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Con el transcurrir
de los años me he dado cuenta de que como médicos,
también nos exponemos a situaciones, costumbres y vivencias
que pueden ir en detrimento de nuestra salud. Muchas de estas
situaciones están íntimamente ligadas a la personalidad
del médico, quien cree saberlo todo y al final de cuentas
le es difícil reconocer sus limitaciones cuando se trata
de su propia salud.
Desde los años 1970 soy fumador pasivo, ya que formo
parte de una familia de médicos donde en cada reunión
el humo hizo (y al parecer seguirá haciendo), parte de
mi cotidianidad. El ser testigo en las últimas décadas
de las consecuencias de la nicotina en mi familia, tiene relación
muy cercana con el entorno profesional donde hoy me desenvuelvo
cotidianamente: he visto infartos, crisis hipertensivas, cáncer,
comas y muertes dentro de mi profesión. |
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Pero cuando vivo este
tipo de realidad dentro de mi familia, esta experiencia me lleva
a re-descubrir el significado de la vulnerabilidad, el dolor
y la impotencia a la que se ven enfrentados mis pacientes.
Como médicos nos propusimos asegurar la salud de otros.
La salud del paciente viene primero y cualquier preocupación
generada, es porque estamos interesados en el bienestar de la
persona. El buscar respuestas y soluciones para otro ser humano
es sagrado y es el resultado directo de esa motivación
esencial que nos llevó a escoger nuestra profesión.
Y la salud del médico, ¿qué?
¿Pero qué hay de nosotros? ¿Estamos
al tanto y al cuidado de nuestra salud? Cuando hablo de salud
me refiero a ese término global donde mente y cuerpo
son unidad. He sido testigo de cómo en nuestra profesión
la tendencia es abandonar otras pasiones y/o actividades que
llevan a un bienestar. ¿Por qué? ¿Es la
salud de otros más importante que la nuestra? Es la profesión
misma la que nos hace felices, pero la llegada a otro espacio
o momento donde la bata blanca se queda en el armario, nos hace
poner en duda lo que queremos y no podemos ser. ¿Por
qué somos capaces de criticar y hacer juicios de otros
sin ni siquiera entendernos a nosotros mismos? Estas son preguntas
que tratamos de elucidar toda la vida, sin la ayuda de otros.
El reconocer nuestros propios sentimientos es una labor difícil,
especialmente en una profesión donde nos enseñaron
a enfocarnos a resolver un problema. Muchas veces observamos
colegas que actúan bajo la convicción de tener
una inteligencia superior ligada a la capacidad de pensar racionalmente,
haciendo de sus vidas casi un papel actoral; fuera de su relativo
éxito profesional, su vida personal es un caos. La rabia
es característica general de estos individuos que ven
en su familia el espacio ideal para desahogarse y en el lugar
de trabajo no dan cabida al más mínimo error humano,
venga de otros o de ellos mismos; estos individuos son intolerantes
y fuera del lugar de trabajo no tienen mucho de qué hablar;
y a su alrededor muchos los observan con temor, pues irradian
frialdad. Esta actitud muchas veces se origina en un diálogo
interior ligado al concepto de que si trabajo duro seré
amado. El trabajo es una satisfacción pero no debe
ser un todo. Familia, amigos y otras actividades harán
de nosotros seres más humanos y nos permitirán
ser flexibles con nosotros mismos y entender mejor a nuestros
pacientes.
Este cuestionamiento es una motivación más para
no rendirnos en esa búsqueda continua de respuestas acertadas
a nuestras preguntas. Y aquí al escribir estas líneas,
soy el primero que desea mantener la capacidad de observación
y encontrar ese equilibrio entre lo que practico y lo que predico.
Es más fácil reflexionar acerca de la salud de
otros, que sobre la de uno mismo. Pero al hacerlo, podremos
quizás encontrar en otros esa voz neutral pero certera,
que nos ayuda a lograr cambios positivos en nuestras vidas.
¿Estamos listos para permitirnos caminar todas las mañanas,
tener una dieta saludable acorde con nuestro esfuerzo, y meditar
sobre quiénes somos y cómo queremos llegar al
año nuevo de 2011? ¿Somos capaces de soltar el
teclado de nuestro computador, dejar a un lado el correo electrónico,
no chequear si la página Web tiene la información
que deseamos y apagar el celular por unas horas al día
para estar más cerca de los nuestros?
Intentemos esta semana desconectarnos de la red e intuir si
podemos volver a mirar, observar y sentir lo que todo esto significa,
sin tecnología alguna. Quizás al principio sea
un poco difícil, pero después lograremos saber
si somos capaces de vivir con nuestra individualidad y descubrir
a través de la saludable soledad, esos estados
que nos llevan a una vida mejor.
No hay duda que la salud debe primar sobre la enfermedad y que
la prevención debe sobrepasar el tratamiento. Esta creencia
debe ser la piedra angular para que la vida personal de los
médicos refleje un mejor presente en nosotros mismos
y en nuestros pacientes. |
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