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Historias
de
Cien Ciudades:
la vuelta a
Colombia en
campero
Hernando
Guzmán Paniagua Periodista - elpulso@elhospital.org.co |
| Sólo a
un atleta consumado como el neurocirujano bogotano Diego Roselli,
que ha corrido y terminado 8 maratones, incluso en Europa y
Estados Unidos, se le ocurre escribir las Historias de
Cien Ciudades - Crónicas de un viaje fascinante por Colombia,
testimonio de un investigador del alma nacional, trotamundos,
y engomado con la literatura clásica y la
ópera. |
| El ex
decano de Medicina de la Universidad Militar Nueva Granada,
dijo a EL PULSO: La idea del libro surgió en enero
de 2004: cuando era profesor invitado en una universidad de
Nariño, me sorprendió una historia de Pasto en
7 tomos, más de lo que podía leer, y en esa noche
de desvelo pensé que alguien me hiciera un resumen breve.
Me llamó la atención que el héroe local
de Pasto es Agustín Agualongo, que en la historia tradicional
de Colombia es del bando de los malos, como el cura
Pedro Corella, de la iglesia de San José de Cúcuta,
que nunca aceptó irse al bando de los revolucionarios
y le costó la vida, no como tantos tránsfugas
del liberalismo, que pasaron por Cambio Radical y el Partido
de la U y están otra vez de godos. A la semana siguiente
viajé a Santa Marta y se me ocurrió hacer 'Cien
Ciudades'. La parte más aventurosa del libro inició
en enero de 2005 cuando un viejo Land Rover, herencia de mi
padre, arrancó de Bogotá a Chiquinquirá,
a San Gil, Bucaramanga, en un periplo que me llevaría
al país entero; el carro aún no ha vuelto a Bogotá,
después de recorrer la costa pacífica y los llanos
orientales, está guardado en un garaje de Santander,
donde se acabó el presupuesto. |
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La secuencia de las
crónicas -explicó- es caprichosa, es el orden
de publicación en el periódico Portafolio, el
título es en parte burla de la famosa Historia
de Dos Ciudades de Charles Dickens; busqué en
Internet el censo de 1993, ordené las ciudades de mayor
a menor, junté áreas metropolitanas y me dediqué
a recorrerlas y a escribir.
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Mi criterio
central es que la historia de Colombia se ha escrito desde Bogotá,
muy centralista, me reuní en cada sitio con la intelectualidad,
con profesores de bachillerato, incluso con profesionales de
la medicina que han recopilado la historia de su pueblo. Destaco
en cada una de las cien crónicas lo que un visitante
culto debe saber, en qué momento de la historia de Colombia
cada pueblo fue importante.
De Colón a Santos
Roselli dice: Mi plan fue cubrir toda la historia
de Colombia, desde los indígenas prehispánicos
que habitaron nuestras tierras, pasando por la conquista, hasta
historias recientes de narcos y de guerrilla, Álvaro
Uribe es mencionado en varias crónicas e incluso Juan
Manuel Santos y sus relaciones con el Presidente Chávez
-increíblemente proféticas-. Están Sonsón
y los colonos antioqueños, las luchas de liberales y
conservadores en los años 20's y 30's, la masacre de
las bananeras (1928), momento estelar de Ciénaga (Magdalena).
De Medellín relievo el momento del oidor Juan Antonio
Mon y Velarde, cuando pasó de ser la provincia más
atrasada del virreinato a convertirse en el área pujante
industrial; Mon y Velarde trazó caminos, fijó
reglamentos de minería, trajo el anís a Antioquia
(debería haber una cosecha especial del Aguardiente Antioqueño
llamada Mon y Velarde). |
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Hay una gesta borrada
de la historia: la Batalla de Píenta. El 4 de agosto
de 1819, cuando iba un gran refuerzo español para las
tropas de Barreiro que librarían la Batalla de Boyacá,
el pueblo de Charalá se une con piedras y armas rústicas;
en masacre salvaje, acabaron con los charaleños, que
perdieron la batalla, pero frenaron las tropas que se unirían
a Barreiro y Bolívar ganó en Boyacá.
