Salud es un servicio, y como tal, prestado por personas
que se formaron en diversas modalidades para prestar dicho
servicio, desde la instrucción superior o técnica
indicada. Por ello, por su carácter de servicio,
la fuerza de trabajo es un elemento fundamental en la conformación
del sistema de salud y el diseño e implementación
de modelos de atención.
En Colombia, por recomendación de Harvard a través
del Programa de Apoyo a la Reforma (PARS), 4 estudios pusieron
de presente la situación y las necesidades del país
en materia de recurso humano. A partir de esta información,
se dieron pasos con miras a fortalecer tanto la formación
como las condiciones de desempeño y el ejercicio
en salud. Y consecuentemente con este propósito,
el Ministerio de la Protección Social encargó
al Cendex de la Javeriana un estudio sobre el balance, las
competencias y prospectivas del recurso humano de la salud
en Colombia, en el cual se advierte de un déficit
de médicos generales y de especialistas en 2011,
que se agudizaría en los 5 años siguientes.
El problema no es nuevo: ya en 1968 se hablaba de déficit
en Colombia, con 4.3 médicos por 10.000 habitantes,
cifra inferior al promedio de Latinoamérica de 5.8
médicos por 10.000 habitantes. En especialidades,
por circunstancias de diversa índole, también
el país ha padecido de años atrás la
escasez de algunos tipos de profesionales (es notorio que
en psiquiatras por ejemplo, Colombia en medio de un conflicto
social permanente que golpea sin parar la salud mental de
sus habitantes, se equipare con un país tan pobre
como Haití, con menos de un psiquiatra por cada 100.000
habitantes).
Y para el caso de las enfermeras, en el año 2000
había 5,4 enfermeras por cada 10.000 habitantes,
lo que nos ubicaba entre los 15 países que tienen
menos de 10 enfermeras por 10.000 habitantes, cuando el
promedio en Latinoamérica es de 30; los estándares
mundiales hablan de una enfermera por cada 10 ó 12
pacientes, y en Colombia hay instituciones con hasta 25
pacientes por enfermera, lo que incide en disminución
de calidad de la atención y aumenta el riesgo de
muerte de los pacientes.
A una oferta educativa no planificada, sin inspección,
vigilancia y control, se sumó además el deterioro
de las condiciones laborales y salariales, lo que contribuyó
a la desarticulación entre formación, desempeño
y espacios de trabajo, y a un deterioro de su nivel de vida,
que no corresponde con sus responsabilidades y el impacto
social y en la salud. El ejercicio médico además
está afectado por las regulaciones impuestas desde
las EPS y el plan de beneficios, y la obligación
de cumplir con actividades administrativas que demandan
tiempo extra y disminuyen el tiempo de atención al
paciente.
Por eso hoy más que nunca, urgen los correctivos
a esta problemática. Desde todas las instancias se
clama por una política pública laboral y de
formación que consulte las necesidades de atención
en salud en el país, que posibilite resultados en
términos de salud de la población y bienestar
del personal de salud que la atiende.
Se insiste además, en la intensificación de
la formación, mejor red-distribución del talento
humano en salud en el país, formalización
del mercado laboral y aumento de la capacidad resolutiva
del médico general ante la carga de enfermedad característica
del país. Incluso desde instancias como la Defensoría
del Pueblo, en su estudio sobre tutelas 2009, se insiste
al Ministerio de la Protección Social que junto con
el de Educación, adopte una política nacional
que regule y garantice el recurso humano en salud en todo
el territorio nacional, para garantizar una prestación
oportuna y de calidad del servicio de salud.
Ascofame afirma que es la Universidad la entidad que debe
solucionar los problemas identificados, conservando criterios
de calidad: aumento de cupos bajo criterios que garanticen
calidad de la docencia, escenarios de práctica y
requerimientos científicos y tecnológicos
para adelantar los programas; además, adelantar una
redistribución planificada del recurso humano, otorgar
incentivos adecuados y definir las competencias profesionales
de formación entre los miembros de la comunidad académica
y científica-médica, con fines de auto-regulación
y auto-control, de auto-gobierno, como corresponde a una
profesión, y no como si fuera un oficio u ocupación
Sigue entonces sobre la mesa, la necesidad de un debate
nacional con altura, que le permita al país definir
con claridad, cuáles son las habilidades, competencias
y posibilidades del talento humano en salud en Colombia.
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