MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 78    MARZO DEL AÑO 2005    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Protocolo de Estambul:
documentación de la tortura en el contexto latinoamericano (II)
Presentamos a nuestros lectores la segunda parte del artículo iniciado en nuestra edición anterior
Ricardo Restrepo Gúzman, MD Boston, Estados Unidos - elpulso@elhospital.org.co
III- Tortura
Es definida según la “Convención en contra de la tortura” de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) realizada en 1984, como “todo acto por el cual se inflija intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean inflingidos por un funcionario público u otras persona en el ejercicio de sus funciones públicas, a instigación suya, con su consentimiento o aquiescencia.

No se considerará tortura los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de acciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a estas”.
Es también importante anotar la Declaración de Tokio, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1975. Allí se definió tortura como un acto sistemático e intencionado en donde se inflinge sufrimiento físico o mental con la meta de obtener información, confesión o cualquier otra razón. Otros organismos regionales han contribuido a la preparación de normas para prevención de la tortura, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura y la Comisión Africana de Derechos Humanos. En Colombia, los últimos datos indican que entre julio de 1996 y junio de 2001, fueron torturadas más de 1.200 personas, a más del 88% de las cuales mataron posteriormente.
Población en riesgo de tortura
Refugiado o asilado político; líder de un grupo de oposición; familiar de un sobreviviente de tortura; persona con historia de arresto o detención; residente de un país políticamente inestable; prisionero de guerra; inmigrante de un país con un régimen totalitario o militar; miembro de un grupo minoritario (religioso, étnico o político); población de guerra civil o conflicto interno en el país de origen.
Métodos comunes de tortura: Es importante siempre enfatizar que el médico perito, clínico forense o personal involucrado en el dictamen médico/psicológico para casos de posible tortura y/o abuso, debe tener siempre la visión global del sobreviviente de tortura y no entrar en una dicotomía al examinar la parte física y/o psicológica. Los métodos físicos son: asfixia, estiramiento, tortura genital, golpes, choques eléctricos, quemaduras y otros traumas. Los métodos psicológicos son: amenazas (dolor, tortura, ejecución), aislamiento e incertidumbre acerca de una posible liberación, aislamiento sensorial, ejecuciones simuladas, testigo forzoso de golpes, violaciones o ejecuciones de amigos y familiares, deprivación del sueño, interrogación por horas y ruido excesivo.
Signos y síntomas físicos: El clínico debe poner en práctica su conocimiento en un examen físico y psicológico adecuado, organizado y completo, para poder llegar a conclusiones que lo lleven a dictaminar la evidencia observada durante el transcurso de la o las evaluaciones con el paciente torturado. El examen debe ser llevado en orden para no omitir ningunos de los sistemas en el examen físico.
Evidencia psicológica de la tortura
La naturaleza misma de la tortura es lo suficientemente poderosa para producir un desequilibrio a nivel emocional y mental, muchas veces omitido en evaluaciones que corresponden al profesional de la salud. Generalmente la evidencia física predomina sobre la psicológica, proceso que no es válido en este y otros aspectos de una buena evaluación clínica. Recordemos que existen varios instrumentos válidos a nivel internacional para el diagnóstico de trastornos psicológicos, tales como el DSM-IV TR, cuestionario de síntomas de Hopkins para el diagnóstico de depresión, o el Cuestionario de Trauma de Harvard para el diagnóstico del trastorno de estrés postraumático y ansiedad, así como otros. Al basarnos en métodos diagnósticos creados por una sociedad occidental, debemos tener cuidado y tener en cuenta la descripción de síntomas en el contexto del paciente o individuo que no pertenece a este tipo de cultura.
Las más comunes respuestas psicológicas son: trastorno por estrés postraumático y trastorno depresivo mayor. Otros trastornos mentales importantes incluyen: desórdenes de ansiedad, trastornos de adaptación, somatización o trastornos somatomorfos, síndrome orgánico cerebral: trastornos psicóticos, trastornos relacionados con sustancias y trastornos sexuales.
IV- La entrevista con el paciente
Es de suma importancia anotar que hay principios comunes en todos los códigos de ética para la atención de salud al paciente. El profesional de la salud debe mantener la independencia para así cumplir a cabalidad el objetivo fundamental de la medicina que es el de aliviar el sufrimiento, la angustia y evitar dañar al paciente, ignorando todas las presiones. Para llevar esto a cabo, los requisitos fundamentales se podrían concentrar en: el deber de dar una asistencia compasiva, consentimiento informado y la confidencialidad. La entrevista con el paciente debe considerar el contexto individual de la persona torturada, teniendo en cuenta un conjunto que abarca el concepto de cuerpo-mente, espíritu y cultura, para así entender la expresión del episodio traumático en esta persona.
Cuando se realice la entrevista, el consultorio debe ser lo menos parecido a una celda, las condiciones del lugar de evaluación deber ser adecuadas, los objetos a utilizar deben estar a la vista del paciente y se le deben presentar los instrumentos médicos para evitar su desconfianza. Asimismo, evitar monitores o pantallas en donde la falta de privacidad afecte la relación médico-paciente. El clínico debe ser consciente de que la ansiedad puede ser generada por los más insignificantes objetos, y estar atento a cualquier reacción del sobreviviente a la tortura, pues esta persona es vulnerable. Es importante evitar las evaluaciones rápidas, pues esto no contribuiría a un buen dictamen médico/psicológico.
