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Hoy en día
solemos vernos sujetos a la falta de criterios clínicos
para prescribir medicaciones a nuestros pacientes. Esto se debe
en parte a la presión por prescribir que se observa frecuentemente
en nuestra profesión médica. El origen de esta
situación es multifactorial, pero se relaciona directamente
a las limitaciones de tiempo en la consulta. Gracias al sistema
corporativo industrial desarrollado por ejecutivos de escritorio,
se determinó que productividad es sinónimo de
calidad. Este argumento no es válido cuando estamos evaluando
la salud de un ser humano.
Es un hecho que la brevedad de las consultas médicas
sumada a las múltiples restricciones por parte de los
seguros de salud, limitan la posibilidad de evaluar y determinar
el plan de tratamiento más apropiado para nuestros pacientes.
La rapidez que se nos impone termina afectando uno de los momentos
más importantes con el paciente, en donde el diálogo
para entender y estructurar los pasos terapéuticos en
beneficio de la persona, es esencial. Así, la oportunidad
de discutir en detalle los pros y los contras del tratamiento
con el paciente, se ve interrumpida por lo que nos va marcando
el reloj.
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Manejo
del paciente ilustrado
En este siglo XXI, la tecnología determina tratamientos,
pues el médico está sujeto a lo que podríamos
denominar el manejo del paciente ilustrado o aquel
que pretende serlo. No hace falta el paciente que llegue al
consultorio con información médica poco confiable.
El médico debe saber abordar esta situación, pues
en ocasiones este factor se puede convertir en presión
y motivo de discordias que afectan el criterio clínico.
Sabemos que la curiosidad del ser humano es innata y debe haber
siempre un deseo por entender y saber. Pero al tratar de encontrar
respuestas que deberían ser discutidas con su médico,
el paciente explora esas mismas en un mundo cibernauta, por
una o muchas noches dependiendo de su condición. Al navegar
por Internet, el paciente entabla un diálogo consigo
mismo, auto-diagnosticándose y determinando el mejor
tratamiento, sin comunicarse con su doctor de cabecera. Como
resultado, muchas veces un paciente exige un determinado tratamiento
en la primera cita, sin saber los riesgos, beneficios, consecuencias
y efectos secundarios de los mismos.
Medicamentos sin rigurosa evaluación
A esta problemática se suma lo que yo consideraría
de mayor riesgo para el paciente y el médico: la aprobación
de productos farmacéuticos sin una rigurosa evaluación
por parte de las entidades que deben regir los controles de
calidad de la industria farmacéutica. Detrás de
este proceso problemático, se encuentran factores de
interés económico y corporativo íntimamente
ligados a la investigación farmacológica. Estudios
financiados por estas empresas proponen resultados positivos
que generan nuevas esperanzas, pero con el error de no informar
o de ocultar al mundo científico y público en
general los aspectos negativos, efectos secundarios o poco promisorios
del medicamento. Esto pone en riesgo a toda población
que vea en un producto dado, una posibilidad de tratamiento.
Abuso y negocio con los anti-psicóticos
De aquí en adelante, me referiré específicamente
a los anti-psicóticos, clase de medicamentos que son
utilizados hoy en la población infantil con problemas
de comportamiento. No quisiera dejar al lector solo en esta
disyuntiva farmacológica, sin antes mencionar que otros
medicamentos en otras áreas de la salud han sido cuestionados
para su uso (Ej.: Avandia-Rosiglitazona) y/o retirados del mercado,
porque sus riesgos exceden sus beneficios (Ej.: Vioxx). Ambos
incrementan el riesgo de muerte por razones cardiovasculares. |
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Esta situación
nos debe llevar a
todoslos que tenemos la facultad de prescribir,
a cuestionarnos las posibilidades de cada tratamiento,
a entender a nuestros pacientes y a saber escuchar,
antes de levantar la pluma para escribir
una orden médica.
