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Ramón Hoyos con Julio Arrastía,
su entrenador. Foto El Colombiano
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El periodista y docente
universitario Gonzalo Medina acaba de publicar el libro "Historia
del deporte en Antioquia", una incursión por los
distintos momentos vividos por nuestro departamento, exponente
de uno de los liderazgos determinantes en materia deportiva
a nivel nacional. Presentamos fragmentos de esta investigación,
que arranca de la tradición de los juegos indígenas,
cruza por el legado español de los juegos de azar, por
los momentos cumbres de nuestra historia, hasta llegar al momento
actual, matizado por reflexiones, crisis y proyecciones. El
libro fue patrocinado por el IDEA y publicado por Hombre
Nuevo Editores.
Al sumergirnos en nuestra historia, irrumpe la tesis según
la cual el deporte foráneo tuvo sus primeras manifestaciones
a partir de 1860, según el planteamiento de Jorge Restrepo
en su obra "Medellín, su origen, progreso y desarrollo".
En ella sostiene que deportes como el fútbol, el golf,
el polo, la pelota vasca, el tenis de campo y el ajedrez, tuvieron
como mecenas a europeos llegados de España, Francia y
Alemania a mediados del siglo XIX. Comenzado el XX, existió
en cercanías de Guayaquil -entonces centro de la ciudad,
con la Estación Cisneros, plaza de mercado, hoteles y
un comercio fuerte-, el "Frontón de Jai Alai"
-o juego de pelota vasca-, que despertó poco interés
entre los parroquianos ante el auge que cobraba el fútbol.
Este deporte llegó a Colombia, y en especial a Medellín,
con los extranjeros que arribaban procedentes de los puertos
de Inglaterra a los puertos de Barranquilla o ciudades fronterizas
como Pasto. Ellos trajeron los primeros artículos, dieron
a conocer el reglamento y formaron los primeros equipos. El
primer balón fue traído a Medellín en 1910
por Guillermo Moreno Olano, después de un viaje a Europa.
El recorrido de Medina Pérez nos lleva luego por los
dos primeros grandes equipos de fútbol que tuvo la ciudad
allá por 1912: el Sporting Fútbol Club, más
un club social y tertulia cultural, integrado en su mayoría
por extranjeros dedicados a la joyería, y el Medellín
Fútbol Club, origen del Deportivo Independiente Medellín;
y por las improvisadas canchas de El Bosque de la Independencia,
y La Manga de los Belgas donde hoy queda el Hospital San Vicente
de Paúl y donde además se abrieron los primeros
4 hoyos de golf. Más adelante refiere: |
| El primer partido de fútbol
en publico se realizó en la ciudad en 1914; público,
entre comillas, porque tuvo características muy cerradas,
empezando por los precios tan elevados: la boleta más
barata en 1914, para el primer partido, valía 50 pesos
para estar sentado y 35 para permanecer parado. El 3 de febrero
de 1929 llegó el primer equipo extranjero a la ciudad:
"El Lima Asocciation", de Perú, para inaugurar
el estadio Los Libertadores. A las 3 de la tarde se enfrentó
al ABC, de Medellín. Cuentan los archivos que hacia el
nuevo escenario desfilaron cerca de mil automóviles y
asistieron unos ocho mil espectadores. El encuentro terminó
9-0 a favor de los peruanos. |
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Comienza
la epopeya ciclística
El escritor documenta los hitos que marcaron la génesis
de la Vuelta a Colombia en bicicleta: Los hallazgos documentales
practicados permiten afirmar que la idea de esta competencia
comenzó a gestarse en 1940. No faltan quienes señalan
con todo el desparpajo del caso, que la Vuelta a Colombia, como
todas las ideas notables que surgieron aquí hasta concluir
los años setenta, nació al calor de unos tintos
y unos tragos en una mesa del Café Pasaje, entre noviembre
y diciembre de 1950, estando en su fina la violencia política
partidista. Materiales de prensa cuentan que los periodistas
de El Tiempo, Pablo Camacho y Jorge Enrique Buitrago, Mirón,
junto con Efraín Forero, Donald W. Raskin, Guillermo
Pignalosa y Mario Martínez, Remolacho, propusieron
al jefe de redacción, Enrique Santos Castillo, que su
periódico auspiciara y organizara la primera Vuelta a
Colombia. La prueba fue un logro incomparable. |
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El país se paralizó
durante 15 días, pendiente de sus detalles, transmitidos
por la emisora Nueva Granada en la voz del narrador costarricense
Carlos Arturo Rueda C., quien con su estilo peculiar hacía
más emocionante la carrera. En 1951, Efraín Forero
Treviño fue el primer campeón de la Vuelta a Colombia,
y Carlos Arturo lo bautizó, desde entonces, como El
Zipa Indomable. Con la segunda versión -1952-,
ganada por el francés José Beyaert, irrumpe en
la escena nacional un joven campesino originario de Marinilla,
forjado en el dominio de la bicicleta gracias a su sobrevivencia
en Medellín con el "caballito de acero": Ramón
Hoyos Vallejo. Desde su hábitat en el oriente de Antioquia,
él se remonta 60 años para evocar sus inicios
en la capital antioqueña: "Me coloqué de
ciclista en el granero El centavo menos, al frente de la fábrica
de cremas, en Abejorral con Bomboná, año 46-47.
