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Reflexión
del mes
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¿En
qué momento dejamos que los economistas interpreten
este mundo, que ellos impongan las reglas del juego mundial
y que el Derecho se tenga que adaptar a la economía?.
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| Arturo
García Santillán (Méjico, 1961). Investigador,
Maestro en Administración y Finanzas, asesor financiero
y docente de la Universidad Autónoma, Universidad Panamericana,
Universidad del Valle de México, ITESM, Universidad Politécnica
y Universidad Cristóbal Colón, en Méjico. |
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Mortalidad
materna
y las Metas del Milenio
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La mortalidad
materna ha sido una tragedia descuidada, y se ha descuidado
porque las que sufren son personas ignoradas, con menos fuerza
e influencia sobre cómo se emplean los recursos nacionales,
son pobres, y por encima de todo, MUJERES. Dr. Halfdam
Mahler. Conferencia sobre Maternidad sin Riesgo, Nairobi,
1987.
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Esta frase pronunciada hace ya 23 años en la conferencia
sobre población de Nairobi, resume en buena medida
la situación de la salud materna en los países
del tercer mundo. Para esa época, las Naciones Unidas
manifestaban su profunda preocupación porque las políticas
de salud de las naciones pobres no consideraban la salud de
las madres como una prioridad, a pesar de que el impacto social
de la mortalidad materna se constituía en una gran
barrera para alcanzar el desarrollo. Propusieron entonces
crear la Iniciativa por una maternidad segura,
como estrategia que garantizara poner la salud materna en
la agenda pública de estos países y convertirla
en una prioridad en los programas de salud.
La razón fundamental de esta estrategia radicó
en que la muerte materna es un problema de salud pública,
de derechos humanos y una de las expresiones más injustas
de inequidad contra las mujeres. A fines de la década
de los 80's, cada año morían en el mundo aproximadamente
600.000 madres en el proceso de dar vida, 99% de ellas ocurrían
y siguen ocurriendo en países en desarrollo y más
del 90% eran consideradas evitables. Cada minuto una madre
moría en el mundo, y en ese minuto, 100 tenían
complicaciones relacionadas con el parto y 300 adquirían
una infección de transmisión sexual.
El riesgo de que una madre muera en África es de 1
en 13, en América Latina 1 en 70 y en Europa 1 en 3.400,
cifras que hablan por sí solas de la grave situación
de inequidad en el mundo. La muerte materna es además
un problema de derechos humanos, porque toda mujer tiene
derecho fundamental a un embarazo y parto seguros y a una
maternidad saludable. El derecho a la vida y la salud
son derechos humanos fundamentales. Los derechos sexuales
son derechos humanos básicos que deben ser reconocidos,
promovidos, respetados y defendidos por todas las sociedades
con todos los medios.
A la Conferencia de Nairobi siguieron la Cumbre del Cairo
y la XXVI Conferencia Sanitaria Panamericana; en ellas los
países se comprometieron a considerar la salud de las
mujeres de manera integral y no sólo a tenerlas en
cuenta para campañas masivas de control natal como
ocurría en esa época y como lamentablemente
sigue ocurriendo en muchos lugares.
En septiembre de 2000, las Naciones Unidas se comprometieron
con los Objetivos y las Metas de Desarrollo del Milenio, que
incluyeron disminuir la pobreza, mejorar la salud infantil,
reducir las infecciones de transmisión sexual y el
sida, lograr la equidad de género, la autonomía
de la mujer, auspiciar asociaciones estratégicas para
fomentar el desarrollo y la sostenibilidad del medio ambiente.
Y como objetivo número 5, mejorar la salud materna,
y como meta reducir la razón de mortalidad materna
en tres cuartas partes con base en la de 1990, lo que implica
lograr para Colombia una razón de mortalidad materna
de 32,6 por 100.000 nacidos vivos para el año 2015.
El periódico El Tiempo en su edición del 3 de
septiembre del presente año, informó que la
Procuraduría General de la Nación en su estudio
sobre la efectividad de los derechos de las mujeres, considera
que Colombia no cumplirá las Metas del Milenio, al
menos en lo referente a salud materna, y concluye que la
meta se cumplirá 5 años más tarde, cuando
se pase de una razón de 75 muertes por 100.000 nacidos
vivos (NV) (dato calculado para 2006), a 45 en 2015.
El Ministerio de la Protección Social, basado
en datos de Dane, asegura que el país redujo
la tasa a 59 por 100.000 nacidos vivos en 2008. Es necesario
hacer claridad sobre estos datos, porque la línea de
base para calcular las Metas del Milenio para Colombia era
la razón (no la tasa como aparece en El Tiempo) calculada
para 1990, que era 104,6 muertes por 100.000 NV y no la calculada
para 2008.
Las cifras reales de mortalidad materna en Colombia no se
conocen por el significativo sub-registro en indicadores vitales
que caracteriza a la salud pública colombiana, porque
simplemente no es una prioridad o por inconveniencia política.
