MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 78  MARZO DEL AÑO 2005    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Reflexión del mes

Vinculación entre Derechos
Humanos y Derechos de los Enfermos

1. Los Derechos Humanos tienen su origen en los umbrales de nuestra cultura occidental. Son derechos abarcadores que fundamentan otros, como el de los pacientes.
2. Los Derechos Humanos de la primera generación protegían los derechos civiles y jurídicos. Profundizan la secularización y el respeto al pluralismo.
3. Los Derechos Humanos de segunda generación se preocupan de los derechos económicos, sociales y culturales.
4. La aceptación del consentimiento informado y los Derechos de los Enfermos, significa una democratización de la relación clínica. El derecho a la gestión de la salud de su cuerpo es una revolución cultural sin precedentes.
5. Los tiempos de estos derechos en el ámbito social y privado han sido muy diferentes, por lo que persistió la relación clínica (y aún no desterrada) de corte monárquico, paternalista, en sociedades republicanas democráticas.
6. La tecnociencia, tan decisiva en la hora actual, contribuyó a difuminar las esferas privadas y pública. La privacidad está en crisis.
7. La tecnociencia, por otra parte, con su mayor precisión, poder y capacidad de prever, significa un cambio de responsabilidad hacia las generaciones futuras, como tan bien fundamentó Hans Jonas.
8. Derivado de lo anterior, y del encarecimiento y limitaciones de recursos económicos, obliga, moralmente, a ser eficientes y, a las obligaciones tradicionales del médico, agrega la de gestor económico.
9. Eficiencia que, para ser virtuosa, necesita estar equilibrada con una calidad del cuidado de los pacientes. Tema nuevo e imprescindible desde una perspectiva del servicio centrado en el paciente.
10. Los Derechos Humanos de tercera generación ya no son derechos individuales, ni de Estados, sino globales que comprometen al planeta. Ejemplo: los derechos ecológicos, genéticos, etc.
Esto hace plantear que la medicina tendrá que repensar sus fines, profundizar en su democratización participativa y seguramente centrarse más en mantener la salud individual y social como quehacer fundamental.
Doctor Carlos Trejo Maturana, Presidente de la Sociedad Chilena de Bioética. E-mail: ctrejo@directo.cl

 