Luego trabajé en la Carnicería La arteria, que
quedaba en Colombia con El Palo y de ahí como yo era
el mensajero más rápido, cuando Medellín
era un pueblo, me llamaron de La bandera blanca; me pagaban
un peso más a la semana y me fui allá a ganarme
5 pesos semanales. En esa época, Medellín
tenía 6 semáforos, uno quedaba en Ayacucho con
Sucre. Cuando cumplí 16 años, entré a trabajar
a Coltejer en oficios varios, me pagaban 7 pesos con 84 centavos
mensuales.
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Isabelita Ángel era una gran impulsadora
del ciclismo colombiano, debido a eso Cochise se benefició
con el patrocinio de Wrangler Caribú, eso era de los
Ángel. Yo tuve a Coltejer y para que me patrocinara tuve
que mostrar que el 20 de julio de 1951 gané una carrera
doble a San Cristóbal en turismo.
El relato de Ramón Hoyos pasa por el encuentro con el
periodista Oscar Salazar y su facilitación
para obtener el patrocinio en la carrera: Esa noche aprobaron
que yo corriera la Vuelta a Colombia, fue como el 3 de enero
y el 4 ó 5 de enero de 1952 salimos a comprar una bicicleta
de segunda en un almacén que quedaba en Ayacucho entre
Bolívar y Palacé, porque una bicicleta nueva de
carreras valía 400 pesos, y ésta costó
220, una Peugot muy alta, marco 60 y yo soy 56, o sea, que yo
tenía que pedalear con el galápago todo hundido
en la barra, así empecé en la Vuelta. Corrí
la Vuelta a Colombia del 52 y en la primera etapa, como no dominaba
bien la bicicleta, saliendo de la 7° con Jiménez
en Bogotá, donde queda El Tiempo, al pasar los rieles
de la estación que existía allá, como el
Ferrocarril de Antioquia aquí en la Plaza de Cisneros,
no los pasé vertical, sino medio horizontal y me pegué
una caída fuerte, empecé a perseguir, pasé
a Mosquera, a Madrid y en Facatativa cacé a la gente
y empezaron a subir para bajar a Villeta, los carros a bajar
rápido y yo a bajar rápido también y con
la segunda caída que me pegué, perdí el
conocimiento, entonces hasta que yo no despertara no se iban
ellos; desperté y me dijeron: Ramón, se va a retirar;
allí está el carro y yo les dije: yo no me retiro,
empecé a moverme y no me dolía ningún hueso
ni las manos y dije: yo sigo, pero solo.
El fenómeno nacional e internacional que constituyó
Don Ramón de Marinilla, propició su encuentro
con el entonces reportero de El Espectador, Gabriel García
Márquez, enviado a Medellín a cubrir la llamada
tragedia de Media Luna (1954), nombre del sitio del oriente
de Medellín donde se produjo el gigantesco deslizamiento
de tierra que tapó a humildes habitantes. Pero fueron
más quienes perecieron cuando trataban de colaborar en
el rescate de las víctimas. "Medellín fue
víctima de su propia solidaridad", fue el titular
de una de las crónicas que escribió luego el Nobel
colombiano. Pero además de narrar el desastre, "Gabo"
se ocupó de la vida del amo de las carreteras colombianas.
