La
pediculosis capitis es una entidad producida por el Pediculus
humanus capitis, conocida desde la antigüedad, y desde
entonces asociada con la pobreza o baja condición socioeconómica,
malos hábitos de higiene y hacinamiento. Sin embargo,
hoy es claro que esta parasitosis afecta a todas las clases
sociales, aún en poblaciones con buenos hábitos
higiénicos, y tal vez lo que persiste como factor de
riesgo para su diseminación es el compartir por horas
o días con personas infectadas, como sucede en los colegios,
donde se volvió un problema frecuente. Otro hecho para
destacar es que los adultos, principalmente mujeres, se ven
afectadas más de lo que se piensa.
El problema es de alcance mundial con prevalencias en Asia de
0.7% a 59%, la mayoría en niñas escolares; en
Europa de 0.48% a 22.4%, aunque un estudio en Inglaterra mostró
una incidencia anual de 37.4%; en África de 0% a 58.9%;
en las Américas de 3.6% a 61.4%, y en Australia 13%.
Se estima que en estados Unidos ocurren entre 6 y 12 millones
de infestaciones cada año, principalmente en niños
entre 3 y 11 años de edad.
En un estudio de pediculosis recientemente realizado en niños
de una guardería en Bogotá, se encontró
la mayor prevalencia en niños de 4 y 5 años, al
comienzo del año escolar. Los factores con una asociación
positiva fueron: tener el cabello de más de 11.5 cm de
largo, lavarse el cabello menos de tres veces por semana, compartir
elementos de aseo, y vivir con más de cinco personas
en la casa.
Aunque no se ha demostrado que esta especie del parásito
sea transmisor de alguna enfermedad al humano, el prurito que
genera induce al rascado, lo que a su vez puede generar lesiones
con infección bacteriana sobre-agregada. Por otro lado
se genera una inasistencia escolar importante como potencial
medida de control, así como gastos en medicamentos para
su tratamiento.
Múltiples prácticas han sido recomendadas a través
de los años para el manejo de esta problemática,
entre ellas algunas que han terminado en intoxicaciones o complicaciones
adicionales, o incluso en aislamientos y estigmatizaciones innecesarias.
En otros casos lo que se hace es un sobre-diagnóstico
y por lo tanto tratamientos y exclusiones innecesarias, que
a veces son más nocivos que la misma parasitosis.
Lo más adecuado para enfrentar esta problemática
es en primer lugar hacer un correcto diagnóstico de infestación
activa, utilizar un medicamento adecuado y de la forma recomendada
por el médico o el fabricante, contribuir con la desinfestación
manual, revisar los hábitos higiénicos, y evitar
el contacto cabeza a cabeza con la persona infestada, pues ésta
es la situación de mayor riesgo. Y no utilizar medidas
caseras con sustancias que puedan ser tóxicas para el
paciente.
EID, Vol. 14, No. 9, septiembre 2008.
Biomédica. 2008 junio; 28(2):245-51.
Pediatr Infect Dis J. 2000, agosto; 19(8):689-93; Discusión
694.
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