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De acuerdo
con reportes del FDA (Food and Drug Administration) en el año
2009, más de 500.000 niños y adolescentes en los
Estados Unidos estaban tomando medicamentos que pertenecían
al grupo de los anti-psicóticos. Un estudio realizado
por la Universidad de Columbia en Nueva York encontró
recientemente que se duplicó el uso de este grupo de
medicaciones en pacientes entre los 2 y 5 años, que están
cubiertos con seguros de salud privados. Sólo el 40%
de los niños que recibieron este tipo de tratamiento,
tuvieron una evaluación psiquiátrica apropiada.
Con tan solo este limitante, se están violando los estándares
demarcados por la Academia Americana de Psiquiatría Infantil
y Adolescente (AACAP- American academy of Child and Adolescent
Psychiatry) para la utilización de estos medicamentos.
En otro estudio realizado por la Universidad de Rutgers y Columbia,
se encontró que niños de bajos recursos cuyas
familias son elegibles para Medicaid (seguro de salud del gobierno
que ayuda a muchas personas de bajos ingresos en los Estados
Unidos a pagar sus gastos médicos), que podrían
beneficiarse de terapia familiar, recibían en vez de
terapia 4 veces más medicinas de la familia de anti-psicóticos,
que los niños con seguro privado.
El tratamiento farmacológico es una herramienta fundamental,
pero éste debe hacerse con criterio clínico, de
una manera apropiada y cuidadosa, como cualquier tipo de decisión
clínica. Una medicación como Risperdal (risperidona),
fue aprobada recientemente para tratar autismo con comportamientos
agresivos, fluctuaciones del estado de ánimo, tendencias
de auto-mutilación o berrinches en niños de 5
años. Para la enfermedad bipolar en niños de 10
o más años, el Seroquel (quetiapina) y Abilify
(aripripazole), fueron aprobados recientemente.
En ocasiones, estas medicaciones son prescritas a niños
de nivel preescolar, sin tener estudios confiables de la efectividad
y seguridad en esta población. Debe tenerse en cuenta
que los anti-psicóticos pueden tener severos efectos
secundarios, tales como aumento de peso y cambios metabólicos,
entre otros, que pueden resultar en problemas médicos
a largo plazo. Por eso, cada vez que se haga uso de este tipo
de medicamentos, la decisión debe ser determinada por
el especialista. Y en estos casos, por el psiquiatra infantil
y el equipo profesional a su cuidado.
El Dr. Ben Vitello, quien se desempeña como jefe de investigación
preventiva y tratamiento para niños y adolescentes del
NIMH (National Institute of Mental Health), expresó al
New York Times en agosto pasado, que las condiciones en esta
población son difíciles de diagnosticar apropiadamente,
debido a la variabilidad emocional. Éste es un
fenómeno reciente, en parte guiado por la mala percepción
de que estas medicaciones son seguras y bien toleradas.
La venta de anti-psicóticos en los Estados Unidos superó
los US$14.6 millones de dólares en 2009. Esto es un negocio
redondo para los ejecutivos, en quienes la voluntad de comercializar
sus productos llegó a los extremos de estampar los logos
de sus compañías en juegos o figuras infantiles,
a los cuales los niños tendrían acceso durante
sesiones terapéuticas.
Debe quedar claro que la psicoterapia es la esencia de cualquier
tipo de tratamiento con niños preescolares con desórdenes
mentales severos, y que los anti-psicóticos sólo
deben ser parte de la terapia adjunta, si están clínicamente
indicados.
Esta situación nos debe llevar a todos los que tenemos
la facultad de prescribir, a cuestionarnos las posibilidades
de cada tratamiento, a entender a nuestros pacientes y a saber
escuchar, antes de levantar la pluma para escribir una orden
médica. No hablemos más del cliente,
no hablemos más de proveedores. Esta historia
sólo merece que volvamos a descubrir nuestro mejor aliado:
la comunicación entre nosotros y el paciente. |
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