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Enfermedades infecciosas,
¿de nunca acabar?
Paula
Andrea Agudelo Roldán - Periodista - elpulso@elhospital.org.co |
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Las enfermedades infecciosas siguen siendo un grave problema
para la salud pública, más ante las pobres acciones
del gobierno y del sistema de salud para enfrentarlas: los 15.000
nuevos casos de tuberculosis y 150.000 nuevos casos de paludismo
al año dan indicio de ello. Y como si fuera poco, en
los últimos años la cobertura en vacunación
contra polio disminuyó del 95% al 82.9%, y se calcula
que 104 madres en gestación mueren por cada 100.000 niños
que nacen vivos.
Ante ese panorama, el senador Luis Guillermo Vélez Trujillo
asegura que en materia de salud pública la Ley
100 es un fracaso, porque como promueve la competencia de las
EPS, naturalmente a nadie le |
interesa estar ofertando o atendiendo la demanda en salud pública,
porque nadie demanda una inyección o una vacuna.
Lo cierto es que es el Estado el que debe garantizar las condiciones
de salud mínimas con el fin de evitar, precisamente,
la aparición de enfermedades infecciosas que ponen en
riesgo la vida, no sólo de una persona sino de la colectividad.
En este punto radica la importancia del tema. Ahora con la puesta
en marcha de un proyecto legislativo para reformar la Ley 100,
los análisis se suscitan desde diferentes ámbitos.
Para el senador Luis Carlos Avellaneda, el problema de la salud
pública en el país radica, básicamente,
en que la Ley 100 divorció la salud pública
de acciones colectivas, de una malentendida salud pública
de acciones individuales, y el proyecto gubernamental y la ponencia
mayoritaria de reforma no atinan a resolver el problema porque
dicen: la salud pública colectiva es una responsabilidad
del Estado y la salud pública con acciones individuales
está a cargo de las EPS y ARS. Y éstas últimas
se están embolsillando la plata y el gobierno
lo sabe. Eso es supremamente grave, sobre todo porque es necesario
entender que la salud pública es la clave de la salud
individual.
Los microorganismos que generan las enfermedades infecciosas
como virus, bacterias y hongos tienen diferentes mecanismos
de transmisión, por lo que no todas pueden prevenirse.
Sin embargo, sí existen medidas generales de salud pública
que deben ser garantizadas mediante responsabilidad compartida
entre la población y el gobierno, como higiene, saneamiento
básico, disponibilidad de vacunas, consulta oportuna
y tratamientos.
Sin doliente
La realidad de la salud pública es que está huérfana
desde hace mucho tiempo y aunque se discute el tema, todavía
no hay acciones definitivas ni dolientes que la asuman de manera
comprometida. Hace mucho tiempo no se ven campañas efectivas
de prevención en temas como vacunación o control
de vectores. A eso se suma que desaparecieron las entidades
que fabricaban los biológicos indispensables para enfrentar
enfermedades infecciosas, siendo una muestra de ello como ante
el brote de fiebre amarilla a fines de 2003 y comienzos de 2004,
el gobierno tuvo que pedir apoyo a Brasil para traer vacunas.
Las enfermedades infecciosas están presentes hace mucho
tiempo en la historia de la humanidad: El cólera y la
tuberculosis fueron de las primeras diagnosticadas y continúan
siendo un problema. Según la profesora de epidemiología
de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de
Antioquia, Maria Patricia Arbeláez, los primeros
reportes de muertes en el mundo a causa de enfermedades infecciosas
datan de los siglos XVI y XVII.
Ante la presencia de esa bomba de tiempo, en 1968 la Organización
Mundial de la Salud comenzó a definir los criterios para
generar normas de vigilancia epidemiológica donde tuvieron
prioridad las enfermedades transmisibles que tenían vacunas
para ser prevenidas, tales como la difteria, la tosferina, el
tétanos y la poliomielitis.
No toda enfermedad es sujeta a vigilancia epidemiológica,
tiene que ser una enfermedad que afecte la salud pública
y para la que se disponga de medidas de intervención.
Para las enfermedades emergentes, las nuevas, no hay medidas
de intervención directa, pero las acciones de vigilancia
epidemiológica ayudan a identificar cómo se caracteriza
la enfermedad, quién es el afectado y rápidamente
a unir esfuerzos para identificar los agentes y desarrollar
medidas de intervención, explicó Arbeláez.