¡Ya quisiéramos los colombianos tener razones
de mortalidad materna de 59, como lo informó el Ministerio
de Protección Social! Habría menos desigualdad,
violencia y orfandad, menor mortalidad infantil, menos deserción
escolar y hogares destruidos, y lógicamente menos pobreza
y más seguridad.
Es necesario aclarar que las razones globales de mortalidad
materna no reflejan la profunda situación de inequidad
de las regiones. Mientras Bogotá y Medellín
tienen hoy razones de 37 y Antioquia de 45, muy cercanas a
las metas debido a algún grado de compromiso político
y trabajo serio, por otro lado Vaupés, Guainía,
Chocó y algunos municipios del norte de Antioquia exhiben
razones comparables o que inclusive sobrepasan a las de Haití,
el país más pobre de América, líder
en inequidad y mortalidad materna en la región de las
Américas.
Reducir la mortalidad materna requiere compromiso político
de largo aliento y eso es precisamente lo que en Colombia
ha faltado. Basta con mirar el mísero balance del ente
legislador y la calamitosa situación de salud del país,
para entender por qué no cumpliremos las Metas del
Milenio en cuanto a salud sexual y reproductiva se refiere
y probablemente también en los demás Objetivos.
En Colombia hay condiciones sociales e individuales críticas
para la salud materna, que hacen muy difícil que el
país cumpla las Metas del Milenio, como son la baja
regulación de la fecundidad; las dificultades en el
acceso al control prenatal -CPN- y la mala calidad del mismo;
la falta de impacto en la intervención de los riesgos
detectados en el CPN; las remisiones tardías a niveles
de mayor complejidad, situación que se ha convertido
en una verdadera tragedia para pacientes y trabajadores de
la salud, aún en las grandes ciudades; la fragmentación
de los servicios por niveles de atención; el pobre
desarrollo tecnológico de los niveles 1 y 2; la infraestructura
e insumos inadecuados e insuficientes para la atención
de complicaciones maternas; y la cobertura y cualificación
insuficiente del recurso humano.
Hay que precisar que el aseguramiento en salud no es igual
a acceso al sistema de atención, y a su vez acceso
no implica calidad, como han pretendido hacernos creer los
ministros de turno. En Antioquia por ejemplo, la mala calidad
de la atención acompaña el 78% de las muertes
maternas; y la evitabilidad de éstas, es del 80% según
investigación realizada por el Centro Nacer de la Universidad
de Antioquia.
Una investigación publicada en la revista The Lancet
en abril 12 de 2010 (www.thelancet.com), financiada por la
Fundación Bill y Melinda Gates y realizada por investigadores
de las Universidades de New York y Australia, muestra cómo
efectivamente se redujo la muerte materna en el mundo en el
período comprendido de 1980 a 2008, en que se pasó
de una razón de 422 a 251 por 100.000 NV, como consecuencia
de una reducción global de la razón de mortalidad
a una velocidad de 1,3% anual entre 1990 y 2008. Entre las
razones aducidas por los investigadores para este descenso,
están la reducción global de la tasa de fecundidad
de 3,7 en 1980 a 2,56 en 2008, al incremento global del ingreso
per cápita que llevó en este período
a un mayor acceso a servicios de salud, mejor nutrición,
mayor nivel educativo y mayor calificación del talento
humano en salud. En esta investigación se estableció
la velocidad de reducción de la razón de mortalidad
en los países estudiados: llama la atención
que Ecuador y Bolivia aventajan de manera significativa a
Colombia y se considera que estos países alcanzarán
las Metas del Milenio, más no nuestro país.
La respuesta al porqué no logrará Colombia saldar
una deuda centenaria con la equidad de género y específicamente
con la salud de las madres, posiblemente esté en la
frase de Kofi Annan, ex secretario General de las Naciones
Unidas: No se pueden alcanzar los Objetivos de Desarrollo
del Milenio, particularmente la erradicación de la
pobreza extrema y el hambre, a menos que se aborden decididamente
las cuestiones de población y salud reproductiva; y
para esto es preciso intensificar los esfuerzos por promover
los derechos de la mujer y aumentar las inversiones en educación
y salud, inclusive salud reproductiva y planificación
de la familia.
Lamentablemente en Colombia este llamado no parece tener acogida:
al contrario, un organismo tan importante como la Procuraduría
General de la Nación vetó la cátedra
sobre Derechos Sexuales y Reproductivos en los colegios, y
el derecho a la terminación segura del embarazo en
las circunstancias que permite la ley en la futura Clínica
de la Mujer en Medellín, aduciendo razones que se contraponen
a los derechos colectivos.
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Bioética
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Hay temas que hacen relación a nuestra propia existencia
y despiertan tan profundos sentimientos que pocas veces se analizan
con la suficiente serenidad y objetividad y se termina aduciendo
primordialmente las creencias personales, la opinión
propia, el a mí me parece, sin escuchar otros
argumentos, Entre estos temas son de común ocurrencia
el aborto, la eutanasia, la ideología de género,
la salud sexual y reproductiva, etc. |
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Los interrogantes que plantea el aborto, antes que jurídicos
o religiosos, son antropológicos. La pregunta fundamental
es: ¿qué se elimina cuando llevamos a cabo voluntariamente
un aborto? ¿Qué es, ontológicamente,
lo que se elimina o suprime? La biología y la antropología
filosófica permiten afirmar que lo que se elimina es
una realidad humana, una persona humana en acto que expresa
su existencia en cada momento según su circunstancia.
