Bogotá
D.C., 5 de noviembre de 2003
Doctor
Conrado Gómez Vélez
Asunto: Significado de la fiebre amarilla en la Colombia de
2003
Hago referencia a su artículo publicado en la edición
No. 61, de octubre de 2003, del periódico El Pulso, en
el que presenta su interpretación sobre la epidemia de
fiebre amarilla que aqueja al nororiente colombiano. A pesar
de que compartimos su preocupación sobre la gravedad
de la situación, sus observaciones contienen imprecisiones
y omisiones que reflejan desconocimiento de la historia natural
de la enfermedad y de las medidas de vigilancia en salud pública,
investigación, prevención y control que se han
adelantando conjuntamente con las autoridades del vecino país
en los niveles nacional, regional y local, que este despacho
considera aclarar.
. Es cierto que la epidemia de fiebre amarilla en el nororiente
colombiano constituye un problema fronterizo, selvático
y difícil de atender, pero disentimos enfáticamente
de su apreciación de que nos amenace sin preparativos
suficientes, o nos haya sorprendido por exceso de confianza
o incapacidad de asombro. Aceptarlo sería desconocer
el arduo trabajo y esfuerzo que la comunidad, los funcionarios
de salud, las Organizaciones No Gubernamentales, las autoridades
locales, la OPS y las autoridades nacionales de ambos países
han desarrollado, para la prevención y control del brote
epidémico.
Dadas las características socioeconómicas
de la región, y el intenso intercambio de la frontera
colombovenezolana, fue preciso adelantar un arduo trabajo de
coordinación con las autoridades sanitarias del vecino
país en los ámbitos local, regional y nacional,
con el objeto de articular efectivamente los recursos y la infraestructura
de salud disponible en la zona de frontera y mejorar los sistemas
de vigilancia, prevención y control.
Es por eso que los 80 casos confirmados no corresponden
a una avalancha de pacientes que sorprendieron sintomáticos,
como antaño, los hospitales, centros y puestos de salud,
sino en su gran mayoría, el producto de una intensiva
búsqueda activa de casos en investigaciones epidemiológicas
de campo, que implicó el diligenciamiento en terreno
de cientos de fichas epidemiológicas y la toma, remisión,
procesamiento y contrarreferencia de otro tanto de muestras
de sangre y tejido para confirmación, reflejo de lo cual
se redujo rápidamente la letalidad de 100 a 32%. Como
estrategia concomitante necesaria, se instalaron sitios de vigilancia
centinela de síndromes febriles icterohemorrágicos
en 7 municipios críticos y se encuentra en revisión,
con el apoyo de la OPS, un protocolo binacional de vigilancia
de los mismos. Lo anterior, contrario a su afirmación,
habla de un sistema de vigilancia en salud pública, que
aunque aún tiene debilidades que estamos empeñados
en mejorar, se ha fortalecido para dar una respuesta a los requerimientos
de salud pública con mayor cobertura y oportunidad.
Por los motivos expuestos, resulta temerario atribuir
al Sistema General de Seguridad Social la problemática
de la epidemia de fiebre amarilla descrita, cuando su dinámica
responde a factores ecoepidemiológicos y sociales de
otro orden.
... Aunque desde una perspectiva diferente a la suya, coincidimos
en que la experiencia ha sido ejemplarizante y, aunque lamentamos
profundamente la muerte de 32 compatriotas por una enfermedad
prevenible por vacunación, el curso de la epidemia nos
ha permitido demostrar que es posible articular efectivamente
la voluntad de los investigadores, los expertos, las autoridades
en cada nivel territorial, los trabajadores de salud, las Organizaciones
No Gubernamentales, la comunidad y en general de todos los actores
del Sistema General del Sistema de Seguridad Social, para la
solución de la problemática en salud pública
en los ámbitos nacional y local. Sea este un justo reconocimiento
al esfuerzo de todos ellos.
Cordialmente,
Juan Gonzalo López Casas
Viceministro de Salud y Bienestar
____________________________
Bogotá D.C., noviembre 24 de
2003
Señor Viceministro:
Recibí su comunicación en defensa de la gestión
que adelanta el Ministerio con ayuda de diversos argumentos,
unos expositivos y otros derogatorios, en el caso de la fiebre
amarilla. Me complace que el artículo de octubre haya
obtenido su atención, y de muchos lectores preocupados
por los temas de salud pública; mucho más cuando
el Ministerio ve la necesidad de explicar el manejo de este
brote.
En atención a sus observaciones deseo recalcar
que la tesis del artículo que escribí no se refiere
específicamente al trabajo de la institución que
Usted dirige. Al Ministerio se le menciona señalando
que en el caso de la fiebre amarilla que hoy nos ocupa
se da una reacción institucional diferente, activa y
decidida. Lo que se reclama es una mayor movilización
nacional, de la comunidad distinta del nororiente del país.