La seguridad
del paciente a debate
Mario Alonso Ruiz Muñoz, MD Barcelona, España - elpulso@elhospital.org.co
Durante los días 15 y 16 de febrero pasado se celebró en Madrid, España, la 1ª Jornada de “La seguridad del paciente a debate”, organizada por la Fundación Avedis Donabedian con sede en Barcelona, y por la Universidad Autónoma de Barcelona, con el patrocinio de la Fundación Investigación Médica, y la colaboración del Centro de investigación para la seguridad de los pacientes y de la Sociedad Española de Calidad Asistencial.
La Jornada tuvo lugar en el Auditorio Fundación Mutua Madrileña en el Paseo de la Castellana, a diez cuadras del todavía humeante Edificio Windsor de 106 metros de altura, destruido por el fuego desde el domingo 13 de febrero, en pleno corazón financiero de Madrid, siniestro que todavía ocupa las primeras páginas de los principales diarios madrileños que se preguntan por sus causas y por el qué será de su monumental rascacielos, ahora esqueleto de acero retorcido y hormigón, y próximos a recordar el primer infortunado aniversario de la tragedia en la estación de Atocha, que cobró la vida de cerca de 200 seres humanos entre españoles e inmigrantes.
En este ambiente, que podría hacer pensar que Madrid arde cada año, se reunieron 528 personas, entre representantes del gobierno español, de la Organización Mundial de la Salud y personajes del mundo científico de la medicina, destacándose la presencia del doctor Lucian Leape, profesor de Harvard School of Public Health, un cirujano reconocido internacionalmente como líder del movimiento por la seguridad de los pacientes, empezando con la publicación en JAMA de su original artículo “Error en Medicina”, en 1994, y quién habla y escribe extensamente acerca de la necesidad de hacer de la seguridad de los pacientes una prioridad nacional. La inauguración contó con la representación del señor Fernando Lamata, Secretario General del Ministerio de Sanidad y Consumo de España, en tanto que la asistencia fue amplia por parte de las diferentes comunidades Autonómicas de España, de otros países de Europa Occidental, y de países suraméricanos con una representación como Argentina y Colombia.
Las jornadas se realizan dado que existe un acuerdo generalizado en la comunidad internacional de la salud, sobre la importancia de los problemas de seguridad del paciente, el gran impacto de los eventos adversos en la morbimortalidad, y la necesidad de instaurar estrategias destinadas a la promoción de la seguridad asistencial. Es la primera vez que en España se convoca a prestigiosos profesionales en el campo de la seguridad de los pacientes del ámbito internacional. Podemos decir que se trata de un tema extraordinariamente sensible entre los profesionales, pues la terminología anglosajona utilizada inicialmente, “medical error”, suscita la idea de que los problemas de seguridad son responsabilidad de los profesionales en la mayoría de los casos, cuando se demuestra y además es una de las conclusiones de la Jornada, que son los fallos en los sistemas de trabajo la causa más común de su aparición, lo que debería orientar hacia un enfoque de balance entre el enfoque sistémico y el humano.
Se conocieron trabajos sobre la seguridad de la medicación y los registros de eventos adversos, lo mismo que acerca de la importancia de desarrollar sistemas de notificación de estos y de incidentes (“near miss”), con base en modelos de sectores de gran riesgo como el de la aeronáutica y el de las plantas nucleares, que tienen sistemas desarrollados de notificación para la corrección de eventos adversos.
La doctora Susan Osborn, del Reino Unido, describió la experiencia de la agencia gubernamental del Reino Unido, la Nacional Patient Safety Agency (NPSA), que recoge la notificación de eventos adversos, tanto hospitalarios como del ejercicio particular, y realiza programas de educación para la prevención de errores.
Lo que dejó la Jornada
Las grandes conclusiones de la Jornada fueron: Que la seguridad en la asistencia es una forma de vida, y no es un destino; que es una forma de hacer, como se piensa que deben ser todos los planes para el mejoramiento y sostenimiento de la calidad, y que se debe crear una cultura de la seguridad. También, que se deben retomar lecciones de sistemas de notificación de ámbitos no hospitalarios y de la asistencia médica, y que se pueden enseñar mecanismos de defensa a los profesionales ante la amenaza de incurrir en errores o eventos adversos que dañen su prestigio. Igualmente, que se deben utilizar los errores para educación y mejora, y crear una gran red para monitorizar si las prácticas seguras se aplican. Y por último, implicar a los profesionales para lograr un clima de seguridad.
Para la directora de la oficina Europea de la OMS para la Integración de los Servicios Sanitarios, Mila García-Barbero, se deben introducir cambios globales en la seguridad de los pacientes a través de la ya creada World Alliance for Patient Safety de la OMS, ya que es una prioridad incorporar a los pacientes y desarrollar una taxonomía de la seguridad (hablar el mismo idioma).
Y en un clima de 2 grados centígrados con un frío que corta la piel y la respiración, e inmerso el pueblo español en el debate de si daba el si o el no en el referéndum del domingo 20 de febrero al Tratado de la Constitución Europea, la comunidad mundial de la salud realizó unas Jornadas por la precisión del ejercicio médico y por las garantías de prácticas más seguras, quedando latente en la conciencia que “errar es humano”, pero que ineluctablemente, “lo primero es no hacer daño”
 
Bioética
Yo no voy donde el “loquero”

