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Reflexión del mes
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Vinculación entre Derechos
Humanos y Derechos de los Enfermos
1.
Los Derechos Humanos tienen su origen en los umbrales de nuestra
cultura occidental. Son derechos abarcadores que fundamentan
otros, como el de los pacientes.
2. Los Derechos Humanos de la primera generación protegían
los derechos civiles y jurídicos. Profundizan la secularización
y el respeto al pluralismo.
3. Los Derechos Humanos de segunda generación se preocupan
de los derechos económicos, sociales y culturales.
4. La aceptación del consentimiento informado y los
Derechos de los Enfermos, significa una democratización
de la relación clínica. El derecho a la gestión
de la salud de su cuerpo es una revolución cultural
sin precedentes.
5. Los tiempos de estos derechos en el ámbito social
y privado han sido muy diferentes, por lo que persistió
la relación clínica (y aún no desterrada)
de corte monárquico, paternalista, en sociedades republicanas
democráticas.
6. La tecnociencia, tan decisiva en la hora actual, contribuyó
a difuminar las esferas privadas y pública. La privacidad
está en crisis.
7. La tecnociencia, por otra parte, con su mayor precisión,
poder y capacidad de prever, significa un cambio de responsabilidad
hacia las generaciones futuras, como tan bien fundamentó
Hans Jonas.
8. Derivado de lo anterior, y del encarecimiento y limitaciones
de recursos económicos, obliga, moralmente, a ser eficientes
y, a las obligaciones tradicionales del médico, agrega
la de gestor económico.
9. Eficiencia que, para ser virtuosa, necesita estar equilibrada
con una calidad del cuidado de los pacientes. Tema nuevo e
imprescindible desde una perspectiva del servicio centrado
en el paciente.
10. Los Derechos Humanos de tercera generación ya no
son derechos individuales, ni de Estados, sino globales que
comprometen al planeta. Ejemplo: los derechos ecológicos,
genéticos, etc.
Esto hace plantear que la medicina tendrá que repensar
sus fines, profundizar en su democratización participativa
y seguramente centrarse más en mantener la salud individual
y social como quehacer fundamental.
Doctor Carlos Trejo Maturana, Presidente de la Sociedad Chilena
de Bioética. E-mail: ctrejo@directo.cl
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La seguridad
del paciente a debate
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Mario
Alonso Ruiz Muñoz, MD Barcelona, España - elpulso@elhospital.org.co |
Durante
los días 15 y 16 de febrero pasado se celebró
en Madrid, España, la 1ª Jornada de La seguridad
del paciente a debate, organizada por la Fundación
Avedis Donabedian con sede en Barcelona, y por la Universidad
Autónoma de Barcelona, con el patrocinio de la Fundación
Investigación Médica, y la colaboración
del Centro de investigación para la seguridad de los
pacientes y de la Sociedad Española de Calidad Asistencial.
La Jornada tuvo lugar en el Auditorio Fundación Mutua
Madrileña en el Paseo de la Castellana, a diez cuadras
del todavía humeante Edificio Windsor de 106 metros de
altura, destruido por el fuego desde el domingo 13 de febrero,
en pleno corazón financiero de Madrid, siniestro que
todavía ocupa las primeras páginas de los principales
diarios madrileños que se preguntan por sus causas y
por el qué será de su monumental rascacielos,
ahora esqueleto de acero retorcido y hormigón, y próximos
a recordar el primer infortunado aniversario de la tragedia
en la estación de Atocha, que cobró la vida de
cerca de 200 seres humanos entre españoles e inmigrantes.
En este ambiente, que podría hacer pensar que Madrid
arde cada año, se reunieron 528 personas, entre representantes
del gobierno español, de la Organización Mundial
de la Salud y personajes del mundo científico de la medicina,
destacándose la presencia del doctor Lucian Leape, profesor
de Harvard School of Public Health, un cirujano reconocido internacionalmente
como líder del movimiento por la seguridad de los pacientes,
empezando con la publicación en JAMA de su original artículo
Error en Medicina, en 1994, y quién habla
y escribe extensamente acerca de la necesidad de hacer de la
seguridad de los pacientes una prioridad nacional. La inauguración
contó con la representación del señor Fernando
Lamata, Secretario General del Ministerio de Sanidad y Consumo
de España, en tanto que la asistencia fue amplia por
parte de las diferentes comunidades Autonómicas de España,
de otros países de Europa Occidental, y de países
suraméricanos con una representación como Argentina
y Colombia.
