MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 10    No. 133  OCTUBRE DEL AÑO 2009    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 


Atención Primaria en Salud:
apuesta urgente que pocos juegan

Juan Carlos Arboleda Z. - elpulso@elhospital.org.co
La Atención Primaria en Salud -APS- requiere como elemento fundamental para su implementación: una voluntad política que aborde el manejo del Estado con un enfoque social; quizás esa es la razón por la que no se consolidó en un mayor número de países. En Perú antes de la pasada campaña electoral, todos los candidatos a la Presidencia y al Congreso firmaron un pacto supra-partidista, en el que primaron las necesidades de salud por encima cualquier interés político o económico, y se comprometieron a buscar un modelo para resolver las prioridades epidemiológicas; el pacto se cumplió y acciones basadas en APS se implementan por todo el país, con resultados que según la Organización Panamericana de la Salud -OPS-, son positivos y visibles.
Resultados incuestionables
Las metas propuestas por Alma Ata en 1978 no se cumplieron, por la presión de esferas del poder económico que las consideraron amenaza para los capitales que incursionaban en servicios como salud, pero los resultados de la APS son incuestionables, según organismos como OPS. “La efectividad de la APS está demostrada, los resultados de sistemas de salud basados en ella lo muestran; sistemas europeos como el de Inglaterra o España, están basados en atención primaria con un alto componente en el primer nivel y muestran reducción de riesgos a través de la prevención y promoción, que a la postre resultan más baratos de atender, aunque no significa que sea menos complejo” afirma el doctor José Ruales, de OPS.

El éxito de la APS no se limita a países desarrollados: en Bolivia hay un impacto muy alto en reducción de muerte materna e infantil. De ahí que el doctor Ruales sea categórico: “Hay suficiente información científica basada en evidencia, para demostrar que la APS es un modelo más eficiente que las formas convencionales adoptadas en América Latina, con sistemas de salud fragmentados o bajo el concepto de seguridad social; hay suficientes demostraciones para afirmar que los sistemas basados en APS son mejores, más eficientes y producen mejores resultados; además, el modelo es aplicable en todos los niveles, ya que busca la transversalidad de la atención en cualquier momento”.
Quienes declararon el fracaso de la APS basados en el incumplimiento de una fecha (“Salud para todos en el año 2000”), olvidan que más allá de la cronología está la vigencia de la meta como norte aún válido. El desafío de disminuir la inequidad sigue claro, y para el doctor Pedro Brito, de OPS, los sistemas de salud fundados en APS ayudan a avanzar en esa dirección: “Tener salud para todos sigue siendo la meta y es la garantía universal del derecho a la salud. La aspiración del derecho a la salud sigue vigente. Por eso es preocupante que actualmente la mayor cantidad de recursos se vaya para la, atención recuperativa de la enfermedad, aunque se ganaron espacios hacia la promoción de la salud y los determinantes sociales. Preocupa mucho la estructura del gasto, y esa es una herencia nefasta de la década de los 90: ningún país logró acceso universal con menos del 6,5% del gasto público como porcentaje del PIB y el promedio de América Latina es 3,3%, ocasionando que la gente tenga que sacar más dinero de su bolsillo”.
El renacer de la APS obedece a un fenómeno pendular, asegura Paul Buss de la Fundación Fiocruz de Brasil: “Hay un comportamiento de péndulo: en los años 70 el esfuerzo fue lograr acceso universal a la salud; la gente acudía a servicios religiosos o 'santas casas' como se llaman en Brasil, y la APS pretendía que las personas accedieran a servicios completos capaces de responder a las necesidades. Además surgió la idea de que la salud no es solo cuestión biológica, sino que hay determinantes que la influencian; en los 80’s no se aplicó la APS por factores económicos y la banca internacional propuso cambiar las políticas estatales de universalidad, por un aseguramiento manejado por entidades privadas; en 2003 empezó una fuerte crítica al modelo del aseguramiento privado porque no resolvió los problemas, la gente continua sin resolver sus problemas y la atención es cada vez más cara. De ahí el retorno a la propuesta de APS, pero incluyendo acciones sobre los determinantes sociales”.
APS en Colombia
La aplicación de estrategias de APS en Colombia es sintomático de lo que sucede en países donde el aseguramiento es el modelo del sistema de salud: son actos aislados que dependen de esfuerzos individuales. Para Saúl Franco, de la Universidad Nacional, ante una situación de salud pública tan crítica como la colombiana, cualquier acción es conveniente y algún aporte hace, pero “al no ser una política de Estado, las acciones de APS se hacen a contrapelo y contracorriente del sistema perdiendo eficacia, y en vez de existir sinergias, el sistema conduce a una fragmentación y debilitamiento de resultados. Esto muestra que es necesaria una transformación de fondo y no cosmética del sistema de salud; entretanto, hay que tener valor y coraje para continuar este tipo de trabajos y consolidarlos lo máximo posible, dándoles duración, consistencia e integralidad”.
Posiciones más pesimistas plantean incluso una incompatibilidad entre aseguramiento y APS, como indica el director del programa de medicina de la Universidad Tecnológica de Pereira, doctor Diomedes Tabima García: “El Sistema de Seguridad Social en Salud se inspira en una racionalidad econométrica, que busca a través de la intermediación de capitales réditos económicos, mientras la APS tiene una inspiración social. De ahí que si el núcleo del Sistema es la rentabilidad económica y el núcleo de la APS es social, no hay posibilidad de compatibilidad; y la mentalidad gerencial, que no es de salubristas, necesita oxigenación económica muy rápida, mientras las direcciones territoriales que deberían impulsar la APS, cada vez tienen mayores problemas de liquidez”.
Compatibilidades posibles
Sin embargo, para especialistas de la OPS como Hernán Montenegro, sí es posible compaginar APS y aseguramiento, por cuanto la APS es flexible y sus principios y elementos operativos pueden ser guía de cualquier forma de organización de prestación de servicios, siempre y cuando los países acomoden sus sistemas hacia principios universales como equidad, solidaridad, derecho a la salud y justicia social: “Se requiere un enfoque inter-sectorial para trabajar sobre los determinantes que afectan la salud; y aunque hay visiones filosóficas de la sociedad diferentes, el Estado tiene que ayudar a quienes no tienen recursos y generar esquemas progresivos que los beneficien. Se necesita un Estado capaz de tomar decisiones y regular la prestación, para que tenga un enfoque con participación y control ciudadano, sin que esto excluya la prestación privada”.

