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Reflexión
del mes
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Ha
llegado el momento de instruirse en el arte de conservarse.
No anhelemos más la muerte, no contemplemos más
la tristeza con favor particular, lancemos con pasión
un grito en demanda del ser y del durar
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| (Octubre
1904) |
| Rafael
Uribe Uribe (1859 - 1914). Líder laboralista y precursor
de la seguridad social en Colombia y en Latinoamérica.
Abogado, periodista, diplomático, militar, pionero de
la industria agrícola y la modernización del agro
en el país, ideólogo de la reforma agraria en
Colombia, convencido de que el futuro del país estaba
en la agricultura. Escritor: su primer libro, el Diccionario
abreviado de galicismos, provincialismos y correcciones del
lenguaje, 1887. Congresista liberal brillante en época
de hegemonía conservadora (su segunda obra, Discursos
parlamentarios, 1896). |
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Las
decisiones reproductivas libres y responsables hacen parte de
los derechos humanos e implican el derecho a decidir tener o
no hijos, el número y el espacio entre cada uno, y el
derecho pleno a los métodos de regulación de la
fecundidad.
Pocas decisiones de la Corte Constitucional han contado
con tantos enemigos y de tan diversa índole, como la
despenalización del aborto: medios de comunicación,
clérigos, médicos, jueces, etc., y para completar
ahora se suman a esta lista algunos Padres de la Patria.
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Muchos de ellos se han confabulado contra la legislación
que protege la vida y la salud de las mujeres, y parece que
las únicas que no tienen derecho a hacer respetar sus
derechos son precisamente las mujeres. Echar para atrás
la Sentencia C-355 de mayo de 2006 que despenalizó
el aborto en Colombia es tan absurdo y retardatario, como
pretender hoy desconocer el derecho de las mujeres al voto.
Trascurridos 10 años del siglo XXI, llamado por algunos
el siglo del conocimiento, el desarrollo y los derechos humanos,
muy pocas cosas han cambiado para las mujeres, de manera especial
en los países del tercer mundo: la inequidad es la
regla y en este tema Colombia es considerado uno de los países
más inequitativos de América después
de Haití, e incluso la violación persiste como
demostración de poder por parte de los vencedores
en un conflicto que por más de 5 décadas golpea
a nuestro país.
Si bien la Corte despenalizó el aborto en tres circunstancias
especiales por tratarse de un problema de salud pública
responsable de la muerte y discapacidad de cientos de mujeres
-problema que en la actualidad ocupa el cuarto lugar como
causa de muerte materna en Colombia- no podemos perder de
vista que en lo fundamental se trata de un problema de derechos
humanos.
Lo que pretenden los impulsores de la reforma constitucional
que busca echar para atrás la despenalización
del aborto, es un ataque infame a los derechos humanos, y
en especial a los derechos sexuales y reproductivos de las
mujeres: éstos últimos son derechos humanos
universales basados en la libertad, dignidad e igualdad inherente
a todos los seres humanos. Dado que la salud es un derecho
fundamental, la salud sexual y reproductiva es un derecho
humano básico; estos derechos deben ser reconocidos,
respetados y difundidos por todas las sociedades y por todos
los medios. A modo de ejemplo, en la Agenda de la Salud para
las Américas 2008-2017, la OPS propone la inclusión,
la universalidad y la accesibilidad a los derechos humanos,
así como la disminución de la inequidad entre
los países y al interior de los mismos como una prioridad
para la región.
Argumenta el senador José Dario Salazar, proponente
de la reforma que pretende el desconocimiento de los derechos
adquiridos por las mujeres en franca lid, que se abusa de
la norma: nada más carente de rigor y verdad, ya que
después de 4 años de promulgada la sentencia,
en Colombia se practicaron aproximadamente 650 abortos legales
frente a cerca de 200.000 ilegales, lo que equivale a la conservación
de la vida o la salud de estas 650 mujeres que de no haber
contado con este derecho, seguramente se sumarían a
los cientos de muertes evitables que año tras año
destruyen cientos de hogares colombianos con las graves consecuencias
sociales que esto implica.
Cuando un país despenaliza en el aborto, inicialmente
hay un incremento en el número de mujeres que lo solicitan,
luego se entra en un periodo de estabilización con
una caída significativa de la mortalidad materna por
esta causa. Lo que pretenden los opositores a la Sentencia
C-355 no es precisamente atacar un capricho de feministas
como lo manifiestan algunos: es desconocer la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948, el Pacto Internacional
por los Derechos Civiles y Políticos de 1976, la Convención
Internacional para la Eliminación de todas las Formas
de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW 1981),
la Convención sobre Derechos Humanos de Viena, la Conferencia
Internacional sobre Población y Desarrollo del Cairo
1994 y la Política de Salud Sexual y Reproductiva de
Colombia, entre otros, para no alargar la lista. Todas, conferencias
y convenciones a las cuales asistió Colombia y donde
se comprometió a promover y respetar sus decisiones.
Lo triste y preocupante es que el promotor de este nuevo ataque
a los derechos humanos es precisamente un Padre de la
Patria que al posesionarse juró defender la Constitución
y la Ley, y no precisamente acomodarlas a sus creencias religiosas
y convicciones personales.