El pentacampeón tiene su propia versión de su
experiencia con García Márquez:
"Gabriel García Márquez vivió en la
casa mía, en el barrio Alejandro Echavarría, 8
días, porque yo le dije "yo le cuento mi vida",
porque se la pidieron de El Espectador; a mí me daban
2.500 pesos, que era mucha plata, y a él le pagaban no
se cuánto. Y él escribió la vida mía
y la difundió en el mundo en 10 idiomas, yo ahí
tengo la publicación en alemán, porque me la regaló
la señora que vino a conocerme, que fue la que tradujo
del Español al Holandés, ahí tengo el libro.
Él era un periodista, común y corriente, que resultó
con una inteligencia distinta, haciendo cosas buenas sobre Colombia,
yo le daba la comidita ahí y dormía en la casa...
Yo estaba prestando servicio militar y había tenido un
accidente yendo a Mesitas del Colegio con una española
que era cabaretera en el Gato Negro, en la 7° con Jiménez.
Nos fuimos a bañarnos en piscinas bien sabroso, yo tenía
puerta franca en el batallón, me decían que tenía
que pedir permiso, pero no estaba por escrito, o sea que yo
cometí el delito de deserción ese día;
y en el Salto del Tequendama íbamos como 10 motociclistas
antioqueños y yo me abrí tanto para la izquierda
que al voltear a la derecha me resbalé en la arenilla,
caí encima de ella y la moto encima de mí, y quedé
inconsciente. En la Clínica Marly de Bogotá me
hicieron la cirugía, tenía las dos muñecas
empezadas a fracturar, el 11 de junio salí del Hospital
Militar y en el batallón Francisco José de Caldas,
en Puente Aranda oí la noticia, por la noche, de que
había caído un derrumbe en Media Luna y dije:
"Que a mi familia no le haya pasado nada". Me acosté
a dormir y soñé que mi mamá y mi hermana
se habían ido al derrumbe, pero que no habían
muerto, sino que quedaron fracturadas y las llevaron al hospital,
y yo tenía que venirme a Medellín ese día
a ver en qué les podía servir; a pesar de eso,
yo me dije: los sueños son sueños.
Salí a las 4:00 de la tarde para Medellín, y pasó
el avión por Media Luna, el barrio estaba lleno de gente
porque sabían que Ramón Hoyos venía a ver
su mamá y a su hermana muertas y al novio de mi hermana;
un drama un poquito maluco, parte de la vida mía en la
Vuelta a Colombia, tanto que cuando yo corrí una carrera
a Media Luna, ese mismo año, cuando pasé por el
mismo sitio, una cosa que llamaban Rancho de Lata, ahí
me bajé de la bicicleta, recé dos padrenuestros,
arrodillado en el asfalto; cuando arranqué ya no iba
de punta, sino como sexto o séptimo, empecé a
pedalear duro pensando en que mi mamá me ayudaba y cacé
a Aureliano Gallón faltando 20 metros para cruzar la
raya, y lo pasé. |
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Atanasio Girardot corona
campeones
Medina Pérez cuenta los antecedentes del que
hoy llaman el Coqueto Atanasio Girardot, desde aquel
proyecto de ordenanza del entonces diputado a la Asamblea de
Antioquia, Belisario Betancur, que a finales de los 40 autorizaba
al gobernador Eduardo Berrío a hacerle un préstamo
de un millón de pesos al municipio de Medellín
para construir un estadio. Cita la referencia del historiador
Luciano López: Los escenarios que había
ya no permitían que la gente asistiera y desde 1945 empieza
una campaña del gobierno municipal y de los dirigentes
para crear un estadio en la ciudad, por lo cual se vende el
estadio de Los Libertadores en 1947 al Instituto de Crédito
Territorial -ICT-, y con ese dinero se compran los terrenos
donde está actualmente el estadio Atanasio Girardot.
Se construye para 35.000 espectadores con capacidad para la
gente en las tribunas, con bares, música de salón,
música de cámara, conservando lo que antes se
daba en los hipódromos. La obra se inaugura en marzo
de 1953 con un cuadrangular entre El Fluminense de Brasil, el
Atlético Nacional, el Deportivo Cali y el Alianza Lima,
del Perú.