Falta información
Aunque hay una estructura contenida por las secretarías
municipales y las direcciones departamentales de salud, que
deben reportar semanalmente los casos de enfermedades infecciosas
aunque sean sólo sospechas, el sistema de información
de la Nación a través del Instituto Nacional de
Salud no es suficientemente completo y eso, además de
impedir la comprensión del problema con sus verdaderas
dimensiones, limita las acciones de prevención y control.
Un aspecto relacionado con lo anterior es la existencia de muchos
actores que captan información de salud. Con la
Ley 100 entraron aseguradoras y distintos tipos de laboratorios
públicos y privados a hacer el diagnóstico, y
esto obligó a que las autoridades de salud de cada municipio
articulen la información de vigilancia epidemiológica
de muchas entidades. Por eso, aunque hay un sistema montado,
tantos actores involucrados entre aseguradores y prestadores,
dificultan la coordinación de la información para
la vigilancia epidemiológica, señaló
la profesora de epidemiología. |
La reforma a la Ley 100
debe dar claridad frente a las acciones de salud pública
y las responsabilidades de entes municipales, departamentales
y nacionales. La rectoría debe recuperarla el Ministerio
de la Protección Social, en especial la capacidad de
articular los departamentos en programas de prevención,
para evitar acciones duplicadas que implican gasto de más
recursos.
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Según
datos del Instituto Nacional de Salud (INS) del año 2003,
la tendencia del virus del VIH-sida va en aumento, en 2002 hubo
unos 165.000 casos de malaria, 76.579 casos de dengue clásico
y 5.245 de dengue hemorrágico. Además, se presentaron
unos 19 casos de fiebre amarilla y, en diciembre del mismo año
hubo más de 250 de sarampión. El director del
INS, Rafael Romero Piñeros, afirmó a El Tiempo
(abril 12/05): Es imperdonable que en áreas donde
se han realizado programas de vacunación, se presenten
enfermedades como fiebre amarilla o tuberculosis. Agregó
que en vacunación, el Plan de Desarrollo se comprometió
a llegar a una cobertura del 95%: El país hace
unos años tuvo un bache, y ahora, con excepción
de algunos departamentos, ha llegado al 90%. Hay territorios
apartados donde no se llega al 50%. Son comunidades aisladas,
con problemas de violencia, desconocimiento y en los que la
cadena de frío no llega. Agregó que la meta
es buscar la erradicación de esas enfermedades inmunoprevenibles
y las transmitidas por vectores, como fiebre amarilla, malaria,
chagas, leishmaniasis, y hacer un trabajo con entes en vigilancia
y detección de casos, diagnóstico y tratamiento,
lo mismo que en erradicación de vectores de los mosquitos,
tema complejo por el uso de plaguicidas. En enfermedades tropicales
señaló que al año hay 140.000 casos de
malaria, dengue 82.000 casos, fiebre amarilla 38 casos, rabia
humana 3 casos confirmados; sin embargo, lamentó que
se presenten casos de fiebre amarilla, cuando en los últimos
años se han vacunado 26 millones de personas contra la
enfermedad.
Y en cuanto a la reforma de la Ley 100, concluyó: Ojalá
dé claridad a las acciones de salud pública del
INS y diga cuáles son las responsabilidades de los entes
municipales, departamentales y nacionales, porque hay vacíos
que dificultan la operación entre el nivel nacional y
territorial. La rectoría debe recuperarla el Ministerio
de Protección, en especial la capacidad de articular
a los departamentos, y que cuando se ejecute un programa de
vacunación o prevención, haya un nexo fuerte y
no acciones duplicadas, que implican gasto de más recursos. |
Tuberculosis pone al descubierto
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debilidad del sistema de salud
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Un grupo de la Facultad
de Salud Pública de la Universidad de Antioquia realizó
una investigación sobre el funcionamiento de los servicios
para prevención y control de la tuberculosis después
de la Ley 100. La tuberculosis es una enfermedad infecciosa
crónica de larga duración que se presenta sobre
todo, en la población pobre y desnutrida; fue elegida
por esas características y porque para enfrentarla se
requieren muchas acciones. La profesora Arbeláez indica:
es una enfermedad regresiva de salud pública, porque
revela las condiciones de vida de la población y pone
a prueba el sistema de salud.
En la investigación se estableció que existe una
desarticulación en la atención de los pacientes
con tuberculosis, porque cada acción depende de distintos
actores. Por ejemplo: el paciente no puede acudir a cualquier
institución de salud, sino a la que tenga contrato con
la aseguradora a la que él está afiliado,
explicó la profesora Arbeláez.
