MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 11    No. 138  MARZO DEL AÑO 2010    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 


Mundo del medicamento
Medicamentos en la
emergencia social: ¡colamos el mosquito y nos tragamos el camello!

Luis Guillermo Restrepo Vélez - Químico Farmacéutico - elpulso@elhospital.org.co

A partir de este número se inicia una columna dedicada al apasionante mundo de los medicamentos, vehículos de vida y muerte, riqueza y pobreza -envueltos en historias de ciencia y tecnología, política, economía, publicidad, magia y misterio-, en la cual explorar los diferentes aspectos de productos y procesos fundamentales para la sociedad, con una mirada crítica a nuestras realidades, y esperanzadora sobre nuestras posibilidades.
Y, ¿cómo escapar en esta primera entrega a las discusiones de la emergencia social? Entre sus disposiciones destacan las relacionadas con medicamentos, que incluyen ajustes a la política de control de precios, en especial para los cobijados por patentes o protección de datos.

Asimismo, las que establecen controles sobre conflictos de interés y las relacionadas con guías o estándares de atención y protocolos. Estas disposiciones se refieren a temas que es imprescindible abordar, pero con mucha mayor profundidad, para enfrentar con alguna posibilidad de éxito los problemas que aquejan al sector salud. Incluso, el tema de medicamentos se podría extrapolar al de los productos para la salud. Es innegable que la gran cantidad de recursos dedicada a comprar medicamentos y otros insumos, es parte fundamental del problema; lo invertido en este rubro debería contribuir a lograr los mejores niveles posibles en la salud individual y colectiva, entendida como derecho humano fundamental, que debe anteponerse a intereses comerciales o de cualquier otra índole.
Una de las motivaciones consignadas en el decreto que declara la emergencia, es una afirmación de Afidro -gremio que representa la mayoría de multinacionales farmacéuticas-, según la cual, los responsables de los altos costos de medicamentos son los demás actores de la cadena (EPS e IPS).
Este punto de vista es parcialmente cierto, porque indiscutiblemente la intermediación es uno de los problemas más evidentes del modelo de salud, y se presenta con los medicamentos en estos niveles de la cadena. Sin embargo, las motivaciones de la emergencia no dicen nada acerca de los precios de fábrica de los medicamentos, que en el caso de los que producen los laboratorios autodenominados “de investigación” o “innovadores”, están generalmente muchas veces por encima de sus costos de producción, en gran parte debido a que el sistema de protección de propiedad intelectual fue diseñado para permitirlo, bajo el entendido de que es adecuado que las inversiones en investigación y desarrollo y los incentivos para que éstas continúen, deben provenir de los bolsillos de los pacientes y de los sistemas de salud, vía precio.
Tampoco alude al hecho de que de esos recursos no sólo se invierten en investigación y desarrollo, sino que también se gastan -y en grandes cantidades-, en proteger los intereses de estas empresas, impulsando sus productos en todas las formas posibles, incluyendo incentivos escandalosos a los médicos, apoyando campañas políticas, convenciendo a autoridades sanitarias, gobiernos y legisladores aquí y en todo el mundo, de que permitan la comercialización y uso de sus productos -aún si éstos no solucionan problemas de salud reales-, y de que este es el único sistema posible. Aún así, las multinacionales farmacéuticas argumentan que es necesario ampliar la protección que se les brinda, ya que no es suficiente con lo que ganan en economías industrializadas y, según ellas, llegó el momento de que sistemas de salud y franjas ricas de población de países emergentes hagan su contribución al progreso de la ciencia y la salud en el mundo, so pena de considerarlos piratas y bandidos, merecedores de grandes castigos.
Hay que reconocer que los laboratorios farmacéuticos hace aportes muy importantes a la salud humana, pero esto no puede usarse para evadir la discusión de fondo sobre problemas estructurales de esta forma de generar nuevos productos, que considera la salud de las personas como mercado, en el que sólo interviene para solucionar las “fallas” a favor de la industria, con el pretexto de que esto contribuye a proteger el interés público. Nuestro gobierno, durante muchos años antes de esta declaratoria de emergencia social, en vez de buscar verdaderas alternativas a un modelo en crisis a nivel mundial, y defenderlas en el país y en espacios multilaterales y bilaterales de carácter internacional, como la Organización Mundial del Comercio, la Organización Mundial de la Salud, la Organización Mundial de Propiedad Intelectual y negociaciones de tratados comerciales, se dedicó desde altas esferas gubernamentales a hacer apología del discurso corporativo.
