DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 10    No. 121 CULTURAL DEL AÑO 2008    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

 
Ramón Hoyos con Julio Arrastía, su entrenador. Foto El Colombiano
De la épica en el deporte
Una reconstrucción
de la cultura antioqueña a través del movimiento
Gonzalo Medina. - Adaptación de Hernando Guzmán. elpulso@elhospital.org.co
El periodista y docente universitario Gonzalo Medina acaba de publicar el libro "Historia del deporte en Antioquia", una incursión por los distintos momentos vividos por nuestro departamento, exponente de uno de los liderazgos determinantes en materia deportiva a nivel nacional. Presentamos fragmentos de esta investigación, que arranca de la tradición de los juegos indígenas, cruza por el legado español de los juegos de azar, por los momentos cumbres de nuestra historia, hasta llegar al momento actual, matizado por reflexiones, crisis y proyecciones. El libro fue patrocinado por el IDEA y publicado por “Hombre Nuevo Editores”.
Al sumergirnos en nuestra historia, irrumpe la tesis según la cual el deporte foráneo tuvo sus primeras manifestaciones a partir de 1860, según el planteamiento de Jorge Restrepo en su obra "Medellín, su origen, progreso y desarrollo". En ella sostiene que deportes como el fútbol, el golf, el polo, la pelota vasca, el tenis de campo y el ajedrez, tuvieron como mecenas a europeos llegados de España, Francia y Alemania a mediados del siglo XIX. Comenzado el XX, existió en cercanías de Guayaquil -entonces centro de la ciudad, con la Estación Cisneros, plaza de mercado, hoteles y un comercio fuerte-, el "Frontón de Jai Alai" -o juego de pelota vasca-, que despertó poco interés entre los parroquianos ante el auge que cobraba el fútbol. Este deporte llegó a Colombia, y en especial a Medellín, con los extranjeros que arribaban procedentes de los puertos de Inglaterra a los puertos de Barranquilla o ciudades fronterizas como Pasto. Ellos trajeron los primeros artículos, dieron a conocer el reglamento y formaron los primeros equipos. El primer balón fue traído a Medellín en 1910 por Guillermo Moreno Olano, después de un viaje a Europa.
El recorrido de Medina Pérez nos lleva luego por los dos primeros grandes equipos de fútbol que tuvo la ciudad allá por 1912: el Sporting Fútbol Club, más un club social y tertulia cultural, integrado en su mayoría por extranjeros dedicados a la joyería, y el Medellín Fútbol Club, origen del Deportivo Independiente Medellín; y por las improvisadas canchas de El Bosque de la Independencia, y La Manga de los Belgas donde hoy queda el Hospital San Vicente de Paúl y donde además se abrieron los primeros 4 hoyos de golf. Más adelante refiere:
El primer partido de fútbol en publico se realizó en la ciudad en 1914; público, entre comillas, porque tuvo características muy cerradas, empezando por los precios tan elevados: la boleta más barata en 1914, para el primer partido, valía 50 pesos para estar sentado y 35 para permanecer parado. El 3 de febrero de 1929 llegó el primer equipo extranjero a la ciudad: "El Lima Asocciation", de Perú, para inaugurar el estadio Los Libertadores. A las 3 de la tarde se enfrentó al ABC, de Medellín. Cuentan los archivos que hacia el nuevo escenario desfilaron cerca de mil automóviles y asistieron unos ocho mil espectadores. El encuentro terminó 9-0 a favor de los peruanos.
Comienza la epopeya ciclística
El escritor documenta los hitos que marcaron la génesis de la Vuelta a Colombia en bicicleta: Los hallazgos documentales practicados permiten afirmar que la idea de esta competencia comenzó a gestarse en 1940. No faltan quienes señalan con todo el desparpajo del caso, que la Vuelta a Colombia, como todas las ideas notables que surgieron aquí hasta concluir los años setenta, nació al calor de unos tintos y unos tragos en una mesa del Café Pasaje, entre noviembre y diciembre de 1950, estando en su fina la violencia política partidista. Materiales de prensa cuentan que los periodistas de El Tiempo, Pablo Camacho y Jorge Enrique Buitrago, “Mirón”, junto con Efraín Forero, Donald W. Raskin, Guillermo Pignalosa y Mario Martínez, “Remolacho”, propusieron al jefe de redacción, Enrique Santos Castillo, que su periódico auspiciara y organizara la primera Vuelta a Colombia. La prueba fue un logro incomparable.