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Entonces se deja de utilizar el estadio San Fernando,
el cual quedaba donde está hoy la Plaza Mayorista en
Itaguí, y que se dedica solamente para los caballos.
Así queda hasta los 80 y empieza la creación de
la Unidad deportiva Atanasio Girardot con todos sus anexos;
lo primero fue la cancha de fútbol, posteriormente en
los 50 y los 60 empieza la concesión de las auxiliares
y demás escenarios.
El Medellín ha tenido continuidad de propietarios desde
su fundación hasta hoy; lo de el equipo del pueblo,
más o menos empieza con La Danza del Sol
en 1957, cuando se convierte en el más popular, pues
trae una serie de jugadores peruanos que le dan cierto estatus
al equipo y lo llevan a los obreros, pero el Medellín
siempre fue un cuadro de élite y aún mantiene
esas características, al menos en sus dueños.
El Nacional tiene un proceso totalmente diferente: dentro de
los obreros de una empresa, sale del Unión Indulana,
en la empresa del mismo nombre, y que se transforma en Municipal
en el 47. Así juega en el torneo profesional; pero en
1950 Fabricato compra a Nacional, está en la tarea de
promocionar los productos que se hacen en Colombia, en especial
las telas, para que no se importe más. Por eso le da
el nombre de Nacional al Atlético Municipal, y lo hace
bandera de una campaña que dice: Por lo nacional,
compremos lo nacional.
Para Antioquia ganar el primer título profesional del
fútbol colombiano, fue necesario que durante un año
desapareciera, por problemas económicos, uno de los equipos
de la ciudad: el Independiente Medellín, que en 1952
creó la primera natillera del balompié nacional,
dirigida por Agapito Perales. Medellín jugó su
último partido en Cali a finales del año, ante
el América y perdió 2-0. El Poderoso resurgió
en febrero de 1954, luego de que un grupo de personas, entre
ellas Alfonso y Javier Arriola Del Valle, compró la ficha
de la Institución. Ese mismo año, Atlético
Nacional, dirigido por el argentino Fernando Paternóster,
ganó el campeonato con una campaña destacada:
de 18 partidos jugados, se impuso en 14, empató tres
y sólo perdió uno. Algunos de los integrantes
del elenco triunfador eran el arquero Gabriel Mejía,
el defensa Ignacio Loco Calle, Humberto "Turrón"
Alvarez -señalado por muchos como el mejor futbolista
que ha tenido Colombia-, el uruguayo Julio Ulises Terra, el
argentino Atilio Miotti, Gianastasio, Casartelli, Pepe y el
también portero Julio "Chonto" Gaviria. Independiente
Medellín terminó tercero, luego de reforzar su
nómina, reapareció el 28 de febrero de 1955 enfrentando
al Boca Juniors de Cali. Los rojos contaban, entre otros, además
de Moreno, con el puntero derecho Orlando Larraz, Pedro Roque
Retamozo, Juan Carlos Toja, Valerio Delatour, Felipe Marino,
Lauro Rodríguez, Jesús Chucho Hernández,
Jorge Benegas, todos dirigidos por el paraguayo Delfín
Benítez Cáceres -El Machetero-. Más
adelante se sumarían Canino Caicedo, Efraín
Caimán Sánchez, René Seghini,
Fernando Sierra, Jorge Chema Méndez, Lorenzo
Calonga y Carlitos Arango. Disputadas 24 jornadas del torneo
de 1957, y estando de puntero el DIM, con 11 puntos sobre el
segundo, la Dimayor celebró una reunión en septiembre
en Ibagué y declaró en receso el campeonato. La
coronación de los rojos hubo de esperar hasta marzo de
1958. Este año ocurrió lo inesperado: la desaparición
del Atlético Nacional e Independiente Medellín.
Semejante noticia se resumió en escuetos comunicados
emitidos por la Dimayor y los equipos implicados.
Este es apenas un minúsculo asomo a la ventana del tiempo,
a una saga apasionante, a una prodigiosa aventura, que en su
Historia del Deporte en Antioquia pinta Gonzalo
Medina Pérez en miles de novelescos episodios, como los
de dos mensajeritos antioqueños que se ganaban el pan
a lomo de sus caballitos de acero, en los cuales
cabalgarían hacia la gloria: Cochise Rodríguez
y El Ñato Javier Suárez . |
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