En lo que podría considerarse “abuso de confianza inversionista”, y con la esperanza de obtener colaboración de la industria farmacéutica en la puesta en marcha de los tratados de libre comercio y de mecanismos de cooperación comercial en general, el gobierno aceptó introducir en dichos tratados, disposiciones muy favorables a los intereses de estas industrias, e introducir cambios en la legislación interna, por ejemplo en el sistema de control de precios de medicamentos, que se ajustan claramente a la visión de responsabilidad social que tienen las multinacionales, mientras se mantiene la esperanza vana de que también se cuenta con mecanismos necesarios para controlar los excesos.
Un ejemplo de esta situación es lo ocurrido con la solicitud de licencia obligatoria para el medicamento Kaletra®, usado en pacientes viviendo con VIH. No siempre se patentaron los medicamentos en Colombia, y la legislación vigente en la materia fue adoptada por la comunidad andina en el año 2000, cuando se adecuó al nuevo régimen mundial impuesto por el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio de la OMC, en 1994. Entre las disposiciones que más discusión tuvieron, y que luego se intentó eliminar por Estados Unidos en la negociación del Tratado de Libre Comercio iniciado en 2004, está la posibilidad de otorgar las denominadas licencias obligatorias para proteger el interés público. Muchas concesiones se hicieron en la negociación de este tratado, al punto de que los propios estadounidenses obligaron a nuestro gobierno a firmar un protocolo modificatorio en el que se establecían medidas menos onerosas para nosotros, pero el de las licencias obligatorias fue un tema presentado por nuestro gobierno como un gran logro de la negociación.
En mayo de 2008, varias organizaciones solicitaron con argumentos idénticos a los que el gobierno esgrimió para declarar la emergencia social, que este producto se declarara “de interés público”, primer paso para acudir a la limitación de los derechos de exclusividad que otorga la patente, y permitir que un tercero pueda comercializar el medicamento bajo la condición de pagar una regalía al titular de la patente. Si así se hubiera hecho, el medicamento podría obtenerse a precios cercanos a $800.000/paciente/año.
En lugar de esto, después de muchas dilaciones, el gobierno expidió, el 28 de abril de 2009, una tibia medida de control de precios al fijar un “precio de referencia” de US$1.067 dólares (casi $2 millones de pesos), burlada por ese laboratorio, que siguió vendiendo el medicamento por encima de este precio, por tratarse en su concepto de una mera referencia. Sólo hasta enero de 2010, se anunció a los cuatro vientos que los precios bajarían al nivel establecido por el gobierno, gracias las medidas tomadas en virtud de la emergencia. Este es sólo un ejemplo que muestra que las condiciones están dadas para que los precios de los medicamentos sigan estando muy por encima de sus costos de producción desde su llegada al mercado, que los mecanismos de los que se dispone para hacer frente a la situación están llenos de trabas y que no existe compromiso verdadero para utilizarlos con posibilidades reales y ágiles para siquiera superar casos críticos.
La pregunta es: ¿por qué el enfoque de las medidas se centra en conseguir más recursos del Estado y del bolsillo de los consumidores (que en definitiva es uno solo), en interferir con la autonomía de los prescriptores y en imponer medidas punitivas, cuando los verdaderos problemas de fondo y sus beneficiarios siguen a la sombra?
Posiblemente las EPS y con mayor seguridad la industria farmacéutica permanecerán en el escenario de la salud, pero lo cierto es que la forma como hoy lo hacen no es sostenible en el mediano y largo plazo en una sociedad decente, y los profesionales de la salud debemos revaluar nuestras relaciones con estas corporaciones, para que nuestra defensa de la autonomía no sea la defensa de la posibilidad de prescribir lo que ellos nos indiquen.
Qué bueno sería que el señor Presidente, doctor Álvaro Uribe, u otro que ocupase ese cargo, actuara con toda la vehemencia y energía para enfrentar a las grandes corporaciones con medidas concretas, que le den carne y hueso a sus reiterados llamados a la responsabilidad social, con todos y a favor de todos.
lrestrepo@une.net.co
 
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