MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 8    NO 95   AGOSTO DEL AÑO 2006    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Cuando se tiene un diagnóstico crónico o la persona adulta mayor pierde su capacidad para su auto-cuidado por incapacidad física o mental, debe realizarse un trabajo integrado e interdisciplinario con la familia inmediata, donde lo mínimo que se busca, es su participación dentro del complejo manejo que el paciente requiera a futuro, tratando de conservar o mejorar sus estándares de calidad de vida de acuerdo con sus parámetros culturales y estructura social.
En el sector de la salud, paralelo a las complejas condiciones clínicas de los pacientes mayores, se evidencian y enfrentan los conflictos y crisis en las familias vulnerables, que reducen gran parte de sus problemas a factores de tipo económico. Es así como una persona es aceptada y apoyada, siempre y cuando cuente con algún tipo de ingreso económico (pensión, renta o sea el dueño de la vivienda). De otra parte, aparecen los sentimientos que el grupo guarde hacia el paciente, dependiendo del comportamiento que éste haya tenido durante su vida en común; es como si la situación de salud del paciente diera oportunidad de tomar retaliaciones que de otra forma no habrían podido aplicar: afecto, solidaridad, apoyo, prácticamente desaparecen hacia este tipo de población.
Al asesorarlos sobre las necesidades de cuidado y apoyo requeridos por el paciente, una de las primeras reacciones es abandonarlo en la institución prestadora del servicio de salud; lógicamente, la rutina de vida, dinámica del grupo, roles y gastos, entre otros, se alterarán en la tarea de apoyo permanente por discapacidad física o mental, producto de secuelas que en el adulto mayor suelen ser irreversibles.
Cuando egresa el paciente, quedan serias dudas e inquietudes en los equipos de profesionales a cargo, sobre la calidad de vida que le espera a esta persona en manos de una familia que lo rechaza y que lo ve como una carga adicional, no como un miembro importante del grupo.
La situación es crítica cuando el paciente abandonó a su familia, su cónyuge no legaliza su situación de pareja y la ley le obliga a asumir la responsabilidad del cuidado y apoyo del paciente, sin lugar a apelaciones; en este caso existe poco conocimiento de la comunidad sobre la necesidad de acudir a instancias legales para aclarar su situación real. Se limitan de hecho a su acomodo, bajo su óptica de solucionarla parcialmente, sin medir los efectos que a largo plazo deban enfrentar; o igual en casos de pacientes afectados por drogadicción, alcoholismo y delincuencia, por cuya razón fueron expulsados del grupo; en este último caso, es difícil manejar los niveles de perdón que el grupo esté dispuesto a otorgar a la persona afectada.
Lo que se capta recientemente, es que no sólo las familias no participan, sino que abandonan a sus familiares bajo frases contundentes: “No lo puedo cuidar, no tengo con qué, no lo quiero, que el Estado haga con él lo que quiera, o, tírenlo a la calle“.
Situación incierta y costosa
Frente a semejante panorama, se tiene que recurrir ante autoridades competentes, como la Personería y Defensoría
del Pueblo, buscando soluciones para este problema. Desde el Estado, la Secretaría de Solidaridad Municipal sólo tiene competencia para proporcionar cobertura a la población Habitante de la Calle, con permanente diligencia y efectividad, aunque la cantidad de casos suele desbordar su capacidad resolutoria.
Así, es incierta la situación de población adulta mayor enferma, que sin ser Habitante de la Calle, egresa de una institución de salud a cargo de una familia a la cual se obliga a cumplir la responsabilidad de cuidarlos, por lo general los pacientes regresan al hospital con severos daños, producto de su situación social, convirtiéndolos en consultores permanentes dentro de un círculo cerrado: se le presta el servicio, se le da de alta, no puede cuidarse, y debe reingresar.
Se observa más disposición solidaria en ciudadanos ajenos afectivamente al paciente, que en los propios miembros de su grupo familiar.
A la postre, esta situación afecta los cálculos de inversión que un paciente con un diagnóstico determinado debería requerir en circunstancias normales; podría sería más racional que el Estado y las aseguradoras privadas asuman su cuidado, ubicación y apoyo, que invertir constantemente en atenciones de salud, sin la menor posibilidad de control y seguimiento.
Para graficar en alguna forma este problema, se señalan las siguientes situaciones, muy rutinarias en la población de adultos mayores enfermos: Abandono de los pacientes en los hospitales, generando estancias prolongadas; sobrecostos para las entidades prestadoras por pago de trámites; falta de gestión de la familia para diligenciar autorizaciones para eventos ambulatorios, afectando la calidad y resultados de los tratamientos; falta de trámite para adquisición o reclamación de medicamentos prescritos por el médico tratante; reclamación de medicamentos prescritos para ser vendidos y suplir el vacío de ingresos que el paciente no puede proveer; constante cambio de residencia del adulto mayor (si cuenta con varios hijos, lo rotan de un lugar a otro); maltrato físico al adulto mayor, cuando éste no puede salir a “trabajar en lo que sea”; insultos permanentes hacia el adulto mayor cuando éste no puede suplir su auto-cuidado y depende de terceras personas, circunstancia que se refleja en el estado en el cual llega a revisiones o urgencias, como en el caso de escaras infectadas.