El país se paralizó durante 15 días, pendiente de sus detalles, transmitidos por la emisora Nueva Granada en la voz del narrador costarricense Carlos Arturo Rueda C., quien con su estilo peculiar hacía más emocionante la carrera. En 1951, Efraín Forero Treviño fue el primer campeón de la Vuelta a Colombia, y Carlos Arturo lo bautizó, desde entonces, como “El Zipa Indomable”. Con la segunda versión -1952-, ganada por el francés José Beyaert, irrumpe en la escena nacional un joven campesino originario de Marinilla, forjado en el dominio de la bicicleta gracias a su sobrevivencia en Medellín con el "caballito de acero": Ramón Hoyos Vallejo. Desde su hábitat en el oriente de Antioquia, él se remonta 60 años para evocar sus inicios en la capital antioqueña: "Me coloqué de ciclista en el granero El centavo menos, al frente de la fábrica de cremas, en Abejorral con Bomboná, año 46-47. Luego trabajé en la Carnicería La arteria, que quedaba en Colombia con El Palo y de ahí como yo era el mensajero más rápido, cuando Medellín era un pueblo, me llamaron de La bandera blanca; me pagaban un peso más a la semana y me fui allá a ganarme 5 pesos semanales”. “En esa época, Medellín tenía 6 semáforos, uno quedaba en Ayacucho con Sucre. Cuando cumplí 16 años, entré a trabajar a Coltejer en oficios varios, me pagaban 7 pesos con 84 centavos mensuales.
Isabelita Ángel era una gran impulsadora del ciclismo colombiano, debido a eso Cochise se benefició con el patrocinio de Wrangler Caribú, eso era de los Ángel. Yo tuve a Coltejer y para que me patrocinara tuve que mostrar que el 20 de julio de 1951 gané una carrera doble a San Cristóbal en turismo”.
El relato de Ramón Hoyos pasa por el encuentro con el periodista Oscar Salazar y su “facilitación” para obtener el patrocinio en la carrera: “Esa noche aprobaron que yo corriera la Vuelta a Colombia, fue como el 3 de enero y el 4 ó 5 de enero de 1952 salimos a comprar una bicicleta de segunda en un almacén que quedaba en Ayacucho entre Bolívar y Palacé, porque una bicicleta nueva de carreras valía 400 pesos, y ésta costó 220, una Peugot muy alta, marco 60 y yo soy 56, o sea, que yo tenía que pedalear con el galápago todo hundido en la barra, así empecé en la Vuelta. Corrí la Vuelta a Colombia del 52 y en la primera etapa, como no dominaba bien la bicicleta, saliendo de la 7° con Jiménez en Bogotá, donde queda El Tiempo, al pasar los rieles de la estación que existía allá, como el Ferrocarril de Antioquia aquí en la Plaza de Cisneros, no los pasé vertical, sino medio horizontal y me pegué una caída fuerte, empecé a perseguir, pasé a Mosquera, a Madrid y en Facatativa cacé a la gente y empezaron a subir para bajar a Villeta, los carros a bajar rápido y yo a bajar rápido también y con la segunda caída que me pegué, perdí el conocimiento, entonces hasta que yo no despertara no se iban ellos; desperté y me dijeron: Ramón, se va a retirar; allí está el carro y yo les dije: yo no me retiro, empecé a moverme y no me dolía ningún hueso ni las manos y dije: yo sigo, pero solo”.