Brasil tiene 30.000 equipos de salud familiar:
sus profesionales reciben altos salarios y el
impacto del programa es tal, que en las elecciones
para alcaldes en 2008, la salud fue prioridad
en las campañas en los 5.800 municipios.
Los alcaldes que buscaban reelegirse y su
trabajo en salud fue deficiente,
perdieron las elecciones.
Según Ruales, a veces las limitaciones no obedecen al modelo sino a sus objetivos: “Un sistema de protección social como el de Colombia, gestiona los riesgos económicos para evitar que los individuos gasten de su bolsillo: eso es útil. Otro es el modelo gerencial: las aseguradoras podrían aplicar un modelo de prevención para reducir el riesgo de enfermedad, promover demanda inducida, y esto sería más eficiente y reduciría riesgos de uso del sistema con mayor beneficio para el individuo, el sistema y las aseguradoras; pero cuando la visión gerencial no es manejar el riesgo en salud sino el económico con excesiva tendencia al logro de utilidades, ahí entra en conflicto cualquier acción de APS”.
La fragmentación de la prestación es un inconveniente mayúsculo para el éxito de estrategias de APS. Montenegro señala que ésta puede enfrentarse con trabajo en redes integradas, sin implicar necesariamente al Estado: “Pueden ser organizaciones públicas o privadas, pero coordinadas e integradas; allí el rol del Estado es posibilitar esa integración con políticas sociales, que cuando se formulen políticas en trabajo, vivienda o salud, se vea el conjunto para que vayan en una misma dirección; esas redes deben tener sistemas de información adecuados, financiamiento con incentivos, formas de pago oportunas. Las redes reducen la fragmentación que genera insuficiencias en atención, inequidad, falta de continuidad en atención, pérdida de adherencia a tratamientos y dificultades de acceso”.
En la estrategia de la OPS, las redes son el modelo organizativo ideal para lograr objetivos en salud consecuentes con las necesidades de la población y mejores resultados al utilizar en forma coherente los recursos, dice Reinaldo Holder: “La APS reestructura el financiamiento del sistema para un uso más eficiente de las inversiones; los países que más avanzaron en APS demuestran que la inversión adecuada en estrategias de mayor rendimiento en salud -sin implicar necesariamente alta tecnología-, tuvieron más éxito”.
Los países de la región que consistentemente construyeron sistemas de salud basados en atención primaria, fieles a los postulados de Alma Ata, generaron evidencia suficiente para comprobar mejores resultados, que ahora son estudiados y puestos como ejemplo al resto del continente. El movimiento de renovación de la APS, promovido en el Informe Mundial de la Salud 2008 de OMS, es un llamado no a regresar a modelos fracasados, sino a terminar el camino propuesto en 1978 e interrumpido por intereses financieros que demostraron su fracaso. Sólo se requiere voluntad política: y ese sí, es otro problema.
 
Un modelo efectivo y sin misterios
En Cuba la APS constituye la base del sistema de salud. Existe la figura del médico de familia que reside y trabaja en los mismos sitios de vivienda que sus pacientes, y tiene un grupo de familias asignadas: debe velar por la recuperación de la salud, y liderar trabajos de prevención y promoción. Los residentes en un barrio son clasificados en 4 grupos: población sana, a la cual se le lleva un registro de posibles riesgos por antecedentes familiares y ambientales; otro grupo con riesgo manifiesto; un tercer grupo con población enferma y un cuarto grupo de personas con complicaciones, discapacidad o secuelas en salud. El equipo básico de salud barrial o familiar atiende a toda la población dependiendo de su clasificación, a través de un control según las características de cada individuo.
Con este esquema, según la directora de salud pública del Ministerio de Salud de Cuba, Cristina Luna, el país se acerca a un verdadero diagnóstico de la salud de la población, para trabajar en función de solucionar sus principales problemas de salud, además de dirigir líneas de investigación para aplicar estrategias de APS específicas que respondan a esos problemas. Además, en la isla se hace un barrido general del estado de salud de los pobladores cada 2 años, con un chequeo integral que incluye interrogatorio, examen físico, aplicación de medios diagnósticos y orientación educativa; este chequeo tiene un enfoque preventivo según edad, antecedentes familiares y condiciones de vida de cada persona. Así, los equipos de salud buscan preventivamente las afectaciones futuras de la población y se diagnostican precozmente, sin esperar que la persona enferme.
Según la doctora Luna, la aplicación del modelo de APS en Cuba es posible por la voluntad política, independientemente de la gratuidad absoluta del servicio: “La salud y educación son lo primero en Cuba, y que sea gratis es un principio que se respeta, porque el Estado sabe dar prioridades; y dentro de ellas, salud y educación son las primeras”.
 
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