Las jornadas se realizan dado que existe un acuerdo generalizado
en la comunidad internacional de la salud, sobre la importancia
de los problemas de seguridad del paciente, el gran impacto
de los eventos adversos en la morbimortalidad, y la necesidad
de instaurar estrategias destinadas a la promoción de
la seguridad asistencial. Es la primera vez que en España
se convoca a prestigiosos profesionales en el campo de la seguridad
de los pacientes del ámbito internacional. Podemos decir
que se trata de un tema extraordinariamente sensible entre los
profesionales, pues la terminología anglosajona utilizada
inicialmente, medical error, suscita la idea de
que los problemas de seguridad son responsabilidad de los profesionales
en la mayoría de los casos, cuando se demuestra y además
es una de las conclusiones de la Jornada, que son los fallos
en los sistemas de trabajo la causa más común
de su aparición, lo que debería orientar hacia
un enfoque de balance entre el enfoque sistémico y el
humano.
Se conocieron trabajos sobre la seguridad de la medicación
y los registros de eventos adversos, lo mismo que acerca de
la importancia de desarrollar sistemas de notificación
de estos y de incidentes (near miss), con base en
modelos de sectores de gran riesgo como el de la aeronáutica
y el de las plantas nucleares, que tienen sistemas desarrollados
de notificación para la corrección de eventos
adversos.
La doctora Susan Osborn, del Reino Unido, describió la
experiencia de la agencia gubernamental del Reino Unido, la
Nacional Patient Safety Agency (NPSA), que recoge la notificación
de eventos adversos, tanto hospitalarios como del ejercicio
particular, y realiza programas de educación para la
prevención de errores.
Lo que dejó la Jornada
Las grandes conclusiones de la Jornada fueron: Que la seguridad
en la asistencia es una forma de vida, y no es un destino; que
es una forma de hacer, como se piensa que deben ser todos los
planes para el mejoramiento y sostenimiento de la calidad, y
que se debe crear una cultura de la seguridad. También,
que se deben retomar lecciones de sistemas de notificación
de ámbitos no hospitalarios y de la asistencia médica,
y que se pueden enseñar mecanismos de defensa a los profesionales
ante la amenaza de incurrir en errores o eventos adversos que
dañen su prestigio. Igualmente, que se deben utilizar
los errores para educación y mejora, y crear una gran
red para monitorizar si las prácticas seguras se aplican.
Y por último, implicar a los profesionales para lograr
un clima de seguridad.
Para la directora de la oficina Europea de la OMS para la Integración
de los Servicios Sanitarios, Mila García-Barbero, se
deben introducir cambios globales en la seguridad de los pacientes
a través de la ya creada World Alliance for Patient Safety
de la OMS, ya que es una prioridad incorporar a los pacientes
y desarrollar una taxonomía de la seguridad (hablar el
mismo idioma).
Y en un clima de 2 grados centígrados con un frío
que corta la piel y la respiración, e inmerso el pueblo
español en el debate de si daba el si o el no en el referéndum
del domingo 20 de febrero al Tratado de la Constitución
Europea, la comunidad mundial de la salud realizó unas
Jornadas por la precisión del ejercicio médico
y por las garantías de prácticas más seguras,
quedando latente en la conciencia que errar es humano,
pero que ineluctablemente, lo primero es no hacer daño
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Bioética
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Yo no voy donde el loquero
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Luis
Fernando Córdoba Velásquez - Psicólogo
elpulso@elhospital.org.co
En la consulta psicológica y psiquiátrica se
escucha todavía con frecuencia, por parte de algunas
personas, expresiones tales como: A mi sí me
habían dicho que viniera, pero es que yo no estoy loco,
doctor, yo le dije que debería ir donde el psicólogo,
y me dijo que eso es para locos, a mí no
me mande donde el psiquiatra que yo no soy esquizofrénico.
Que valioso sería, que comprendiéramos que ni
el psiquiatra ni el psicólogo son loqueros,
y mucho menos, que todas las personas que asisten a consulta
con estos profesionales están locas.