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| De la
mano de Roselli, redescubrimos las huellas musicales de La
piragua, El cantor de Fonseca, Compae
Chipuco, Carmen de Bolívar y la Guabina
chiquinquireña, a El Espinal como la verdadera
ciudad musical de Colombia, a Cartago y sus Cuatro preguntas,
a la Plaza Colombia de Uribia, donde convergen ocho avenidas
como en la glorieta de L'Etoile de París, los cantos
fúnebres de los negros cimarrones de San Basilio de Palenque,
grabados sólo en un sello francés, la primera
insurrección de esclavos del Nuevo Reino de Granada comandada
por Benkos Biohó, a Pereira con sus tranvías y
la segunda planta telefónica automática en Suramérica,
y el por qué de la desnudez de Bolívar. Por el
libro pasan los cadáveres ilustres del Cementerio Central
de Bogotá y otras necrópolis como el Cementerio
Libre de Circasia (Quindío); el polvillo de oro de la
basura de Segovia (Antioquia), único pueblo donde se
barre para adentro; los milagros cotidianos de Villanueva y
su festival Cuna de Acordeones y las huellas de
la Batalla de Palonegro en Bucaramanga, donde además
Bolívar decidió ser dictador. Es claro que
no hay que dejar que Uribe vaya mucho a Bucaramanga, anota
el escritor. |
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De
héroes y batallas
Cuando volaba a Segovia en un avioncito de ADA, Roselli
pensaba: ¿Qué le podrá enseñar
Segovia a Colombia, donde la historia está en el Pantano
de Vargas, en las murallas de Cartagena y en las iglesias de
Popayán? Supe que María Cano, en los años
20's, prendió el fuego del sindicalismo colombiano que
luego se prostituiría; que Segovia y la Frontino Gold
Mines hace cien años tuvieron que ver con el primer borrador
del actual Código Sustantivo del Trabajo. Como supe que
el general Rafael Uribe Uribe y sus ejércitos liberales
tomaron el puerto de Magangué y a muchos prisioneros
conservadores, y que buscando en vano un acuerdo de paz en un
barco con el comandante de las tropas, conservadoras... una
tregua... sus compañeros le insisten en que degûelle
a los presos. |
Y Uribe,
en un acto de humanidad que deberían ver los guerrilleros
de hoy, los deja libres. Somos muy selectivos con las batallas
que recordamos: en Charalá (Santander) me enteré
de una gesta completamente borrada de los libros de historia
de Colombia: la Batalla de Píenta; el 4 de agosto de
1819, cuando iba un gran refuerzo español para las tropas
de Barreiro que iban a librar la Batalla de Boyacá, el
pueblo de Charalá se une con piedras, agua caliente y
armas rústicas; en una masacre salvaje acabaron con los
charaleños, que perdieron la batalla, pero gracias a
eso, se frenó al coronel González, que no pudo
unirse a las tropas de Barreiro y Bolívar ganó
la batalla de Boyacá.
Este ciudadano del mundo, con distinciones nacionales y extranjeras,
también lo es, con orgullo, de Colombia: En la
costa me sentí costeño, en Huila opita... Los
pueblos que más me sorprendieron eran de los que menos
esperaba; uno sabe la tremenda historia de Santa Fe de Antioquia
y otros; de muchos otros uno no espera nada, como Planeta Rica,
pero si uno se queda, ve historias interesantes, como que allá
no se despierta con el canto de los gallos como en cualquier
otro pueblo, sino con el trotecito de los caballos que distribuyen
el agua, pues la fundaron al lado del manantial El Pital donde
brota todavía agua fresca y deliciosa, y quien la toma
se queda a vivir en el pueblo (yo llevé mi botellita
de Agua Cristal, por si acaso...); el maestro Alejo Durán,
primer rey vallenato, tomó agua del Pital y pasó
allí el resto de su vida. |
| En Santander de Quilichao,
combinación muy interesante de indígena, negro
y blanco, y de gran riqueza cultural cimarrona, el papá
de Tomás Cipriano de Mosquera, hasta ese día realista,
hizo una gran donación de esclavos y cabalgaduras a Bolívar
y le presentó a su hijo jovencito llamado también
Tomás Cipriano, quien fue su edecán, o sea, nada
de meritocracia. Se llamó Quilichao hasta que en 1827
ó 28, el pueblo pidió autorización al Vicepresidente
Santander para cambiar el nombre indio por 'Santander'. ¡Qué
tal el lambetazo! Así, quedó Santander de Quilichao. |
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Y a Carmen
de Bolívar le pusieron ese apellido como 'lambetazo'
para mejorar el presupuesto. Ya se les hizo tarde, pero así
habrían podido hacer un Itaguí de Pacho Santos',
anota el autor, y agrega que el centralismo nos hizo olvidar
los pueblos de frontera, como Arauca fundada por venezolanos,
Leticia (nombre de la mujer de un cauchero de Iquitos) por peruanos
y Mitú por brasileños.