Señalándola como sujeto, afirmé: lo
que más alarma es la despreocupación en la opinión
pública del resto del país distinto del nororiente,
que ve en esa región un punto aparte, donde ocurre algo
impensable para el interior. Agréguese la tranquilidad
de los comunicadores sociales y de los expertos, que no ayuda
a construir una comprensión amplia de la ciudadanía.
Sería bueno comparar sobre que saben más los colombianos,
si sobre la fiebre amarilla en el país o sobre la neumonía
atípica de la China, y sobre cual de ellas estamos mejor
informados como para reconocerlas.
Esta circunscripción temática no significa omisión
o imprecisión alguna. Fue a esto justamente a lo que
deseaba referirme, apoyándome en datos oficiales de mortalidad
suministrados por el Jefe de Epidemiología del Ministerio.
No revisé las medidas oficiales de vigilancia en
salud pública investigación, prevención
y control en la zona del brote, que son de conocimiento
público, porque evaluarlas no era el objeto del artículo.
Reflexioné sobre la responsabilidad que le cabe a la
sociedad y a las instituciones de otros lugares distintos al
nororiente, y por supuesto a los medios de comunicación.
Como verá, este es un tema diferente de la historia natural
de la enfermedad, los procedimientos de vigilancia y el papel
institucional en el Norte de Santander. Como en su comunicación
estos temas se invocan en ayuda de calificativos derogatorios,
prefiero abstenerme de responderlos. No puedo hacerlo precaviendo
que no es una forma productiva de argumentar, que intenta pero
no logra clausurar las discusiones. Siempre son preferibles
los argumentos expositivo-argumentativos a las derogatorias.
En segundo lugar, porque los más de 25.000 lectores de
El Pulso, entre suscriptores y unos 15.000 consultantes del
periódico por internet, pueden formarse su propia opinión.
Constituyen un público especializado, habilitado para
dirimir sin descalificaciones, como profesionales de la salud,
y por lo tanto, como conocedores bien informados de la historia
natural de la enfermedad, etc. Estoy seguro que evaluarán
por resultados, con justicia e imparcialidad, el significado
de 32 defunciones tratándose de una enfermedad inmunoprevenible,
y que podrán valorar la importancia que tiene el riesgo
de la urbanización de la enfermedad. Además, que
ellos interpreten la letalidad observada del 69.6% cuando en
general sólo se sitúa entre 20 y 50%, indagando
por la vigilancia entomológica que se hace en sus municipios.
Ojalá Usted mismo, como líder natural del sector
que es, pueda recoger sus opiniones más tarde.
No examiné las gestiones Ministeriales porque
conozco como testigo y no de oídas, de la inmensa dedicación
y profesionalismo de sus funcionarios. Me admira que Usted salga
en defensa de la labor institucional. Sin embargo, no creo que
debamos quedar satisfechos mientras la ciudadanía y los
medios no sean conscientes del problema.
No deberíamos empeñarnos en que la fiebre
amarilla es un problema institucional resuelto y circunscrito.
Como existen oportunidades perdidas en vacunación existen
oportunidades perdidas de educación y movilización
social, apelando a la movilización en contexto social
y no institucional. Así tuve el cuidado de escribirlo
en mi artículo.
Sobre la aseveración del penúltimo párrafo
de su carta: "resulta temerario atribuir al Sistema General
de Seguridad Social la problemática de la epidemia de
fiebre amarilla", debo añadir que no es extraída
de mi artículo. No le reconozco ninguna autoría
porque como Usted, pienso que es absurda. Señalé
que este es: "un punto obligado para evaluar la seguridad
social y la vitalidad de la vigilancia epidemiológica,
particularmente en sus componentes locales y en el ciudadano",
y mencioné: "Estas incongruencias desnudan una debilidad
reincidente del sistema de seguridad social para atender los
problemas de salud pública", declaraciones sensatas
y bien fundadas. No podemos ignorar las críticas a la
reforma colombiana en el campo de la salud pública, porque
es el parecer de decenas de expertos, y así consta en
la prensa y artículos especializados. Si para fortalecer
el sistema de salud es necesario revisar puntos como este, entonces
debería discutirse.
Pero no quiero excederme. Es satisfactorio que el periódico
le sirva de conducto para que el país conozca sus ejecutorias
y puntos de vista. Ojalá con su ayuda estos temas que
permanecen en el último puesto sigan pasando al primero
y que El Pulso, quizá el medio de salud colombiano con
mayor circulación, mantenga este espacio de deliberación.
Atentamente,
Conrado Gómez Vélez
Especialista en salud pública, Especialista en evaluación
social y económica de proyectos de inversión y
Magíster en estudios políticos. |