El proceso
- Esperar por una cita puede desencadenar la ansiedad del paciente; la espera por parte del paciente torturado y el incumplimiento del clínico evaluador pueden ser fuentes de desconfianza en el paciente, afectando así el proceso de la entrevista.
- Disminuir la ansiedad explicando al paciente quien es usted, su función y una descripción de cómo será la entrevista y el examen físico y psicológico. Evitar el elemento sorpresa en este tipo de entrevistas.
- Permitir al paciente tener autonomía y algún sentido de control durante la entrevista; esto será valorado por el paciente torturado y creara una atmósfera propicia para una narrativa importante de los sucesos, pudiendo así cumplir con los objetivos de una buena documentación y aplicación del protocolo.
- Llevar el proceso de la entrevista con respeto.
- Las preguntas deben ser directas pero con tacto, llevando un formato de preguntas que propicien el dialogo, con un modelo de preguntas abiertas.
- Considerar que revelar cierto tipo de información es difícil, por lo cual el clínico debe tener paciencia y no “forzar” este tipo de respuesta. Un ejemplo claro de esto es el abuso sexual, que en muchas ocasiones puede tomar varias sesiones para ser discutido.
- Educar al paciente acerca de los síntomas expresados, facilitando así un entendimiento del sentir del paciente.
- Corregir malas interpretaciones por parte del sobreviviente a la tortura, propiciando en el individuo un sentido de confianza para con el clínico evaluador y su misión a cumplir.
- Considerar el aspecto cultural como elemento fundamental en la evaluación del sobreviviente a la tortura.
- Estar consciente de los mecanismos de defensa generados en una relación (ej: negación, transferencia) médico-paciente, para evitar así malas interpretaciones o confusión dentro del proceso de documentación.
Uso de intérprete
En algunos lugares estaremos sujetos a no conocer un lenguaje o dialecto. En nuestro medio nos vemos muchas veces enfrentados a un dilema con la población indígena de nuestros países latinoamericanos. Por ello, como clínico, siempre se debe buscar el recurso que nos facilite la comprensión de los sucesos ocurridos, para así no omitir información que puede ser crucial en nuestro informe. Trabajar a través de un intérprete cuando se investiga la tortura no es nada fácil. Es aquí cuando el evaluador debe ser líder tanto de la entrevista como del triángulo paciente-intérprete-clínico, manejando los tiempos de la entrevista, para que tanto paciente como médico se beneficien del intérprete como puente de comunicación.
La educación
Debemos tener en cuenta otros recursos en el sistema de salud donde se realiza la evaluación y conocer otras fuentes de atención. También, es necesario considerar estudios para-clínicos y de laboratorio para un buen dictamen médico/psicológico especializado para casos de tortura y/o maltrato. Siempre que sea posible, habrá que recurrir a inter-consultas con otros clínicos para ayudar a sustentar hallazgos que quizás necesitan de una opinión especializada para asesorar al clínico que prepara el dictamen. Es nuestra responsabilidad referir al sobreviviente de tortura a servicios de rehabilitación y apoyo social para su recuperación.
La documentación
- El método fundamental y guía deber ser el Protocolo de Estambul (“Manual para la investigación y documentación de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes”).
- Mantener una agenda que dentro de lo posible dé flexibilidad para hacer más de una entrevista.
- Escribir el dictamen médico/psicológico inmediatamente después de la entrevista.
- Limitar el uso de “comillas” en la descripción de sucesos y hallazgos clínicos. Es importante anotar que el profesional de la salud debe tratar al máximo de poner en practica su juicio y por ende su capacidad de interpretación en términos clínicos, de los hallazgos encontrados durante el examen.
- El estilo del documento debe en lo posible mantener un tono personal con el lector (en este caso la autoridad competente), para así captar la atención de lo sucedido.
- Leer el dictamen médico/psicológico antes de entregar el informe o la testificación. Con esto se pretende que al trabajo realizado se le den los detalles pertinentes, sabiendo que de este documento depende en gran parte que se haga justicia.
- Siempre estar listo para una declaración escrita y/o verbal en donde las preguntas deben ser respondidas concisamente.
V- Trauma indirecto
Para finalizar, quisiera hacer mención del trabajo desarrollado por el médico perito, forense, profesional de la salud y profesional involucrado en la prevención y documentación de la tortura. En el ejercicio de su profesión, tienen un privilegio pero también una labor muy delicada. Al exponerse a este tipo de pacientes, con sus historias y problemas generados por la tortura, también están expuestos, como cualquier ser humano, a reaccionar a su tarea, muchas veces de una manera no muy saludable. La carga de trabajo, la presión, el volumen de pacientes atendidos y otros elementos de este trabajo, predisponen al trauma indirecto. Este tipo de trauma tiene características tales como la acumulación a través del tiempo y pacientes (diferente del efecto que implica el trabajo de terapia en general), produce síntomas de trastorno de estrés postraumático y cambia la percepción de uno mismo y del mundo. Y es allí donde el compañero o colega es fundamental para reconocer y prevenir este tipo de trauma y ayudar en el proceso de renovación personal.
En mi opinión, la situación actual del país amerita que el personal clínico esté familiarizado con el tema de la tortura y la importancia de su documentación. Colombia necesita de este compromiso, y la sociedad afectada nos exige a cada uno de nosotros no ignorar nuestra realidad.

 
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