El fenómeno nacional e internacional que constituyó Don Ramón de Marinilla, propició su encuentro con el entonces reportero de El Espectador, Gabriel García Márquez, enviado a Medellín a cubrir la llamada tragedia de Media Luna (1954), nombre del sitio del oriente de Medellín donde se produjo el gigantesco deslizamiento de tierra que tapó a humildes habitantes. Pero fueron más quienes perecieron cuando trataban de colaborar en el rescate de las víctimas. "Medellín fue víctima de su propia solidaridad", fue el titular de una de las crónicas que escribió luego el Nobel colombiano. Pero además de narrar el desastre, "Gabo" se ocupó de la vida del amo de las carreteras colombianas. El pentacampeón tiene su propia versión de su experiencia con García Márquez:
"Gabriel García Márquez vivió en la casa mía, en el barrio Alejandro Echavarría, 8 días, porque yo le dije "yo le cuento mi vida", porque se la pidieron de El Espectador; a mí me daban 2.500 pesos, que era mucha plata, y a él le pagaban no se cuánto. Y él escribió la vida mía y la difundió en el mundo en 10 idiomas, yo ahí tengo la publicación en alemán, porque me la regaló la señora que vino a conocerme, que fue la que tradujo del Español al Holandés, ahí tengo el libro. Él era un periodista, común y corriente, que resultó con una inteligencia distinta, haciendo cosas buenas sobre Colombia, yo le daba la comidita ahí y dormía en la casa... Yo estaba prestando servicio militar y había tenido un accidente yendo a Mesitas del Colegio con una española que era cabaretera en el Gato Negro, en la 7° con Jiménez. Nos fuimos a bañarnos en piscinas bien sabroso, yo tenía puerta franca en el batallón, me decían que tenía que pedir permiso, pero no estaba por escrito, o sea que yo cometí el delito de deserción ese día; y en el Salto del Tequendama íbamos como 10 motociclistas antioqueños y yo me abrí tanto para la izquierda que al voltear a la derecha me resbalé en la arenilla, caí encima de ella y la moto encima de mí, y quedé inconsciente. En la Clínica Marly de Bogotá me hicieron la cirugía, tenía las dos muñecas empezadas a fracturar, el 11 de junio salí del Hospital Militar y en el batallón Francisco José de Caldas, en Puente Aranda oí la noticia, por la noche, de que había caído un derrumbe en Media Luna y dije: "Que a mi familia no le haya pasado nada". Me acosté a dormir y soñé que mi mamá y mi hermana se habían ido al derrumbe, pero que no habían muerto, sino que quedaron fracturadas y las llevaron al hospital, y yo tenía que venirme a Medellín ese día a ver en qué les podía servir; a pesar de eso, yo me dije: “los sueños son sueños”.
Salí a las 4:00 de la tarde para Medellín, y pasó el avión por Media Luna, el barrio estaba lleno de gente porque sabían que Ramón Hoyos venía a ver su mamá y a su hermana muertas y al novio de mi hermana; un drama un poquito maluco, parte de la vida mía en la Vuelta a Colombia, tanto que cuando yo corrí una carrera a Media Luna, ese mismo año, cuando pasé por el mismo sitio, una cosa que llamaban Rancho de Lata, ahí me bajé de la bicicleta, recé dos padrenuestros, arrodillado en el asfalto; cuando arranqué ya no iba de punta, sino como sexto o séptimo, empecé a pedalear duro pensando en que mi mamá me ayudaba y cacé a Aureliano Gallón faltando 20 metros para cruzar la raya, y lo pasé”.
Atanasio Girardot corona campeones
Medina Pérez cuenta los antecedentes del que hoy llaman el “Coqueto Atanasio Girardot”, desde aquel proyecto de ordenanza del entonces diputado a la Asamblea de Antioquia, Belisario Betancur, que a finales de los 40 autorizaba al gobernador Eduardo Berrío a hacerle un préstamo de un millón de pesos al municipio de Medellín para construir un estadio. Cita la referencia del historiador Luciano López: “Los escenarios que había ya no permitían que la gente asistiera y desde 1945 empieza una campaña del gobierno municipal y de los dirigentes para crear un estadio en la ciudad, por lo cual se vende el estadio de Los Libertadores en 1947 al Instituto de Crédito Territorial -ICT-, y con ese dinero se compran los terrenos donde está actualmente el estadio Atanasio Girardot.
Se construye para 35.000 espectadores con capacidad para la gente en las tribunas, con bares, música de salón, música de cámara, conservando lo que antes se daba en los hipódromos. La obra se inaugura en marzo de 1953 con un cuadrangular entre El Fluminense de Brasil, el Atlético Nacional, el Deportivo Cali y el Alianza Lima, del Perú.
