De acuerdo con Guerrero, gran parte de los esfuerzos institucionales se fueron a mejorar la capacidad de Unidades de Cuidado Intensivo, en medio de una especie de obsesión del alcalde Quintero de tener una disponibilidad de 1.000 camas UCI en la ciudad, cuando los más grandes esfuerzos debían dedicarse a evitar que se llenaran, lo que se podía hacer rastreando mejor y garantizando las condiciones en la cuarentena de quienes debían guardarla en beneficio de la salud pública.
Cierres nocturnos, fines de semana y más cuarentenas sectorizadas como la que ocurrió en el centro de la ciudad podrían ser parte de la fórmula para evitar más contactos, dijo Guerrero.
En definitiva, se descuidaron los contactos. Por ejemplo, antes de que se abriera completamente la economía, Medellín habilitó tres pilotos de centros comerciales, en ellos todas las personas que ingresaban debían dejar sus datos, contar con las aplicaciones Medellín me cuida y CoronaApp y, además, debían dejar habilitado el Bluetooth de sus celulares durante toda la estancia en ese sitio.
No obstante, pocos meses después, amparados en la apertura económica, los centros comerciales abrieron sus puertas sin más control que la toma de temperatura, gel antibacterial y la pregunta por síntomas gripales, que todo el mundo parece contestar negativamente por inercia.
Los esfuerzos de los primeros meses parecen desvanecerse cuando se observa el mapa del virus en Colombia: Bogotá encabeza la lista con 369.722 casos confirmados, le sigue Antioquia con 209.944, y el tercer lugar lo ocupa, muy lejos Valle del Cauca con 105.872, y Atlántico con 77.224.
Por eso otra fuente cercana a la administración del Covid-19 en Antioquia aseguró que “la pregunta que habría que hacerles al alcalde Daniel Quintero y al gobernador Aníbal Gaviria es ¿cuáles son las variables críticas de la atención de la pandemia y a dónde quieren llegar cada semana?”, e insistió en que la recomendación de la OMS para decir que el coronavirus está controlado es que la positividad sea inferior al 5% y que los nuevos contactos relacionados con un caso sean superiores al 80%, pero en Antioquia son menos del 50%.
Para llegar a esos indicadores se requiere atención territorial, manual, que no se confíe más en la tecnología que en la experiencia de epidemiólogos que han estudiado por años el control de epidemias y pandemias.
Quintero dijo que su gran preocupación es diciembre, las aglomeraciones en las zonas comerciales y los encuentros de familias extensas, una tradición en Antioquia, que podría llevar a contagios masivos. Su expectativa es que en el primer trimestre de 2021 llegue la vacuna a Medellín para mejorar la inmunidad, ya que más del 70% de los medellinenses están hoy expuestos al virus.
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