Porque si bien Colombia es un país con mayoría
católica, también lo son Italia, España,
Inglaterra, Alemania y la inmensa mayoría de países
europeos, donde el aborto está despenalizado para proteger
la salud, la vida de la mujer y la estabilidad de la familia,
y así lo demuestran sus indicadores de salud sexual
y reproductiva, específicamente los de mortalidad materna.
En Alemania la iglesia católica es poderosa e influyente,
pero allí también está despenalizado
el aborto por idénticas razones que en Colombia.
En nuestro país el 52% de la población es femenina,
el 34% de los hogares tienen como cabeza a una mujer y hace
ya muchas décadas sabemos que la ausencia de una madre
implica desnutrición de la familia, mortalidad infantil,
deserción escolar, abuso al menor, esclavitud laboral,
embarazo adolescente, prostitución y drogadicción,
problemas muchos de ellos derivados del aborto inseguro. Esta
situación la entendieron y abordaron los países
desarrollados desde finales del siglo XVIII, cuando descubrieron
que los problemas de población y desarrollo de las
naciones se resolvían cuando se abordaba la salud sexual
y reproductiva de manera integral, seria, con programas que
trascendieran las administraciones y dejando de lado esa visión
teológica que aún predomina en los países
pobres, y que los aleja de alcanzar lugares de privilegio
en equidad y salud pública a nivel mundial, y por ende
el tan anhelado desarrollo.
Vale la pena citar a Kofi Annan, exsecretario de Naciones
Unidas, quien recién manifestó: No se
pueden alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio, particularmente
la erradicación de la pobreza extrema y el hambre,
a menos que se aborden decididamente las cuestiones de población
y salud reproductiva; y para esto es preciso intensificar
los esfuerzos por promover los derechos de la mujer y aumentar
las inversiones en educación y salud, inclusive salud
reproductiva y planificación de la familia.
En la visión y propósito de los proponentes
de este nuevo atropello a los derechos humanos, está
la respuesta al por qué Colombia no logrará
saldar una deuda centenaria con la equidad de género
y específicamente con la salud de las madres. Mientras
en Sudamérica se produce un profundo cambio cultural
y político -fueron necesarios dos siglos de historia
republicana para que Chile fuera escenario de la primera elección
de una mujer como Jefa de Estado, ejemplo que en buena hora
imitaron otros países de la región-, en Colombia
hay legisladores que todavía piensan que la mujer es
menor de edad, que los derechos humanos son un embeleco de
minorías, y que la Constitución y las leyes
se pueden acomodar a sus creencias religiosas y a sus intereses
personales.
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Bioética
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Si
después de explorar la jerigonza propia de los legisladores
analizamos el significado del documento Proyecto unificado
de reforma a la salud, tenemos que concluir que realmente
es un canto de sirena, más seductor y más cruel
que el de la malhadada Ley 100. Es de lamentar que nuestros
legisladores, en vez de reconocer el total fracaso de esa ley
que trocó en comercio de seres humanos la atención
médica, quieran fortalecerla conservando los elementos
que convierten al paciente en objeto mercantil. |
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El proyecto que nos ocupa contiene conceptos errados -también
errores y horrores de ortografía y sintaxis-, que conducen
a conclusiones equivocadas o ambiguas, pero que con la maraña
de promesas y vocablos altisonantes disimulan las verdaderas
trampas a la dignidad del paciente. A lo largo del documento
se habla del bienestar del paciente, no de su Bien; se desconoce
que la obligación del médico no es primordialmente
el bienestar sino el bien pleno del paciente, ya que muchas
de las medidas terapéuticas no conllevan bienestar
inmediato sino malestar y sacrificio al paciente.
Se hace énfasis en la importancia de la cobertura y
el incremento de ésta es argumento fundamental en el
proyecto de reforma a la salud. Aunque se promete mucho sobre
la calidad de la atención, no se analizan
a fondo elementos que entorpecen gravemente dicha atención
y que son faltas contra la ética. No se modifica la
consulta cronometrada fijada por las EPS y las IPS -15 minutos
por paciente-, como si la patología que padece cada
uno de ellos fuera una cantilena idéntica para cada
ser humano, como si los humanos fuéramos objetos con
instrucciones idénticas para su adecuado cuidado. Cada
ser humano tiene una forma de enfermar y de sentir su propia
enfermedad, lo que no permite enmarcarlo en fórmulas
rígidas como pretenden las Empresas Promotoras de Salud
-EPS-, con el único fin de aumentar el ingreso monetario
de sus arcas.
Surge una inquietud: si tan buenos resultados ha dado que
los particulares actúen en nombre del Estado en aspectos
de la salud, ¿por qué no permitirles que ejerzan
plenamente la justicia en Colombia y encomendarles la guardia
de las fronteras, con grandes economías para el Estado?
La pretendida reforma que pretende fortalecer el actual sistema
de salud es, como lo fue la Ley 100, un atropello al êthos
de la medicina surgido en el año 500 a.C.: el servicio
al ser humano. Y es en cambio la entronización del
êthos del comercio en la atención de los pacientes:
comercio de seres humanos.
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| NOTA:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética
-Cecolbe-. |
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