El nuevo ser, el zigoto, resultado de la singamia de gametos
humanos es siempre un ser humano y no uno de otra especie;
igual sucede con los embriones de todas las especies: siempre
pertenecen a la de sus progenitores.
Los partidarios del aborto dicen en tono de desprecio y de
justificación que ese nuevo ser es un montón
de células, un puñado de células,
pero olvidan o pretenden olvidar, que ellos y todo ser humano
es siempre un montón de células,
un puñado de células, pero células
que esencialmente constituyen el cuerpo de un ser personal,
trascendente; ser intrínsecamente digno, libre, que
exige veneración, respeto sumo, que «le compete
un valor absoluto... una dignidad absoluta», que es
fin en sí mismo, unidad indestructible
de un espíritu encarnado o de un cuerpo espiritualmente
animado, y que expresa su existencia, como lo afirmamos antes,
en cada momento y según su circunstancia.
Que es una realidad humana, una persona humana en acto, es
imposible negarlo si aceptamos, como tenemos que hacerlo,
que inicia por su propio impulso vital -«autonomía
teleológica» o «autonomía intrínseca»-
la multiplicación de células y posteriormente
la formación coordinada de los diferentes órganos,
funciones esenciales para las cuales la madre sólo
proporciona el ambiente propicio que permite el desarrollo
de esta nueva vida. La división celular como manifestación
de vida se realiza también, si el ambiente es propicio,
fuera del organismo materno en los embriones obtenidos por
fecundación in vitro. El necesitar de un ambiente propicio
no mengua la dignidad humana, pues es obvio que todo ser vivo
lo necesita para poder sobrevivir.
La vida orgánica es una continua sucesión de
fenómenos fisiológicos, metabólicos,
sin soluciones de continuidad o rupturas. En esta continua
sucesión de fenómenos vitales pueden demostrarse
cambios de composición de substancias corporales, de
porcentaje de las mismas, etc., pero nunca se cambiará
naturalmente la vida concreta de esta realidad a ser realidad
de otra especie: es una imposibilidad ontogénica. Algunos
de los defensores del aborto aceptan que el zigoto o embrión,
resultado de la unión de células germinales
humanas, es un ser vivo, pero dudan si verdaderamente es vida
humana.
Ana McLaren considera que sólo es humana cuando aparece
la línea primitiva del sistema nervioso, aproximadamente
entre los 12 a 14 días de la fecundación, cuando
se cumple el proceso de anidación y crea el término
pre-embrión, sobre el cual personalidades
como Jerôme Lejeune afirma: «
No necesitábamos
ninguna subclase a la que llamar 'pre-embrión', porque
no hay nada antes del embrión. Sólo el espermatozoide
y el óvulo, eso es todo». Es obvio que el embrión
no se hace humano porque aparezca la línea primitiva
específica de su sistema nervioso, sino que ésta
aparece porque es humano.
Xavier Zubiri enseña al respecto: «
El oligofrénico
es persona; el concebido, antes de nacer es persona. Son tan
personas como cualquiera de nosotros. En este sentido, la
palabra 'persona' no significa personalidad. Significa un
carácter de sus estructuras, y como tal, un punto de
partida. Porque sería imposible que tuviera personalidad
quien no fuera ya estructuralmente persona». «
A
este carácter estructural de la persona lo denomino
personeidad, a diferencia de la personalidad». «
No
hay sino un ser humano que 'va siendo' en una progresiva apertura
desde el plasma germinal a lo ab-soluto (sic) del Yo. La aperturalidad
es el primer momento estructural de la unidad de mi ser sustantivo».
«
Sería imposible que tuviera personalidad
quien no fuera ya estructuralmente persona. Y, sin embargo,
no se deja de ser persona porque ésta hubiera dejado
de tener tales o cuales vicisitudes y haya tenido otras distintas».
Es decir, esencialmente y por naturaleza somos personas desde
la fecundación, porque estructuralmente poseemos personeidad
desde ese instante.
Y sobre el comienzo de la vida humana nos dice Juan-Ramón
Lacadena Calero:
Ningún científico
dudaría en responder que en el momento de la fecundación,
es decir, cuando de dos realidades distintas -el óvulo
y el espermatozoide- surge un tertium, una realidad nueva
y distinta -el cigoto- con una potencialidad propia y una
autonomía genética
Puesto que ese programa
genético es específicamente humano y no de otra
especie, la nueva vida surgida es, evidentemente humana».
Ya a finales del siglo V a.C. el llamado Juramento Hipocrático
-Hórkos- proclama: «No daré a nadie, aunque
me lo pida, ningún fármaco letal, ni haré
semejante sugerencia. Igualmente tampoco proporcionaré
a mujer alguna un pesario abortivo. En pureza y santidad mantendré
mi vida y mi arte» -IV voto-.
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-.
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