Entonces se deja de utilizar el estadio San Fernando, el cual quedaba donde está hoy la Plaza Mayorista en Itaguí, y que se dedica solamente para los caballos. Así queda hasta los 80 y empieza la creación de la Unidad deportiva Atanasio Girardot con todos sus anexos; lo primero fue la cancha de fútbol, posteriormente en los 50 y los 60 empieza la concesión de las auxiliares y demás escenarios.
El Medellín ha tenido continuidad de propietarios desde su fundación hasta hoy; lo de “el equipo del pueblo”, más o menos empieza con “La Danza del Sol” en 1957, cuando se convierte en el más popular, pues trae una serie de jugadores peruanos que le dan cierto estatus al equipo y lo llevan a los obreros, pero el Medellín siempre fue un cuadro de élite y aún mantiene esas características, al menos en sus dueños. El Nacional tiene un proceso totalmente diferente: dentro de los obreros de una empresa, sale del Unión Indulana, en la empresa del mismo nombre, y que se transforma en “Municipal” en el 47. Así juega en el torneo profesional; pero en 1950 Fabricato compra a Nacional, está en la tarea de promocionar los productos que se hacen en Colombia, en especial las telas, para que no se importe más. Por eso le da el nombre de Nacional al Atlético Municipal, y lo hace bandera de una campaña que dice: “Por lo nacional, compremos lo nacional”.
Para Antioquia ganar el primer título profesional del fútbol colombiano, fue necesario que durante un año desapareciera, por problemas económicos, uno de los equipos de la ciudad: el Independiente Medellín, que en 1952 creó la primera natillera del balompié nacional, dirigida por Agapito Perales. Medellín jugó su último partido en Cali a finales del año, ante el América y perdió 2-0. El Poderoso resurgió en febrero de 1954, luego de que un grupo de personas, entre ellas Alfonso y Javier Arriola Del Valle, compró la ficha de la Institución. Ese mismo año, Atlético Nacional, dirigido por el argentino Fernando Paternóster, ganó el campeonato con una campaña destacada: de 18 partidos jugados, se impuso en 14, empató tres y sólo perdió uno. Algunos de los integrantes del elenco triunfador eran el arquero Gabriel Mejía, el defensa Ignacio “Loco” Calle, Humberto "Turrón" Alvarez -señalado por muchos como el mejor futbolista que ha tenido Colombia-, el uruguayo Julio Ulises Terra, el argentino Atilio Miotti, Gianastasio, Casartelli, Pepe y el también portero Julio "Chonto" Gaviria. Independiente Medellín terminó tercero, luego de reforzar su nómina, reapareció el 28 de febrero de 1955 enfrentando al Boca Juniors de Cali. Los rojos contaban, entre otros, además de Moreno, con el puntero derecho Orlando Larraz, Pedro Roque Retamozo, Juan Carlos Toja, Valerio Delatour, Felipe Marino, Lauro Rodríguez, Jesús “Chucho” Hernández, Jorge Benegas, todos dirigidos por el paraguayo Delfín Benítez Cáceres -“El Machetero”-. Más adelante se sumarían “Canino” Caicedo, Efraín “Caimán” Sánchez, René Seghini, Fernando Sierra, Jorge “Chema” Méndez, Lorenzo Calonga y Carlitos Arango. Disputadas 24 jornadas del torneo de 1957, y estando de puntero el DIM, con 11 puntos sobre el segundo, la Dimayor celebró una reunión en septiembre en Ibagué y declaró en receso el campeonato. La coronación de los rojos hubo de esperar hasta marzo de 1958. Este año ocurrió lo inesperado: la desaparición del Atlético Nacional e Independiente Medellín. Semejante noticia se resumió en escuetos comunicados emitidos por la Dimayor y los equipos implicados.
Este es apenas un minúsculo asomo a la ventana del tiempo, a una saga apasionante, a una prodigiosa aventura, que en su “Historia del Deporte en Antioquia” pinta Gonzalo Medina Pérez en miles de novelescos episodios, como los de dos mensajeritos antioqueños que se ganaban el pan a lomo de sus “caballitos de acero”, en los cuales cabalgarían hacia la gloria: “Cochise” Rodríguez y “El Ñato” Javier Suárez .
 
 



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