Por ejemplo, en el Hospital Universitario San Vicente de Paúl se manejaron en 2005, 78 casos de adulto mayor, de los cuales 16 requirieron ubicación permanente, dada su incapacidad para aplicar medidas de auto-cuidado; también se ubicaron 16 a cargo del Estado por intermedio de la Secretaría de Solidaridad de Medellín. En adultos mayores con familia, se tuvo que recurrir a medidas de carácter legal para obligar a las familias a asumir su cuidado y apoyo, circunstancia que soluciona el problema inicial pero produce efectos inmediatos de rechazo y evidente maltrato físico y emocional del paciente.
Normas y acciones de protección al adulto mayor
La Unidad de la Tercera Edad y Discapacidad de la Secretaría de Solidaridad Municipal en Medellín, es responsable de amparar a la población Habitante de la Calle de la Tercera Edad; sin embargo, el volumen de personas abandonadas desborda su capacidad ejecutoria. En informe de esta dependencia, se refiere como en la Constitución Política colombiana se han hecho infinidad de esfuerzos por resguardar los derechos de la comunidad habitante del territorio nacional.
Los familiares abandonan a los adultos mayores enfermos bajo frases contundentes: “No lo puedo cuidar, no tengo con qué, no lo quiero, que el Estado haga con él lo que quiera, o, tírenlo a la calle“.
Allí también se referencia el documento Normas Especificas de Protección al Anciano, promulgadas en la Ley 29 de 1975, seguida de los decretos 2011 de 1976 y 77 de 1987, y se aclara que en la legislación penal se prohíbe el rechazo y la hostilidad hacia los ancianos, la negación de afecto, las humillaciones permanentes y amenazas físicas, para evitar incurrir en el delito de tortura moral (Art. 249, Código Penal).
En el informe también se refieren las acciones y nivel de competencias a las cuales se podrían acceder, como “ruta clara para los profesionales que no están inscritos en el área del derecho, sobre las diferentes acciones y competencias a las cuales se pueden dirigir” en caso de maltrato de adulto mayor (veáse el cuadro siguiente):
En el mismo informe se refiere la “Tipificación de algunas acciones negligentes contra el anciano, frente a sus códigos de protección” (veáse el cuadro siguiente):
Los programas de apoyo de la Secretaría de Solidaridad de Medellín centran sus esfuerzos en ítems de invaluable importancia: Complemento alimentario para adultos mayores; Hogares sustitutos; Programa Protección Social al Adulto Mayor; Atención Integral al Adulto Mayor Indigente en el modelo de Dormitorio social; y Red de Protección Social para la asistencia social del adulto mayor con discapacidad física y/o mental, adultos mayores con diagnósticos de enfermedad infecto-contagiosas y/o catastrófica.
Dificultades y logros
Sin embargo, como en nuestro país persiste la cultura del no-cumpli-miento de los Deberes, las personas afectadas deben cumplir con una serie de requisitos que los faculte para el ingreso a estas líneas de apoyo; todavía hay adultos mayores sin ningún documento de identidad, lo mínimo con lo cual cualquier ciudadano debería contar, porque en Colombia para un grueso de la población, no parece tener importancia el trámite o porte de algún documento de identidad; de hecho, dado que la capacidad y autogestión de familias de adultos mayores son prácticamente nulas, el Hospital Universitario San Vicente de Paúl anualmente debe tramitar ante Registraduría Especial en promedio 240 certificaciones, para apoyar la cobertura de algún tipo de aseguramiento dentro del Sistema General de Seguridad Social en Salud, comprobación de parentesco, comprobación de identidad, etc.
Para el Hospital ha sido un éxito la tarea de dinamizar un sistema de apoyo conjunto bajo la modalidad de redes de servicios, ya que se ha suplido gran parte de las carencias de la población adulta mayor abandonada. Funciona con entidades privadas que cuentan con algunos cupos para población vulnerable, a tarifas más económicas, las cuales son cubiertas por un grupo de personas denominadas “Padrinos”: éstas amparan la solicitud para la persona afectada en forma directa, con sus propios recursos. Esto permite determinar que se observa más disposición solidaria en ciudadanos ajenos afectivamente al paciente, que en los propios miembros de su grupo familiar.
Si la problemática de la población infantil maltratada es vista con atención porque se proyecta a futuro, asimismo se debería tomar en cuenta la situación de los adultos mayores maltratados y abandonados. Los primeros, empiezan sus ciclos de vida, y los segundos los están terminando: ambas son etapas críticas para cualquier ser humano que se precie de formar parte de una sociedad justa y equitativa 6
 
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