Esta concepción distorsionada y equivocada que se tiene
de estos profesionales de la salud y de las personas que asisten
a su consulta, nos acompaña desde hace muchos años
y, si bien poco a poco se desvanece, todavía son muchos
los que piensan de esa manera. Por ello, vale la pena insistir
en el empeño de lograr que se tenga un concepto más
acertado de quiénes son y de qué se ocupan estos
profesionales.
Nos quedamos con la idea de que la atención psicológica
o psiquiátrica sólo se realiza a personas con
severos trastornos mentales o de comportamiento;
incluso, que si se asiste a consulta, necesariamente se sale
de allí medicado, con una serie de pastillas que duermen
a la persona, la emboban y le crean dependencia,
cuando la realidad en la mayoría de los casos es bien
diferente.
Muchas de los pacientes que asisten a consulta con el psicólogo
o el psiquiatra lo hacen porque tienen dificultades en su
relación de pareja, en la crianza de sus hijos, en
el trabajo, con sus jefes o compañeros; porque se sienten
inseguros, presentan algún temor, quieren superar su
timidez o aprender a controlar su ansiedad, porque han vivido
una experiencia traumática y deben elaborar el duelo,
porque sienten el deseo o la necesidad de ser escuchados,
etc. En ninguna de estas circunstancias podemos considerar,
y mucho menos afirmar, que se trata de psicópatas,
esquizofrénicos, depresivos crónicos o suicidas,
etc. Cualquier persona que presente una dificultad o un trastorno
psicológico o psiquiátrico, sin importar cual
sea, merece y debe ser tratada ante todo como lo que es: como
un ser humano, como una persona, con respeto, con afecto,
y por ninguna circunstancia se puede o se debe socavar con
calificativos denigrantes su dignidad o la del profesional
que lo atiende.
Es fundamental que los profesionales de la salud que nos desempeñamos
en el campo de la psicología o la psiquiatría,
asumamos en todo momento un profundo respeto frente a nuestros
pacientes, sin aprovecharnos de su condición de vulnerabilidad
o de angustia, lo que es condenable ética y, a veces,
legalmente.
Es necesario que a través de nuestro desempeño
profesional, de las actitudes que asumimos frente a las demás
personas con las que nos relacionamos día a día,
que mediante el lenguaje que utilizamos dentro y fuera de
consulta, reivindiquemos nuestra profesión, y que además,
contribuyamos al respeto de la dignidad de quienes buscan
nuestra ayuda para que puedan hacerlo sin el temor de ser
juzgados por ello, o, peor aún, estigmatizados como
locos o enfermos mentales.
Es triste pensar que muchas personas que pudieran beneficiarse
de un tratamiento psicoterapéutico o psiquiátrico,
no lo acepten por temor de ser calificados de locos.
Muchos otros, que asisten a consulta, se sienten forzados
a mentir en su casa o en su trabajo; otros crean una atmósfera
de misterio para despistar a los curiosos que buscan indagar
sobre sus salidas periódicas sin que aparentemente
haya un motivo para hacerlo. Algunos incluso le piden a la
secretaria que asigna la cita, que por ningún motivo
llame a su casa o trabajo para confirmar la asistencia a la
consulta, o que si es necesario hacerlo, mejor diga que es
una cita médica, pero que por ninguna razón,
vaya a decir que es una consulta con el psicólogo o
con el psiquiatra.
¿Acaso se trata de algo denigrante, indigno o deplorable?
¿Por qué no ocurre lo mismo cuando visitamos
al odontólogo, al médico general o de alguna
especialidad? Más aún, con relativa frecuencia
observamos como se hacen campañas de prevención,
se motiva a las personas para que cuiden su salud oral, para
que se vacunen, para que se practiquen exámenes o chequeos
médicos periódicos con el fin de prevenir enfermedades
físicas, pero cuando se trata de la salud mental, terminamos
pensando que eso es para locos. Es como si en
esta área no fuera necesario hacer prevención,
como si los tratamientos fueran un asunto vedado, bochornoso,
algo que debe ocultarse para evitar sospechas, censuras y
estigmas sociales. ¿Hasta cuándo vamos a continuar
con esa visión equivocada que hace tanto daño,
porque niega de cierta manera a muchas personas la posibilidad
de recibir la ayuda de profesionales que lo único que
desean es contribuir a que ellas logren una óptima
realización de su vida y puedan disfrutar de una existencia
más agradable, más sana y más plena?
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-.
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