Esto según ella, hace que muchas personas abandonen el
tratamiento, aún cuando éste debe ser diario y
durante 6 meses: Antes se diagnosticaba en la institución
de salud donde se recibía al paciente, inmediatamente
se pasaba al laboratorio para el diagnóstico, pero ahora
el diagnóstico depende del laboratorio con el que haya
una contratación. Como consecuencia de lo anterior,
hay unos porcentajes de curación bajos y hay abandono
del tratamiento en la gente pobre o que viene desplazada. |
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Uso
de antibióticos
Si bien la incidencia de las enfermedades infecciosas, la falta
de control y la falta de coordinación de las entidades
para desarrollar medidas que mitiguen el impacto o lo prevengan
son aspectos preocupantes, también es alarmante la resistencia
a los antibióticos.
Según la profesora Arbeláez, la resistencia
a los antibióticos por su uso indiscriminado es uno de
los problemas de salud pública que se considera emergente
y muy serio, porque nos vamos quedando sin antibióticos
adecuados para contrarrestar las infecciones.
Esa misma opinión la tiene el vicepresidente de la Asociación
Colombiana de Infectología (ACIN), Lázaro Vélez,
quien alertó sobre la llegada a Colombia en un futuro
cercano de virus que han estado extendiéndose rápidamente
por muchos países del mundo como los virus del oeste
del Nilo y la gripa aviaria, los cuales son endémicos
como la malaria y tuberculosis: Creemos que el abuso y
el mal uso de los antibióticos en casi todas las instituciones
hospitalarias y la comunidad, generan un incremento significativo
de la resistencia bacteriana a todo nivel, de la resistencia
de los virus y de los hongos.
Aunque los antibióticos son un alivio para muchas personas
y se consideran casi como la salvación en medio de una
enfermedad infecciosa, que impide a quien la sufre trabajar
y desempeñarse normalmente, si no se utilizan de manera
adecuada, a largo plazo funcionarán sólo como
paños de agua tibia.
El vicepresidente de ACIN manifestó que la invitación
a hacer un uso racional de los antibióticos incluye al
Estado, porque estamos convencidos que uno de los principales
problemas es la venta de ellos sin ningún tipo de control
en las farmacias. A esa circunstancia se suma que muchos
médicos ceden a la presión de los pacientes para
que les formulen antibióticos para cualquier enfermedad.
Estamos creyendo que nuestros problemas están restringidos
donde hay un uso exagerado de antibióticos como en los
hospitales y que es un problema de la gente muy enferma, pero
el problema es que los hospitales están dentro de unas
comunidades y las personas que entran a estos lugares transportan
en su cuerpo las bacterias y las difunden a otros sitios. Este
inconveniente se ha extendido a los asilos, a las guarderías
y a las casas, advirtió Lázaro Vélez.
La resistencia a antibióticos
Para entender más la complejidad del asunto, es importante
considerar estos ejemplos: actualmente, sólo el 35% de
los casos de adultos infectados por neumococo (bacteria que
produce enfermedades respiratorias), tienen susceptibilidad
definida a la penicilina y el 50% en los casos de niños.
Los niños que tienen infecciones del oído,
sinusitis o neumonía pueden estar infectados por bacterias
de esas cuya respuesta a la penicilina y a sus derivados va
a ser mediocre, y obliga a recurrir a otros antibióticos
más fuertes, más tóxicos, más costosos
y frecuentemente, con una actividad no tan buena como la de
la penicilina en los casos en que el neumococo es susceptible,
señaló Vélez.
La tuberculosis es otra enfermedad en ascenso y lo peor es que
ya se presenta multiresistencia. Igualmente, del 10% al 15%
de las personas que adquieren el virus del sida son resistentes
a alguno de los antiretrovirales. Advierte Lázaro Vélez,
que hace poco hubo una alarma en Estados Unidos por un
paciente que adquirió el virus del VIH y era resistente
a todas las drogas disponibles hoy en día para su tratamiento.
Frente a las enfermedades infecciosas, las señales de
alerta están encendidas. Colombia no está exenta
de ninguna epidemia, de hecho, ningún país. Por
eso, el llamado de las autoridades de salud es a reportar cualquier
caso de sospecha. Al menos, eso facilita un poco el control,
aunque sin acciones integrales que aborden el problema, su solución
queda nuevamente en el limbo. En eso influye, particularmente,
la participación decidida o no del Estado, que es en
últimas el que debe garantizar la salud pública
en Colombia. |
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