Suicidio y prostitución
El doctor Roselli, con más de 30 ponencias científicas
en 15 países, destaca también en sus crónicas
a Casanare, territorio que más capitales ha tenido; a
Mitú, capital étnica de Colombia; a Guainía,
con la mitad de las lenguas que se hablan en el país,
las pugnas locales en la fundación de Armenia, y de aquel
sustancioso consomé de presas humanas que consumieron
Robledo, sus hombres y el cronista Pedro Cieza de León
en Roldanillo. |
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De la mano de Roselli,
redescubrimos las huellas
musicales de La piragua, El cantor de Fonseca,
Compae Chipuco, Carmen de Bolívar
y la
Guabina chiquinquireña, y a El Espinal
como la
verdadera ciudad musical de Colombia.
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Igual
impresión le dejaron conquistadoras como Francisca Baptista
de Bohórquez, pionera de la colonización del valle
del Sinú; la terrible venganza de La Gaitana en el Huila,
tras el no menos horrible asesinato de su hijo a manos de Pedro
de Añasco, y su posterior suicidio en el estrecho del
Magdalena, así como la tradición suicida indígena:
los Aburraes ahorcados con sus mantas que halló Robledo
en este valle, los indios de Boyacá que se arrojaban
de una alta peña al río Nevado, como el cacique
Guanentá en las peñas del Chicamocha. Los
agataes y los cocomés de la provincia de Vélez
se suicidaron todos de un día para otro -cuenta
el autor-, tradición que pervive con los wayúus
que se tiran al tren del Cerrejón; encima: Candelario
Obesso, José Asunción Silva, María Mercedes
Carranza, y los clientes del viaducto de Pereira, bautizado
'César Gaviria'. Así, ¿quién
no salta?, dice Roselli.
Tan interesante esto, señala el escritor, como el papel
de la prostitución en Colombia: la salsa entró
a Cali por los burdeles, cuando construían el ferrocarril;
el acordeón, por los burdeles de Riohacha, y antes de
detenerse el tren en la estación de Barrancabermeja,
rodeada de cafetines, los obreros saltaban por las ventanas
para conseguir las mejores muchachas. En un burdel de Barranca,
el Grill Hawai, se compuso e interpretó por primera vez
La Pollera Colorá: Los historiadores me llevaron
allá y yo dije: ¿Cómo no hay una placa?.
Le encantan las historias de canibalismo, como las del cacique
Nutibara, que engordaba a los prisioneros, mientras las indias
alistaban las ollas para la bandeja paisa; y las
de conquistadores caníbales como Ambrosio Alfinger.
Historias de Cien Ciudades culmina con El
incendio del templo en Sogamoso, tributo de Diego Roselli
a la tierra de su ancestro paterno. De allá es el magistrado
Alfonso Patiño Roselli, quien en homenaje que le rindieron
poco tiempo antes de morir en el Palacio de Justicia, dijo
que los honores y las dignidades las dan los hombres, pero ser
sogamoseño es un privilegio que sólo Dios puede
conceder. |
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¿Kómo
ce dise?
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| ¿Presidente
o presidenta? |
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La
Gramática Castellana nos resuelve muchos problemas,
entre ellos el de los mandatarios, políticos y conferenciantes,
a la hora del saludo a los personajes invitados (que muchas
veces es más largo que el discurso). Entonces, en vez
de decir Señor Presidente de Estados Unidos,
Barak Obama; señora Presidenta de Argentina, Cristina
Fernández de Kirchner, etc., etc., mejor sería
decir: Señores presidentes fulano, sutana, mengano
y perenceja
, metiendo ahí hombres, mujeres
y todo lo que caiga. ¿Por qué? Porque en Castellano
existen los llamados participios activos como derivados verbales:
el participio activo del verbo atacar es atacante, el de sufrir
es sufriente, el de pensar es pensante, el de cantar es cantante,
y así sucesivamente. Repito: género es distinto
de sexo. Si no me creen, entonces hay que cambiar el título
de un famoso cuento, que en adelante quedará La
Bella Durmienta. El participio activo del verbo ser
es ente. Se dice capilla ardiente, no ardienta;
estudiante, no estudianta; adolescente, no adolescenta;
escribiente, no escribienta; paciente, no pacienta.
Si un hombre está callado, está silente. Si
lo está una mujer, lo mismo, no silenta.
Si me entendieron, se ve que son inteligentes. ¿O las
damas quieren que les diga inteligentas?
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