Luis Fernando Córdoba Velásquez - Psicólogo elpulso@elhospital.org.co

En la consulta psicológica y psiquiátrica se escucha todavía con frecuencia, por parte de algunas personas, expresiones tales como: “A mi sí me habían dicho que viniera, pero es que yo no estoy loco”, “doctor, yo le dije que debería ir donde el psicólogo, y me dijo que eso es para locos”, “a mí no me mande donde el psiquiatra que yo no soy esquizofrénico”. Que valioso sería, que comprendiéramos que ni el psiquiatra ni el psicólogo son “loqueros”, y mucho menos, que todas las personas que asisten a consulta con estos profesionales están “locas”.
Esta concepción distorsionada y equivocada que se tiene de estos profesionales de la salud y de las personas que asisten a su consulta, nos acompaña desde hace muchos años y, si bien poco a poco se desvanece, todavía son muchos los que piensan de esa manera. Por ello, vale la pena insistir en el empeño de lograr que se tenga un concepto más acertado de quiénes son y de qué se ocupan estos profesionales.
Nos quedamos con la idea de que la atención psicológica o psiquiátrica sólo se realiza a personas con “severos” trastornos mentales o de comportamiento; incluso, que si se asiste a consulta, necesariamente se sale de allí medicado, con una serie de pastillas que duermen a la persona, la “emboban” y le crean dependencia, cuando la realidad en la mayoría de los casos es bien diferente.
Muchas de los pacientes que asisten a consulta con el psicólogo o el psiquiatra lo hacen porque tienen dificultades en su relación de pareja, en la crianza de sus hijos, en el trabajo, con sus jefes o compañeros; porque se sienten inseguros, presentan algún temor, quieren superar su timidez o aprender a controlar su ansiedad, porque han vivido una experiencia traumática y deben elaborar el duelo, porque sienten el deseo o la necesidad de ser escuchados, etc. En ninguna de estas circunstancias podemos considerar, y mucho menos afirmar, que se trata de psicópatas, esquizofrénicos, depresivos crónicos o suicidas, etc. Cualquier persona que presente una dificultad o un trastorno psicológico o psiquiátrico, sin importar cual sea, merece y debe ser tratada ante todo como lo que es: como un ser humano, como una persona, con respeto, con afecto, y por ninguna circunstancia se puede o se debe socavar con calificativos denigrantes su dignidad o la del profesional que lo atiende.
Es fundamental que los profesionales de la salud que nos desempeñamos en el campo de la psicología o la psiquiatría, asumamos en todo momento un profundo respeto frente a nuestros pacientes, sin aprovecharnos de su condición de vulnerabilidad o de angustia, lo que es condenable ética y, a veces, legalmente.
Es necesario que a través de nuestro desempeño profesional, de las actitudes que asumimos frente a las demás personas con las que nos relacionamos día a día, que mediante el lenguaje que utilizamos dentro y fuera de consulta, reivindiquemos nuestra profesión, y que además, contribuyamos al respeto de la dignidad de quienes buscan nuestra ayuda para que puedan hacerlo sin el temor de ser juzgados por ello, o, peor aún, estigmatizados como “locos” o “enfermos mentales”.
Es triste pensar que muchas personas que pudieran beneficiarse de un tratamiento psicoterapéutico o psiquiátrico, no lo acepten por temor de ser calificados de “locos”. Muchos otros, que asisten a consulta, se sienten forzados a mentir en su casa o en su trabajo; otros crean una atmósfera de misterio para despistar a los curiosos que buscan indagar sobre sus salidas periódicas sin que aparentemente haya un motivo para hacerlo. Algunos incluso le piden a la secretaria que asigna la cita, que por ningún motivo llame a su casa o trabajo para confirmar la asistencia a la consulta, o que si es necesario hacerlo, mejor diga que es una cita médica, pero que por ninguna razón, vaya a decir que es una consulta con el psicólogo o con el psiquiatra.
¿Acaso se trata de algo denigrante, indigno o deplorable? ¿Por qué no ocurre lo mismo cuando visitamos al odontólogo, al médico general o de alguna especialidad? Más aún, con relativa frecuencia observamos como se hacen campañas de prevención, se motiva a las personas para que cuiden su salud oral, para que se vacunen, para que se practiquen exámenes o chequeos médicos periódicos con el fin de prevenir enfermedades físicas, pero cuando se trata de la salud mental, terminamos pensando que eso es para “locos”. Es como si en esta área no fuera necesario hacer prevención, como si los tratamientos fueran un asunto vedado, bochornoso, algo que debe ocultarse para evitar sospechas, censuras y estigmas sociales. ¿Hasta cuándo vamos a continuar con esa visión equivocada que hace tanto daño, porque niega de cierta manera a muchas personas la posibilidad de recibir la ayuda de profesionales que lo único que desean es contribuir a que ellas logren una óptima realización de su vida y puedan disfrutar de una existencia más agradable, más sana y más plena?
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.

 











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